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Joaquín Sunyer de Miro

Biografía

Sunyer de Miro, Joaquim. Sitges (Barcelona), 20.XII.1874 – 1.XI.1956. Pintor y grabador.

Sobrino y discípulo del paisajista Joaquim de Miró, que era miembro notable de la llamada escuela luminista de Sitges, se instaló con su familia en Barcelona a los quince años. Estudió en la escuela oficial de la Llotja (1889-1895), donde hizo amistad con Joaquim Mir e Isidre Nonell, en la época en que éstos formaban parte de la informal Colla del Safrá (“Pandilla del Azafrán”). Su retrato del Oncle Pepet (1893, Barcelona, colección Jaume Sunyer), muestra un realismo muy maduro ya en sus primeros tiempos de pintor.

Exhibió por primera vez una obra suya —un Crepúsculo, hoy no localizado— en la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona de 1894, año en el que pintó su paisaje Camp de cols (Barcelona, colección Valentí), que demuestra una fugaz afinidad estética con la citada Colla del Safrá. Torres-García, también compañero suyo en Llotja, lo describe como duro e intelectual. En la primavera de 1896 empezó a colaborar en la prensa, con unos dibujos de tema callejero en La Vanguardia más bienintencionados que conseguidos, y en otoño se instaló en París.

Allí vivió una larga etapa de verdadera marginación social, aunque de vez en cuando colaboró en alguna revista, como Le Cri de Paris (1897), e ilustró con litografías en color, en la órbita de Steinlen, Les soliloques du pauvre de Jehan Rictus (1897), que expuso en el Salon du Champ de Mars en 1898, junto con algún dibujo. En 1899 volvió a exponer allí, dibujos y un grabado, de tema miserabilista. En esta época cultivó intensamente la calcografía, al aguafuerte y a menudo también a la aguatinta, a menudo a varios colores.

Ilustró dos libros más, 5 heures de la Rue du Croissant, de Henry Fevre (1901) y 7 heures Belleville de Gustave Geffroy (1903), esta vez mediante dibujos que grababa en madera un xilógrafo. Residió en el famoso Bateau- Lavoir de Montmartre entre 1901 y 1904. Steinlen —vecino suyo—, el Renoir maduro y los Nahís le influyeron considerablemente en esta etapa.

A partir de 1903, expuso preferentemente en el innovador Salon d’Automne (1903, 1904, 1905, 1907), y alternaba el grabado con el pastel, a menudo de escenas callejeras, aunque ya empezó de nuevo a cultivar la pintura al óleo (Matinée Canal St. Martin o Blanchiseuse, colecciones particulares de Barcelona), y en alguna ocasión abordó el socorrido tema del Baile flamenco —lo expuso en el Champ de Mars de 1907—, peaje que muchos artistas españoles se veían forzados a pagar en un París sediento de tópicos hispánicos. Fue amante de Fermande Olivier, justo antes de que ésta lo fuera de Pablo Picasso. En la órbita del marchante Henri de Barbazanges desarrolló una notable carrera internacional. Viajó por Castilla en 1905-1906 y copió a Velázquez en el Museo del Prado de Madrid. Fugazmente acusó la influencia de Ignacio Zuloaga, a quien conocía de París (La tia Remei, 1906, colección particular), pero todavía son más fuertes y duraderas las influencias de Pierre Bonnard (Toilette o Els miralls, c. 1905-1907, Barcelona, Museo Nacional d’Art de Catalunya) y más tarde de Paul Cézanne. Ésta, sobre todo, marcaría profundamente su obra de madurez.

En 1908 vuelve a entrar en contacto fructífero con el entorno geográfico de su niñez, y esto y la adopción del cézannismo darán origen a un nuevo giro en su pintura, eso que Rafael Benet, su gran biógrafo, llamó el “estilo impar”. Eran años en los que, lejos ya de su primitiva bohemia parisiense, empezó a hallar su obra eco en Europa: expuso en Lieja en 1908 y 1909, donde la crítica subrayó su personalidad, y en 1910 realizó una exposición individual en París en la galería de Barbazanges. Mientras, en Cataluña se empieza a poner en evidencia el carácter mediterraneísta del nuevo estilo de Sunyer, y su renovada presencia en el país se apoyaría en gran parte en su noviazgo con una suburense, Elvira Carbonen, que acabaría siendo la mujer de su vida. Todo este proceso desembocó en una decisiva exposición individual suya en la galería Fayans Catalá de Barcelona en la Primavera de 1911.

