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Fadrique III de Sicilia

Biografía

Fadrique III de Sicilia. Federico III de Sicilia. Aragón, 1272 – ?, 1337. Infante de Aragón y rey de Sicilia (1296-1337).

Tercer hijo de Pedro el Grande de Aragón y de Constanza de Sicilia, hija de Manfredo de Sicilia. Los azares de la coyuntura política lo convirtieron en rey de Sicilia, epicentro de los conflictos de la Corona de Aragón con el Papado y los Anjou, cuando por su situación de segundón estaba llamado a una vida oscura o por lo menos subordinada en la Corte.

Desde 1282 los problemas internos y externos de la Corona de Aragón se vincularon a la cuestión de Sicilia. Con la finalidad de rebajar la tensión internacional, Pedro el Grande, en su testamento, en lugar de dejar todo su patrimonio al primogénito Alfonso III (1285-1291), segregó Sicilia a favor de su segundo hijo Jaime, quien fue coronado en Palermo en 1286.

Pero la presión internacional, lejos de desvanecerse, obligó a Alfonso III a claudicaciones que culminaron, en 1291, en Tarascón, por las que se comprometió a dejar de prestar ayuda a su hermano Jaime de Sicilia y reintegrarse en la obediencia al Papa, todo ello a cambio de abolir las sanciones contra él. La divulgación de estas negociaciones activó en Sicilia un movimiento de estupor y el envío de una embajada al rey de Aragón, a quien se acusaba de coecam regis ignorantiam.

La muerte de Alfonso III, en 1291, abre un nuevo capítulo de la cuestión de Sicilia. Jaime II, hermano y sucesor de Alfonso III, en lugar de renunciar a la Corona de Sicilia, isla que había gobernado entre 1286 y 1291, decidió mantenerla unida bajo su cetro; delegó el gobierno de Sicilia, sólo en calidad de virrey, en su hermano Federico.

Estas decisiones iniciales de Jaime II de Aragón, lejos de contribuir al apaciguamiento y la distensión, fueron interpretadas como un reto, una vuelta a la época de Pedro el Grande. En realidad, Jaime II de Aragón buscaba una solución internacional, marginando de la agenda de asuntos a tratar a Sicilia, en tanto que para el Papado y los Capeto no había solución del conflicto con la Corona de Aragón sin resolver el tema de Sicilia.

La mejora de las relaciones de la Corona de Aragón con Castilla (Tratado de Monteagudo de 1291) permitió a esta última ejercer de mediadora entre Francia y la Corona de Aragón. Desde 1292 existieron contactos diplomáticos permanentes (Guadalajara, en 1292, Pontoise y Logroño, en 1293) que finalmente desembocaron en el Tratado de Anagni (1295). Jaime II de Aragón aceptaba finalmente la devolución de Sicilia a la Santa Sede a cambio de levantarle las sanciones canónicas.

Otras cuestiones complementarias fueron resueltas en dicho tratado, la devolución de las Islas Baleares a Jaime II de Mallorca, el matrimonio de Jaime II con Blanca de Anjou y la renuncia francesa a la donación papal de los territorios aragoneses y catalanes, efectuada por el papa Martín IV. Como compensación a Jaime II de Aragón, el papa Bonifacio VIII se comprometió a entregarle Cerdeña y Córcega, cuya investidura recibió en 1297. También para Federico III fueron programadas compensaciones, como el matrimonio con Catalina de Courtenay, hija del emperador de Constantinopla.

El Tratado de Anagni tuvo el efecto de resolver todos los problemas internacionales de Jaime II de Aragón, eso sí, al precio de sacrificar Sicilia. Pese a las ofertas de Bonifacio VIII a los sicilianos, concediéndoles el perdón, el Parlamento de Palermo, decidió denunciar los acuerdos del Tratado de Anagni. En diciembre de 1295, el Parlamento de Palermo convirtió a Federico en señor de Sicilia y un nuevo parlamento, al año siguiente, lo proclamó Rey.

Desde 1296 a 1302 Sicilia entró en guerra con el Papa, con los Anjou y con el rey de Aragón. En el Tratado de Caltabellota (1302), los Anjou reconocieron a Federico III como rey de Trinacria (Sicilia), término ingenioso para guardar las apariencias, pero a su muerte la isla sería devuelta a los anjevinos. Una nueva dinámica de conflicto se produjo a partir de 1309, con Roberto de Anjou, rey de Nápoles. Federico III luchó por la consolidación de su trono y de su dinastía, de ahí su alianza con el emperador Enrique VII de Luxemburgo, en 1312, y con Luis IV de Baviera, en 1326, quienes deseaban renovar la presencia germánica en Italia; pero las operaciones se saldaron con el fracaso y tuvieron la virtualidad de reactivar la guerra entre Nápoles y Sicilia. Mientras tanto, en 1321, Federico III había sido excomulgado.

El Rey, en una rápida reacción política, decidió asociar al trono a su hijo Pedro.

Simultáneamente, desde Nápoles se generaron propuestas a la Corte de los reyes de Aragón para desalojar a Federico de Sicilia, como la entrega de Cerdeña y Córcega o el reino de Albania e incluso la mitad de Sicilia y el principado de Acaya. En este contexto, Jaime II de Aragón decidió adelantarse, ocupando Cerdeña (1323-1324). Las propuestas anjevinas vinieron acompañadas de expediciones militares contra Sicilia, documentadas en 1325, 1326, 1327, 1333 y 1335, sin conseguir éxitos tangibles.

El compromiso político de Federico III quedó expresado en sus propias palabras “manifestamos en relación a dichos fieles (de Sicilia) que nos obligamos a perpetuidad, nos y en nombre de nuestros herederos, a proteger y defender fielmente y con el peso de nuestro poder en primer lugar a la propia isla de Sicilia y a sus hombres y habitantes contra cualesquiera personas eclesiásticas [...] y seculares, públicas y privadas, cualesquiera que sea el grado, orden y dignidad que ostenten, que se presenten ante los hombres de dicho reino hostilmente como adversarios [...] Que Dios nos ayude, que nos conserve la vida y que ningún ser viviente sobre la tierra aparte nuestra persona de Sicilia”.

Federico III, tras la batalla de Cefiso (1311), incorporó los ducados de Atenas y Neopatria, conquistados por los almogávares a partir de 1302. Dichos territorios dotaban de prestigio a la monarquía siciliana, aunque su valor económico era escaso; en cualquier caso, los nuevos territorios se integraban en la malla de enclaves comerciales del Mediterráneo Oriental, como eran Negroponte, Constantinopla, Pera, Chipre, Candia y Quíos, caracterizados por el importante dinamismo de las transacciones de alimentos, metales preciosos y esclavos.

Federico III y Leonor, hija de Carlos II de Nápoles, tuvieron cinco hijos: Constanza, Pedro, Juan, Manfredo y Guillermo. El Rey programó el matrimonio de Pedro con Isabel de Tirol, y el de Constanza con Enrique II de Chipre, destinados a generar alianzas frente a los anjevinos de Nápoles. De otras relaciones extraconyugales nacieron sus hijos Alfonso Federico, Orlando y Leonor, casada esta última en primeras nupcias con Roger de Llúria y en segundas nupcias con Juan Chiaramonte.

 

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Pau Cateura Bennàsser

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