Mociño y Losada, José Mariano. Real de Minas de Temascaltepec (México), 24.IX.1757 – Barcelona, 19.V.1820. Botánico y médico.
Nació en el seno de una familia modesta. Sus padres, Juan Antonio Mociño y Manuela Losada, tenían un pequeño negocio de arriería (recuas de mulas).
Es muy probable que sus primeros estudios los realizara en su población natal, hasta que en 1774 fuese admitido en el Real y Pontificio Seminario Tridentino de la capital mexicana, donde se graduó en Filosofía.
En 1776 lo hizo en Artes, obteniendo el número uno de su promoción, y cuatro años después el de Escolástica y Ética.
Contrajo matrimonio con la oaxaqueña María Rita Rivero, y se trasladó a Oaxaca en 1783, ciudad en la que obtuvo en propiedad la cátedra de Filosofía en el Real Seminario de Santa Cruz. Poco duró su matrimonio, que acabó en divorcio, lo que sin duda, le permitió una mayor dedicación a sus aficiones científicas.
En 1784 ingresó en la Universidad de la capital de México, graduándose tres años después en Medicina, a la par que se hizo cargo, desde mayo a septiembre de 1786, de la cátedra de Astrología y Matemáticas.
En estos años desempeñó numerosas actividades académicas y profesionales que le valieron el reconocimiento y la admiración de sus coetáneos, pero iba a ser la ciencia de las plantas la que iba a marcar toda su posterior trayectoria científica. El 21 de enero de 1789, después de superar un curso de Botánica como alumno aventajado de Vicente Cervantes en el Jardín Botánico de México y, para revalidar su titulación como médico, presentó en la capital mexicana una disertación sobre esta ciencia, desarrollando una vigorosa defensa de la nomenclatura linneana, que en ese tiempo era aún una novedad susceptible de arduas e interminables polémicas. Poco después se incorporó, aunque de forma provisional, a la Expedición Botánica de Nueva España (1787-1803), empresa científica dirigida por el aragonés Martín de Sessé, que formaba parte del proyecto ilustrado metropolitano de inventariar y determinar los recursos naturales ultramarinos.
A partir de ese momento los trabajos y actividades de Mociño estuvieron ligados hasta su muerte a la propia dinámica de la Expedición, pudiendo distinguirse desde entonces dos etapas en su vida. Una primera que transcurrió en su tierra novohispana desde 1790 hasta el final de la Expedición Botánica, tras la cual comenzaría una segunda etapa que tuvo por escenario Europa.
Sin duda, la trayectoria científica de Mociño estuvo influenciada por la llegada de los expedicionarios españoles y por el ambiente ilustrado y reformista local con los que el criollo mantuvo intensos encuentros y en el que brillaban especialmente las luces de los afamados Clavijero o Alzate. En 1791 Mociño inició sus trabajos exploratorios. Participó en el tercer viaje general de la Expedición por el noroeste mexicano y dirigió varios de los complementarios por otras regiones de Mesoamérica. Destaca el que realizó, junto a dos de sus compañeros, el cirujano José María Maldonado y el dibujante-pintor Atanasio Echeverría, como comisionados naturalistas en la Expedición de Límites que, bajo el mando del navegante Juan Francisco de la Bodega y Quadra, se dirigió al archipiélago de las Vancouver (1792). La misión trató de poner en práctica el Tratado de El Escorial, firmado en 1790 entre Inglaterra y España, mediante el cual ambas potencias se comprometieron a mantener la paz, alterada por el conflicto de la estratégica y rica isla de Nutka. El 29 de abril de 1792 llegaba la flota española a la pintoresca isla de Nutka, siendo recibidos cordialmente por los nativos y su jefe Macuina, según relata el propio Mociño, que ejerció como traductor entre ambas delegaciones y los isleños. En sus Noticias de Nutka, completo estudio botánico, zoológico y etnológico, el naturalista, con vivo estilo literario, permite conocer los pormenores de la estancia y actividades de los expedicionarios en esas latitudes.
