Montesinos, Fernando. Fernando López Téllez. Vila Flor (Portugal), 22.VI.1588 – Amberes (Bélgica), 14.IV.1659. Asentista, arrendador de rentas y hombre de negocios.
Fernando Montesinos nació en la villa de Vila Flor, en la comarca lusa de Trasos-Monte, en el seno de una de las numerosas familias de origen judeoconverso que habitaban en aquella zona. Sus antepasados, los López Téllez, se dedicaban al comercio y al arrendamiento de rentas locales, lo que le permitió conseguir la riqueza suficiente como para acceder a algunos cargos municipales.
Aunque las relaciones comerciales con Castilla venían de antiguo, tras la muerte de su padre, en 1599, Fernando Montesinos y sus hermanos, actuando de modo coordinado, se trasladaron a Castilla. El joven Fernando se instaló en Baeza en 1602, como parte integrante de una red comercial familiar que, con centro en Valladolid, se extendía por Castilla y el sur de Francia. Hasta 1625 se preparó en la empresa familiar con estancias en diferentes lugares como las ferias andaluzas y murcianas, Valladolid, La Rochelle o San Juan de Luz. En esos años, sufrió diversos tropiezos tanto con la Inquisición como con la justicia real por su participación en negocios ilegales. En 1607, tanto Montesinos como su hermano Pedro, fueron acusados por el Santo Oficio de Córdoba de judaizar aunque su causa fue suspendida. En 1610, fue apresado por sacar ilegalmente bienes de moriscos a Francia y en 1618 se vio envuelto en un duro pleito con las autoridades por introducir moneda falsa en Castilla.
En 1625, Fernando Montesinos se asentó finalmente en Madrid como mercader de lonja. Desde allí actuaba como el representante de la casa de negocios familiar en la Península en correspondencia con otros hermanos situados en el suroeste francés y en Holanda. Afincado ya en Madrid, buscó, mediante el casamiento, enlazar con alguna importante casa de negocios de origen luso. En 1623, contrajo primeras nupcias con Catalina Rodríguez, que falleció dos años después. En 1628, se casó por segunda vez con Serafina de Almeida, emparentada con otras poderosas familias, como los Hierro de Castro o los Cortizos.
La casa de negocios, en la que Montesinos desempeñaba un papel cada vez mayor, logró un importante enriquecimiento. Este éxito económico se basó en operaciones comerciales de exportación de materias primas, en especial lanas, con destino a Holanda, y en la recepción y distribución por los mercados peninsulares de manufacturas procedentes del exterior, muchas de ellas holandesas. Estas relaciones comerciales tenían mucho de fraudulentas al eludir los embargos comerciales que las autoridades establecían con países enemigos como Holanda, desde 1623, o Francia, desde 1635. Así, en 1623, Montesinos se vio involucrado en una red de contrabando con Holanda descubierta por las autoridades y en 1629 hubo de suscribir, junto con otros mercaderes de origen luso, un asiento con la Corona para conseguir la devolución de una importante cantidad de mercancías incautadas por contrabando, circunstancia que se repitió en 1640. La creciente pujanza de Montesinos le permitió participar en el arrendamiento de pequeñas rentas municipales de Madrid en 1629 y 1632 junto con otros socios. Sin embargo, fracasó en su intento de participar en los arrendamientos más importantes como el de la renta de lanas en 1631 o la de los almojarifazgos de Sevilla en 1632.
El éxito económico fue acompañado de un cierto ascenso social, pero esta situación fue puesta en grave peligro al ser detenido por el Santo Oficio en septiembre de 1633 en el contexto de una amplia redada inquisitorial contra hombres de negocios portugueses de origen converso ligados al contrabando. Su causa, durante la que fue sometido a tormento, fue seguida en el Tribunal de Cuenca y se prolongó hasta octubre de 1637. Durante su proceso, los inquisidores se mostraron tan interesados en su supuesto criptojudaísmo como en sus relaciones comerciales con Holanda, lo que confirió a este juicio un sorprendente carácter político y económico. Su sentencia fue muy leve para los delitos que se le imputaban. Se le obligó a abjurar de vehementi y a una multa de 3.000 ducados. Tras este tropiezo, Montesinos reanudó sus negocios con rapidez, ya que su hacienda no había sido embargada por la Inquisición durante su proceso sino que había continuado siendo administrada por su familia, previo depósito de una fianza. A principios de 1638, obtuvo el arrendamiento de la renta de las salinas de Galicia y Asturias por diez años, asociado con su cuñado Sebastián Almeida y Castro, y lo renovó, ya en solitario, en 1647, por ocho años más. Este arrendamiento se completó con el de la renta de las salinas de Andalucía costa de la mar, que obtuvo en 1651 por diez años. Al mismo tiempo, la casa Montesinos inició su participación en asientos, tanto en moneda como en especie, entre los cuales destacó el suscrito en 1646 para abastecer la plaza de Ceuta por cuatro años y que fue renovado en 1650 por un nuevo cuatrienio.
Sus negocios con la hacienda no supusieron que se apartase de la actividad comercial en la que siguieron desempeñando un papel primordial la exportación de materias primas hispanas y la importación, muchas veces de manera ilegal, de manufacturas, trigo o sal extranjeros.
La creciente importancia de su casa de negocios permitió a Montesinos el ascenso social apoyado por personajes tan importantes como Manuel Cortizos, primo de su mujer. Esta relación con los Cortizos provocó que Montesinos y su esposa se viesen envueltos en una nueva oleada represiva inquisitorial que afectó a buena parte de la comunidad conversa lusa madrileña, a principios de la década de 1650 al hilo del cambio de actitud experimentado por la Inquisición ante los conversos lusos. En marzo de 1654, Montesinos fue detenido y su hacienda pasó a ser administrada por el Santo Oficio. Trasladado al tribunal de Cuenca, su causa se prolongó hasta enero de 1656.
Fue de nuevo condenado a abjurar de vehementi, a una multa de 6.000 ducados y a diez años de destierro de Madrid.
Cuando salió de la cárcel conquense, Montesinos se instaló primero en Ocaña y finalmente en Valdemoro.
La gran repercusión pública que tuvieron su detención y condena y la infamia social que ambas acarreaban, tanto para él como para su esposa, suponían el derrumbe de su imagen pública y la de su familia y ponían en una difícil situación a la casa de negocios. Estas dificultades le llevaron a tomar la decisión de marchar a Flandes. En el verano de 1656 emancipó a sus hijos Manuel y Bartolomé, quienes pasaron a hacerse cargo de la gestión de la casa de negocios en la Península. Él, su esposa y su hijo Enrique se trasladaron a Amberes, donde falleció el 14 de abril de 1659. A su muerte se corrió el rumor de que su cadáver había sido trasladado en secreto a Ámsterdam, donde se le habría enterrado como judío. Estos rumores, ratificados por un malsín judío huido de Holanda, llevaron, en febrero de 1661, al Santo Oficio de Toledo a iniciar un nuevo proceso contra la fama y memoria de Fernando Montesinos que finalmente fue suspendido.
La casa de negocios de Montesinos siguió prosperando bajo la gestión de sus hijos hasta que a fines del siglo XVII su nieto, Diego Felipe Montesinos, prácticamente se vio abocado a abandonar los negocios con la Hacienda Real al tiempo que conseguía comenzar a desprenderse del estigma social del origen converso de la familia con el acceso a un puesto honorífico como el de secretario de honor del rey Carlos II en 1690.
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Bernardo José López Belinchón