Durrieu Granier, Francisco. Paco Durrio. Valladolid, 25.V.1868 – París (Francia), 30.VIII.1940. Escultor, ceramista y orfebre.
Destaca por la belleza y originalidad de sus escasas realizaciones tanto en el ámbito de la escultura como en el de la cerámica y la orfebrería, así como por su papel de catalizador en el ambiente artístico parisino de finales del siglo xix, donde trabó especial amistad con Paul Gauguin (1848-1903), convirtiéndose en una figura imprescindible para la difusión de la modernidad entre los artistas españoles y a través de las instituciones museísticas de nuestro país, sobre todo el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Hijo de un matrimonio de inmigrantes franceses (Eugenio Carlos Próspero Durrieu de Madron, natural de Saverdun, Departamento de Ariège, y Adorine Granier y Vignaux, natural de Pinsaguel, Departamento de Haute Garonne), nació en Valladolid el 25 de mayo de 1868 y fue bautizado como Francisco José Juan Jorge Luis Durrieu Granier. Sus primeras experiencias de formación en el ámbito artístico tendrán lugar en Bilbao, donde, en 1878, recibe lecciones de dibujo del pintor local Antonio María Lecuona (1831-1907) en la buhardilla-estudio que éste ocupa en la calle de La Cruz y en donde coincidirá con Miguel de Unamuno y el pintor Adolfo Guiard.
En 1881, con trece años y con el apellido paterno ya adaptado a la fonética española como “Durrio”, se matricula, constando escultor, en la Escuela de Artes y Oficios de esta ciudad. A finales de ese mismo año, marchará a Madrid para continuar con su formación artística. Tras ser rechazada su admisión en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabados de Madrid (posteriormente, Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando), recibió clases en la Escuela de Artes y Oficios de la capital ampliando sus conocimientos en el Museo Nacional del Prado y en el estudio que el escultor Justo Gandarias ocupaba en la Ronda de Atocha. En 1883, a la edad de quince años, sería admitido en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabados de Madrid. Fue en ese entorno académico en el que trabó amistad con el pintor alavés Pablo Uranga (1861-1934), que ingresaría en 1886, y con el también pintor Ignacio Zuloaga (1870-1945), con cuyo tío, el ceramista Daniel Zuloaga (1852-1921), a quien conocería durante un viaje a Segovia, entabló una duradera relación personal y artística.
En junio de 1888, finalizados sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes, Paco Durrio (así es como más comúnmente se le conoce) regresa a Bilbao para partir enseguida hacia París con el apoyo económico que le brinda Cosme Echevarrieta, para quien realiza pequeños bustos de carácter clásico de algunos miembros de la familia de éste y quien le había encargado el proyecto de un panteón familiar. En la capital francesa, su apellido volverá a adaptarse a la fonética local tornándose “Durió”. El joven escultor se integrará en el núcleo de la vida artística de la capital francesa, ubicado en el entorno de Montmartre, donde se le conocen sucesivas direcciones: Rue Ravignan, n.º 30, Rue Ravignan, n.º 13 (el conocido “Bateau Lavoir” que ocuparía entre 1901 y 1904 y en el que residieron y trabajaron posteriormente célebres artistas, como Picasso, quien precisamente ocupó el cuarto que Durrio dejara libre, Van Dongen, Juan Gris, Modigliani o Max Jacob.), Place Constantin Pecqueur, n.º 3, e Impasse Girardon, n.º 4 (esta última, entre 1907 y 1930, fecha en la que se traslada definitivamente a St. Prix (Seine et Oise), n.º 50 Grand Rue, una pequeña población en las afueras de París).
Fue en el taller del ceramista Ernest Chaplet, en la rue Blomet, donde, en sus primeros años en París, entabló contacto personal con Paul Gauguin (veinte años mayor que él), por quien profesará, desde entonces y durante toda su vida, la más profunda admiración (en 1924, reconocería el “culto devoto que profeso a este excepcional genio”) y en cuya valoración y promoción tanto empeño pondrá. La relación entre ambos artistas fue de especial intensidad entre los años 1893 y 1895 (a la vuelta del primer viaje a Tahití de Gauguin) y fue clave en el desarrollo artístico de la obra de Durrio. Su producción plástica, sobre todo en lo que se refiere a las realizaciones cerámicas, se ve fuertemente influenciada por los postulados estéticos y conceptuales del pintor de Pont-Aven y el grupo simbolista en torno a él amalgamado, muy imbuido del arte de las culturas primitivas. El bajorrelieve El sueño de Eva (1908), Cabeza de Cristo (1908) o Cabeza de joven (todas ellas en el Museo de Bellas Artes de Bilbao) son ejemplos que ilustran perfectamente este vínculo. También su producción como orfebre manifiesta esta influencia, si bien las delicadas joyas de Durrio (broches, prendedores, sortijas...