El 30 de octubre de 1793, Mociño recibió el nombramiento oficial de botánico de la Expedición Botánica, en lugar de su compañero Juan del Castillo, fallecido unos meses antes. Comenzaron aquí sus recorridos por las regiones del sur y oeste novohispanos, Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas. En su periplo por la costa del golfo de México, un hecho resalta al margen de su actividad científica como delegado oficial del virrey, Revillagigedo, que denota el rasgo humanitario e intrépido de su carácter. Así se desprende de su arriesgada ascensión, en plena erupción, al volcán de Tuxtla y los auxilios que prestó a las víctimas de los pavorosos sucesos telúricos que asolaron las localidades aledañas a San Andrés, Veracruz.
En junio de 1794 finalizaban los seis años de la Expedición Botánica de Nueva España de acuerdo con lo prefijado en sus Instrucciones. Aunque se habían recorrido más de tres mil leguas (sin incluir el viaje a Nutka), por diversas causas (enfermedades, muerte de Castillo, problemas burocráticos e interferencias gubernamentales), los expedicionarios no pudieron llevar a cabo el reconocimiento previsto de los territorios de la franja sur del virreinato —la raya de Guatemala— de sumo interés para sus investigaciones por considerarlos como los más fértiles de Nueva España.
Una vez aprobada la prórroga de la Expedición Botánica, Mociño y el pintor De la Cerda, junto al escribiente y aficionado naturalista Julián del Villar y, por separado, el zoólogo José Longinos Martínez, partieron hacia el sureste de México y Centroamérica en 1795, permaneciendo en este territorio hasta 1799.
Fruto de su estancia en la región y gracias al apoyo que les prestó la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala establecieron en la ciudad de Guatemala el primer Gabinete de Historia Natural de América Central. Además Mociño, tras sus recorridos por las regiones productoras de añil, hizo observaciones, ensayos y experimentos sobre el cultivo y preparación de ese importante recurso económico centroamericano.
Sus resultados quedaron impresos en el Tratado del Xiquilite, apreciada monografía sobre esa planta utilitaria que publicó la Sociedad Económica de Guatemala en 1797.
Al margen de los estudios médicos sobre la rabia, el vitíligo y otras enfermedades endémicas, colaboró con Sessé en la creación de las denominadas Salas de Observación en los hospitales generales de San Andrés y Real de Naturales de la capital mexicana. Se analizaron las virtudes terapéuticas de las plantas medicinales autóctonas, mediante la observación y experimentación clínica de sus efectos curativos sobre los enfermos, con vistas a su aplicación a la medicina, a la farmacopea y a la formación de una flora médica indígena de Nueva España.
En 1803 finalizó definitivamente la aventura española, tras dieciséis años de exploraciones en Nueva España, y Mociño salió de México para no regresar jamás. Aquí comenzó su trayectoria peninsular y europea.
Mociño junto a Sessé —ya en Madrid— reanudaron sus actividades e iniciaron el rescate y ordenamiento de todos los materiales de la Expedición (dibujos, manuscritos, herbarios y todo tipo de productos y muestras naturales) que habían ido remitiendo al Real Jardín Botánico y los que ellos mismos habían traído consigo. Los elementos vegetales, debidamente estudiados y ordenados, serían utilizados para la publicación de la Flora Mexicana, pero el convulsionado panorama político español y la desidia e indiferencia de sus gobernantes, contribuyeron a que el legado científico no fuera aprovechado en su momento y que sufriera multitud de avatares, pérdidas, ventas, etc., sin obtener, por tanto, la rentabilidad científica que hubiese enriquecido el patrimonio científico español.
Por otro lado, el criollo desplegó durante casi una década una intensa actividad como naturalista y como médico. En esta última faceta, Mociño estuvo muy influenciado en su actividad por el sistema del escocés John Brown del que tradujo y amplió sus Elementos de Medicina (1803); también tradujo la obra de piretología: Tratado de fiebres perniciosas intermitentes [...], del francés J. Louis Alibert (1807), y aprovechó su experiencia americana para combatir la epidemia de fiebre amarilla declarada en Andalucía (1804-1805), sobre la que escribió una memoria de orientación anticontagionista.
