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Jacobo Zóbel de Zangróniz

Biografía

Zóbel de Zangróniz, Jacobo. Manila (Filipinas), 1842 – 7.X.1896. Empresario, numismático y farmacéutico.

Los Zobel procedían de daneses emigrantes a Hamburgo (Alemania), donde durante tres generaciones fueron bautizados, casados y enterrados en iglesias protestantes. Pero el abuelo de Jacobo, su abuelo Johann Andreas Zobel se traladó a Filipinas al autorizarse el comercio exterior en 1834, donde abrió el primer laboratorio químico y fundó la primera compañía de exploración minera en hierro y cobre. Su padre, Jacobo Zobel Hinsch, nacido todavía en Hamburgo, ya fue ciudadano español pues, al llegar a Manila en 1849, se casó con Ana Zangróniz Arrieta, hija de un juez de la Audiencia Real.

Su hijo Jacobo Zóbel de Zangróniz, fue el primer Zóbel plenamente español, pues nació en Manila. Era un hombre de gran talento para los negocios y la investigación, pues fue brillante numismático, arqueólogo, escritor y políglota. Casó con Trinidad Ayala de Roxas, por lo que se unieron “dos familias de gran abolengo”, aristocrático y económico, pues la familia de su mujer era propietaria del grupo de empresas Ayala y, aunque oriunda de Álava, habitaba en Filipinas desde 1795, mientras que, por parte de madre, descendía de Antonio Fernández de Rojas, piloto del galeón San José de Acapulco, que se estableció en Filipinas ya en 1695.

El padre de Zóbel, que era farmacéutico, le mandó a estudiar a Europa al Colegio de doctos de San Juan de Hamburgo, donde permaneció los años 1862 y 1863 y donde, además de Farmacia, atraído por la Historia y la Numismática, estudió Latín y Griego, que dominó a la perfección, junto con otros diez idiomas: español, alemán, francés, inglés, italiano, sueco, ruso, árabe, etrusco y caldeo. También viajó por París, Londres y Berlín, adquiriendo una gran cultura internacional, pues no sólo visitaba museos y colecciones sino que establecía relación con grandes personalidades, pues fue amigo personal del escritor Hans Christian Andersen, con quien se carteaba a menudo, y, en París, parece que se hospedaba en casa de J. Rothschild.

Su vida profesional es la de un activo empresario, apasionado con su trabajo, voluntarioso y resuelto, con aversión a la inactividad. Fue socio gerente de Ayala y Cía., compañía establecida en Manila por su abuelo materno en 1834. También fue representante en Filipinas de la casa francesa Charles Eiffel, que suministró el hierro utilizado en la Torre Eiffel de París y construyó sobre el río de Pasig el Puente Ayala y el Colgante, primeros puentes modernos de Filipinas.

Igualmente, fue el introductor de las bicicletas en Manila y en 1889 de tranvías inspirados en los de París y Nueva York, tras fundar, con el ingeniero Luciano M. Bremón y el banquero de Madrid Adolfo Bayo, la Compañía de Tranvías de Filipinas (1882), de la que fue presidente. Además, su compañía Ayala y Cía. financió la electrificación (1889) y el teléfono (1890) de Manila. Cuando trasladó su residencia a España en 1875, fue socio gerente de la Sociedad de Desecación de las Marismas de Lebrija, de Trebujena y Sanlúcar de Barrameda, de Sevilla y, posteriormente, de nuevo en Filipinas, fue síndico, consejero y director (1890) del Banco Español-Filipino de Isabel II, fundado por su abuelo materno en 1851.

Al volver a Manila tras su viaje de formación, comenzó un trabajo filantrópico para contribuir al desarrollo de Manila y a que los filipinos alcanzaran la mejor educación posible. Se ocupó de los departamentos de salud, agricultura, comercio e industria, ayudando a los talentos locales, y su casa se convirtió en un lugar de tertulias intelectuales y culturales. Jacobo Zóbel desempeñó el cargo de delegado de Farmacia en Filipinas, consejero de la ciudad de Manila (1869 y 1874) y llegó a ser alcalde de Manila, siendo el español más respetado. También fue socio de la Junta Administrativa de la Colonia, de la Junta de Sanidad de Manila, de la Junta de Reforma del Plan de Estudios de la Ciudad de Manila, de la Junta Central de Agricultura, de la Junta de Aranceles y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Por su labor, obtuvo en 1880 la Gran Cruz de Isabel la Católica y fue también nombrado caballero de la Orden de Carlos III y caballero comandante de la Orden de la Estrella del Norte, de Suecia.

Organizó el sistema escolar en Filipinas gracias al Decreto de Educación de 1863 y fundó la primera biblioteca en español con libros de agricultura e industria traducidos al tagalo. Estas ideas le llevaron a la cárcel al ser acusado de colaborar en el Motín de Cavite en 1872 dado su origen alemán y su colección de armas, permaneciendo seis meses en ella hasta salir ayudado por el Gobierno de Alemania, al que le unían ascendencia y quizás intereses afines con la política del príncipe de Birsmark en el Pacífico. Pero más que desleal con España, parece haber sido contrario a la ineficacia de las autoridades españolas, incapaces de comprender su más clarividente visión. Zóbel luchó para que los filipinos tuvieran representación en las Cortes, defendió la causa independentista y, a su muerte, su mujer y su hijo llegaron a apoyar al general independentista Emilio Aguinaldo, tanto por convicción como, probablemente, por defender sus importantes intereses.

