Cervantes, Rodrigo de. Alcalá de Henares (Madrid), 1510 – Madrid, VI.1585. Médico cirujano.
Se desconocen la infancia, juventud y educación de Rodrigo, sordo desde la niñez, hijo del “magnífico señor” licenciado Juan de Cervantes, abogado del Real Fisco del Tribunal de la Santa Inquisición de Córdoba, y de Leonor Fernández de Torreblanca, y se ignora si Rodrigo asistió a alguna facultad de medicina o si estudió en la Universidad Cisneriana del antiguo Studium Generale de Complutum. Empero se cree que obtuvo el diploma de licentia medendi a pesar de haberse llamado esporádicamente como médico cirujano.
Según los datos fiables los Cervantes se codeaban, inter alia, con los Cortinas de Arganda, Barajas, Madrid, Morata, Valdelaguna y Valdilecha, y se documenta que el linaje de los Cortinas de Arganda se remonta en el reinado de Juan II de Castilla y León (1405-1454).
El documento del 4 de julio de 1552 pone de relieve que Rodrigo poseía tres libros: La gramática latina de Elio, de Elio Antonio de Nebrija (1442-1522); La Práctica de cirugía, de Juan de Vigo, y El Libro de las cuatro enfermedades cortesanas que son catarro, gota arthetica ciática, mal de piedra y de riñones e hijada… (1544), de Luis Lobera de Ávila; “una caja de cuchillos dorados”, que le servían para las cirugías y sangrías; y una vihuela.
En vista de ello, se entiende que Rodrigo tocaba la vihuela y estudiaba los libros de vihuela, por ejemplo: El Maestro (1536), de Luis de Milán; Los seis libros del Delphin (1538), de Luis de Narváez; Tres libros de música en cifra para vihuela (1546), de Alonso Mudarra; Silva de Sirenas (1547), de Enríquez de Valderrábano; y Libro de música de vihuela (1552), de Diego Pisador.
No se sabe cómo, cuándo ni dónde Rodrigo empezó a tener trato con su esposa, Leonor de Cortinas (1520-1593), hidalga argandeña, quien sabía leer y escribir, hija de la rica viuda aleana Elvira de Cortinas (1495-1566), y resulta indescifrable quién era el abuelo materno del glorioso Manco.
Tocante a los hijos de Rodrigo, venidos al mundo en “Alcalá de Santiuste”, se enumeran a: Andrés (1543); Andrea (1544); Luisa (1546), conocida como sor Luisa de Belén y Cervantes en la orden de Carmelitas Descalzas; Miguel (quien definió la profesión de su padre como “hombre que hace ligaduras y cura otras enfermedades que va decir de esto a médico la mitad del justo precio”); y Rodrigo (1550); Magdalena (1552), natural de Valladolid, llamada Magdalena [de] Pimentel y Sotomayor; y Juan, nacido antes del 17 de marzo de 1556 en Córdoba.
Entre los amigos de Rodrigo se alude al doctor Cristóbal de Vega, médico de cámara del príncipe Carlos de Austria (1545-1568); el cirujano Juan Fragoso, médico de Ana de Austria (1549-1580); el doctor Juan Huarte de San Juan, patrón de la psicología en España; el doctor Francisco Núñez de Oria; el doctor Francisco Valles, médico personal de Felipe II (1527-1598); el cirujano Francisco Díaz de Alcalá; y el médico Juan Huarte de San Juan.
En la primavera de 1551 Rodrigo llegó con su familia a Valladolid, donde alquiló dos casas por 40 ducados al año a Diego de Gormaz, quien en noviembre le exigió el pago de la deuda; por eso el 5 de noviembre Rodrigo presentó una carta de obligación como principal deudor de su hermana María y de Pero García por haber recibido del prestamista pinciano Gregorio Romano 44.472 maravedís, que se comprometieron a pagarle el 1 de junio de 1552.
Sin embargo, Rodrigo no pudo saldar la deuda y como resultado se encontraba bajo siete llaves desde el 2 de julio de 1552, pese a pregonar que era hidalgo y no podía estar preso por deudas de acuerdo con la Novísima recopilación (1545).
El 7 de julio Rodrigo otorgó una carta de poder a sus procuradores, Francisco de Pedrosa y Juan de Astorga, para que le representasen en el pleito contra Romano, ya que él no pudo salir de la prisión, y el 8 de julio, Pedrosa solicitó ante Rodríguez de Cabrera, que se soltase libremente a Rodrigo de la cárcel porque era “hombre hijodalgo notorio de padre y abuelo de solar conocido, [de] devengar quinientos sueldos al fuero de España”.
El 25 de enero de 1553 se remitió la probanza al procurador complutense Alonso Rodríguez, Rodrigo acreditó su hidalguía dos veces en Alcalá de Henares y en Madrid, salió de la cárcel en el mes de febrero y liquidó la deuda de 44.472 maravedís.
No consta cuándo la familia Cervantes puso los pies en la antigua capital del Califato de Occidente, pero el 30 de octubre de 1553 en Córdoba Rodrigo firmó una escritura de obligación en favor del mercader Alonso Rodríguez de 4.660 maravedís, que debía reintegrar el primer día de Pascua de Navidad. Se estima que, gracias a las amistades de su padre Juan, juez de los bienes confiscados por el Santo Oficio, le ofrecieron a Rodrigo algún empleo a través del amigo Felipe de Esbarroya, médico de la Inquisición.
