Ayala, Fray Pedro de. Guadalajara, 1503 – Guadalajara (México), 19.IX.1569. Fraile franciscano (OFM), obispo de Nueva Galicia.
Perteneciente al poderoso linaje de Ayala, nació en 1503. Su padre, del mismo nombre, participó en la guerra de Granada y Hernando de Ayala, su hermano, recibió la encomienda de Ballesteros de la Orden de Calatrava.
Sabemos que fue persona letrada, debido a que en una carta al rey (2 de marzo de 1567) se defendía de quienes lo acusaban de lo contrario: “Han tratado de mí como de persona ignorante: Yo oí mis artes, filosofía y teología, y gasté buenos años en esto. En Alcalá de Henares en San Francisco y en el Colegio de San Pedro y San Pablo, que está contiguo al Colegio Mayor, donde fui colegial y guardián, y no fui de los que menos trabajaron”.
En 1555, fue nombrado segundo obispo de Guadalajara, cargo que había estado vacante desde la muerte de Pedro Gómez Maraver en 1551. En julio de ese año, se expedían dos licencias y una Real Cédula (17 de julio de 1555) para que llevase consigo cuatro esclavos, ocho criados y para que la Casa de la Contratación diera 350 ducados, a cuenta de su salario, para su aviamiento. Recibía una Real Provisión (28 de agosto de 1555) para pasar a residir en su obispado sin aguardar la recepción de sus bulas.
El 26 de febrero de 1557 se expedían tres reales cédulas. La primera, a los oidores de la Audiencia de Guadalajara y oficiales reales de la Provincia de Nueva Galicia, concediendo a fray Pedro de Ayala ¾ partes de diezmos durante la sede vacante desde el deceso de su antecesor; el ¼ restante se daba para la fábrica de la catedral. La segunda, a la Audiencia de Guadalajara y demás justicias, para que pagaran a Ayala o a su apoderado ¾ partes de diezmos durante la sede vacante, aunque aquel muriese antes de llegar a su obispado, debido a los muchos gastos que estaba realizando. La tercera, dada por petición del obispo, tenía como fin destinar los dos novenos de la Corona durante seis años a la conclusión de los edificios de la diócesis.
El 27 de enero de 1559 se otorgaron dos Reales Cédulas. La primera, al obispo de Lugo, jueces y oficiales de la Casa de la Contratación, con el objeto de que, en lugar de dar a los oficiales reales 800 ducados para ornamentos, cálices y cruces de las iglesias de Nueva Galicia, se entregasen directamente a Ayala para que fuera él quien los empleara en lo mismo y los llevara consigo. La segunda, a la Audiencia de Guadalajara, para que hicieran justicia al obispo y desalojasen a Juan de Zaldívar, vecino de la ciudad que había participado en la conquista de Nueva Galicia, de las casas obispales sin que nadie recibiera agravio.
El 26 de agosto de 1559 escribía al rey dos cartas para informarle de haber pasado a México sin haberse consagrado como obispo, de acuerdo con la Real Provisión de 1555, y de haber entregado una provisión al virrey Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón y a los oidores de la Audiencia de México para que estos dieran cuenta de si era más conveniente erigir la catedral, la Audiencia y la fundición en Compostela o en Guadalajara. Comunicó que estos se habían manifestado en contra de que hubiera una Audiencia en Guadalajara, pretextando que era suficiente con un alcalde mayor. Finalmente, notificaba la existencia de un luterano en las minas de Zacatecas que había sido sentenciado por el provisor.
El 3 de mayo de 1560 recibía una Real Cédula, en respuesta a su misiva de agosto del año anterior, que exponía las incidencias en el despacho de sus bulas y la conveniencia de que la catedral residiera en Guadalajara.
