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Juan Pérez de Zorita

Biografía

Pérez de Zorita, Juan. Cañete de las Torres (Córdoba), 1516 – La Plata (Argentina), c. 1590. Conquistador, fundador, gobernador de Tucumán y de Santa Cruz de la Sierra.

Hijo de Alonso Díaz de Zorita y de Inés Fernández de Córdoba. Inició su carrera militar en 1536.

En 1539 estuvo al servicio de Carlos V en las galeras, bajo las órdenes del capitán general Bernardino de Mendoza. Tomó parte en las guerras contra los beréberes norteafricanos, combatiendo en Caramami y Argel. También luchó en Tremecén, donde tuvo una compañía bajo su mando. En 1548 se encontraba en Granada. Debió de embarcar para América hacia 1550, junto con su hermano Alonso. En 1553 se hallaba en Perú, donde combatió contra la rebelión de encomenderos dirigida por Francisco Hernández Girón contra la Audiencia de Lima. Estuvo casado con Jerónima de Mena y Saldaña.

En enero de 1557, por orden del virrey del Perú y gobernador de Chile, Andrés Hurtado de Mendoza, se encargó de trasladar de Lima a Chile parte del séquito y de las tropas del virrey. Éste le nombró teniente de gobernador y justicia mayor de Tucumán, Juríes y Diaguitas (noroeste de la actual Argentina) y le dio instrucciones para que marchara allí a pacificar a los indios y a establecer nuevas colonias. Atravesó la cordillera de los Andes y con cien soldados que le proporcionó el virrey y algunos sacerdotes, se dirigió a la capital de Tucumán, Santiago del Estero, adonde llegó a finales de 1557. Tras repoblar la ciudad, ésta se convertiría en el centro irradiador de nuevas fundaciones en la región.

A mediados de 1558, marchó al valle de Quimivil, en la provincia de Catamarca, y fundó allí una ciudad a la que llamó Londres en honor de la esposa de Felipe II, María Tudor. Pretendió cambiar el nombre de Tucumán por el de Nueva Inglaterra, pero este nombre no prosperó. Mientras dirigía los trabajos de organización y defensa de la ciudad y recorría los alrededores para efectuar la distribución de tierras y encomiendas, envió al capitán Julián Sedeño a buscar un emplazamiento en el valle de Calchaquí, donde éste fue recibido hostilmente por los indígenas, quienes se habían sublevado contra los encomenderos. Avisado Zorita, marchó personalmente y consiguió reducir a los indios, algunas tribus por la fuerza y otras de manera amistosa. En este valle, en la ruta que habitualmente se seguía de Tucumán al Perú, fundó la ciudad de Córdoba, en febrero o marzo de 1559. Hacia la mitad del año 1560 fundó otra ciudad en la zona, a la que puso el nombre de Cañete, en honor del virrey Mendoza, marqués de Cañete.

Tras ello, regresó a Santiago del Estero.

La ubicación elegida por Zorita para estas fundaciones revela su gran talento estratégico. Londres era un alto en el camino que desde Chile conducía a Tucumán y a Santiago del Estero y debía prestar ayuda a Cañete y a Córdoba en caso de ataques indígenas.

Estaba destinada a ser, con el tiempo, cabecera del aprovisionamiento en el intercambio comercial entre ambos territorios. Córdoba, emplazada en el centro del territorio de los indios diaguitas, en el camino de los valles que llevan a Charcas y a Lima, era una defensa para la fundación de Chicoana, continuamente amenazada por los indios pulares, y podía considerarse el núcleo inicial de necesarias fundaciones en los valles de Salta y Jujuy, punto estratégico en el que convergían las rutas procedentes del Perú y las que se abrían hacia el sur. Por su parte, Cañete era una avanzada de protección para las caravanas mercantiles y las expediciones que siguiesen el camino de Calchaquí a Santiago del Estero. Así, constituían las tres ciudades un potente sistema de fortificación triangular, que implicaba la defensa recíproca y la protección de Santiago del Estero. No obstante, los medios con que se poblaron fueron muy escasos: unos pocos habitantes de Santiago del Estero con sus familias y una pequeña guarnición de aproximadamente veinte soldados en cada ciudad, lo que las hacía muy vulnerables a los ataques indios si no eran socorridas desde el exterior.

