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Lope de Soria

Biografía

Soria, Lope de. Tudela (Navarra), ú. t. s. XV – Milán (Italia), 1544. Diplomático, embajador, comisario general del Ejército, consejero y merino.

Fernando el Católico fue el primer monarca en establecer embajadas permanentes en diferentes enclaves europeos, práctica que siguieron otras cancillerías, lo que ocasionó el nacimiento de la diplomacia moderna.

Por su parte, Carlos I continuó esta misma política cuando llegó al poder, manteniendo legaciones en Londres, Lisboa, París, Viena, Roma, Venecia o Génova.

En este marco diplomático-político hay que circunscribir la figura de Lope de Soria, cuyo linaje estaba constituido por los descendientes de Fortún López, reconquistador de Soria a los musulmanes. De este modo, el virrey napolitano Ramón de Cardona, a instancias del rey Fernando, designó en 1514 al navarro como embajador en los cantones suizos, emplazamiento estratégico en la política italiana, para que negociase el establecimiento de un acuerdo. En febrero de 1515 se constituyó una Liga entre el Papa, Fernando el Católico, el emperador Maximiliano, el duque de Milán, el duque de Génova y los suizos.

Como recompensa a su intervención, Lope de Soria fue nombrado contino de la casa de Maximiliano I, y tras su muerte, quedó incorporado al servicio de su nieto Carlos el 20 de marzo siguiente.

En la primavera de 1516 Soria regresó al lado del virrey napolitano, a la vez que Carlos I le nombró merino de Tudela, su ciudad natal, además de concederle el águila exployada que figura en su escudo. Enviudado de Isabel de Sarriá, con la que tuvo un hijo —Miguel de Soria—, realizó los votos, pero renunció a que su nuevo estado le sirviese para declinar la jurisdicción real o para cualquier otro disfrute.

Antes de volver junto al virrey Ramón de Cardona, como comisario del reino, atendió en Castilla varios asuntos relativos a las tropas. En septiembre de 1517 Carlos I informaba al lugarteniente del protonotario Lope de Soria de su llegada a Villaviciosa.

Dos años después, en abril de 1519, Carlos I le encargó que acompañase al embajador Luis Carrot en su viaje a tierras romanas, con la finalidad de que León X apoyase la elección imperial del candidato habsburgo.

Llegó a Roma el 5 de mayo. Cuando acabó esta misión viajó a Castilla para entrevistarse con el emperador.

Luego, en Florencia, recibió el encargo de transmitir al Rey las negociaciones que se estaban manteniendo con el Vaticano. Como resultado de sus gestiones Carlos I le recompensó económicamente.

Antes de regresar a Nápoles permaneció en la Corte, donde siguió el desarrollo de la revuelta comunera junto a Adriano de Utrecht.

En marzo de 1522 fallecía Ramón de Carmona.

Carlos de Lannoy fue nombrado nuevo virrey napolitano.

La figura de Lope de Soria fue cayendo en el olvido, a pesar de continuar prestando sus servicios. De ahí que Carlos V le ordenase que se trasladase a Génova, previa estancia en Roma. La embajada genovesa reportaría a Lope de Soria una relevancia política, pues se convertía en pieza fundamental de la comunicación entre Carlos V y los servidores imperiales.

Desde su llegada a Génova en 1523 intervino en las pugnas faccionales entre los Adorno y los Fregoso por el dominio de aquel territorio. Asimismo, afrontó el trato con los banqueros, en especial con Ansaldo Grimaldi. Sin embargo, la diversidad de intereses en torno a la contribución genovesa a la guerra contra Francia dificultó las intenciones del embajador. La carencia de dinero frenaba el proyecto de reorganizar la armada y atacar las costas galas, primando los intereses económicos y comerciales de los mercaderes.

Con el fin de completar la ofensiva planeada, en 1524 Soria negoció con los cantones suizos, aliados con el rey francés, para que se mantuvieran neutrales.