Poco antes había muerto Isidre Nonell, el abanderado de la joven pintura postmodernista catalana, y esta exposición de Sunyer fue vista por muchos como el paradigma de una naciente escuela catalana bautizada con el nombre de Noucentisme. Mientras algunos censuraban como infantilista la pintura de aquel Sunyer, Joan Maragall, el intelectual quizás más prestigioso de la Cataluña de aquel tiempo, consagró aquella exposición en la revista Museum, espoleado por el batallador polifacético Miquel Utrillo, y calificó el desnudo yacente que centra su óleo Pastoral (Barcelona, Arxiu Maragall) como “carne del Paisaje”.

Otra gran pieza paradigmática de aquella exposición singular fue Mediterrània (Colección Carmen Thyssen- Bornemisza), y precisamente el mito del Mediterráneo pasaría a ser uno de los pilares en los que se sustentaría el Noucentisme. Y mientras se convertía en el nuevo líder de la pintura catalana Sunyer continuaba su carrera europea y exponía individualmente en Múnich (otoño de 1911).

Más conectado, pues, con el espíritu del arte de sus amigos Aristides Maillol o Manolo Hugué que con el de sus otros amigos los cubistas —como su viejo conocido de París Pablo Picasso—, con los que convive en Ceret en 1912, una peregrinación a Italia en 1913, donde se entusiasmó con Luca Signorelli, reafirmó su mediterraneísmo y ya toda su vida se mantuvo más o menos fiel a ese nuevo estilo. Con todo, la huella estructural del Cubismo no deja de notarse en sus paisajes de esta etapa (El Clot dels Frares, 1913, Barcelona, colección particular).

El estallido de la Primera Guerra Mundial, como sucedió con tantos otros artistas, apartó a Sunyer de Francia, lo que acentuó definitivamente su vinculación a Cataluña, donde participó en diversas manifestaciones artísticas. Desde 1914 tuvo de nuevo su taller en Barcelona. Eran los años centrales del Noucentisme, que encontraba en él a su pintor emblemático, junto a Xavier Nogués, Torres García, Galí, Canals o Aragay, que sin embargo son menos arquetípicos.

Junto al más noucentista de los escultores catalanes, Enric Casanovas —también consagrado, como él mismo, en una gran individual en Fayans Catalá en 1911—, hará una fructífera estancia en Mallorca entre 1915 y 1916 (Paisatge de Fornalutx, 1916, Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya). Datan de 1917 el que tal vez sea su mejor retrato, Maria Ulimona de Calles y su paisaje con figuras más ambicioso, ya de menor dimensión alegórica que los anteriores, Cala Forra (ambos en el Museu Nacional d’Art de Catalunya). Casado en 1919, fijó su residencia en su villa natal, aunque años más tarde, en 1932, regresaría a Barcelona manteniendo, sin embargo, abierta siempre su casa de Sitges.

Aparte de sus exposiciones en Barcelona —donde entre constantes participaciones destaca la sala especial que le dedicó la Exposició d’Art de 1923 y la individual de 1930— y París (Salon d’Automne 1920, 1921, 1922, 1923, 1924, 1927, 1928, 1929), expuso también en Bilbao (1919), Lisboa (1921), Madrid (1925, las individuales de 1930 y 1934) y Pittsburgh (1934).

Durante la Guerra Civil española vive en Francia y, fugazmente, en Italia, y tras una etapa de convivencia con Maillol en Banyuls y en Perpinyá, en 1942 se estableció, tras pasar por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, nuevamente en Barcelona, donde expuso individualmente varias veces (1942, 1944, 1945, 1947, 1949, 1951, 1952 y 1955), como lo haría también en Madrid (1943, 1946, 1950, 1956) y en Bilbao (1951).

Entre los galardones que obtuvo destacan la Legión de Honor francesa (1949) y el gran premio de la Bienal Hispanoamericana de La Habana de 1954. Sintiendo inminente su muerte, a fines de octubre de 1956 fue trasladado a Sitges, donde murió a los pocos días.

