Lannoy, Carlos de. Príncipe de Sulmona (I), en Nápoles; Conde de Asti (I), en Italia, y de La Roche-en-Ardennes (I), en Flandes. Valenciennes (Francia), 1482 – ¿Anversa (Italia)?, 23.IX.1527. Virrey de Nápoles, jefe del Ejército Imperial en Italia y caballero del Toisón de Oro.
Carlos de Lannoy, hijo de Jean de Lannoy, señor de Maingoval, y de su segunda esposa Philippine de Lalaing, señor de Senzeille, era miembro de la poderosa familia de los Lannoy, señores de Frenoy, Willerval, Tronchiennes, y de otros muchos títulos. Familia perteneciente a la alta nobleza borgoñona, su abuelo Pierre de Lannoy fue caballero del Toisón de Oro con el número 13.
Quedó huérfano a los pocos años de vida, aunque gracias a los contactos de su padre, que había ocupado un puesto importante en la Corte del emperador Maximiliano, fue empleado como caballerizo en la Corte del archiduque Felipe, en aquellos años gobernador de los Países Bajos y casado con la princesa castellana Juana, hija de los Reyes Católicos. Pudo formar parte de esta manera del séquito de los archiduques en el viaje que realizaron a España en 1502, que tenía por objeto que Juana fuera jurada como heredera de Castilla.
De esta forma entró en contacto con la Casa de Austria, que habría de condicionar su futuro.
Poco después participó en las campañas que emprendió Felipe contra el duque de Gueldres. Figuró asimismo en la inmediata jornada a Castilla de los príncipes, donde tomaron posesión del reino, y sería en este destino donde vería morir a su señor. Pasó entonces al servicio de su heredero, el joven príncipe Carlos. Al parecer, como recompensa por el valor demostrado en nuevas campañas contra el ducado de Gueldres, el 5 de noviembre de 1507, el Emperador le nombró caballerizo mayor de su nieto.
Durante estos años, Lannoy fue protegido también por la regente de los Países Bajos, Margarita de Austria, quien le escogió una esposa entre sus damas, Françoise de Montbel, hija del conde de Montbel (1510). Con ella tuvo siete hijos, el primero de los cuales fue apadrinado por el archiduque Carlos. La carrera de Lannoy progresó al ritmo que lo hacía la de su señor Carlos de Gante. Con la proclamación de su mayoría de edad, por ejemplo, en 1515, accedió a su Consejo Privado y fue nombrado chambelán, conservando su puesto de caballerizo mayor. Un año más tarde, el 15 de octubre de 1516 (otras fuentes hablan de la fecha del 27 de diciembre de ese mismo año), durante el XVIII capítulo de la Orden del Toisón de Oro, celebrado en la iglesia de Santa Gudula de Bruselas para algunos, fue investido con el Collar de dicha Orden con el número 139. Era así uno de los caballeros más cercanos al monarca de Castilla y Aragón, cuando éste desembarcó en la Península Ibérica para tomar posesión de su herencia.
Permaneció a su servicio durante los siguientes años, y fue testigo, como miembro de su Consejo Secreto, de su elevación a la dignidad imperial y de la formulación de las grandes líneas políticas que se trazaron en el conjunto de la cristiandad. En este sentido, la correspondencia política indica que Lannoy, junto a Hugo de Moncada y al marqués de Pescara, era partidario de llegar a un acuerdo con Francia para afianzar el dominio en Italia, frente a la opción belicista defendida por Gattinara y Gorrevod.
Declarada la guerra a Francia, Lannoy abandonó la Corte para participar en el ataque que organizó Carlos V por el norte, dirigido por Nassau. Esta campaña se resolvería con el asedio y toma de Tournai, en diciembre de 1521. Recibió entonces el título de gobernador de esta ciudad.
Tras la muerte de Ramón de Cardona, virrey de Nápoles, en marzo de 1522, el Emperador le nombró para el cargo. Abandonó el oficio de caballerizo mayor del Emperador cediéndoselo a César Ferramosca, y se dirigió al reino partenopeo para la toma de posesión. Durante el intervalo transcurrido entre la muerte de su antecesor, en ese mes de marzo, y su entrada en el reino el 16 de julio, el Gobierno quedó a modo de interregno en manos del Consejo Colateral.
La situación del virreinato era entonces bastante delicada. Durante esa década de 1520 las dos primeras guerras con Francia intensificaron la tensión bélica de los primeros años del virreinato e impidieron atender debidamente una situación interna cada vez más deteriorada. Los virreyes o lugartenientes de estos años permanecieron amplios períodos fuera del país luchando en el centro o norte de la Península, o carecieron de los criterios y de la energía necesaria para acometer reformas de cuya necesidad empezaron a hacerse eco las propias instituciones locales. Durante su ejercicio del poder se cumplieron estas premisas y así, Lannoy descargó en gran medida el gobierno interior en manos de Andrea Carafa, conde de Santa Severina, mientras que él se ocupaba de atender a las necesidades militares y políticas de la península italiana. En el mismo año de su nombramiento tuvo tiempo sin embargo para atender a alguna de las necesidades más apremiantes del reino y, de acuerdo con las directrices imperiales, junto con el Consejo Colateral reconoció la posibilidad de enviar a un representante popular a la Corte y quedó regularizado el funcionamiento de la Piazza. A Nápoles se trasladaron ese año de 1522 su esposa y sus dos hijos desde Flandes.
