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Roger de Flor

Biografía

Flor, Roger de. ¿Brindisi (Italia)?, c. 1267 – Adrianópolis, Edirne (Turquía), 30.IV.1305. Jefe de la Compañía catalana en Oriente, megaduque y césar del Imperio bizantino.

Roger de Flor era hijo de un halconero alemán, Richard von Blume, que había servido al emperador Federico II; su madre pertencía a una familia de la alta burguesía de Brindisi. Su padre había resultado muerto en la batalla de Tagliacozzo (1268), en la que Conradino, el último de los Staufen, fue vencido y poco después, ejecutado; la familia de Roger de Flor se vio privada de sus bienes y sólo conservó la dote de la madre. De niño conoció en el puerto de Brindisi a un freire templario marsellés, que capitaneaba una nave del Temple y que se ocupó de él, con el consentimiento de la madre. A su lado aprendió a navegar, lo que le permitió, cuando entró en la Orden del Temple, hacia 1285, al cumplir los dieciocho años, hacerse cargo de una gran nave, con la que navegó entre el Levante mediterráneo e Italia, llevando peregrinos y ejerciendo el corso. Se encontraba en San Juan de Acre, en Palestina, cuando la ciudad fue conquistada por el sultán de Egipto en 1291; embarcó en su nave mucha gente desesperada que quería huir y que le pagó muy bien el gran servicio de salvarles la vida.

Se dijo, además, que se había llevado el tesoro de un monasterio, que no entregó a la Orden, por lo que ésta ordenó su arresto y confiscación de bienes. Así pues, abandonó su nave templaria y parece que se dedicó un tiempo al ejercicio del corso, probablemente en el Mediterráneo oriental. Hacia 1299 ofreció sus servicios al rey Roberto de Anjou, pero como éste no le aceptó, los ofreció a su enemigo, Federico III de Sicilia, que sí le aceptó. Sicilia se encontraba en guerra con la dinastía francesa de los Anjou, expulsada de la isla por el rey de la Corona de Aragón, Pedro el Grande, y necesitaba cualquier colaboración. También estando a su servicio, Roger se dedicó al corso durante unos años, primero en aguas de Sicilia, atacando las naves napolitanas y provenzales, y en 1301, por la costa provenzal y por la catalana, con una pequeña flota de entre cuatro y seis galeras y algún leño auxiliar. A la vuelta de esa incursión, forzó la entrada en el puerto de Messina, que se encontraba sitiada por Roberto de Anjou a fin de entrar provisiones. A causa de los servicios prestados en Sicilia, Federico III le concedió el cargo de vicealmirante del reino, los castillos de Tripi y Licata y las rentas de Malta. En esa época, Roger de Flor conoció a Berenguer de Entença y se hicieron grandes amigos, hasta tal punto que firmaron un pacto de hermandad por el que se instituían heredero el uno del otro. También conoció a Ramon Muntaner, que además de contar con una buena experiencia militar, sabía leer, escribir y hacer cuentas y que por ello se convirtió poco después en el procurador general de la Compañía catalana en Oriente: el encargado de pagar las raciones y de administrar las finanzas.

En 1302, la paz de Caltabellotta concluyó la guerra entre la dinastía catalana de Sicilia y los Anjou. Las tropas que hasta entonces habían luchado en Sicilia y en el sur de Italia se quedaron sin trabajo. Roger de Flor tuvo la idea de utilizarlas en alguna otra guerra y pensó en el Imperio bizantino. Ofreció al emperador Andrónico II sus servicios y los de la compañía que iba a formar y fueron aceptados; era una operación muy conveniente para todas las partes implicadas: para Sicilia, porque se libraba de tropas que podían causar problemas de orden público, una vez acabada la guerra; para el Imperio bizantino, porque necesitaba gente de guerra experimentada para defenderse de los turcos, que desde fines del siglo XIII intentaban ocupar la península de Anatolia, la actual Turquía, y habían derrotado al Imperio.

Roger de Flor reunió un ejército formado por mil quinientos caballeros catalanes y cuatro mil almogávares, un número mucho mayor del solicitado por el emperador Andrónico, quinientos hombres a caballo y mil peones. Esos hombres eran mayoritariamente catalanes, y también aragoneses, que habían luchado en Sicilia y en las tierras meridionales italianas de Calabria y Apulia durante años, adquiriendo una gran reputación militar. El elemento más característico de la Compañía eran los almogávares, que en la frontera con los moros formaban cuadrillas para realizar incursiones contra tierra enemiga, robar ganado o cautivar personas para venderlas como esclavos. Eran soldados muy feroces y resistentes. Hay que sumar a los combatientes un millar de hombres de mar. Ramón Muntaner se ocupó de la organización del viaje.

