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Alberto Hubrecht

Biografía

Hubrecht, Alberto (Huberto). Provincia de Zelanda (Holanda), s. xvii – Bayona (Francia), ¿1709?. Hombre de negocios de Carlos II y Felipe V.

De todas las compañías de holandeses que operaban en el ambiente financiero de Madrid durante el último cuarto del siglo xvii, aparece como partícipe y casi siempre principal capitalista de varias de ellas Huberto Hubrecht (Hubrechs o Hubreck).

Protagonizó una plural actividad financiero-mercantil que abarcó desde el arrendamiento de rentas de salinas y servicios de millones hasta la venta de lanas, esclavos negros y sal en los mercados internacionales. Sus negocios se centraron en dos principales áreas: relaciones con la Monarquía mediante asientos y arrendamientos de rentas reales e intercambios comerciales internacionales; ambas actividades, íntimamente relacionadas.

Comenzó realizando asientos en especie en 1692, proporcionando cuerda y mecha de Lombardía a los ejércitos de Carlos II. Un año después adelantó 100.000 reales de a ocho de plata de 120 sueldos en Milán, y en 1694 se convirtió en arrendador y recaudador de los servicios de millones y ocho mil soldados de Cuenca. Dos años más tarde, tras firmar un asiento de 90.000 escudos de vellón, arrendó las rentas de salinas de Galicia y Asturias por diez años, desbancando a la casa Montesinos, de origen converso portugués, que había retenido su explotación directa o indirectamente desde 1638. Ello no significó que abandonara las actividades que le habían introducido en los negocios con la Monarquía, pues dos años antes de finalizar el siglo realizó una factoría de pertrechos navales.

Cuando inició su actividad asentista en la Península, los negocios de arrendamientos de rentas y de intercambios con América le estaban vedados por su condición de extranjero. Por esta razón aparece desde 1692 formando compañía con Bartolomé de Flon y Morales, comerciante francés que, sin embargo, ya estaba naturalizado y que podía comerciar sin límites. Flon figura en casi todas las operaciones como socio en plano de igualdad, pero en 1709, tras la muerte del holandés, Flon otorgó una escritura declarando que los capitales utilizados en la compañía eran en realidad de Hubrecht.

No fue la única alianza comercial que mantuvo. Otra de las más llamativas la estableció con Isaac Obsterland, administrador de la Renta del Tabaco de Sevilla en 1691, con el que realizó un asiento de 3.000 escudos de plata colocados en Ostende. También en este caso todo el capital de la compañía procedía en realidad de Hubrecht. Los manejos de Obsterland y del cajero de la compañía Nicolás Dupont fueron ruinosos. Dejó a deber grandes cantidades de dinero a otros hombres de negocios, entre ellos varios holandeses con firma en Bilbao, como Adrián Tourlón (1694) o Lorenzo Oberbeeq, y también a algunos navarros, como Pedro José de Aguerri, que desde 1687 era marqués de Valdeolmos y con el que también mantenía dependencias.

El cambio de dinastía y el inicio de la Guerra de Sucesión no truncaron su actividad profesional, a pesar de que tras la firma de la Gran Alianza, Holanda quedó alineada en el bando austracista. El zelandés Hubrecht permaneció en los arrendamientos de rentas conquistados en la década de 1690, prorrogándolos e incluso pujando sobre sí mismo para evitar competencias. Además, la nueva coyuntura dinástica le abrió nuevos horizontes. Participó en el asiento de negros francés de 1701 con el cargo de director de la compañía en Madrid y en 1707 se obligó, junto con Diego de Murga, marqués de Montesacro, a mantener el asiento de todas las estafetas y postas de la Corona en la Península.

Las razones de esta galofilia procedían probablemente de una apuesta por la continuidad de sus prósperos negocios con la Hacienda Real, que en principio quedaban garantizados si permanecía al lado del Monarca señalado legalmente por el testamento de Carlos II. Pero además, gozaba de una situación privilegiada en el entorno mercantil francés, pues mantenía estrechas relaciones comerciales y de parentesco con comerciantes del noroeste galo, como lo demuestra el hecho de que su esposa, Catalina Dabos, fuera natural de Bayona, y que el propio Hubrecht muriera en aquella ciudad. Nada debe extrañar en esta asociación mercantil franco-holandesa, reflejo de otras muchas alentadas durante las primeras décadas del siglo xvii desde Holanda, para paliar los efectos de la guerra económica inflingida por la Monarquía Hispánica a las provincias rebeldes del Norte de los Países Bajos.

Cuando Hubrecht murió, su hijo Nicolás continuó con algunos de sus negocios, aunque ligado sobre todo a los círculos comerciales de Bayona. Allí estableció su vecindad y finalmente murió soltero en 1768 a la edad de setenta años. El resto de su descendencia fueron tres hijas, dos de las cuales ejercieron como dueñas de Bárbara de Braganza y con ese oficio permanecieron vinculadas al personal de la Corte, a pesar del fallecimiento de la Reina, hasta que murieron en 1768 y 1770, respectivamente. La única hija que contrajo matrimonio lo hizo con un cortesano francés natural de Saint Malo.

Por diversos avatares, y sobre todo por la falta de descendencia directa, durante el último cuarto del siglo xviii, la fortuna de Hubrecht pasó a convertirse en un elevado porcentaje en bienes de manos muertas, destinados a ejercer la caridad en el Hospital General de la Corte y en el convento de monjas de Santa Úrsula de Madrid.

 

Bibl.: C. Sanz Ayán, Estado, Monarquía y Finanzas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2004.

 

Carmen Sanz Ayán

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