Una carta de 27 de enero de 1561 parece vislumbrar ya los primeros problemas para Ayala. En ella avisaba, por un lado, de que el obispado había sido mal gobernado por el deán Bartolomé de Rivera durante la sede vacante. Suplicaba que se advirtiera al arzobispo de México, Alonso de Montúfar, del comportamiento inadecuado de aquel y para que este favoreciera la justicia. Asimismo, informaba de algunas provisiones de curatos y de haber amonestado al cabildo eclesiástico de Guadalajara. Por otro lado, pedía que se hiciera una Casa de Moneda y que hubiera más oidores en la Audiencia, debido a que solo había dos, y que se les exigiera a estos que ayudasen y favoreciesen en el trabajo del obispo. Solicitaba los nombramientos de chantre y arcediano para Jorge Pérez y Diego de Meruelo, respectivamente. Manifestaba los pleitos entre los obispados de Guadalajara y Michoacán, y que este se contentara con la provincia tarasca, muy grande y distinta. Prevenía de la gran necesidad que hay de 30 franciscanos para la doctrina. Pedía la creación de un nuevo obispado en Chametla y que se incentivase el poblamiento en Compostela. Advertía de que no convenía conceder dignidades a cambio de favores y suplicaba merced para comenzar a construir la iglesia de Guadalajara por ser la que había muy pequeña y de paja. Esta carta recibía respuesta el 31 de agosto del mismo año, con una Real Cédula al virrey Velasco para que diera favor y ayuda a Ayala en la administración de su diócesis.
Llegaron, finalmente, las ansiadas bulas y se remitían el 11 de febrero de 1562. Se envió una Real Provisión para que la Audiencia de Guadalajara y todos los jueces, justicias, concejos, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos, viendo las bulas, dieran posesión de aquella iglesia y obispado al franciscano. El 15 de marzo de 1562 escribía al monarca para exponerle una serie de cuestiones. Primero, agradecía la merced para que la iglesia catedral residiera en Guadalajara. Segundo, reiteraba los problemas con el obispo de Michoacán a cuenta de la demarcación territorial. Tercero, insistía en la mucha necesidad del obispado que había estado diez años sin prelado, así como en la falta de frailes que administrasen la doctrina católica, y pedía que se escribiera a este respecto a fray Juan de Romanones y fray Jerónimo de Mendieta que estaban en México. Cuarto, recomendaba para la tesorería y la maestrescolía a Pérez y Meruelo, respectivamente. Quinto, pedía la suspensión de la provisión del arcedianato a Pedro Bernaldo de Quirós hasta que se informara de sus excesos. Sexto, advertía de los daños causados por los indios chichimecas y guachichiles, y de la necesidad de dinero para su pacificación. Séptimo, solicitaba mercedes para Pedro de Ahumada, gobernador del marquesado del Valle, por los servicios prestados al frente de estos indios. Por último, el 20 de diciembre de ese año, escribía al rey para participarle de su consagración “en la iglesia mayor de esta ciudad [México] con tanta autoridad y solemnidad como se pudiera hacer en la ciudad de Toledo”, junto con los obispos de Oaxaca, Michoacán y Tlaxcala. En la misiva, exponía que se había enterado de que se había hecho un informe contra el obispo de México al que elogiaba por su trabajo y virtudes.
El 31 de enero de 1563, Ayala envió una carta al rey en que suplicaba que el oidor Oseguera informara sobre los escándalos y los procesos de Pedro Bernaldo de Quirós. Asimismo, pedía una bula para que la sede episcopal no se trasladara a Compostela y que se impetrase al papa para que esta se mantuviera en Guadalajara. Sobre la escasez de religiosos que impartieran la doctrina a los naturales, el obispo volvía a manifestar la enorme falta que había de ellos, y enviaba a fray Miguel Diosdado, guardián y predicador, para que expusiera este hecho y para que el general de la Orden los enviara. En otra carta de 4 de marzo, recomendaba al franciscano Jerónimo de Mendieta y al dominico Bartolomé de Ledesma, e insistía sobre asuntos ya tratados en otras cartas y no resueltos. El 26 de septiembre, subrayaba los pleitos por asuntos territoriales con el obispo michoacano, y pedía que se le enviara Compostela. El 5 de diciembre de ese año, el deán, el chantre y el tesorero escribieron al monarca para dar cuenta del proceder del obispo, aludiendo a su falta de estudios, el desconocimiento de muchos asuntos, los agravios a beneficiados de la iglesia y para que lo mandasen residir en Compostela, y se eligiera a otro obispo de Guadalajara. En la misiva, relataban algunos episodios relativos a su conducta como exigir que le besaran la mano de rodillas y que lo entraran en la ciudad bajo palio, a pesar de que los oidores se manifestaron en contra, o como el hecho de no traer a la diócesis a frailes para la enseñanza de la doctrina a los naturales. Este último punto suponía una aparente contradicción, debido a que, como se ha visto, el propio obispo escribió a Felipe II en varias ocasiones quejándose de la escasez de frailes y solicitando el envío de estos.