Antes de partir, Roger de Flor recibió a los mensajeros que había enviado a Constantinopla con la aprobación de sus propuestas y el título y las insignias de megaduque del Imperio, equivalente a jefe de la flota, la sexta dignidad del Imperio bizantino.

El rey Federico III de Sicilia proporcionó víveres y diez galeras y dos leños a la Compañía, con el fin de ser el protector de la empresa; precisamente ese interés en tener un cierto control sobre la operación fue lo que preocupó a la Corte bizantina, que temía que se utilizara en su contra. En total, la flota contó con treinta y seis barcos entre los del rey Federico y los de Roger de Flor (galeras, naves y embarcaciones menores), fletados con el adelanto pagado por el Emperador.

La flota transportó a todo el ejército a Constantinopla, adonde llegó en septiembre de 1303. Los soldados fueron muy bien recibidos y, de acuerdo con los pactos previos, Roger de Flor se casó con una sobrina del emperador Andrónico, que era hija del depuesto zar de Bulgaria, María Asanina, de la que más adelante tuvo un hijo, nacido después de la muerte de Roger. El Emperador no esperaba tanta gente de armas como la que llegó, que sobrepasaba la cantidad de hombres por cuyos servicios estaba dispuesto a pagar; de modo que el problema financiero produjo tensiones desde un principio. La llegada de la Compañía causó gran inquietud entre los genoveses de Constantinopla, que temían perder su influencia en el Imperio; justo el día de la boda de Roger de Flor se produjo un motín de los genoveses contra los catalanes, que al parecer tuvo un trasfondo económico, por el pago del flete de naves para la expedición, responsabilidad que el Emperador y Roger de Flor se atribuían mutuamente. De Flor tuvo que contener a los suyos, que querían atacar Pera, para evitar más disturbios en la capital, la Compañía catalana pasó a Anatolia, donde invernó y donde obtuvo un primer éxito al vencer a un numeroso grupo de turcos que, con sus familias, se encontraban cerca de su base. Sin embargo, la indisciplina de los almogávares, que robaban, extorsionaban y maltrataban a los naturales del país, sin que Roger de Flor fuera capaz de imponer orden, hizo decaer el prestigio de la Compañía.

Ésa fue la causa del abandono de Ferrán Eiximenis de Arenós, que se separó de ella con sus tropas para ponerse al servicio del duque franco de Atenas. El retraso del Emperador en el pago de la soldada prometida había contribuido a justificar los desmanes.

Llegada la primavera de 1304, la Compañía luchó con mucho éxito contra los turcos, que fueron obligados a replegarse. Obtuvo una victoria en Aulax, que liberó la ciudad de Filadelfia de una presión insoportable y fue restableciendo la autoridad del Imperio en la zona y recuperando localidades ocupadas por los turcos. Mientras se desarrollaba esa campaña, la flota de la Compañía, al mando de Ferrán de Aunés, se instaló en Quios y desde allí atacó las islas y tierras ocupadas por los turcos. Llegó entonces de Sicilia Bernat de Rocafort, con doscientos caballeros y mil almogávares. Rápidamente se incorporó al ejército de Roger de Flor, quien le confió el cargo de mariscal de la hueste y le prometió en matrimonio a su hija.

Rocafort pasaba, pues, a ocupar un lugar preeminente en la Compañía. A fines del verano, el emperador Andrónico reclamó a Roger de Flor que, con su Compañía, acudiera al otro lado de los Dardanelos a realizar una campaña, junto al coemperador Miguel, contra los búlgaros, que habían ocupado territorio del Imperio.

La Compañía pasó efectivamente a Europa, pero se acantonó en Gallípoli porque el coemperador Miguel se negó a incorporarlos a su ejército a causa de la animadversión de sus alanos contra los almogávares, odio que ya había comenzado en Anatolia, donde estos soldados del mar Negro habían combatido junto a la Compañía.

Roger de Flor acudió a la Corte bizantina con una escolta de cien caballeros, para informar al emperador Andrónico de los éxitos militares en Anatolia.