Despertado su interés por la numismática desde su primer viaje a Europa, como evidencia el haber publicado en 1863, con apenas veintiún años, sendos artículos sobre moneda hispánica en la prestigiosa revista alemana Zeitschrift der Morgenlandischen Geselschaft y en los Sitzungsberichte der Berliner Akademie der Wissenschaften, al volver de nuevo a España en 1875 e instalarse en ella, se dedicó a la numismática y, en menor medida, a la epigrafía, campos en los que alcanzó reconocido prestigio. Como numismático, fue discípulo y amigo personal de Antonio Delgado, a quien dedicó en 1878 su obra máxima, el Estudio histórico de la moneda antigua española, ofrecida “Al insigne Maestro de Numismática, Antonio Delgado, su discípulo y amigo, Jabobo Zóbel de Zangróniz”, con lo que reconocía explícitamente quién le había formado, frente a Aloiss Heiss, cuya Description générale des monnaies de l’Espagne (París, 1870) fue denunciada como plagio por M. Rodríguez de Berlanga. Además, la obra de Zóbel sobre numismática hispánica muestra su gran talento numismático al pasar a ser una de las mejores —si no la mejor— de las hasta entonces publicadas.

Desde 1862 era socio del Ateneo de Madrid, fue voluntario adjunto al Real Gabinete de Monedas de Madrid y socio correspondiente de la Numismatischen Gesselschaft de Alemania y de la Königlischen Akademie der Wissenschaften zu Berlín, en la que publicó diversos trabajos en el decenio de 1880. Gran estudioso, siguiendo los renovadores pasos de Antonio Delgado sistematizó los estudios sobre las escrituras ibéricas, en las que señaló las variedades epigráficas geográficas, descubrió el carácter silábico consonántico de algunos signos, lo que abría definitivamente el camino para su desciframiento como escritura semisilábica realizado sólo en 1921 por Manuel Gómez Moreno. Además, señaló la existencia de desinencias, idea que llegó a estudiar y publicar en 1878 su amigo el P. Fidel Fita, con el que colaboraba. Su calidad como epigrafista fue reconocida por el mismo Emil Hübner, ya que es a Zóbel a quien dedica más espacio entre los estudiosos predecesores de su trabajo en la “Introducción” de sus Monumenta Lingua Ibericae. En esta obra, publicada en 1893, poco antes de morir Zóbel, sorprende la alta coincidencia con los epígrafes del “Archivo Zóbel”, lo que prueba una muy estrecha colaboración entre Jacobo Zóbel y Emil Hübner, que este último no menciona, sin excluir que Zóbel estuviera preparando una publicación que no llegó a ver la luz, aunque su trabajo pudo ser aprovechado para los Monumenta Linguae Ibericae.

En efecto, el “Archivo Zóbel”, conservado en la Real Academia de la Historia en dos de los cinco legajos donados por su hijo en 1919 (RAH, 11/8002 y 4), se debió formar hacia los años 1880-1886 y parece haber sido la base utilizada para realizar la citada obra de Hübner, que parece en gran medida basarse en los datos y conocimientos que le habría facilitado Zóbel. Está formado por fichas normalizadas de todas las inscripciones prerromanas por él conocidas, acompañadas de dibujos, croquis, trascripciones y lecturas, seguramente resultado de años de elaboración pero sistematizadas a inicios del decenio de 1880, cuya publicación parece que tenía en preparación: trece inscripciones tartésicas, cinco ibéricas meridionales, veinticuatro ibéricas levantinas, seis celtibéricas y ocho documentos diversos sobre epigrafía prerromana, entre los que destaca el inicio de un trabajo sin finalizar sobre la escritura prerromana de España (RAH, 11/8002/5) y otro sobre La escritura ibérica en Andalucía y Portugal (RAH, 11/8002/7 y 8), lo que indica que ya las consideraba del mismo sistema epigráfico. Además, a él se deben otros interesantes estudios epigráficos, como el del “Plomo de Gádor” o la trascripción del “Bronce de Luzaga” que facilitó a Fidel Fita cuando éste lo estudiaba, incluso corrigiendo las pruebas de imprenta (1882).

