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José María de Salazar Rodríguez de Vera y Zurbano

Biografía

Salazar Rodríguez de Vera y Zurbano, José María de. Hellín (Albacete), 20.VI.1762 – Río de Janeiro (Brasil), 6.III.1815. Brigadier de la Real Armada.

Hijo de Jaime de Salazar y de Josefa Rodríguez de Vera y Zurbano, ingresó en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cartagena en junio de 1780, tras rendir sus exámenes previos con nota de sobresaliente. En pocos meses, recibió el nombramiento de brigadier, y tras los embarcos reglamentarios obtuvo los despachos de alférez de fragata, que lo habilitaron para ejercer mandos en buques de guerra. Su primer destino como oficial fue el navío San Julián, en el que embarcó el 26 de septiembre de 1781. Pero sus altas calificaciones aconsejaron a sus superiores devolverle a la Compañía de Cartagena como oficial agregado, con el objeto de que ampliara sus estudios facultativos y pudiera aplicarlos a la enseñanza de los guardias marinas.

Se interiorizó del uso de los instrumentos de navegación más modernos y realizó vastas lecturas que le servirían para confeccionar cartas y planos, mas su vocación por el mar y su deseo de participar en campañas militares lo llevaron a solicitar embarcos. En 1783 fue designado ayudante del jefe de escuadra Francisco Hidalgo de Cisneros, segundo comandante de la expedición a Argel y padre del futuro virrey del Río de la Plata. En el curso del bombardeo, Salazar intervino en cinco ataques, como consta en su hoja de servicios. Solicitó ser destinado a una nueva expedición, pero el comandante de la Compañía de Guardias Marinas de Cartagena desaconsejó que los oficiales capacitados para formar cadetes, fuesen empeñados en acciones de guerra. Volvió a las aulas, ahora como alférez de navío y segundo maestro de Matemáticas, en 1787. Un honroso informe del comandante de los tres institutos de formación: el ya mencionado, el de Cádiz y el Ferrol, José Mazarredo, subrayó los méritos del joven oficial y recomendó que su actuación en la formación académica de futuros marinos no impidiera ni demorara los ascensos que le correspondían. El ilustre marino puntualizó la importancia de los estudios facultativos y los méritos que adquirían quienes los realizaban.

Cuando su jefe y protector fue encargado de la expedición que debía elaborar el Atlas Marítimo de la América Meridional, instrumento indispensable para que España acentuara su presencia en la región después de la Paz de Versalles, Salazar fue convocado con otros oficiales preparados para esa tarea. Recibió el cargo de segundo oficial del bergantín Vigilante y el comando interino del buque de igual clase Descubridor, quedando a las órdenes directas del sabio capitán Cosme Damián Churruca. Su desempeñó durante la campaña, llena de dificultades y vicisitudes pero pródiga en resultados para el avance de los conocimientos científicos, que comenzó en 1792 y concluyó en 1795, mereció un informe laudatorio de su comandante pero no el ascenso que le correspondía.

Durante la guerra contra Gran Bretaña, tras las derrotas sufridas por las fuerzas españolas a manos de los almirantes Jervis y Nelson, el Rey decidió nombrar al general Mazarredo como comandante de la Escuadra del Océano. Éste llamó a Salazar para que ocupase el puesto de ayudante general de la flota, empleo que llenó a satisfacción. Tras una permanencia en Brest (1798), en que se planeó una invasión de las islas británicas, imposible por la superioridad de elementos navales británicos, Salazar ascendió a capitán de fragata.

Después de cumplir diferentes misiones, tras la precaria Paz de Amiens, fue designado mayor general del apostadero de La Habana. Si bien, finalmente, no partió hacia ese destino, se vio privado de participar, como varios de sus superiores y compañeros, en la jornada de Trafalgar.

Había cumplido ya cuarenta y siete años de edad y alcanzado la jerarquía de capitán de navío cuando se le ordenó marchar al Río de la Plata para hacerse cargo del Apostadero Naval de Montevideo. Al mando de la fragata Proserpina, le correspondió trasladar al nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, y su familia, juntamente con el mariscal Vicente Nieto. Zarpó de Cádiz el 2 de mayo de 1809 y llegó a dicha ciudad el 30 de junio del mismo año.

Después de asumir su comando el 3 de julio, se abocó a la difícil tarea de tornar operativa esa base de gran importancia estratégica pero muy mal dotada, con buques en pésimas condiciones que apenas podían desplazarse muy lejos de su amarradero. Poco más tarde, se produjeron desinteligencias con Cisneros, pues Salazar procuró aplicar estrictamente las ordenanzas de la Armada. Por otra parte, se encontró con fuertes resistencias de algunos oficiales, casados con criollas, para volver a España y participar en la lucha contra Napoleón. Fue el preludio de las dificultades que se le presentarían con motivo del movimiento revolucionario de mayo de 1810, en Buenos Aires.