—ejecutadas mayormente en plata, aunque también existen ejemplares en oro—), muestran una mayor preocupación ornamental en la línea del formalismo modernista y una clara deuda con las formas plásticas de las grandes civilizaciones del pasado, especialmente la egipcia. En ellas se recrean parejas entrelazadas, sinuosas serpientes que dibujan ritmos cíclicos y rostros ensimismados de rasgos orientalizantes. Estas piezas están bien representadas en las colecciones del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Museo D’Orsay (París).
Desde que expusiera por vez primera en la Galería L’Art Nouveau de Sigfried Bing (1838-1905) seis jarrones cerámicos de metro y medio de altura, Durrio mostrará sus realizaciones en diferentes muestras de entre las que caben destacar las exposiciones de “La Libre Estethique” en 1898 (seis cerámicas en gres), 1902 (treinta y cinco joyas) y 1914 (seis piezas; esta última dedicada al pintor Darío de Regoyos, que había fallecido recientemente); las exposiciones de Arte Moderno de Bilbao de 1900, 1903, 1905 y 1910; en marzo de 1901, en París, en el College d’Esthetic Moderne y, en diciembre, junto a Picasso, en una colectiva en la Galería Berthe Weill; también en la capital francesa, al año siguiente, en las Galeries Silberberg, junto a otros artistas españoles, como Manuel Losada, Isidro Nonell, Darío de Regoyos, Ricard Canals y Pablo Uranga; en la V Exposición Internacional de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona de 1907 (trece joyas de plata, algunas de ellas con pedrería); en la I Exposición de Arte Moderno de Bilbao, organizada por la Asociación de Artistas Vascos; los Salones de Otoño de París de los años 1904, 1907 (presentó treinta y cinco cerámicas), 1910, 1911, 1920 (ese año presentó una maqueta para el Templo de la Victoria —hoy desaparecida tras el incendio del Museo del Ejército en París el 25 de agosto de 1944 durante la Segunda Guerra Mundial—, en homenaje a los soldados muertos en la Primera Guerra Mundial, que le valió la Roseta de Caballero de la Legión de Honor del Gobierno francés), 1921, 1922, 1923 (en esta ocasión mostrará una maqueta para el mausoleo funerario de la familia de Cosme Echevarrieta), 1924, 1925, 1926, 1927, 1930 y 1931 (en algunas de estas ocasiones formará, además, parte del jurado en la sección de escultura o en la de artes decorativas); en la muestra del Primer Salón de Montparnasse de 1923; en 1925, en la Galerie Charlet de Bruselas (treinta cerámicas y dieciséis joyas) y en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París. Su trabajo será elogiado en diferentes publicaciones por importantes firmas francesas como Stéphane Mallarmé, Guillaume Apollinaire, Charles Morice y Gabriel Mourey y españolas, como Miguel de Unamuno, Juan de la Encina y Pedro Mourlane Michelena.