Desde el 10 de marzo de 1557 hasta el 30 de octubre de 1564 se pierde el rastro de Rodrigo y de su familia por completo y no ha quedado demostrado cómo ni dónde se ganaba la vida.
El 30 de octubre de 1564 en Sevilla, el “médico cirujano” Rodrigo, vecino de San Miguel, concedió al mercader Juan Mateo de Ureña una carta de pago de 36 reales y 32 maravedís por el arriendo de unas casas durante tres meses en la colación de San Salvador, con su hermano Andrés como testigo. Ese día Rodrigo, vecino de San Salvador, suministró poder, licencia y facultad a su esposa y a su sobrino Juan, para que en adelante pudiesen recibir en su nombre todos los maravedís y otras cosas que se le debían.
El 2 de diciembre de 1566 en Madrid, Leonor dio un poder a Rodrigo ante el escribano Diego de Henao, abuelo materno de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), para que percibiera todos los bienes que le correspondieron por herencia de su madre Elvira; el 9 de enero de 1567 Rodrigo adjudicó poder al procurador madrileño Andrés de Ozaeta, para que lo representara en los pleitos y causas que esperaba; y el 22 de diciembre de 1569 Ozaeta pidió en nombre de Rodrigo que el teniente de corregidor de Madrid, Duarte de Acuña, mandase interrogar varios testigos para establecer que Miguel era su hijo legítimo.
El 9 de noviembre de 1576 el escribano valenciano Antonio Marco, que fuera cautivo con Miguel, aseveró ante el licenciado Alonso Pérez de Salazar que Miguel había quedado en poder de Mamí Arnaute, capitán de los corsarios de Argel. La información fue solicitada en nombre de Rodrigo, “el supuesto difunto”, pues el 28 de noviembre, Leonor, “la presunta viuda”, sometió una carta de obligación y fianza para presentar ante el Consejo de Cruzada, en el plazo de un año, testimonio escrito del rescate de sus hijos Rodrigo y Miguel. A pesar de todo, Leonor se hizo pasar por viuda, pues Rodrigo no moriría hasta junio de 1585.
El 17 de marzo de 1578, Rodrigo transmitió un interrogatorio sobre los servicios de Miguel ante el licenciado Jiménez Hortiz, del Consejo de Su Majestad, cuyos testigos fueron los alféreces Mateo de Santisteban y Gabriel de Castañeda, el sargento Antonio Godínez de Monsalve y el caballero Beltrán del Salto y Castilla, cautivos liberados, y el 11 de mayo, Magdalena y Rodrigo cedieron un poder a Alonso de Córdoba, para que fuese a Jerez de los Caballeros y recogiese con una requisitoria del alcalde Jiménez Ortaza 500 ducados, expensas y salarios de Alonso Pacheco Portocarrero, y Rodrigo, siendo sordo, tomó esta escritura y después de leerla la firmó.
El 9 de junio Rodrigo, Leonor y Magdalena se obligaron a retribuir 3.277 reales al mercader valenciano Hernando Torres, encargado de rescatar a Miguel; Andrea se comprometió a abonar a Torres 200 ducados por el rescate; y fray Jerónimo de Villalobos, comendador del número de Nuestra Señora de la Merced de Madrid, entregó 1.707 reales, para que los enviase a Torres junto con la obligación de Andrea.
El 1 de diciembre de 1580, Rodrigo requirió “examinar a testigos para averiguar cómo Miguel, rescatado, estuvo cautivo en Argel y quedó manco de la mano izquierda de un arcabuzazo en la Batalla Naval”, y el 8 de junio de 1585, dictó su testamento, concretó ser enterrado en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced de Madrid e instituyó herederos a sus hijos Andrea, Juan, Magdalena, Miguel y Rodrigo, y a su esposa Leonor.
El 13 de junio tuvo lugar la partida de defunción de Rodrigo, feligrés de la iglesia de San Miguel y San Justo y se designaron como albaceas a Leonor y a Catalina de Palacios, suegra de Miguel. La designación de esta última como albacea patentiza que entre las dos familias perduró muy buena relación, aunque los Cervantes no participaron en la boda del manco de Lepanto, el 12 de diciembre de 1584.
En resumen, Rodrigo, padre ejemplar de unos hijos poco ordinarios, definía a Leonor como “su esposa ejemplar”, quien le aportó al incremento de su honra y del cargo del domus y no se avergonzó de dar declaraciones falsas para rescatar a sus hijos de Argel.
Sin dimes ni diretes, fue un hombre luchador y nadie se le puso por delante, incluso llegó a “fingirse” muerto para que su esposa, “pobre viuda”, obtuviera la ayuda oficial. Su vida fue como la de su padre, el licenciado Juan, y la de su hijo Miguel, un ir y venir por un sinfín de ciudades para asegurarse el bien de su familia.
Por lo que atañe a sus hijos, Rodrigo experimentó el desamparo y el dolor de verlos batirse lejos y convertirse en héroes de las batallas de las Alpujarras, Lepanto, del cautiverio argelino y del combate naval de las Azores, así como de la Guerra de los Ochenta Años.
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Krzysztof Sliwa