En 1560, cuando el virrey Hurtado de Mendoza estaba a punto de ser cesado en su cargo, Zorita le solicitó la revalidación de sus títulos. Accedió el virrey a ello y en febrero de 1560, por medio de una provisión dada en Lima, le confirmó en el cargo de justicia mayor y teniente de gobernador de Tucumán, Juríes y Diaguitas. Poco después viajaba a Córdoba, donde el 3 de julio fue leída la provisión. Al volver a Santiago del Estero tuvo que someter a los indios juríes que se habían rebelado contra sus encomenderos y se habían concentrado en las ciénagas del río Salado.

A principios de 1561, el nuevo virrey del Perú, Diego López de Zúñiga, conde de Nieva, decidió separar la región de Tucumán de la jurisdicción de Chile y nombró gobernador de ella a Pérez de Zorita.

Los colonos, descontentos con las rigurosas medidas adoptadas por éste para impedir los abusos contra los indios, preferían estar bajo la tutela del gobernador de Chile. Hubo una revuelta en Londres y los vecinos enviaron emisarios a Chile para quejarse de Zorita.

Éste sofocó la revuelta sin demasiados problemas, ya que la guarnición de la ciudad se puso en seguida de su parte, y castigó severamente al alcalde y al regidor.

Zorita había proyectado una nueva fundación, en el valle del Jujuy, que llevaría el nombre de Nieva en honor del nuevo virrey. No pudo llevar a cabo su proyecto por verse envuelto en las luchas intestinas que sostuvieron los españoles de Perú y Chile por el dominio de Tucumán.

En 1558, había sido nombrado gobernador de Chile Francisco de Villagrán, aunque hasta 1560 no llegó la noticia de su nombramiento. Sostenía éste que la provincia de Tucumán no debía pertenecer a Perú sino que debía incluirse en la jurisdicción de Chile, por lo que a principios de 1561 solicitó de la Audiencia de Lima que le fuera añadida a su cédula de gobernador, en la que no se mencionaban Tucumán, Juríes y Diaguitas, una provisión para gobernar en esta zona, ya fuera personalmente o por medio de un teniente de gobernador. Se basaba para ello en la renuncia a su nombramiento como gobernador de Núñez de Prado, al gobierno de Hurtado de Mendoza a través de Pérez de Zorita y en las denuncias interpuestas contra éste ante la Audiencia de Chile por encomenderos que estaban descontentos con las medidas que había tomado para impedir los malos tratos a los indios.

La Audiencia se hizo eco de los supuestos agravios y el 7 de febrero de 1561 concedió a Francisco de Villagrán la gobernación de Tucumán. A continuación, Villagrán nombró al capitán Gregorio de Castañeda como su teniente de gobernador. Comenzó entonces un litigio entre las Audiencias de Chile y de Lima por el gobierno de Tucumán. El 20 de marzo, al día siguiente de salir Villagrán hacia Chile para ocupar su cargo, el procurador Alonso Pérez de Zorita presentó un escrito ante la Audiencia de Lima en el que protestaba por la inclusión de estas provincias en la gobernación de Chile y solicitaba la revocación del cargo de Villagrán. Francisco de la Torre, apoderado de Villagrán, replicó a Alonso Pérez de Zorita sosteniendo que anteriores gobernadores de Chile, como Pedro de Valdivia y Andrés Hurtado de Mendoza habían tenido estas provincias bajo su jurisdicción.

Finalmente, el 29 de abril de 1561, la Audiencia falló en contra de las pretensiones de Villagrán, determinando que Juan Pérez de Zorita permaneciera en el cargo de gobernador. Pero era demasiado tarde para evitar el conflicto, ya que mientras los procuradores pleiteaban en Lima, el capitán Castañeda recorría Charcas para sumar soldados a su causa y a finales de 1561 se encontraba en Tucumán, llevando órdenes de Villagrán de tomar juicio de residencia a Pérez de Zorita. Éste desacató la autoridad del capitán, negándose a reconocer a Villagrán como su sustituto, por lo que fue destituido de su cargo y enviado a Chile. El 20 de agosto de 1561, el capitán Castañeda comenzó la fundación de la ciudad de Nieva que había proyectado Zorita.