La cripta funeraria para la familia de Cosme Echevarrieta, en Guecho, y el monumento en recuerdo del malogrado músico bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga, en Bilbao, fueron sus realizaciones más ambiciosas, padeciendo ambas un dilatado período de gestación. En el caso de la primera, la ejecución llevada a cabo no es sino un pálido reflejo de los proyectos iniciales ideados ya desde 1907. Destacan, sin embargo, en el conjunto final, realizado en torno a 1925, dos piezas de singular importancia: la escultura en mármol de San Cosme, de gran introspección psicológica y rasgos expresionistas, que preside el altar en el fondo de la cripta y una cancela de fundición que cierra su acceso. Probablemente fundida por Julio González, esta puerta ofrece la representación de una tela de araña en la que quedan atrapadas varias mariposas (tema de intenso simbolismo funerario con gran arraigo en el mundo oriental), en una composición simétrica de corte modernista. También debe destacarse el mosaico romano que alberga el pavimento de la cripta. Solamente un sencillo obelisco, en la cubierta de este mausoleo, recuerda el referente egipcio formulado en el proyecto para esta obra. Esta actualización de las solemnes formas egipcias se aprecia con especial elocuencia en el basamento de granito del monumento-fuente a Arriaga, en fuerte contraste con el dinamismo contenido del desnudo femenino en bronce sobredorado que corona la obra. El Ayuntamiento de la villa de Bilbao, en abril de 1906 concedió a Durrio (pese a presentar su propuesta fuera de plazo) el Primer Premio en el concurso convocado para la realización de un monumento que conmemorase el centenario del nacimiento del compositor bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga (1806-1826).
Desde ese momento, los plazos para la entrega de la obra por parte del escultor se demoraron, llegándose a producir fuertes desavenencias entre las dos partes implicadas. Ya en 1931 (gracias a la continua y encendida defensa que del escultor realizarían significativos artistas agrupados en torno a la Asociación de Artistas Vascos) se resuelve que Valentín de Dueñas, discípulo de Durrio, culmine en su estudio de Madrid y de acuerdo con él la realización del conjunto que, finalmente, se inauguró en la Pérgola del Parque de Doña Casilda el 13 de agosto de 1933. Aquel día se repartieron pasquines que explicaban la simbología de la obra: “La Musa del Arte eleva su queja al infinito por la muerte prematura del Genio. En señal de protesta golpea su seno con la lira, y de sus cuerdas brota el llanto que es acogido religiosamente por la máscara del basamento, símbolo de la eternidad que con sus sienes apoyadas en las manos que nacen del muro en actitud de tranquila meditación, devuelve a su vez, en lágrimas, su dolor. Los frisos situados en la parte baja de la base, representan por los pájaros fijados en el pentagrama, la expresión viva del canto. Los mascarones colocados en la parte posterior del monumento son, asimismo, dos grifos, representativos de la meditación que, al dejar caer el agua por sus bocas sobre la taza, produce, naturalmente, sonidos a manera de surtidores de inspiración”. Unos días después, el 18 de agosto, Durrio recibió en el Chacolí de Artxanda un homenaje de admiración y simpatía por parte de la Asociación de Artistas Vascos. Pronto, el monumento fue desplazado hasta el lugar que ocupa en la actualidad, junto al Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde, durante los años 1948-1975, fue censurado y vio sustituida su musa por otra figura que ocultaba su desnudez, realizada por Enrique Barros.
La amistad de Durrio con Gauguin fue determinante también en la consideración del escultor como personaje central en el ambiente artístico del París de la época. Fue generándose en torno a su taller un amplio círculo de relaciones al tiempo que se conformaba su magnífica colección de arte, con obras de artistas de renombre como Odilon Redon, Monticelli, Courbet, Van Gogh, etc., y entre las que destacaban las diferentes obras que Gauguin le confió antes de su marcha definitiva a Tahití (el Retrato de su madre se contaba entre ellas). Este nutrido conjunto de obras del pintor de Pont-Aven constituyó el grueso de diferentes exposiciones que el propio Durrio organizó en homenaje a su amigo en repetidas ocasiones (“Hommage au genial artiste franco-péruvien Gauguin”, en la Association Paris-Amérique Latine, en 1926; The Leicester Gallery, de Londres, en 1931, o la organizada por la Gazette des Beaux-Arts, en 1936), así como una oportunidad única para que se dieran a conocer en España, especialmente en Bilbao, donde pudieron verse en la primera y tercera Exposición de Arte Moderno (1900 y 1903, respectivamente) y en la Exposición Internacional de Arte de 1919. De hecho, en repetidas ocasiones, Durrio trató de vender su colección al Museo de Bellas Artes de Bilbao, pero en tantas otras fueron rechazadas sus ofertas, quedando la obra de Gauguin Las lavanderas en Arlés (1888), en dicho museo, como un solitario testigo de aquellas tentativas que hoy entendemos como oportunidades perdidas. De la amistad que existió entre ambos artistas da cuenta también el retrato que Gauguin realizó del escultor, en las islas Marquesas, “El guitarrista (Paco Durrio)” (c. 1900, colección particular). También aparece retratado, en 1906, en la tela de Pierre Girieud Homenaje a Gauguin (Museo de Pont-Aven, Bretaña). Será precisamente Durrio quien, junto con el también amigo de Gauguin y compositor William Mollard, despida al gran pintor en la estación de Lyon antes de que abandonara Europa para siempre en su último viaje a Tahití, dos días después de que los mismos amigos le organizaran su fiesta de despedida el 26 de junio de 1895.