En enero de 1523 envió tropas y refuerzos para luchar contra el asedio a Rodas de Solimán, que finalmente se hizo con el control de la isla. Carlos de Lannoy acogió entonces en el reino partenopeo a los soldados supervivientes, gesto que agradeció el gran maestre ofreciéndole su hospitalidad traducida en un encuentro personal en su residencia.
Ante esta continua amenaza berberisca, Charles de Lannoy tuvo que hacer un llamamiento a los barones para reforzar el precario dispositivo militar existente en el reino. Se conserva, a propósito de esta iniciativa del virrey, un memorial elevado por los nobles y los electos de la capital sobre la planificación de la defensa del reino.
Dentro de sus actuaciones por preservar la política imperial en Italia, en julio del año siguiente de 1523 se reunió con el papa Adriano VI para tratar sobre esta amenaza turca, sobre las intenciones francesas sobre el Milanesado, así como sobre la necesidad de consolidar una paz general en la cristiandad. En agosto, el Emperador, el Papa, el rey de Inglaterra y los Estados Italianos formaron una liga para la defensa de Italia, que preveía nombrar a Lannoy general en jefe de sus ejércitos. En el mes de septiembre el virrey regresó a Nápoles. Sin embargo, permaneció poco tiempo en su puesto, ya que el 23 de octubre del mismo año partía hacia Lombardía para combatir a la liga formada contra los intereses imperiales por Francia y sus aliados. Durante su ausencia del reino, que quedó en manos de Santa Severina, nacía un nuevo hijo, mientras que moría su hija Margarita. Antes de finalizar 1523 murió el papa Adriano VI y fue sucedido por Clemente VII, que rechazó la renovación de la liga formada por su predecesor. Mientras tanto, Lannoy fue nombrado jefe de las Fuerzas Imperiales de Italia contra la amenaza francesa.
En 1524 su función principal fue la de garantizar la seguridad de Italia mientras el Monarca emprendía diferentes campañas por Europa contra Francia.
No tuvo gran éxito en esta empresa, ya que Milán se perdió en octubre y las tropas imperiales tuvieron que reagruparse tras ser claramente derrotadas. Lannoy no regresó entonces a Nápoles, sino que permaneció en el norte ante el previsible ataque francés a este territorio.
En 1525 Francisco I sitió Pavía, sin embargo, obtuvo una contundente derrota de manos de las tropas imperiales. Antonio de Leyva defendía esta plaza mientras que Lannoy, en calidad de máximo representante de la autoridad imperial en la zona, aceptaba su rendición. En reconocimiento a esta significativa victoria Carlos I le creó príncipe de Sulmona y conde de Asti y de La Roche-en-Ardennes, entre otros títulos, con fecha de 10 de febrero de 1526.
El virrey retenía prisionero al monarca francés en el castillo de Pizzighettone, junto al gran condestable de Francia, el bastardo de Saboya, el príncipe de Orange, o el legado papal, manteniendo con él diversas conversaciones dirigidas a encontrar una solución conciliadora del conflicto. Ante el fracaso de esta primera vía diplomática decidió trasladarle a la Península para favorecer un encuentro personal con el Emperador.
Tras encaminarse hacia Portofino, los prisioneros fueron conducidos, junto al virrey, en dieciséis galeras imperiales y seis francesas, hacia España, con escala en Marsella.
El 17 de agosto de 1525 llegaba la comitiva a Madrid, entrando a formar parte Lannoy en el Consejo de Estado junto a Gattinara, para la negociación con los representantes franceses. Francisco I manifestó entonces su deseo de transigir a las exigencias españolas y solicitó tratar con Lannoy, Hugo de Moncada y Lallemand. Estas negociaciones culminaron con la firma del Tratado de Madrid el 14 de enero de 1526.
Carlos V, siguiendo a sus consejeros flamencos, y entre ellos a Lannoy, había insistido en la devolución del ducado de Borgoña. Francisco I ofrecía como garantía su matrimonio con la hermana del Emperador (Leonor de Austria), y la entrega de sus dos hijos como rehenes. Carlos de Lannoy intervino entonces como representante de la reina Leonor en el compromiso de esponsales (enero de 1526) y en el mes de marzo Lannoy escoltó a Francisco I hasta la raya del Bidasoa, donde le dejó en libertad. En abril era testigo del canje de éste por sus hijos.