Sunyer tiene dos épocas muy distintas, aparte de su etapa juvenil de formación: en sus largos años de París su obra enlaza de lleno con el postimpresionismo francés, dentro del que llega a hacerse un puesto notable, como pocos artistas catalanes y españoles consiguieron hacerlo allí entonces. Sus escenas callejeras parisienses tienen una notable personalidad, conseguida a través de un colorismo vibrante. Sin embargo, el Sunyer definitivo tendrá un cariz muy distinto, incluso en lo que a su vida privada se refiere: el pintor de vida oscura, marginal y, según todos los testimonios, antipático, pasó a ser un paradigma de equilibrio y sobriedad. Su nuevo estilo, forjado en su admiración por Cézanne y en el redescubrimiento de su Mediterráneo, es claro y constructivo, representa un retorno a lo primitivo, en la línea de lo que había predicado Gauguin, y a la vez se hace portavoz de las esencias de una catalanidad nueva, representada por la corriente cultural del Noucentisme. Esta tendencia, creada por Eugeni d’Ors en 1906 sin tener al principio muy clara su estética, halló en Sunyer a su gran representante pictórico, especialmente tras la repentina muerte de Isidre Nonell. Esto ocurría en 1911, año en el que D’Ors había lanzado su Almanach dels Noucentistes, en el que Sunyer todavía no figuraba —y sí lo hacía en cambio Nonell-, al igual que tampoco figuraba entre los pintores fundadores del grupo Les Arts i els Artistas (1910), los noucentistas centrales, al que se sumó, pero más tarde.

Por otra parte su obra aparece como equidistante entre la tradición y la renovación, y de hecho su figura se inscribía de lleno en los círculos vanguardistas de París o de Ceret, siendo un testimonio fehaciente del carácter inequívoco de modernidad que tuvo en sus inicios el Noucentisme.

 

Obras de ~: Oncle Pepet, 1893; Crepúsculo (desapar.); Matinée Canal St. Martin o Blanchiseuse; Baile flamenco, 1907; La tia Remei, 1906; Toilette, c. 1905-1907; Els miralls, c. 1905-1907; Mediterrània, 1910; El Clot dels Frares, 1913; Paisatge de Fornalutx, 1916; Maria Ulimona de Calles, 1917; Cala Forra, 1917; Desnudo en el campo, 1925; Victoria, hija del artista, 1938.

 

Bibl.: J. Maragall, “Impresión de la exposición Sunyer”, en Museum (Barcelona), vol. I (1911), págs. 251-259; A. Plana, Joaquim Sunyer, Barcelona, Barcelona, Publicacions d’Art de La Revista, 1920; J. M. Junoy, Joaquin Sunyer, Barcelona, Joan Merli, ¿1926?; R. Marquina, Joaquin Surnyer, Madrid, Compañía General de Artes Gráficas, 1931 (Estrella-Monografias de Arte); C. Soldevila y A. Cirici Pellicer, Exposición Joaquín Sunyer, catálogo de esposición, Barcelona, Junta de Museos, 1959; J. Pla, Homenots. Tercera sèrie, Barcelona, Selecta, 1959; Gaziel (Agustí Calvet), Un estudiant a París i d’altres estudis, Barcelona, Selecta, 1963; Santos Torroella, Joaquim Sunyer. Epoca de París, Barcelona, 1973; A. del Castillo, Catálogo de la Exposición antológica Joaquin Sunyer 1874-1956, Madrid, Comisaría General de Exposiciones, Dirección General de Bellas Artes, 1974; A. del Castillo, “Joaquín Sunver en el primer centenario de su nacimiento”, en Goya, (Madrid), n.º 122 (septiembre-octubre de 1974), págs. 89-94; R. Benet, Sunyer, Barcelona, Ediciones Polígrafa, 1975; F. Fontbona, El paisatgisme a Catalunva, Barcelona, Edicions Destino, 1979; E. Jardi, El Noucentisme, Barcelona, Proa, 1980; VV. AA., Exposición antológica Joaquim Sunyer 1874-1956, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Caja de Pensiones, 1983-1984; F. Fontbona y F. Miralles, “Del Modernisme al Noucentisme 1888-1917”, en História de l’Art Català, vol VII, Barcelona, Edicions 62, 1985; S. Flaquer I Revaud y M. T. Pagès i Gilibets, Inventari d’artistes catalans que participaren als Salons de París fíns l’any 1914, Barcelona, Biblioteca de Catalunya, 1986; N. Comadira y F. Fontbona, Joaquim Sunyer (A l’entorn del Clot dels Frares), Gerona, Ayuntamiento, 1990; R. Sindreu Portabella, L’obra gravada de Joaquim Sunyer. Catàleg raonat, tesis doctoral, Barcelona, Universitat de Barcelona, Facultat de Belles Arts, 1992; V. Panyella, Joaquim Sunyer, Barcelona, Gent Nostra-Columna, 1997; VV. AA., Joaquim Sunver. La construcció d’una mirada, Barcelona-Madrid, MNAC-Mapfre Vida, 1999.

 

Francesc Fontbona de Vallescar