Pradera Larumbe, Víctor. Conde de Pradera (I). Pamplona (Navarra), 19.IV.1872 – San Sebastián (Guipúzcoa), 6.IX.1936. Ingeniero y abogado que destacó como intelectual del carlismo y pionero del catolicismo social.
De los orígenes de Víctor Pradera puede hablarse con precisión. Su abuelo Jean Pradere Martinena, de la casa Mikelendeguía, era de Sara, pueblo de Laburdi, en el País Vasco francés. Su abuela María Ángela Leiza, de Sumbilla, en el Bidasoa. El matrimonio vivía en Echalar. Su otro abuelo Ángel Larumbe Iturralde, de Auza, en el valle de la Ulzama, fue militante carlista activo, participó en la primera carlistada, cayendo prisionero y escapando por sus conocimientos del terreno a Francia (1839). Establecido en Vera de Bidasoa, de notario, en 1844, se sumó a la segunda carlistada, siendo desterrado a Valladolid. Casó con Javiera Ayala e Íñigo de Angulo, de Pamplona. Su padre, Francisco Pradera, de Echalar, pasó a Cuba a los dieciséis años, como muchos navarros de la montaña, embarcando en Burdeos. Dedicado al comercio, volvió con una pequeña fortuna y casó con Filomena Larumbe, de Pamplona. Se establecieron en San Sebastián por las buenas posibilidades de negocio y, aunque Juan Víctor nació en Pamplona, vivió desde los siete años en la capital guipuzcoana. El padre, constructor inmobiliario, fue el artífice de las urbanizaciones de la calle Aldamar y Reina Regente.
Víctor era el primogénito y le siguieron Luis, Juan y Germán. Estudió el bachillerato en el Instituto de San Sebastián, donde su profesor Luis María Eleizalde le enseñó la Lógica Aristotélica. En 1887, su padre decidió enviarle un año a Burdeos para familiarizarse con las actividades y costumbres de una ciudad comercial.
El aprendizaje del francés le vino bien en su formación, pues Pradera leyó numerosos libros de política y doctrina de autores galos. Después de su experiencia bordelesa, decidió ser ingeniero de caminos, canales y puertos, carrera de moda en los tiempos restauracionistas como símbolo del mundo moderno que venía vinculado a los ideales liberales. La carrera debió hacerla en Madrid, pues no existía en el País Vasco, pero para pasar el ingreso tuvo que prepararse antes en la Universidad de Deusto.
En 1886, la necesidad de crear una elite intelectual inspirada en principios católicos llevó a algunos prominentes bilbaínos a fundar una institución que formase a jóvenes católicos con el nivel intelectual requerido para defender los principios católicos en la sociedad. Esta institución fue la Escuela de Estudios Superiores, futura Universidad de Deusto, encomendada a la Compañía de Jesús. Pradera fue allí alumno, desde 1887 a 1889, siendo el número 132 que ingresaba.
La Facultad era la preparatoria de Ingeniería y Arquitectura, posteriormente desaparecida.
Allí conoció a los alumnos que inauguraron la Universidad, como Ramón Olazábal, de insigne familia carlista de Guipúzcoa; el padre Ángel Ayala Alarcón (SJ), fundador de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP); José María Chalbaud Errazquin, simpatizante del nacionalismo vasco; Julio Urquijo Ybarra, político carlista y estudioso del vascuence; el padre Luis Chalbaud Errazquin (SJ); José María Urquijo Ybarra, fundador del periódico La Gaceta del Norte, y Cándido Gaitán de Ayala, conde de Villafranca, de familia carlista guipuzcoana.
Pradera consiguió en primera convocatoria el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Madrid. En la capital completó su formación científica con lecturas de doctrina filosófica, que le afianzan en su pensamiento.
En 1897 volvió como ingeniero a Tolosa, para dirigir “Laurak Bat”, una papelera en mal estado propiedad de su padre. Pradera mejoró la empresa con nueva maquinaria y organización, y consiguió que fuera asimilada por Papelera Española, trust papelero del que Rafael Picavea era uno de los principales accionistas. Pradera entró en la nueva empresa como ingeniero a sueldo.
Dos años después, en 1899, inició su vida pública al ser elegido diputado por Tolosa. Su amistad con José de Elósegui le servió para presentarse como candidato de los carlistas. En las Cortes, el joven diputado se distinguió por la defensa del regionalismo en una forma descentralizada para España. La influencia del orador tradicionalista Juan Vázquez de Mella se hizo fundamental en este período de su vida. En la siguiente legislatura consiguió la reelección (1901) por el distrito de Tolosa. En la corta legislatura mantuvo su postura de defensa de una España regionalista y una sociedad vertebrada en torno a los principios derivados del catolicismo social de la encíclica Rerum Novarum de León XIII. Sin embargo, abandonó su vida parlamentaria; recién casado con María Ortega, dos años antes, Pradera no podía permitirse el fuerte desembolso económico que suponía una reelección. Desde 1902, se dedicó profesionalmente a sus labores de ingeniero y abogado, y en su vida pública se fue convirtiendo en uno de los oradores más capaces del carlismo.