Al año siguiente, la actuación de Gregorio de Castañeda pondría en peligro la labor fundadora de Zorita, justo cuando las ciudades de Londres, Córdoba y Cañete empezaban a consolidarse y a ampliar el intercambio comercial con las provincias de Chile y Potosí. Hasta entonces, la tranquilidad en la zona, donde los españoles estaban en manifiesta desigualdad numérica frente a los indios, había sido posible gracias a la habilidad de Zorita para manejar los asuntos indígenas, pero los abusos y la violencia empleada contra éstos por Castañeda, quien incluso se atrevió a golpear a uno de los principales caciques calchaquíes, desencadenó un levantamiento indígena que duró casi cuatro meses. Viendo Castañeda que las fuerzas bajo su mando eran insuficientes para sofocarlo, dio orden de abandonar Cañete y Londres, cuyos vecinos fueron trasladados a Santiago del Estero.

En 1563 moría Francisco de Villagrán, sucediéndole en el cargo de gobernador su primo Pedro de Villagrán. En ese mismo año, terminaba el sonado conflicto jurisdiccional entre Chile y Perú por la gobernación de Tucumán, cuando el 29 de agosto se hizo pública una real cédula que hacía de la región una gobernación autónoma segregada de la usurpación chilena llevada a cabo por Francisco de Villagrán.

Mediante este documento, Felipe II ordenaba que Tucumán dependiera del Perú como autoridad jerárquica inmediata y Chile tuvo que abandonar sus pretensiones de controlar la zona.

Pedro de Villagrán nombró a Zorita su maestre de campo con el grado de general, por medio de una provisión dada en Santiago del Estero el 12 de septiembre de 1564 y que al día siguiente fue leída públicamente en la plaza a la salida de la misa mayor. En la provisión ordenaba Villagrán a todos sus capitanes y soldados que se pusieran bajo el mando exclusivo de Zorita, le otorgaba a éste potestad para efectuar levas y traslados de tropas, nombrar tenientes y darles las comisiones que estimara oportunas y organizar las tropas sin ningún tipo de intromisión. Los términos en que Villagrán se refería a Zorita no podían ser más elogiosos, tanto en lo profesional como en lo personal. Destacaba su capacidad como militar, su habilidad para pacificar a los indios, ya fuera sometiéndolos o empleando la diplomacia, su fidelidad y su valor, se refería a él como persona de calidad y le llamaba caballero hidalgo.

En enero de 1564, cuando Zorita se encontraba accidentalmente en la ciudad de Concepción, preparándose a partir a Perú para gestionar ante la Audiencia de Lima sus derechos sobre el gobierno de Tucumán, se produjo una sublevación de indios araucanos que amenazaron las fundaciones españolas e intentaron sitiar la ciudad. Zorita marchó rápidamente a Angol para sacar soldados de allí y trasladarlos a Concepción para reforzar con ellos su defensa. Consiguió cincuenta soldados, pero cuando el 22 de enero regresaba hacia Concepción, los indios prepararon una emboscada al paso de la hueste por el río Andalién.

Cogidos por sorpresa, los soldados sufrieron numerosas bajas. Se perdieron también los caballos y el fardaje que llevaban, y los supervivientes, no pudiendo replegarse hacia Angol ni volver a Concepción, tuvieron que ir hacia el norte. Cinco días después llegaron a Teno, donde pudieron ser socorridos por los españoles que tenían sus estancias en aquella zona. Desde allí, Zorita comunicó al Cabildo de Santiago del Estero el desastre sufrido y la situación de desamparo en que se encontraban las poblaciones del sur de Chile.

También prestó servicio militar a Rodrigo de Quiroga, sustituto de Pedro de Villagrán en la gobernación de Chile, quien en 1565 le otorgó una provisión para la conquista y población de la Ciudad de los Césares o Trapananda, región mítica que se suponía ubicada en alguno de los valles cordilleranos de la Patagonia, entre Chile y Argentina, y que fue buscada incansablemente por los conquistadores por suponer que estaba llena de oro y plata. No llegó a realizar el viaje.

En 1570, el virrey Francisco de Toledo le confió el corregimiento de La Paz. El 2 de noviembre de 1571, le nombró gobernador de Santa Cruz de la Sierra (actual Bolivia) con instrucciones de pacificar a los indios guaraníes que atacaban la zona y fundar allí dos pueblos, uno en la Barranca y otro en Condorillo.

