Cueva, Francisco de la. Liendo (Cantabria), 1653 – La Rioja, c. 1710. Retablista y maestro de obras.
Nacido en Liendo en 1653 y fallecido hacia 1710, después de una larga y fructífera estancia en tierras de La Rioja que alcanza su clímax en la última década del siglo xvii. Artista polifacético (arquitecto de retablos y maestro de obras) que se formó al calor del foco de Briones y de Diego de Ichaso (según se demuestra en el colateral de Nuestra Señora del Rosario para Matute que hace junto con Juan de la Biesca, 1671), su desarrollada capacidad como tracista y su dominio de la columna salomónica y de los esquemas churriguerescos (de los que se puede considerar con toda justicia como el mejor intérprete en toda la región), le abrieron las puertas de la fama, hasta el punto de ser nombrado “veedor de las obras de arquitectura del Obispado“. Él, por ejemplo, fue el encargado de dotar de columnas salomónicas al retablo mayor de Sotés que había concertado el arquitecto Alonso de San Juan (1678) para imprimirle un aire “más moderno” o, por voluntad expresa de la viuda de Pedro de Oquerruri, fabricar seis columnas salomónicas para el colateral de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Asensio, a diferencia de como había sido contratado (1681). También Alonso de San Juan puso en sus manos en 1683 la realización de las columnas para el retablo mayor de Meruelo (Cantabria). Pero es en el retablo mayor de Hornillos (1680), siguiendo el proyecto de su colega Sebastián Ibáñez, donde dejó la verdadera impronta de su destreza, al reconvertir por completo al nuevo estilo el modelo conquiforme que previamente había empleado Diego de Ichaso en el retablo mayor de la iglesia de San Andrés de Anguiano. De ahí que, a partir de entonces, los encargos se sucedieran con rapidez.
Con el fin de hacer frente a tantos compromisos, el 19 de diciembre de 1685 decidió formar compañía en Logroño con su colega Sebastián Ibáñez, al que para entonces conocía ya muy bien (1685). En 1689 construía el retablo de Nuestra Señora de la Esperanza para la iglesia de Pancorbo (Burgos), siguiendo trazas de Jerónimo de la Revilla.
El que fue obispo de Barcelona, fray Benito de Salazar, natural de Baños de Río Tobía, lo eligió en 1690 para proyectar y realizar su capilla sepulcral (con la consiguiente sacristía y mobiliario litúrgico) en el monasterio de Yuso, además de algunos trabajos concretos en la ermita familiar de Nuestra Señora del Rosario, situada a escasos pasos de su palacio de Baños de Río Tobía y de la alhóndiga municipal que había mandado edificar a su costa. También le encargó la remodelación de la capilla de la Visitación que acababa de adquirir la familia en la entonces colegial de Santa María de la Redonda de Logroño.
Fruto de su permanencia en el valle de San Millán fue una demanda interpuesta por el visitador del convento, quien adujo que vivía en incontinencia con la viuda Ana de Monasterio, razón por la que en 1691 optó por dar poder al maestro de obras Sebastián Gutiérrez, natural de Liendo, para que lo representara en sus pleitos. Pero también fue el medio que le brindó la posibilidad de trabajar en compañía del rejero-relojero logroñés Sebastián de Medina y del escultor de su tierra Mateo de Rubalcaba, formando entre los tres un equipo muy conjuntado. Fue así como la iglesia de San Millán de Yuso se llenó de rejas siguiendo un ampuloso lenguaje barroco o como ese mismo espíritu acabó trasplantándose también a la capilla de Nuestra Señora de la Antigua de la iglesia logroñesa de Palacio (1692) o al trascoro de la catedral calceatense, sin olvidar que la reja que cierra el sepulcro de Santo Domingo es obra también de Sebastián de Medina. La arquitectura puesta al servicio de un todo.