Luego retornó a Génova, donde siguió mediando entre Hugo de Moncada y el duque Adorno sobre la participación genovesa en la conformación de una flota poderosa. Sin embargo, en febrero de 1525 un Consejo General depuso al duque y nombró a doce ciudadanos para que entendiesen en el gobierno de Génova bajo el título de Unión.

La situación cambió con la victoria imperial en Pavía y la captura de Francisco I. En estos momentos fue fundamental la diligencia de Soria a la hora de participar la información a Carlos V. En la correspondencia se advierte los consejos y pareceres del embajador para lograr que la empresa llegase a buen fin.

Carlos V concertó una nueva Liga con Clemente VII y otros estados italianos, a pesar de la actitud crítica de Soria ante las actuaciones pontificias.

Durante los siguientes meses, Lope de Soria advirtió a Carlos V de la intranquilidad política que se estaba viviendo en los estados italianos, fundamentalmente en Venecia, Milán y Roma. Los acontecimientos venideros dieron la razón al embajador.

En el entramado de estas actuaciones hay que localizar sus relaciones con Andrea Doria, quien en julio de 1527 se puso bajo las órdenes de Francisco I. Cuando Génova estuvo sometida a los franceses, Soria tuvo que abandonar la ciudad. No obstante, más adelante el emperador y Doria llegaron al acuerdo de entregar a este último Génova, llave de Italia. Soria intentó regresar a la embajada genovesa, pero ante la negativa de Doria se trasladó a Milán, quedando Gómez Suárez de Figueroa como embajador en aquel territorio desde febrero de 1529.

Al mismo tiempo fue acercándose al canciller Mercurino de Gattinara y al virrey napolitano, lo que condicionó su nombramiento como comisario general de la Corte y Ejército, tras el fallecimiento de su antecesor, el abad de Nájera. En un primer momento, además de introducir diversas innovaciones, pretendía que el dinero librado para el pago de las tropas llegase a su destino.

Pactada la paz en tierras italianas, se abría una nueva etapa en las relaciones políticas, por lo que Carlos V pidió a Lope, en julio de 1529 que volviese a actuar de informador. En consecuencia, recorrió varios lugares de aquella península para recabar noticias sobre las tropas allí acantonadas y pagar los servicios prestados.

Poco después, el embajador empleó a Lope de Soria en labores diplomáticas, esta vez como embajador en Siena durante el bienio 1530-1531, con un sueldo de cinco ducados diarios, con cargo a las rentas del reino napolitano. En el ejercicio de su cometido debía proteger estos territorios, y a la vez informar sobre la gobernación de la ciudad. Sin embargo, desde su nuevo destino anunciaba que su presencia había sido acogida con desconfianza por parte del cardenal de Siena y del duque de Amalfi, sus interlocutores. A pesar de su actuación, intentando una concordia entre los distintos grupos, el entendimiento no fue posible, sucediéndose continuos conflictos. Estas circunstancias motivaron que Soria solicitase su desvinculación del cargo. Sustituido por Juan Sarmiento, recibió la orden de continuar junto al marqués del Vasto en calidad de comisario general del Ejército, una vez relevado en la embajada sienesa.

De ahí que Lope de Soria tuviese entre sus cometidos la reforma del ejército, que según el cardenal de Osma pasaba por la reducción de sus componentes.

El comisario era de la opinión contraria, puesto que pensaba que si esto se llevaba a efecto los potentados italianos aprovecharían la circunstancia. Ante esta coyuntura, Carlos V otorgó licencia a Soria en abril de 1531 para que volviese a su casa, ya que no había necesidad de sus servicios. Esta decisión imperial causó dolor en el embajador, afirmando que atentaba contra su honra, porque le abocaba a la indigencia, sin merced alguna. Resistiéndose a cumplir esta orden, buscó la protección del marqués del Vasto, quien accedió a sus pretensiones.

