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Teodoro Vives Camino

Biografía

Vives Camino, Teodoro. Azuqueca de Henares (Guadalajara), 3.IV.1897 – 6.II.1946. Aviador militar.

Cuando nació, su padre, Pedro Vives Vich, era teniente coronel y jefe del Servicio Aerostático en Guadalajara siendo su madre, Inocencia Camino. Vivió sus primeros años en un ambiente militar, lo que le impulsó a seguir la carrera de las armas.

Ingresó en 1912 en la Academia de Infantería de Toledo, saliendo alférez en 1915. Su primer destino, de forma voluntaria, fue a África, al Grupo de Regulares de Ceuta y, tras varias vicisitudes y destinos en la Península y Marruecos, ingresó en 1922 en Aviación, como observador (1925), participando como tal, con la escuadrilla de aviones Potez, en las acciones sobre la posición de Bucherif y donde fue derribado. En el Servicio de Aviación encontró el capitán Vives el medio adecuado a sus facultades y temperamento desde el primer momento, como magnífico piloto y como extraordinario navegante. Participó en la guerra marroquí en los últimos años de pacificación, participando en el desembarco de Alhucemas.

Cuando terminó la guerra de Marruecos fue seleccionado para formar parte de la Patrulla Atlántida que efectuó el vuelo España-Guinea. Realizó el raid como observador-navegante del hidroavión Dornier Wal Valencia, donde iba de piloto el jefe de la patrulla, Rafael Llorente. Este vuelo fue un éxito, pues era la primera vez que se efectuaba una empresa de esta envergadura en patrulla y con aviones de serie no especialmente preparados para dicha misión.

Como consecuencia de este viaje, entusiasmado el capitán Vives con los territorios de Guinea y llevado por su espíritu aventurero, decidió dedicarse a la colonización. Solicitó y le fue concedida una concesión de territorios adecuados. Consiguió los apoyos económicos necesarios y se marchó a Guinea continental, a vivir en pleno bosque, acostumbrándose a los usos y costumbres de la población aborigen. Cerca de la desembocadura del río Campo, en la zona boscosa de Puntatika, proyectó y montó una fábrica de aceite de palma y durante cuatro años esa fue su vida, lejos de cualquier núcleo civilizado. En esta actividad demostró una gran inteligencia y enormes facultades de adaptación al medio y sólo fracasó cuando una grave enfermedad tropical le obligó a repatriarse a la Península.

Sus ratos de ocio en Guinea los empleó a cultivar su afición a las ciencias naturales, especialmente en la entomología, para lo que mantuvo una estrecha relación con el Museo de Ciencias Naturales de Madrid al que envió curiosos ejemplares recogidos por él.

Reintegrado a la vida militar, se dedicó con todo entusiasmo a la Aviación, especialmente a resolver problemas de navegación aérea. Inventó y comenzó la construcción de un instrumento que daba automáticamente la posición del avión en cada momento; su muerte frustró el posterior desarrollo del invento.

Cuando el comandante Iglesias Brage planeó la exploración del Amazonas, proyecto que entusiasmó a los Poderes Públicos, hasta el punto de financiar un buque. El Artabro, así se había bautizado el barco, podía llevar dos avionetas. El capitán eligió a Teodoro Vives como uno de los pilotos encargados del proyecto. Finalmente, la expedición no se llevó a cabo, pero en la memoria del mismo se refleja la impronta de este magnífico alcarreño.

El inicio de la Guerra Civil le sorprendió en Azuqueca, pues el Gobierno del Frente Popular lo dejó, como a otros jefes y oficiales de Aviación, en situación de disponible; ésta fue la razón por la que el 18 de julio estuviera en su ciudad natal. El capitán Vives no lo dudó un momento, se trasladó a Guadalajara y se puso a las órdenes del comandante Ortiz de Zárate que había asumido el mando de la sublevación. Se organizó la defensa de la ciudad con los escasos medios de que se disponía, pero contando con un grupo de paisanos y con los soldados del Regimiento de Aerostación.