Tras el fallecimiento de Sessé (1809), al que asistió Mociño en sus últimos momentos, éste se encargó de todo lo referente a la Expedición, desde la ordenación y clasificación de todos los materiales, hasta intentar concluir un Prodromus de la Flora de México. La falta de ayuda estatal, su posterior exilio y su muerte prematura dejaron inconclusa la obra.
A nivel institucional llegó a ser director interino del Gabinete de Historia Natural de Madrid en 1811, donde ejerció como catedrático de Zoología los dos años siguientes. Dada su relevante participación en los trabajos de la Academia de Medicina de Madrid desde 1805, en que ingresó como socio, la asociación científica le eligió, primero, secretario y, luego, vicepresidente de la misma durante la ocupación francesa.
Con la expulsión de José I, sufrió persecuciones y envidias por su condición de afrancesado y liberal y tuvo que exiliarse en Montpellier en 1814, llevando consigo, entre sus pertenencias, parte del herbario, manuscritos y la mayoría de la iconografía de la Expedición Botánica. En la ciudad francesa estableció relación con el célebre botánico De Candolle, con el que colaboró en la clasificación y denominación de nuevas especies vegetales americanas, forjándose entre ambos científicos una estrecha amistad. También colaboró en esas tareas con Dunal y sostuvo relaciones epistolares de tipo científico con Humboldt.
Pasados unos años pudo regresar a España, gravemente enfermo, pobre y casi ciego, sin poder recuperase de sus dolencias y rehacer su vida, muriendo en Barcelona en 1820, casi en soledad y ante el desdén y la arbitrariedad de las autoridades políticas.
Sin embargo, con el paso de los años, el reconocimiento a sus desvelos tuvo cierta recompensa. El principal resultado de la Expedición Botánica sobre el inventario florístico de Nueva España fueron tres obras, que, como se ha dicho, no vieron la luz en su momento. Dos de ellas, de elaboración colectiva, aunque la participación de Mociño en su composición fue esencial, se dieron a conocer casi un siglo después. Entre 1887 y 1894 se publicaron en México las descripciones de más de mil especies vegetales novohispanas en Plantae Novae Hispaniae y Flora Mexicana. La tercera gran contribución al frustrado proyecto ilustrado de elaboración de las “Floras Americanas“ se debe, en este caso de forma individual, al botánico novohispano José Mariano Mociño. Como resultado de sus herborizaciones por Mesoamérica, elaboró la Flora de Guatemala, cuyo manuscrito original ha permanecido inédito hasta 1996. En las tres obras se lograron conciliar los saberes tradicionales con los modernos y su influencia linneana se aprecia en la sistemática empleada en las mismas.
Al margen de estos compendios botánicos, un último resultado significativo de la Expedición Botánica a Nueva España, probablemente la aportación zoológica más relevante de la misma y en la que Mociño tuvo también un papel fundamental, fue la redacción y ordenación de una Ornitología de Nueva España, que ha sido recientemente descubierta y que todavía se conserva inédita en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Obras de ~: “Discurso dicho en la apertura de las lecciones de botánica en México, el 15 de junio de 1801”, en Anales de Ciencias Naturales (ACN), 5 (1802), págs. 288-296; “De la Polygala mexicana” y “Observaciones sobre la resina del Ule”, en ACN, 7 (1804), págs. 48-54 y págs. 212-215, respect.; Tratado del Xiquilite o añil de Guatemala, Manila, 1826 (2.ª ed.); con M. de Sessé, Plantae Novae Hispaniae, México, Tipografía de la Secretaría de Fomento, 1893; con M. de Sessé, Flora Mexicana, México, Tipografía de la Secretaría de Fomento, 1894; Noticias de Nutka. Diccionario de la lengua de los nutkenses y descripción del volcán de Tuxtla, ed. de A. M.ª Carreño), México, 1913; Flora de Guatemala de [...], ed. de J. L. Maldonado Polo, Aranjuez, Doce Calles-Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1996.
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José Luis Maldonado Polo