Afincado luego en Nájera para hacerse cargo en los primeros momentos de la construcción del retablo mayor del monasterio de Santa María la Real (1692), fueron muchas las localidades riojalteñas (especialmente de las cuencas del Oja y del Najerilla) que solicitaron sus servicios: retablos mayores de Tricio y Uruñuela junto con los escultores Mateo de Rubalcaba y Andrés de Monasterio (1692), sillería del coro de Ezcaray, retablo y guarniciones como remate para la cajonería de la sacristía de San Millán de Yuso (1697), tasación de los colaterales fabricados por Juan y Pedro de Helguero para la iglesia de Briones (1697), construcción del retablo mayor de Santurde en compañía de Fernando de la Peña (1698), reconocimiento del retablo mayor de Navarrete con Mateo de Rubalcaba, en representación de los intereses del arquitecto Fernando de la Peña (1698), tasación del retablo mayor de San Cosme y San Damián de Arnedo con Domingo Antonio de Elcaraeta, en representación de los intereses de su autor José de Tobar (1699), trazas para el retablo mayor de Badarán (1700), sillería del coro en la colegial de San Miguel de Alfaro con Mateo de Rubalcaba (1700), traza para el colateral del Dulcísimo Nombre de Jesús en la iglesia de Castañares de Rioja (1702), tasación de las trazas del retablo mayor de Entrena con Fernando de la Peña Carrera (1702), tasación del retablo mayor de Entrena con Domingo Antonio de Elcaraeta (1707).
Sus prototipos se caracterizan en términos generales por incorporar en la base una media caña poblada de hojas “crespas y nerviosas”, que sirve de asiento a un alto zócalo sobre el que se proyecta un cuerpo único estructurado en tres calles, coronado por un poderoso entablamento (con tambanillo y florón central por cimera), que a su vez actúa de soporte de un ático con arbotantes o aletones espirales, formando así una impactante escenografía que recuerda los arcos de triunfo renacentistas, aunque cargados ya de un desbordante follaje. Discípulos suyos fueron Mateo de Usabiaga, Diego del Campillo y Baltasar de Lazbal, entre muchos otros.
Obras de ~: Colateral de Nuestra Señora del Rosario, Matute (La Rioja), 1671; Columnas del retablo mayor, Sotés (La Rioja), 1678; Retablo mayor, Hornillos (La Rioja), 1680; Columnas del retablo mayor, Meruelo (Cantabria), 1683; Retablo mayor de La Redonda, Logroño, 1684; Capilla de fray Benito de Salazar y mobiliario litúrgico en el monasterio de de Yuso, San Millán de la Cogolla (La Rioja), 1690; Capilla y retablo de Nuestra Señora de la Antigua en la iglesia de Palacio, Logroño, 1692; Retablo mayor del monasterio de Santa María la Real, Nájera (La Rioja), 1692; Retablo mayor, Tricio (La Rioja), 1692; Retablo mayor, Uruñuela (La Rioja), 1692; retablo y guarniciones para los cajones de la sacristía del monasterio de Yuso, San Millán de la Cogolla (La Rioja), 1697; Retablo mayor, Santurde (La Rioja), 1698; Sillería del coro para la iglesia colegial de San Miguel, Alfaro (La Rioja), 1700.
Bibl.: J. Martínez Díez, Historia de Alfaro, Logroño, Gráficas Ochoa, 1983; J. M. Ramírez Martínez y J. M.ª Ramírez Martínez, La Escultura en La Rioja durante el Siglo xvii, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1984; J. M. Ramírez Martínez, La Iglesia de Navarrete, Oyón (Álava), Argraf, 1988; J. J. Vélez Chaurri, El Retablo Barroco en los Límites de las Provincias de Álava, Burgos y La Rioja (1600-1780), Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1990; M.ª del C. González Echegaray et al., Artistas Cántabros de la Edad Moderna, Salamanca, Europa Artes Gráficas, 1991; J. M. Ramírez Martínez, Retablos Mayores de La Rioja, Agoncillo (La Rioja), Labelgrafic, 1993; Guía Histórico-Artística, Logroño, Gráficas Ochoa, 1994; “Alfaro en sus Monumentos Religiosos”, en Graccurris (Ayuntamiento de Alfaro-Gobierno de La Rioja), 9 (1999).
José Manuel Ramírez Martínez