Viéndose liberado, el rey francés incumplió los acuerdos alcanzados y volvió a manifestar su intención de amenazar las posesiones españolas en Europa.
Carlos V, una vez más, envió a Lannoy a que se entrevistara con él, en busca de una nueva solución diplomática.
Durante su entrevista, mantenida el 8 de mayo de ese mismo año, fue informado de la negativa del Soberano de desprenderse de Borgoña y de sus intenciones belicosas (materializadas poco más tarde, el 22 de mayo de 1526, en la formación de la Liga de Cognac para contrarrestar la influencia imperial en Italia, integrada por Francia, el Papado y Venecia).
Lannoy rechazó, con ocasión de esta entrevista, la oferta del monarca francés de aliarse con sus intereses y regresó a España, a Granada, para informar al Monarca del resultado de su misión. Durante un breve período de tiempo sustituyó a Lorenzo de Gorrevod como mayordomo mayor en la Corte al encontrarse éste atendiendo a otros asuntos en el Imperio. Pero el curso de los acontecimientos en Italia le forzó pronto a regresar a su destino. Tras quedar invalidado el Tratado de Madrid, los franceses, con una potente armada, desembarcaron en Salerno con la intención de llegar hasta la capital napolitana y conquistar el reino.
Lannoy se dirigió hacia allí con treinta naves desde España y recuperó sin dificultad el control del territorio y de las plazas perdidas. Fue entonces cuando decidió fortificar las plazas fuertes del reino.
En la península, Hugo de Moncada había conseguido controlar el territorio romano con la firma de una tregua con el Papa durante cuatro meses, mientras que las tropas imperiales seguían manteniendo el control sobre Milán. Clemente VII rompió esta tregua y el virrey debió enviar sus tropas a la Ciudad Eterna.
Al norte llegaron los Ejércitos de Fernando, que se unieron al Ejército del condestable de Borbón. El Pontífice firmó con Lannoy una tregua de ocho meses.
Tras la tregua, los Ejércitos del Borbón, atrincherados en Roma, acusaron la falta de actividad, pagas y alimento. Esta situación provocó su amotinamiento, obligando a los dirigentes imperiales a avanzar sobre Roma. La ciudad fue asaltada el 6 de mayo (Saco de Roma) y Clemente VII quedó recluido en el castillo de Sant’Angelo. Allí acudió Lannoy para negociar nuevamente con él siguiendo las instrucciones del Emperador. De regreso a Nápoles, no tuvo tiempo de presenciar el desarrollo de los acontecimientos, ya que enfermó de peste y murió (según algunas fuentes en la ciudad de Anversa), el 23 de septiembre de 1527.
Algunos autores (Parrino, I) sugieren que la razón de su muerte se debió a la vida disoluta que siguió desde que llegó a Nápoles, o por envenenamiento como venganza por la muerte de Francisco Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, en Milán.
Su cadáver fue embalsamado y depositado en la capilla de los príncipes de Sulmona, dentro de la iglesia de Monte Oliveto en Nápoles.
De su gestión como virrey se sabe que no promulgó ninguna pragmática durante sus seis años de gobierno, y que “quasi sempre stette lontano dal regno, occupato nelle facende di Marte”.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Nazionale di Napoli, ms. branc. VII, B2, fols. 72-77, Ricordo et servitio fatto per li baroni a don Carlos de Lannoy del invasione de turchi che si duvitaba; Real Academia de la Historia, Col. Salazar, A 36, fols. 69-76, Capitulación del matrimonio del emperador Carlos V con la serenísima infanta doña Isabel.
D. A. Parrino, Teatro eroico e politico de’governi de’Vicerè del Regno di Napoli [...], Napoli, Parrino, 1692 (Biblioteca Nacional de España, ms. 1322); L. E. Halkin y G. Dansaert, Charles de Lannoy, viceroy de Naples, Paris-Bruxelles, 1934; P. Gan Giménez, El Consejo real de Carlos V, Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1988; C. J. Hernando, Castilla y Nápoles en el siglo XVI. El virrey Pedro de Toledo, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1994, págs. 76, 184, 188, 192, 246, 361, 384 y 401; V. Herrero Mediavilla (ed.), Índice Biográfico de España, Portugal e Iberoamérica, vol. II, Munich, Sans, 2000, págs. 282-284; C. de Monroy y Silva, La batalla de Pavía y la prisión del rey Francisco, Pisa, ETS, 2002; J. Romero Valiente y A. Gómez de Ciudad Real, La Orden de Caballería del príncipe de Borgoña, Madrid, Laberinto, 2003; J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Carlos V y Felipe II, 2003, págs. 225-227; M. Fernández Álvarez (ed.), Corpus documental de Carlos V, Madrid, Espasa, 2003; M. Rodríguez Rivero, Gattinara, Carlos V y el sueño del Imperio, Madrid, Sílex, 2005.
Ana Minguito Palomares