En la Real Academia de la Historia entró como correspondiente por Filipinas el 28 de abril de 1865, presentado por Vicente Cardedera, Antonio Delgado y Emilio Lafuente y Alcántara, pero también mantuvo estrechos contactos con Eduardo Saavedra y Aureliano Fernández Guerra. Fue propuesto para la medalla 16, vacante por el fallecimiento de José Amador de los Ríos, como “autor de la obra titulada Estudio histórico de la moneda antigua española desde su origen hasta el Imperio romano, que estaba imprimiendo, y de otros varios trabajos numismáticos, publicados en nuestro país y en los de Italia, Francia y Alemania”. La solicitud la firmaron el 12 de abril de 1878 Antonio Cánovas de Castillo, Cayetano Rosell, Eduardo Saavedra y Manuel Oliver y Hurtado. Fue elegido el 10 de mayo de 1878, pero no llegó a leer su discurso de ingreso tras varias prórrogas debido a sus ocupaciones y ausencias, entre las que estaban sus obligaciones de hombre de negocios de la Restauración y, quizás, la finalización y publicación de su libro sobre la moneda hispánica (1878). Por ello, pasó de nuevo a correspondiente al volver a Manila en 1892, donde moriría pocos años después.

Con Zóbel moría unas de las grandes figuras de la historia de España y Filipinas de la segunda mitad del siglo XIX y de la numismática y la epigrafía españolas. Tras su muerte, a causa de una enfermedad intestinal, su viuda donó sus papeles de estudio a la Real Academia de la Historia, que su hijo, Enrique Zóbel de Ayala, entregó en 1919 a través de Fidel Fita, “por haber sido Ud. uno de sus mejores amigos”. Al mismo tiempo, donó a la Academia “varias monedas antiguas e improntas de otras, que pertenecieron a la colección de su padre, Don Jacobo”, así como un ejemplar de su obra sobre la moneda hispánica “con anotaciones de su puño y letra”, lo que completaba la importante documentación sobre numismática y epigrafía prerromanas que constituyen el Archivo Zóbel (RAH, 11/8001-8005).

Su hijo, Enrique Zóbel, gran hombre de negocios y filántropo, como su padre, estableció en 1929 en Filipinas el Premio Zóbel para honrar las mejores letras filipinas en español, pues como él dijo: “No quiero que el español muera en Filipinas”. Este premio todavía se mantiene en la actualidad.

 

Obras de ~: “Spanische Münzen mit bisher unerklärtes Aufschirften”, en Zeitschrift der Morgenlandischen Geselschaft, XVII (1863), págs. 336-357; “Über einem bei Cartagena gemachten Fund spanisch-phönikischer Silvermünzen”, en Sitzungsberichte der Berliner Akademie der Wissenschaften (junio de 1863), págs. 253 y ss.; “Sobre la ciudad de Baesippo”, en El Arte en España, 1863, págs. 24-28; “Atribution d’une monnaie de la ville de Salacia”, en Revue Numismatique, N.S. 8 (1863), págs. 369 y ss.; “Noticia de varios monumentos que demuestran la existencia de un alfabeto desconocido empleado antiguamente en algunas regiones de la Bética”, en Memorial Numismático Español (MNE), 1 (1866), págs. 7-41; “Ensayo de atribución de algunas monedas ibéricas de la ciudad de Salacia”, en MNE, 1 (1866), págs. 97-110; “Atribución de una moneda inédita a Serpa”, en MNE, 2 (1868), págs. 38-48; “Die Münzen von Sagunt”, en Commentationes philologicae in honores Th. Mommseni, Berolini, 1877, págs. 805-824; Noticia de varios monumentos que demuestran la existencia de un alfabeto desconocido empleado antiguamente en algunas regiones de la Bética, s. l., s. f.; Estudio histórico de la moneda antigua española desde su origen hasta el Imperio romano, Madrid, Imprenta Zaragozano y Jayme, 1879 y 1880, 2 vols. (en MNE, IV y V); “Uber die antike Numismatik Hispaniens”, en Sitzungsberichte der Berliner Akademie der Wissenschaften, Juni 1863, Berlin, 1881, págs. 806-832.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Expediente personal.

E. Hübner, Monumenta Linguae Ibericae, Berolini, 1893, págs. XVII-XVIII; “Jacobo Zobel de Zangróniz: ein Lebensbild aus der jüngsten Vergangenheit der Philippinischen Inseln”, en Deutsche Rundschau, Berlin, 1897, págs. 16-32 y 420- 445; “Zóbel de Zangróniz, Jacobo”, en VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-americana vol. XIV, Madrid, Espasa Calpe, 1912, págs. 1317-1318; F. Mateu y Llopis, Cartas numismáticas de Don Jacobo Zobel de Zangroniz a Don Alvaro Campaner y Fuertes (1862-1881), seleccionadas y anotadas, Madrid, Imprenta y Editorial Maestre, 1949; M.ª V. A lberola, Guía de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1995, pág. 114; L. Brillantes, Años del Premio Zobel, Manila, 1998; M. Almagro-Gorbea, “El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Pasado, presente y futuro”, en M. Almagro-Gorbea (ed.), El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999, págs. 161-164; “Jacobo Zóbel de Zangróniz”, Catálogo de la Real Academia de la Historia, I.1.1.

Epigrafía Prerromana, Madrid, Real Academia de la Historia, 2003, págs. 443-447.

 

Martín Almagro-Gorbea

Relación con otros personajes del DBE