Así, Francisco Durrio se convirtió para muchos jóvenes talentos (sobre todo, vascos y catalanes) en el contacto clave para abrirse un hueco en la ciudad que era entonces el centro neurálgico del arte. Los nombres de los artistas llegados a París que encontraron acogida y apoyo en el escultor conforman una larga y nutrida lista: Los hermanos Nonell, Joaquim Sunyer, Ramón Pichot, Juan Gris, Hermenegildo Anglada- Camarasa, Pablo Gargallo, Francisco Iturrino, Nemesio Mogrovejo, Juan Echevarría, Jenaro Urrutia, Pablo Picasso, Santiago Rusiñol, Ricard Canals, Jesús Apellániz, Daniel González, Manolo Hugué, José María Jordá, etc. Fernande Olivier, compañera de Picasso entre 1904 y 1912, nos deja en sus Memorias la siguiente descripción del escultor: “Durrio era bajito, rechoncho, curioso, de un temperamento firme, original, artista, sincero, enamorado del arte. Un verdadero corazón humano. Vivía entonces en una calleja cerca del viejo bosquecillo que desapareció para dejar sitio a la avenida Junot, en un estudio grande donde había instalado su horno de ceramista. ¡Qué encantadoras cosas salieron de allí! Durrio, hombre de gran corazón, tenía dos admiraciones: Gauguin y Picasso”. También relata cómo aquél, anónimamente, les dejaba cada mañana, en la puerta del estudio en que vivían, una lata de sardinas, una botella de vino y una barra de pan como apoyo y sostén del pintor malagueño. En 1905 Picasso le regalaría, dedicado (“A mi querido amigo Paco Durrio”), el cuadro La bella holandesa (Queensland Art Gallery, South Brisbane, Estados Unidos). Más adelante, Durrio no admitiría las experimentaciones cubistas de su amigo y la relación, aunque no del todo rota, se resentiría para siempre.
Unos diez años después de que se trasladara a vivir a las afueras de París, al número 50 de la Grande Rue de Saint Prix (Seine et Oise), buscando mayor espacio para la instalación de un horno de ceramista apropiado y largamente deseado, Paco Durrio falleció en el Hospital de Saint Antoine de París el 30 de agosto de 1940, a causa de una afección pulmonar. En el Salón de Otoño de 1945, se realizó una retrospectiva de su obra como homenaje y en 1947 se subastaron gran parte de las obras de su colección. Además de en las colecciones que aglutinan su escasa obra, la impronta de Durrio puede rastrearse en el trabajo de Nemesio Mogrobejo, Valentín de Dueñas, Julio González, Manolo Hugué o Pablo Gargallo.
Obras de ~: Retrato de muchacha con trenzas, c. 1885; Busto de Pablo Uranga, c. 1885; Busto de personaje desconocido, 1895; Busto de Horacio Echevarrieta, c. 1895; Busto de Cosme Echevarrieta, c. 1895; Colecciones de joyas del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Museo D’Orsay de París: Broche Cleopatra; Prendedor Cleopatra; Broche Grullas; Prendedor Hombre y Mujer y Colgante con aves, c. 1895; Merienda Vasca, c. 1904; Cuarto creciente; El sueño de Eva, 1908; Cabeza de Cristo, 1908; Cabeza de joven; Cabeza de santo; Aguabenditera; Cabeza de joven; Proyecto de Templo de la Victoria, 1920; Panteón de Cosme Echevarrieta, Cementerio Municipal de Gecho (Vizcaya), 1907-1925; Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga, Bilbao, 1906-1933.
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María Amézaga Mass y José María Gutiérrez Landaburu