En las elecciones de 1910, Pradera protagonizó un enfrentamiento con Tirso de Olazábal, jefe regional del carlismo en Guipúzcoa, que le llevó a la escisión.
No obstante, la nueva jefatura provincial del marqués de Valdespina en 1913 llevó a la reintegración a la comunión del grupo escindido. Pradera había sido favorable al carlismo renovador que representaba el marqués de Cerralbo, nuevo delegado regio para España.
Después de siete años de inactividad política, Pradera volvió a la vida pública defendiendo los planteamientos tradicionalistas frente a los característicos de una sociedad liberal. Sin embargo, la novedad procedía de su ataque al nacionalismo vasco en el mitin de Amorebieta (Vizcaya). A partir de entonces, Pradera polemizó con los representantes nacionalistas vascos, defendiendo la extensión del régimen foral vasco a toda España y criticando el derecho de autodeterminación basado en criterios étnicos.
Sin embargo, las elecciones de 1918 plantearon un grave problema a los carlistas navarros. Durante años, Juan Vázquez de Mella había sido su representante en las Cortes de Madrid. Pero el orador asturiano había enfermado y se hacía imposible su candidatura.
Deshecha la coalición con integristas y mauristas, era imprescindible encontrar a alguien con prestigio para presentarse por Pamplona. El ascenso del naciente nacionalismo vasco fue la causa que provocó que Víctor Pradera volviese por tercera y última vez al hemiciclo parlamentario. Allí debatió con el diputado nacionalista Manuel de Aranzadi, quien defendía un Estado español respetuoso con las nacionalidades y condescendiente a restituir las libertades perdidas en 1839.
La tesis de Pradera era la defensa de las peculiaridades regionales enmarcadas dentro de la unidad de España.
Aparte, el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia reafirmó a Pradera en la necesidad de unidad política de los católicos en torno a un programa de contenido católico social.
En 1919, las divergencias entre Juan Vázquez de Mella y el pretendiente carlista Jaime de Borbón causaron la salida del partido de los partidarios del primero.
Entre estos se encontraba Víctor Pradera. La escisión debilitó al tradicionalismo y el mellismo no fructificó como alternativa política. La ruptura del “jaimismo” en dos movimientos les dejó en las peores posibilidades frente a las elecciones que se avecinaban.
Los jaimistas y los mellistas prepararon sus candidaturas como pudieron. Los primeros tuvieron más problemas por la fuga de sus personalidades. En Pamplona, Pradera volvió a presentarse para la reelección contra el nacionalista Aranzadi, el liberal Leyún y el jaimista Baleztena.
El “jaimismo” preparó en Pamplona la candidatura de Joaquín Baleztena, apoyado en la juventud del movimiento.
Pradera tuvo el apoyo de los escasos mellistas y de los mauristas. La reelección se presentaba difícil, pero contaban con que Pradera era un hombre nativo del lugar y conocido por su actividad política.
Sin embargo, por escasos votos no salió elegido para las Cortes.
En el campo ideológico, los jaimistas veían bien toda reivindicación que favoreciese los intereses navarros.
Por tanto, los nacionalistas podían ser unos aliados estimados, si se ceñían a un programa mínimo de reivindicación foral. En 1921, el proceso de acercamiento terminó con la firma de la Alianza Foral.
Pradera, en cambio, mantuvo la posición de Vázquez de Mella de defender un programa global que abarcase a todo el país. A pesar de sus semejanzas, el foralismo jaimista era centrípeto y exclusivo en sus intereses navarros, mientras el foralismo mellista mantenía un plan de regeneración nacional, donde Navarra era una parte, en un todo que era España.
Sin embargo, la escisión mellista dio la oportunidad de intentar la creación de un partido católico de nueva factura. La labor desarrollada por los católicos italianos y alemanes fue emulada por los españoles.
Los miembros de la ACNP, junto a los tradicionalistas posibilistas, como Salvador Minguijón y Severino Aznar, redactaron un programa de un futuro Partido Popular español. La necesidad de tal proyecto político era obvia para los redactores. La sociedad aspiraba a un mensaje de justicia social. La revolución socialista tenía su proyecto y frente a él únicamente existían programas agotados y desacreditados. La alternativa debía formarse con ideas tradicionalistas, mauristas y regionalistas. El fin debía ser la incorporación de la doctrina social católica a la política española. En este ambiente político, surgió el Partido Social Popular, que contó con la participación activa de Pradera (1923). No obstante, el pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera eliminó a la nueva alternativa política. Entre tanto, Pradera había iniciado su labor de intelectual con la publicación de un libro en defensa de la figura de Fernando el Católico y la incorporación de Navarra al Reino de España, y otro sobre la visión económica del catolicismo social.
Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Pradera, en un primer momento, apoyó al régimen participando como miembro de la Asamblea Nacional Consultiva. Sin embargo, el mantenimiento del centralismo por el régimen fue situando a Pradera en posiciones críticas a la dictadura. Desde su postura defendió el establecimiento de un sistema corporativo compatible con un foralismo descentralizador, pero la caída de la dictadura imposibilitó una nueva colaboración crítica.