En resumen, un grupo de hombres, unos centenares de fusiles y cuatro ametralladoras fue con lo que hicieron frente a la columna que llegó de Madrid. El capitán Vives, como jefe de una sección con una sola ametralladora, tuvo que intentar la defensa del puente sobre el río Henares. Maltrecho y herido tuvo que replegarse hasta el cuartel del Regimiento de Aerostación, donde intentaron detener a las fuerzas enemigas. Extinguida la guarnición, los milicianos prendieron fuego al cuartel y Vives tuvo que huir disfrazado para intentar pasarse a la “zona nacional”. Durante el camino topó con una partida de milicianos a los que les hizo creer que era una víctima del fascismo y, con ellos, pudo marchar a Madrid. En la capital marchó a la Dirección General de Aviación Civil, donde esperaba encontrar ayuda del comandante de Aviación, Ángel Pastor, que regentaba tal puesto, antiguo compañero y amigo. Este individuo lo entregó a la Dirección General de Seguridad que lo remitió a la Cárcel Modelo de Moncloa (Madrid).

Vives escapó de la matanza general en dicha prisión en agosto de 1936 por la grave enfermedad que padecía y ello le libró de ser fusilado en vista de su mal estado. Tras muchas vicisitudes, y ya restablecido, huyó hacia Cartagena y una vez en Murcia, regresó a Madrid y pidió asilo en la Legación de Noruega, desde donde, con pasaporte falso, fue enviado a Francia.

En febrero de 1938 pudo, por Irún, incorporarse a la “zona nacional”. Su salud, consecuencia de los padecimientos que había sufrido, estaba muy deteriorada, y al poco contrajo una bronconeumonía que le impidió durante un mes trasladarse al aeródromo de Jerez de la Frontera, donde había sido comisionado para su reentrenamiento como piloto. Terminada esta etapa sufre, cuando se trasladaba de Jerez a Zaragoza en automóvil, un accidente que le mantuvo alejado de las operaciones de guerra durante otro mes.

Su deseo de incorporarse a las operaciones de guerra hizo que los seis meses de convalecencia previstos se redujeran a poco más de uno. Al causar alta fue destinado a una unidad de Heinkel 74, Rayo, de reconocimiento y fotografía aéreas. En el verano de 1938 se le dio el mando del Grupo 4-G-12 de Romeo 37, con el que tomó parte activa en las últimas operaciones de la Batalla del Ebro y la campaña de Cataluña, donde fue derribado, en el frente de Vich, en enero de 1939. Este derribo le causó la fractura de las dos piernas, una clavícula y varias costillas y, como siempre le había ocurrido, su curación fue rapidísima y así pudo, al ocuparse Madrid, entrar conduciendo, con una pierna escayolada, un automóvil.

Al terminar la contienda y crearse en Ejército del Aire se incorporó a éste, ya con el empleo de comandante y fue nombrado para mandar el 14 Regimiento de Bombardeo de Heinkel 111, con base en el Aeródromo de Valenzuela (Zaragoza).

En 1941, forma parte de la 1.ª promoción que se diploma en Estado Mayor del Ejército del Aire. Terminado el curso se le comisiona a Guinea para informar sobre los posibles asentamientos de campos de aterrizaje para enlace aéreo de las Islas con el continente.

Estudió y organizó los aeródromos de Santa Isabel, Bata y una base eventual de hidros en el río Benito.

En 1942, cuando realizaba un vuelo desde Zaragoza a África con un Heinkell 111 bimotor fue sorprendido por una impresionante tormenta que le impidió todo contacto con tierra y cuando agotó el combustible dispuso que todas las personas que iban a bordo saltaran en paracaídas, abandonando Vives el avión en último lugar. Todos se salvaron sin ninguna lesión de importancia, cayendo en las proximidades de Ciudad Real.

De coronel, fue designado jefe de Estado Mayor de la Región Aérea Pirenaica. Como era la época de infiltración de partidas rebeldes por la frontera francesa Vives desarrolló una brillante actividad, volando como un piloto más, de localización de partidas rebeldes y también de levantamientos fotográficos del Pirineo.

El día 6 de febrero de 1946, cuando regresaba a Zaragoza desde Barcelona en una avioneta Fiesseler Storch con un día absolutamente despejado y sin viento, por causas desconocidas se estrelló en las inmediaciones de Fraga, pereciendo el coronel Vives, el mecánico y su sobrina Amparo Vives que le acompañaba.

Casó con Emilia Soteras Barra, con la que tuvo cuatro hijos: Teodoro, Carmen, María y Teresa.

 

Obras de ~: Notas Biográficas, Barcelona, 1952.

 

Bibl.: J. Goma Orduña, Historia de la Aeronáutica Española, Madrid, Gráf. Huérfanos Ejército del Aire, 1950; E. Herrera Alonso, “Semblanza”, en Revista de Aeronáutica y Astronáutica (febrero de 1981).

 

Adolfo Roldán Villén