Había que fijar también los objetivos para la campaña del año siguiente. Precisamente entonces llegó al puerto tracio de Mádytos una flota de nueve galeras que llevaban a la compañía de Berenguer de Entença, con trescientos hombres a caballo y unos mil almogávares. Roger de Flor se ocupó de que se le concediera un título adecuado a su categoría, el de megaduque del Imperio, que él había ostentado, mientras que él mismo obtenía el de césar, la tercera jerarquía del Imperio y, además, el señorío de Anatolia; de ese señorío quedaban excluidas las grandes ciudades, por lo que no era un regalo tan apetecible; Bizancio no dominaba las llanuras ni las montañas y, por lo tanto, Roger de Flor tenía que ganarse ese territorio. La donación, sin embargo, satisfizo a Roger de Flor.

El entorno del Emperador, que ya consideraba excesivo el número de integrantes de la Compañía catalana se alarmó ante el nuevo aumento de las tropas, porque crecía el importe que había que pagar por sus servicios, que pesaba demasiado sobre las finanzas del Imperio. Aunque se rebajó el sueldo de la Compañía, hubo que exigir nuevos impuestos y depreciar la moneda, lo que creó gran malestar.

Por otra parte, el aumento de efectivos de la Compañía hacía crecer el miedo a que fuese utilizada para apoderarse del Imperio. Entença era persona muy ligada a la Corte de Jaime II de Aragón y a la de Federico III de Sicilia y se temió que ambos monarcas estuviesen urdiendo un plan contra el Imperio, que no se sabía si podía estar ligado a los proyectos de Carlos de Valois. Federico sí estaba ligado a ese plan, mientras que Jaime II quería mantener buenas relaciones con el Emperador.

Las negociaciones para la concesión de Anatolia y para el pago del salario de la Compañía habían creado grandes tensiones con la Corte bizantina; cuando finalmente, en 1305, Roger de Flor quiso pasar de nuevo a Anatolia para llevar a cabo otra campaña contra los turcos e instalarse en la frontera, quiso despedirse del basileus Miguel, que se encontraba en Adrianópolis, la actual Edirne de la Turquía europea, a pesar de que sabía que le odiaba y a pesar de que su familia y el consejo de la Compañía intentaron disuadirle.

El basileus le invitó durante dos días en su palacio y el último, el 30 de abril de 1305, al salir de un banquete, pero todavía dentro del palacio, Roger de Flor y casi todos los catalanes que le acompañaban —trescientos caballeros y mil almogávares— fueron asesinados por los alanos del ejército del coemperador Miguel y fueron perseguidos para matarlos todos los catalanes que se hallaban en la ciudad. El Coemperador había tramado el asesinato, pero procurando que pareciera sólo venganza de los alanos.

Después del asesinato de Roger de Flor, el coemperador Miguel envió tropas contra Gallípoli, donde sorprendieron a los miembros de la Compañía acuartelada allí a las órdenes de Berenguer de Entença. La Compañía sufrió grandes pérdidas en hombres y caballos y se preparó para la defensa.

Al cabo de poco, el coemperador Miguel envió un gran ejército para asediar Gallípoli, pensando que la Compañía, sin su jefe, sería presa fácil, pero ese gran ejército no pudo tomar la ciudad. El basileus Miguel atacó de nuevo a la Compañía, poco después, pensando que en aquellas circunstancias la vencería fácilmente.

Pero, a pesar de la superioridad numérica, su ejército fue derrotado en la batalla de Apros, en julio de 1305. La Compañía, dirigida primero por Berenguer de Entença y después por Bernat de Rocafort, inició lo que se ha denominado la “Venganza catalana”, la devastación durante algunos años de las tierras griegas para vengar la muerte a traición de su jefe y de quienes le acompañaban, así como el incumplimiento del contrato.

Cabe destacar que la epopeya vivida por la Compañía catalana fue narrada por el cronista Ramón Muntaner de manera tan vibrante y sugestiva, que consiguió hacerla pervivir hasta hoy. La figura de Roger de Flor inspiró la novela medieval de Tirant lo Blanc y en la Renaixença catalana este tema tuvo mucho éxito en la pintura histórica, la poesia y el teatro. Están inspiradas en esa gesta las poesías Roudor de Llobregat, de Joaquim Rubió i Ors, y la Orientada, de Francesc Pelagi i Briz, así como las tragedias Los Pirineus, de Víctor Balaguer, y Lo camí del sol, y Roger de Flor de Àngel Guimerà; también actualmente es tema de novela histórica. Para la historiografía, Roger de Flor fue un hombre de una ambición sin límites y de gran audacia, pero fue leal al Imperio bizantino que le había proporcionado honores y fortuna.

 

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María Teresa Ferrer Mallol