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Jaime Bort y Miliá

Biografía

Bort y Miliá, Jaime. Cuevas de Vinromá (Castellón), 1693 – Madrid, 2.II.1754. Arquitecto, ingeniero y escultor.

Profesional polifacético que dominó las herramientas teóricas y prácticas del quehacer arquitectónico de la primera mitad del siglo XVIII, como se refleja en su obra maestra: la fachada de la catedral de Murcia. Aunque es conocido fundamentalmente por esta magna realización, fue también retablista, escultor en piedra y especialista en obras hidráulicas, trabajos estos últimos que le señalan como uno de los autores de interés en las transformaciones efectuadas en algunas ciudades españolas a la llegada de los Borbones. Su carrera se desarrolló en el este del país, principalmente en la ciudad de Murcia, y acabó en Madrid, donde murió sin que llegara a dar sus frutos el viaje por diversas ciudades europeas que llevó a cabo por encargo real.

No se tienen datos de su formación que, dado su origen y el perfil de sus trabajos, se sitúa en el entorno valenciano, donde, a partir de arquitectos y escultores extranjeros, asimiló las experiencias arquitectónicas y escultóricas italianas, francesas y centroeuropeas. Sin embargo, las primeras noticias de su labor se registran en Cuenca, donde está documentado desde 1725 hasta 1736, años en los que llegó a ocupar cargos de responsabilidad como maestro del Cabildo y maestro arquitecto y fontanero mayor de la ciudad, en la que seguramente estaba instalado ya en 1725, fecha en la que contrajo matrimonio con Antonia Redondo Ladrón de Guevara, viuda, de la que tuvo dos hijas.

En 1730 se hallaba en Honrubia como maestro escultor y autor de la traza del retablo de la ermita del Santo Rostro, cuya estructura refleja un experimentado conocimiento del lenguaje barroco en el empleo de la curva, las columnas salomónicas y el frontón curvo partido. En esta época realizó también un retablo, hoy desaparecido, para la ermita de San Roque en Cuenca. Tres años después intervino como maestro arquitecto y fontanero mayor de la ciudad en el reconocimiento de las casas consistoriales, para las que se le encargó una nueva traza que entregó en febrero de 1734. Construida años más tarde, la fachada se articula con una superposición de órdenes que disminuye en altura y emplea acertadamente el repertorio ornamental de la época: pilastras cajeadas, frontones partidos, cartelas, etcétera.

En 1736 fue llamado por el Cabildo de la catedral de Murcia para la construcción de la nueva fachada de la catedral gótica y de la que, tras ser aprobadas sus trazas, se le nombró maestro. Pocos meses después se trasladó con su familia a Murcia, y era frecuentemente solicitado tanto en la ciudad como en lugares próximos. Durante los doce años que permaneció en Murcia compaginó los trabajos del imafronte con otros encargos que marcarían con su impronta la Murcia dieciochesca.

La fachada catedralicia, uno de los logros más brillantes del barroco tardío español, es concebida como un imponente retablo urbano pétreo, que combina magistralmente el carácter retórico del programa iconográfico de su decoración escultórica con su composición arquitectónica que, a partir de una clásica superposición de órdenes, se anima no sólo por el movimiento en distintos planos, sino por la curvatura del muro que convierte la calle central en una gigantesca exedra. El encargo requirió de toda la experiencia de Bort como ingeniero, arquitecto y escultor. Durante casi diez años dirigió un nutrido taller de canteros, escultores y artesanos, pues estaban a su cargo desde la elección y extracción de los materiales hasta el acabado de las esculturas. Por desgracia, el apoyo entusiasta del que gozó en los primeros años poco a poco dejó paso a la impaciencia y el malestar del cabildo, que le acusaba de lentitud y de abandonar el trabajo en la catedral por otros proyectos. En 1745 rebajaron su sueldo, vigilaron su labor y en 1748 le obligaron a reducir el proyecto, eliminando el tercer cuerpo de la fachada. La situación debió de hacerse insostenible para el arquitecto, que prefirió abandonar la culminación de la obra y aceptar una oferta de trabajo en la Corte.