En 1571 organizó y comandó las primeras exploraciones para la conquista de los llanos de los Mojos, en la selva amazónica (en la actual Bolivia).

En 1574 se produjo un levantamiento de indios araucanos. Al mismo tiempo, algunos habitantes de Santa Cruz, encabezados por Diego de Mendoza, se rebelaron contra la autoridad del virrey Toledo y apresaron a Zorita. Finalmente, el virrey mandó ejecutar a Mendoza y restituyó el gobierno a Zorita.

El 11 de mayo de 1575, también por indicación del virrey Toledo, trasladó la población de Santa Cruz de la Sierra a los llanos de Grigotá (actual Bolivia), y allí gobernó hasta finales de 1580, en que fue sustituido en el cargo por Lorenzo Suárez de Figueroa. Dejó una relación escrita de la época en que fue gobernador de esta región, en la que describe la geografía, el clima y los recursos naturales, la calidad de la tierra y su fauna y su flora. También aporta información sobre la cultura material de los indios charcas y guaraníes y su forma de vida y costumbres.

En 1583 fue enviado por la Audiencia de Charcas a tomar residencia al capitán Luis de Fuentes y demás oficiales reales de la ciudad de San Bernardo de Tarija (extremo sur de la actual Bolivia), con encargo de inspeccionar la frontera de los guaraníes en la provincia de La Plata (actual Argentina).

El 9 de diciembre, desde la ciudad de La Plata y ante su alcalde Gaspar de Saldaña, mandó hacer un traslado de las provisiones que había recibido de los sucesivos virreyes, la Audiencia de Charcas y los gobernadores de Chile para presentarlas a las Audiencias correspondientes y al rey de España y hacer una reclamación económica. Afirmaba que se le debían 37.000 pesos de plata por los nueve años que había estado en el cargo de gobernador de Santa Cruz, de los que sólo se le habían pagado 4000.

El 3 de febrero de 1584, escribió una carta a Felipe II desde La Plata. En ella hacía una enumeración de los servicios que había prestado a España durante más de cuarenta años. Se quejaba de haber tenido que desempeñar el cargo de gobernador sin que la Corona le hubiese proporcionado ayuda ni de tropas ni económica, con excepción de una partida de soldados y 3000 pesos que le entregó el virrey Hurtado de Mendoza para la fundación de las ciudades del Tucumán y la pacificación de los indios. Calculaba en más de 35.000 pesos el dinero que había gastado de su propia hacienda para el mantenimiento de su gobernación, por lo que decía hallarse endeudado y solicitaba que le fuera pagado el sueldo que se le debía, o que se le concediera algún tipo de merced en atención a los servicios prestados, como alguna encomienda de indios o algún oficio con el que poder mantener a su mujer y a sus hijos. Es ésta la última noticia documental que de él se tiene. Se cree que falleció en La Plata pocos años después.

 

Bibl.: Memorial Histórico Español, Colección de documentos, opúsculos y antigüedades, vol. IV, Madrid, Real Academia de la Historia, 1852, págs. 190-196; D. Barros Arana, Historia general de Chile, vol. II, Santiago de Chile, Rafael Jover Editor, 1884, págs. 192-202; C. Morla Vicuña, Estudio histórico sobre el descubrimiento y conquista de la Patagonia y de la Tierra del Fuego, Leipzig, F. A. Brockhaus, 1903; R. Levillier (dir.), Gobernación de Tucumán: papeles de gobernadores en el siglo xvi, Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1920; A. Zinny, Historia de los gobernadores de las provincias argentinas, vol. I, Buenos Aires, Vaccaro, 1920, págs. 132-134; R. Levillier, Biografías de conquistadores de la Argentina en el siglo xvi, Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1928, págs. 147- 157; A. Ballesteros Beretta (dir.), Historia de América y de los pueblos americanos, vol. VIII, Barcelona, Salvat, 1942, págs. 469-473; R. Levillier, Guerras y conquistas en Tucumán y Cuyo, Buenos Aires, Porter Hnos., 1945; A. de Góngora y Marmolejo, Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año de 1575, Madrid, Ediciones Atlas, 1960 (Biblioteca de Autores Españoles, t. 131); P. Mariño de Lobera, Crónica del reino de Chile, Madrid, Ediciones Atlas, 1960 ((Biblioteca de Autores Españoles, t. 131).

 

Cristina González Hernández