La junta presidida por el coronel Cornelio Saavedra ordenó a los jefes y oficiales de marina que se hallaban en la capital de virreinato que prestasen juramento de fidelidad al nuevo gobierno. Éstos se negaron, por los que se ordenó su salida hacia Montevideo, donde Salazar se aprestó a resistir todo contacto con quienes él consideraba insurrectos cuyo único objetivo era la independencia total de España. Su actitud en el Cabildo Abierto realizado en Montevideo para escuchar las propuestas de la junta, transmitidas por el doctor Juan José Paso, impidió que los partidarios de la revolución allí residentes concretaran su objetivo. De inmediato se puso sobre las armas y logró, el 12 de julio de 1810, que las fuerzas de milicias de la plaza no alcanzaran su objetivo de plegarse a los revolucionarios. Procuró brindar ayuda, infructuosamente, a sus camaradas de armas Santiago de Liniers y Juan Gutiérrez de la Concha, que se habían alzado en Córdoba para evitar el avance del movimiento hacia el interior. Por otra parte, ordenó el bloqueo de Buenos Aires, destinado al fracaso por diversos motivos, entre ellos la acción opuesta de la estación naval británica. Entró en fluido contacto con la infanta Carlota, esposa del futuro rey Juan VI, quien se hallaba con la Corte lusitana, como regente, en Río de Janeiro, y con el representante de España ante el Trono, en pos de auxilio para la causa de Fernando VII.

El arribo del nuevo virrey del Río de la Plata, Francisco Javier de Elío, que sólo pudo ejercer sus funciones en el recinto de Montevideo, como consecuencia de la insurrección de la campaña en la Banda Oriental, provocó desencuentros insalvables que llevaron a Salazar a pedir el relevo. Poco después le llegaban los nombramientos de brigadier de la Real Armada, gobernador de Montevideo y subinspector general de armas del virreinato, otorgados por el Consejo de Regencia en Cádiz.

La causa realista sufría nuevas derrotas y las actitudes de Elío tornaban cada vez más peligroso el panorama. Salazar escribía constantemente al Departamento de Estado dando cuenta de la situación. Finalmente, se ordenó al intemperante virrey su retorno a España. Por su parte, la insistencia del marino determinó su sustitución. Volvió a España en los primeros días de julio de 1812. Poco más tarde, se le ordenó dirigirse a Suecia, al mando de la fragata Ifigenia, con el objeto de trasladar al comisionado español para firmar un tratado de paz y amistad con el príncipe Bernardotte, misión que finalmente no se realizó.

El 31 de diciembre de 1814 zarpó hacia Río de Janeiro, a bordo del queche Hiena, con la orden de averiguar el estado de las provincias del Río de la Plata y tratar de obtener el apoyo portugués para realizar una expedición reconquistadora de Buenos Aires y Montevideo. Salazar se convertía en un señuelo para convencer a los revolucionarios de que España volcaría todos sus medios con el objeto de reconquistar el antiguo virreinato, cuando en realidad Fernando VII había resuelto ya intentar la recuperación de la Costa Firme, cosa que no sabía su comisionado en Río. Tras un encuentro con don Juan, quien le informó el verdadero destino de la expedición, y de reunirse con la infanta Carlota y con uno de los representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se sintió acometido por una súbita y grave infección que resistió al esfuerzo de los médicos, y murió el 6 de marzo de 1815. Se ignora en qué lugar de la entonces capital portuguesa descansan sus restos.

 

Bibl.: C. Pérez-Bustamante, “Notas sobre la correspondencia de don José María Salazar, comandante general del Apostadero de Montevideo (1810)”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. 127 (1950); F. A. García, “La actuación rioplatense del comandante general Salazar. Con documentos”, en Boletín Histórico del Estado Mayor General del Ejército (Montevideo) (abril-junio de 1956); R. R. Caillet- Bois, “Un acérrimo enemigo de la Revolución de Mayo: José María Salazar”, en VV. AA., Tercer Congreso Internacional de Historia de América, t. V, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1961; H. Martínez Montero, El Apostadero Naval de Montevideo, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1968; M. Á. de Marco, José María de Salazar y la marina contrarrevolucionaria en el Plata, Rosario, Instituto de Historia Política Argentina, 1996, passim.

 

Miguel Ángel De Marco