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Juan de Escalante

Biografía

Escalante, Juan de. Palos (Huelva), 1479 – Veracruz (México), XI.1519. Capitán de navío, miembro de la hueste de conquista de Hernán Cortés, gobernador de Veracruz.

No debe confundirse con otro onubense, Juan Gutierre Escalante, que también estuvo en la hueste del conquistador de Medellín. Tampoco tuvo parentesco con el santanderino Martín de Escalante, que en el repartimiento de 1514 aparecía avecindado en Salvaleón de Higüey (La Española) y con una encomienda de diez naborías de casa.

Al parecer, con sólo catorce años se embarcó en el segundo viaje de Cristóbal Colón, y posteriormente se sumó también al tercero, en 1498. Desde entonces se le pierde el rastro que no se retoma hasta 1515 en que se encuentra avecindado en la villa de Trinidad (Cuba). Participó en la expedición que encabezó Juan de Grijalva en enero de 1518, por orden del adelantado Diego Velázquez. Exactamente viajó como capitán de uno de los cuatro buques de la expedición que partió del puerto de Santiago y recorrió una parte de las costas del golfo de México. Las noticias arrojadas tras esta jornada fueron tan relevantes que precipitaron la de Hernán Cortés.

En 1518 la armada de Cortés partió del puerto de Santiago en dirección a La Habana. En su trayecto hizo una escala en la villa de Trinidad. Allí se unieron a su expedición un buen número de personajes, entre ellos los Alvarado, Cristóbal de Olid y Juan de Escalante.

El andaluz jugó un papel trascendental en los inicios de la expedición cortesiana; primero, porque conocía perfectamente el territorio, por haber sido un importante partícipe de la expedición de Grijalva. De hecho, Cortés siguió en todo momento la ruta descubierta por éste. Y segundo, porque era una persona muy carismática que arrastró consigo a un buen número de españoles dispuestos a servir al de Medellín.

Desde la misma partida de La Habana, Juan de Escalante estuvo al mando de uno de los once buques de la expedición. Arribaron a la isla de Cozumel, donde supieron que había dos españoles viviendo entre los indios, uno de ellos Jerónimo de Aguilar, que tan importante papel jugó como intérprete. Les buscaron pero no les encontraron. La casualidad quiso que, en el momento de partir, el navío de Juan de Escalante se averiara y se detuvieran un par de días, dando tiempo a llegar a su encuentro a Jerónimo de Aguilar.

Una vez en tierra firme, Cortés le incluyó entre sus hombres de confianza. Pedro de Alvarado y sus hermanos, Francisco de Lugo, Cristóbal de Olid, Hernández Portocarrero, Gonzalo de Sandoval y Juan de Escalante formaban una especie de informal consejo consultivo con el que Cortés ponía en común sus ideas. Muchas de las decisiones del extremeño debieron partir del consenso de este grupo de capitanes.

Desde su llegada al continente los españoles se percataron de que la conquista no iba a resultar fácil.

Los indios tarascos presentaron una gran resistencia y Cortés tuvo que organizar a sus hombres. A Diego de Ordás le encargó dirigir la decisiva caballería. Los pocos caballos de que disponían fueron entregados a los españoles que parecieron más hábiles, entre ellos a Juan de Escalante.

Estuvo presente en la fundación de la Villa Rica de Veracruz, participando en el nombramiento del de Medellín como justicia mayor y capitán general de los nuevos territorios. En el mismo mes de julio de 1519 encargó al andaluz que acarrease los pertrechos de los buques, así como toda la jarcia aprovechable, antes de destruir los navíos. Escalante almacenó las velas, los cables, las anclas y otros objetos en espera de una posible utilidad futura. Los impedidos debían quedarse en Veracruz, mientras que todos los hombres útiles, incluidos los marineros, acompañaron a Escalante hasta Cempoala. Cumplido su cometido retornó a Veracruz.