En una carta sin fecha, pero descrita como probable de 1563 en el Archivo General de Indias, aunque, contextualmente, se deduce que es, como mínimo, posterior a 1565, Ayala prevenía al rey de que fray Diosdado quería levantar un convento en Poncitlán, pero que para ello necesitaba juntar gente allí a costa de deshacer 19 iglesias, por lo que los indios, a quienes se les había derribado todo, se le habían quejado. Daba cuenta de que estaba proveído en derecho que el pueblo que tuviese más de 40 vecinos o casas debe ser tenido por grande. El obispo, como se infiere de sus constantes referencias legales, debió poseer conocimientos en derecho, en contraste con las afirmaciones vertidas en su contra.
El 6 de febrero de 1565, el obispo novogallego enviaba un extenso informe al monarca, del que sobresalían algunos asuntos. Uno, que todos los frailes llegados con Diosdado pasaran a Nueva Galicia por ser muy necesarios. Dos, que el virrey Luis de Velasco mandase un visitador para un nuevo amojonamiento a favor de su diócesis. Tres, explicaba las causas que habían motivado acusaciones en su contra y que el visitador fuera a la Audiencia de Guadalajara y a la provincia para comprobar que eran falsas y no se diese crédito. Cuatro, incidía en la necesidad de que el obispado residiera en Guadalajara y en que se diera fin a los ya mencionados pleitos territoriales con Michoacán, obispado mucho más poblado y con mayores rentas. Cinco, se hacía información contra el deán y el chantre. Seis, rogaba que se señalase que la traza de la catedral de Guadalajara fuera semejante a la de Santiuste en Alcalá de Henares.
El 10 de noviembre de 1565, participaba el éxito de la armada de Legazpi-Urdaneta a las islas de la Especiería. Informaba también de varios asuntos. Primero, exponía la falta de ayuda en su obispado, con la excepción de los franciscanos. Segundo, subrayaba la falta de justicia en Nueva Galicia. Tercero, daba cuenta de los muchos asaltos y muertes en los caminos, y de la quema de estancias y haciendas que atribuía al gran descuido de los oidores. Cuarto, indicaba su deseo de viajar a España para relatar las desavenencias con estos últimos con motivo del encarcelamiento y castigo de ciertos indios; además de otras disputas con Lope de Cisneros, mercader, y con oidores, regidores y el cabildo eclesiástico de Guadalajara a cuenta de la pretensión de estos de hacer un monasterio. Quinto, enfatizaba la necesidad de revocar la bula para que la sede pasase a Compostela. Sexto, explicaba que el convento que los agustinos querían erigir iba contra una ejecutoria real y contra el Concilio de Trento, y que los oidores no cumplían. Aducía que el mismo virrey “que los quería [a los agustinos] y favorecía muy mucho nunca los consintió entrar en la Nueva Galicia porque entendió ser tanto su fin de ir allá codicia (que es tierra de minas)”. En paralelo a esta misiva, los oidores Oseguera y Alarcón acusaban al obispo, en otra carta al rey (23 de octubre de 1565), de las desavenencias con Lope de Cisneros y de varias excomuniones, así como del poco interés en la conversión de indios y de no poner doctrineros lenguas, hecho este, a cuenta de la expulsión de los agustinos, que parece haber dado lugar a la muy extendida creencia de que Ayala mostraba desinterés hacia la impartición de la doctrina a los naturales, si bien sus reiteradas cartas pidiendo el envío de franciscanos sugieren lo contrario.
