Constanza de Sicilia. Italia, 1248 – Barcelona, 1302. Reina de la Corona aragonesa y de Sicilia, esposa de Pedro III el Grande.
Era hija del rey de Sicilia Manfredo Hohenstaufen y de Beatriz de Saboya y nieta del emperador Federico II de Alemania, de quien Manfredo era hijo natural.
Se casó a los catorce años con el infante Pedro, hijo de Jaime I el Conquistador, en Montpellier el 13 de junio de 1262, aportando una dote de cincuenta mil onzas de oro, matrimonio que se había pactado en 1260. La boda se efectuó con la oposición de la Santa Sede y de los príncipes franceses puesto que Manfredo era considerado enemigo de la Iglesia, quien concedió el reino de Sicilia a Carlos de Anjou, e incluso con las protestas de Alfonso X el Sabio. La Iglesia temía que la alianza familiar comportaría una alianza política. Jaime I prometió al rey Luis IX de Francia que no ayudaría a Manfredo, pero el infante Pedro no se comprometió a nada y de hecho empezó bien pronto a relacionarse con personajes de la Italia gibelina, contrarios a la Santa Sede, a quienes recibió en su Corte. La habían acompañado su nodriza Bella d’Amico con su hijo Roger de Lauria, Corrado y Manfredi Lancia, entre otros. El matrimonio estuvo unido por un profundo afecto y tuvieron numerosos hijos: Alfonso (1265), Jaime (1267), Federico (1272) y Pedro. Las hijas fueron Isabel (1271), reina de Portugal, esposa de don Dionís, y Violante, que se casó con el rey de Nápoles, Roberto de Anjou.
Después de la muerte de su padre en la batalla de Benevento (1266), Constanza comenzó a usar el título de reina en su Corte. La reivindicación de la herencia siciliana iba a ser el eje de la política de su esposo en cuanto accediera al trono en 1276. Fue una colaboradora eficaz del marido y de los hijos; en 1282, cuando su marido partió en su expedición a Túnez y después a Sicilia, asesoró a su hijo Alfonso en el gobierno de los reinos peninsulares, puesto que era muy joven; un año después, en 1283, marchó a Sicilia con los demás infantes, excepto Pedro, y se quedó en la isla para ayudar en el gobierno del reino a su hijo Jaime, cuando Pedro el Grande volvió a Cataluña para acudir al desafío de Burdeos, en el que tenía que enfrentase a Carlos de Anjou. Antes de su partida, Pedro y Constanza donaron conjuntamente Sicilia al infante Jaime en 1283, donación que Alfonso ratificó en 1285, cuando accedió al trono. Cuando Jaime II después de la paz de Anagni, renunció al reino de Sicilia, que devolvía a la Iglesia, casó a su hermana Violante con Roberto de Anjou, príncipe de Calabria, heredero del trono napolitano; la ceremonia tuvo lugar en Roma, en 1297, asistiendo a ella Jaime II y también su madre. Constanza, por escrúpulos religiosos, decidió apartarse de su hijo Federico, que había aceptado el trono de Sicilia que le habían ofrecido los sicilianos; Constanza permaneció primero en Roma, donde el Papa había de pasarle una pensión, pero después de la batalla de Capo d’Orlando (1299), en la que se enfrentaron sus hijos Jaime II y Federico, el primero la trajo a Barcelona.
Murió en Barcelona en 1302 y fue enterrada en el convento de San Francisco puesto que sentía gran veneración por este santo. Sus restos se guardan ahora en un sarcófago de piedra en la capilla de la Purísima (después de San Paciano viejo), del claustro de la catedral de Barcelona junto con los restos de Sibila de Fortiá y los de María de Chipre, rescatados de las ruinas del convento de San Francisco en 1848.
El matrimonio de Constanza con Pedro III el Grande fue trascendental para la orientación política de la Corona de Aragón durante dos décadas y para su expansión en el Mediterráneo. Para Dante fue la “genitrice dell’onor di Cicilia e d’Aragona”.
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María Teresa Ferrer Mallol