 El 16 de agosto de 1519, Cortés dejó todo dispuesto en Veracruz. Juan de Escalante quedaría como gobernador de la villa. A él debían obedecerle tanto los españoles a su cargo como los indios. De hecho, reunió a todos los indios aliados y les dijo: “Éste es mi hermano y lo que él mandare habéis de hacer, y si los soldados mejicanos os dieren molestia, él os ayudará”. Antonio de Herrera elogió su elección, pues “era hombre prudente y bastaba para cualquier efecto y gran amigo de Cortés”. Junto a él se quedaron unos ciento cincuenta hombres, los que Cortés estimó menos útiles, es decir, marineros, viejos y enfermos. También permanecieron allí las pocas mujeres castellanas que habían decidido viajar en la expedición. Más que la defensa frente a los indios, el objetivo fundamental era defender la villa frente a una posible expedición de castigo mandada por Diego Velázquez.

Curiosamente, también le encargó que velara celosamente por la custodia de un valioso bien: unas botas de vino y unos centenares de hostias que habían traído de Cuba y que había apartado “para la seguridad del Sacramento”.

El primer problema al que se enfrentó, en la segunda quincena de agosto de 1519, fue al de la arribada de cuatro barcos, al mando del capitán Martín de Pinedo. Pese a la sorpresa inicial, pensando que eran emisarios de Diego Velázquez, pronto se supo que los enviaba Francisco de Garay y que su objetivo era establecer un núcleo estable al norte de Veracruz.

Informado Cortés de todo ello, se negó a aceptar la petición, aunque los buques levantaron anclas antes de poder apresarlos. No desistió Garay que volvió a intentarlo infructuosamente en 1520 cuando mandó una segunda expedición.

Pero, pese a la creencia de Escalante y del propio Cortés, el mayor peligro no vino de los emisarios de Velázquez sino de los propios aborígenes. En noviembre de 1519, ocurrieron graves incidentes en torno a la recién fundada Veracruz. Quahpopoca, en nombre de los aztecas, solicitó a los pueblos totonacas el impuesto semestral que debían pagar. Ellos se negaron y acudieron a Juan de Escalante. El onubense salió en defensa de los indios aliados, pues, el propio Cortés le había encargado su protección, así como la de los indios cempoaltecas.

Pese a que los cronistas hablan de su prudencia, en esta ocasión no se mostró precisamente sensato. Menospreció la capacidad ofensiva del cacique Quahpopoca. Llegó a su pueblo y no sólo le pidió que desistiera del cobro del tributo sino que le reclamó una indemnización en oro. Éste se negó y sus hombres comenzaron a atacar al contingente español, mientras los indios aliados huían despavoridos. Escalante fue gravemente herido, y aunque tuvo tiempo de incendiar el pueblo de su enemigo, murió poco después en Veracruz a resultas de sus heridas. Otros seis españoles perdieron la vida, mientras que el leonés Juan de Argüello fue prendido por los indios y ajusticiado.

Poco después, unos indios tlaxcaltecas informaron a Cortés de lo sucedido. No existen pruebas de que Moctezuma II estuviese directamente implicado en estos hechos. Sin embargo, los españoles encontraron la excusa perfecta para apresarlo.

 

Bibl.: C. Pereyra, Hernán Cortés. Buenos Aires, Espasa Calpe Argentina, 1942; B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Madrid, Editorial Sopena, 1970; S. de Madariaga, Hernán Cortés, Madrid, Austral, 1986; G. Vázquez (ed.), La conquista de Tenochtitlán, Madrid, Historia 16, 1988; J. L. Martínez, Hernán Cortés, México, Fondo de Cultura Económica, 1990; J. L. Martínez, Documentos Cortesianos, t. I, México, Fondo de Cultura Económica, 1990; A. de Herrera, Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del Mar Océano, Madrid, Universidad Complutense, 1991; VV. AA., Personajes de la Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 1999; J. A. Vaca de Osma, Hernán Cortés, Madrid, Espasa Biografías, 2000; H. Thomas, La conquista de México, Barcelona, Planeta, 2000; Quién es quién de los conquistadores, Barcelona, Salvat, 2001; J. Miralles, Hernán Cortés, inventor de México, Barcelona, Tusquets Editores, 2001; J. M. González Ochoa, Quién es quién en la América del Descubrimiento, Madrid, Acento, 2003; J. Izquierdo Labrado, Palermos ilustres. Palos, Ayuntamiento, 2004; E. Mira Caballos, “La expedición de Martín de Pinedo a La Florida (1519): noticias inéditas”, en Revista de Historia Naval (Madrid), 89 (2005).

 

Esteban Mira Caballos

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