Así permaneció hasta agosto, mes en el que el emperador, a petición de su secretario Cobos y del marqués de Vasto, expresaba su deseo de que Soria continuase como comisario del Ejército, con el mismo estipendio que tenía cuando ejercía la embajada en Siena.

En junio del año siguiente, Carlos V le ordenó trasladarse a Milán, con la encomienda de ayudar al duque para que satisficiese las obligaciones adquiridas en el tratado de Bolonia. A comienzos de julio llegó a su nuevo destino, pero sólo permaneció allí mes y medio. De nuevo junto al marqués del Vasto volvió a emplearse en cuestiones relacionadas con la reorganización del ejército.

En 1533 Carlos V reclamó otra vez sus servicios como diplomático, requiriéndole como embajador en Venecia, cargo que ejerció durante seis años, sucediendo a Rodrigo Niño. Fue un momento clave del enfrentamiento habsburgo-otomano por la cuestión húngara. Luego regresó a Milán, ahora integrado en el Consejo. Su fallecimiento se produjo en suelo milanés en el año 1544.

De la correspondencia que mantuvo con diferentes personalidades de la época, tales como Carlos V, Francisco I de Francia, la reina Germana, el rey Fernando de Hungría, María de Austria, Ramón de Córdoba, García de Loaysa, Andrea Doria, Antonio de Leiva, Fernando Dávalos, Fernando de Silva, el duque de Milán o el conde de Borello, y que supone una magnífica crónica detallada de los acontecimientos coetáneos, la Biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva una espléndida colección, con la particularidad de que muchas de estas misivas están criptografiadas mediante el método denominado de “tablas cifradoras”, práctica acostumbrada en aquellos momentos. Estos “nomenclátores” consisten en un alfabeto y un conjunto de palabras o frases convenientes al uso a que se destinan, en los que se representan cada una de ellas por uno o más símbolos codificados, que posteriormente serán sustituidos por sus equivalencias.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Colección Lope de Soria, 9/1951-1954 y 9/7517-7520; Colección Salazar, A-17, A-28 y A-40, A- 42, A-43, A-44 y A-45; Biblioteca Nacional, ms. 917; Archivo General de Simancas, Patronato Real, legs. 17 y 43-46; Secretaría de Estado, legs. 1174, 1310, 1362 y 1455-1457.

VV. AA., Colección de documentos inéditos para la historia de España, vols. 8, 14, 23, 24 y 26, Madrid, Viuda de Calero, 1842-1895; A. Rodríguez Villa, Italia desde la batalla de Pavía al Saco de Roma, Madrid, Real Academia de la Historia, 1885, págs. 133-164; E. Ibarra y Rodríguez, Catálogo de los documentos del Archivo de Lope de Soria, embajador del emperador Carlos V, Madrid, Tip. de Archivos, 1931; A. y A. García Carrafa, Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, vol. 83, Madrid, Imp. Antonio Marzo, 1941, págs. 142-146; V. Soria Sánchez, “El judío Lope de Soria, armado caballero por el emperador Carlos V”, en Alcántara, 162 (1971), págs. 45-47; J. C. Galende Díaz, “La correspondencia cifrada del embajador Lope de Soria”, en Hispania, LII/181 (1992), págs. 493-520; H. Pizarro Llorente, “Un embajador de Carlos V en Italia: don Lope de Soria (1528-1532)”, en J. Martínez Millán (coord.), Carlos V y la quiebra del Humanismo político en Europa (1530-1558), vol. IV, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, págs. 119-155; M. Fernández Álvarez (dir.), Corpus documental de Carlos V, vol. I, Madrid, Espasa Calpe, Fundación Academia Europea de Yuste, 2003, págs. 85-123; H. Pizarro Llorente, “La incorporación de don Lope de Soria a la embajada en Venecia (1533-1534)”, en Annali di Storia Moderna e Contemporanea, 11 (2005), págs. 113-140.

 

Juan Carlos Galende Díaz

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