La proclamación de la Segunda República en 1931 cambió la situación política española. Pradera desde un primer momento defendió una posición contraria al nuevo régimen y contribuyó a la unión de las tres ramas carlistas. Pradera se convirtió en este momento en el máximo intelectual de los carlistas. Desde su posición, contribuyó al rearme ideológico de la derecha, colaborando activamente con numerosos medios de prensa, pero esencialmente con la revista monárquica Acción Española, dirigida por su amigo Ramiro de Maeztu. En el primer bienio (1931-1933), Pradera se mostró como uno de los intelectuales que más incentivó la unión de las derechas españolas en torno a un programa de mínimos. No obstante, en ese discurso siempre defendió como imprescindible la forma de gobierno monárquica, entrando en contradicción con la derecha “accidentalista” de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) que dirigía José María Gil Robles. Además, Pradera se opuso desde su foralismo a la instauración de una comunidad autónoma vasco-navarra, enfrentándose a nacionalistas vascos y compañeros suyos de partido.
Sin embargo, en la segunda legislatura republicana (1933-1936), el triunfo de las derechas permitiría un cambio de rumbo del régimen. Pradera fue elegido por mayoría absoluta de los ayuntamientos navarros, como vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, organismo encargado de velar por el cumplimiento de la Constitución y de juzgar si las leyes y los actos del poder público se ajustaban a la norma constitucional.
Aparte, era presidente del Consejo de Cultura Tradicionalista de la Comunión Tradicionalista, lo que le confirmó como el intelectual principal del carlismo en el período republicano. Además, Pradera junto a Pedro Sainz Rodríguez y Antonio Goicoechea organizaron cursos de Historia de España y dieron formación doctrinal a universitarios en numerosas conferencias y tertulias. Sin embargo, la defensa a ultranza de la forma de Estado monárquica y el corporativismo como sistema de organización le hicieron chocar con el pragmatismo desarrollado por José María Gil Robles. A causa de ello, Pradera defendió a partir de entonces la configuración de una nueva alternativa de derechas.
La vuelta de José Calvo Sotelo, exministro de la dictadura, proporcionó el eje de la nueva alternativa, el Bloque Nacional, que debía agrupar a las distintas derechas monárquicas. Esta alianza electoral no contó con el apoyo de la directiva carlista, pero sí con la colaboración de Pradera que ocupó, con Sainz Rodríguez, una de las vicepresidencias del Bloque derechista.
Pero la importancia de Víctor Pradera como ideólogo de la derecha vino por la publicación de El Estado Nuevo (1935). La importancia de la obra consistía en ser la única que logró sintetizar en una propuesta de forma de Estado el corporativismo católico y la Monarquía tradicional. El libro se convertiría en la propuesta política del Bloque Nacional de José Calvo Sotelo. Pero la derrota de las derechas en las elecciones de febrero de 1936 trajo graves consecuencias.
Los dirigentes de derechas junto con militares desafectos al régimen prepararon un levantamiento que se vio acelerado por el asesinato del líder derechista José Calvo Sotelo el 13 de julio. El inicio de la Guerra Civil sorprendió a Pradera en San Sebastián, donde fue apresado por las milicias nacionalistas vascas. A pesar de gozar de inmunidad debido a su cargo como miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales, murió asesinado en el cementerio de Polloe en San Sebastián el 6 de septiembre de 1936.
Obras de ~: Regionalismo y nacionalismo, Madrid, El Correo Español, 1917; El misterio de los Fueros vascos, Madrid, Est. Tipográfico de Jaime Ratés, 1917; Los nacionalismos vasco y catalán en el Congreso de los Diputados, Pamplona, El Pensamiento Navarro, 1918; Por Navarra, para España, San Sebastián, Editorial Graphos, 1921; Fernando el Católico y los falsarios de la historia, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1923; Dios vuelve y los dioses se van. Modernas orientaciones de Economía política derivadas de viejos principios, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1923; Al servicio de la patria. Las ocasiones perdidas por la dictadura, Madrid, Editorial Javier Morata, 1930; El Estado Nuevo, Madrid, Cultura Española, 1935; Obra completa, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1945, 2 vols.
Bibl.: J. Mugueta, Los valores de la raza Víctor Pradera, Ramiro de Maeztu, José Calvo Sotelo y José Antonio, San Sebastián, Navarro y del Teso, 1938; M. García Venero, Víctor Pradera, guerrillero de la unidad, Madrid, Editora Nacional, 1943; J. Ibarra, Biografías de ilustres navarros del siglo xix y parte del xx, Pamplona, Imprenta de J. García, 1953; S. Galindo Herrero, Pensadores tradicionalistas, Madrid, Publicaciones Españolas, 1955; C. Guinea Suárez, Víctor Pradera, Madrid, Publicaciones Españolas, 1956; J. L. Orella Martínez, Víctor Pradera, un católico en la vida pública de principios de siglo, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2000.
José Luis Orella Martínez