El 5 de febrero y el 2 de agosto de 1566, el cabildo eclesiástico daba cuenta de las acusaciones referidas por los oidores “y teniendo tan poco respeto como acostumbra tener a esta Audiencia, una noche se entró en esta ciudad haciendo repicar las campanas de la iglesia y alborotó la ciudad porque no sabían qué era, y se ha estado y está en ella, y no habemos héchole tomar y llevar a embarcar para esos reinos porque esta es tierra nueva y no dar ocasión a que los naturales se escandalicen”. El 26 de marzo de 1566, desde Mezcala, Ayala suplicaba se remediasen los ataques de los chichimecas y los problemas ya comentados en sus cartas anteriores. Exponía de nuevo de las acusaciones de sus contrarios y la antigüedad de su linaje.
El 2 de marzo de 1567 informaba de nuevo sobre las calumnias vertidas en su contra por parte, especialmente, del cabildo eclesiástico: “han tenido por oficio sembrar nuevas y aniquilar mi persona y dignidad por todas las partes que han podido, y han tratado de mí como ignorante”. Relataba, asimismo, sus méritos y sus estudios que explicaba detalladamente en unas informaciones que había mandado hacer. El 16 de marzo de ese año volvía a reclamar para que se remediase la gran falta de franciscanos, concretamente en Chametla y Culiacán. Manifestaba que el visitador Valderrama seguía sin ir a Nueva Galicia y alertaba de indios a caballo y con máscaras, muchos de los cuales usaban caballos con frenos, que solo debían llevar indios caciques y principales, así como de que regidores, tenientes y encomenderos mandaban que se corriesen toros en lugares de indios, con el peligro de que estos se emborrachasen. Remitía, por último, documentos justificativos de su conducta y de cómo había vivido y ejercido su oficio en Guayangareo y Tzintzuntzan. Se trataba de una extensa probanza de oficio y parte, cuyos testimonios eran favorables al obispo, ante el alcalde ordinario Juan Pérez de Vargas.
El 7 de marzo de 1568 los oidores manifestaban desavenencias con Ayala por cierta costumbre de dar la paz en la iglesia y sobre el lugar en que sentarse. El 9 de marzo, el obispo pedía que la catedral se hiciera de adobe e informaba del descubrimiento de minas en Idehe. El 29 de octubre de ese año ponía en conocimiento del rey que la entrada de españoles en pueblos chichimecas y la captura de algunos de estos resultaban contraproducentes.
El 3 de febrero de 1569 Ayala recibía una Real Cédula para permitir a los agustinos fundar un convento para ayudar en la doctrina de los indios. El 18 de marzo de 1569, el obispo novogallego recusaba al oidor Miguel de Contreras y al canónigo Pedro de Merlo para que los autos y temporalidades hechos contra él no tuvieran validez hasta que fueran vistos y aprobados por la Audiencia de México. Suplicaba también que se diera crédito a las informaciones de fray Francisco Peláez, del obispado de Michoacán, y para que se enviaran más frailes franciscanos tan necesarios en la doctrina de los naturales.
El 15 de octubre de ese año, el cabildo eclesiástico de Guadalajara escribía al rey para comunicar la muerte de fray Pedro de Ayala, obispo de Nueva Galicia, acaecida el 19 de septiembre anterior. Advertían al monarca de los inconvenientes de elegir a un religioso para sustituirlo: “y porque se siguen algunos inconvenientes en proveer religiosos para estas partes como la experiencia lo ha mostrado por no estar ejercitados en negocios de judicatura, que es causa de implicarse en ellos y dar ocasión a que se muevan muchos pleitos […] ni poder por la poca renta sustentar letrado bastante de que se han seguido muchos trabajos y desasosiegos como los han tenido vuestros oidores y los del cabildo de esta iglesia y vecinos de este reino con el pasado”. Proponían, en su lugar, al oidor Gómez de Mendiola, contrario a Ayala. La carta del cabildo eclesiástico iba rubricada por varios enemigos del anterior obispo como el chantre Alonso de Miranda, el arcediano Pedro Bernaldo de Quirós o el canónigo Pedro de Merlo, pero también por personas favorecidas por el difunto como el tesorero Jorge Pérez, a quien aquel había recomendado para dicho cargo.
Unos meses después, el 20 de marzo de 1570, la Audiencia también daba cuenta del deceso del obispo al rey y pedía elegir para el cargo a persona letrada y de buena vida.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (AGI), Guadalajara, 230, L.1; Guadalajara, 51, L.1.
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Javier Puerma Bonilla