A partir de 1738, cuando el cuerpo bajo de la fachada estaba acabado a falta sólo de algunas esculturas, Bort comenzó a ocuparse de otros proyectos. Por encargo del propio Cabildo, desde 1739 intervino en la construcción de la iglesia de Peñas de San Pedro, en Albacete, dando unas segundas trazas del edificio con el fin de rebajar los costes. Ese mismo año amplió sus intervenciones a la arquitectura civil con un proyecto de Ayuntamiento para Caravaca, obra de menor empeño pero en la misma línea del realizado anteriormente para Cuenca, llevado a cabo con ligeros retoques y supresión de la torre. También en el año de 1739, dentro de los planes de transformación urbana del corregidor Heredia Bazán, se hizo cargo de la culminación del Puente Viejo sobre el río Segura, iniciado con trazas de Toribio Martínez de la Vega, cuya construcción había quedado suspendida en el arranque de los arcos. La obra, que suponía la ampliación y comunicación de la ciudad hacia el sur, consolidó la figura de Bort como ingeniero hidráulico y, en 1740, se le llamó a intervenir en la reforma de la Contraparada, presa que regulaba el riego en Murcia y sufría daños con las inundaciones. Su prestigio en este campo debió de ser la causa de que la ciudad de Lorca le confiara la reconstrucción de otra presa en el río Guadalentín y una canalización de agua que acababa en la desaparecida Fuente del Oro, cuyo proyecto se llevó a cabo de 1741 a 1743.

Dentro de las aludidas medidas reformistas, Jaime Bort no sólo intervino en obras de ingeniería, sino en otras de carácter civil y urbanístico que se levantaban en el sur de la ciudad, en los accesos al recién concluido Puente Viejo. En 1741 levantó un matadero para Murcia, obra funcional de la que hoy sólo se conserva la entrada en el Jardín de Floridablanca, y en 1742 planificó y construyó un pórtico adosado a la fábrica renacentista del Almudí, hoy también desaparecido.

Ambas construcciones son trabajos menores si se comparan con el proyecto de Plaza de la Alameda del Carmen o Plaza Nueva (hoy Plaza de Camachos), realizado en 1742, que además de conformar la ampliación de la ciudad facilitaba la salida del centro.

La obra quedó configurada como una plaza mayor con arcadas en la planta baja y viviendas con fachada uniforme, cuyas balconadas servirían de palcos en espectáculos públicos. La originalidad del proyecto de Bort residía en la aplicación de este esquema tradicional, afín a otras plazas españolas del momento, a una traza oval, vinculada a ejemplos europeos, que de haberse respetado habría dado a la ciudad un aire cosmopolita.

Su obra por estos años no se ciñó estrictamente a la ciudad de Murcia. En 1741, dentro de su faceta de retablista, da las trazas del de la capilla de San Miguel de la catedral de Cuenca, además de realizar otros proyectos para la vecina ciudad de Orihuela y la algo más alejada ciudad de Elche. En la primera está documentado, en 1743, su proyecto de sacristía para la iglesia de las Santas Justa y Rufina, de refinado diseño interior, y se le atribuye la capilla de la comunión de ese mismo templo, de planta elíptica, y en Elche está documentada la realización de un tabernáculo en la basílica de Santa María.

La última etapa de la vida de Bort transcurrió en Madrid, adonde acudió, en diciembre de 1748, requerido por el marqués de la Ensenada como entendido en arquitectura hidráulica. En la capital construyó dos puentes sobre el Manzanares, el Puente Verde, o de San Fernando, y el de Trofa. Algunos estudios inciden sobre la posible frustración que pudo sentir el arquitecto al verse relegado a este tipo de trabajos en un momento de gran auge constructivo en que se estaba llevando a cabo una obra de la importancia del Palacio Real. Sin embargo, en 1751 se le destinó a viajar por Europa —en compañía de su sobrino, el también arquitecto Julián Sánchez Bort— con el fin de recoger información para un proyecto de ordenación urbana de la capital. Tres años después, en febrero de 1754, fallecía en Madrid sin que su carrera en la Corte hubiera llegado a consolidarse.

 

Obras de ~: retablo de la ermita del Santo Rostro, Honrubia (Cuenca), 1730; proyecto del Ayuntamiento, Cuenca, 1734; fachada de la Catedral, Murcia, 1736-1748; proyecto del Ayuntamiento, Caravaca (Murcia), 1739; intervención en la construcción y segundas trazas de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza, Peñas de San Pedro (Albacete), 1739- 1746; Puente Viejo, Murcia, 1739-1742; Contraparada, Murcia, 1740; Fuente del Oro, Lorca (Murcia), 1741-1743; proyecto de Plaza de la Alameda del Carmen, Murcia, 1741; Trazas del retablo de la capilla de San Miguel, catedral, Cuenca, 1741; Porches del Almudí, Murcia, 1742-1743; Sacristía para la iglesia de las Santas Justa y Rufina, Orihuela (Alicante), 1743; construcción del Puente Verde o de San Fernando y del Puente de Trofa, Madrid, 1751.

 

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Ana Moreno Atance

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