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Pedro García de Montoya

Biografía

García de Montoya, Pedro. Pedro de Huete. Huete (Cuenca), p. m. s. XV – Aranda de Duero (Burgos), 27.XII.1474. Obispo de Osma, consejero y oidor real de Juan II, Enrique IV y del infante-rey Alfonso (XII) de Castilla.

Pedro García de Huete, que también aparece en diversas fuentes y documentos como Pedro de Huete, Pedro de Montoya o Pedro García de Montoya, fue un obispo oxomense cuya trayectoria vital, política y eclesiástica se encontró profundamente marcada por la relación de servicio que mantuvo con Alfonso Carrillo, administrador y obispo de Sigüenza y, luego, arzobispo de Toledo, de quien ya era camarero en la década de 1430, momento en el que comienzan a encontrarse las primeras referencias documentales al mismo. El cronista Alfonso de Palencia relata en sus escritos que el arzobispo le tomó a su servicio en su casa e impulsó los inicios de su carrera eclesiástica. Este aserto parece confirmarse ante la constatación de que obtuvo diversas dignidades y beneficios en las sedes que su protector ocupó, como la de arcediano de Sigüenza o canónigo de Toledo, dignidades que ya ostentaba a comienzos de la década de 1440. Según Frías Balsa, el deanazgo de Toledo y el obispado de Osma también fueron fruto del favor del arzobispo, quien igualmente influyó en el intento, finalmente fracasado, del cabildo catedralicio seguntino de situarle al frente de esa mitra a finales de 1448, cuando ya figuraba con el cargo de mayordomo de Carrillo. En ese año también es posible localizarle entre los miembros de su Consejo arzobispal en Alcalá de Henares, para lo cual había de servirle su formación como doctor en decretos.

Siguiendo al mitrado toledano, uno de los más activos participantes en la vida política castellana, pasó a integrarse en la corte de Juan II de Castilla, quien le nombró oidor de la Audiencia Real en 1449. Pronto asumiría los cargos de capellán y capellán mayor del rey. En este contexto fue designado obispo de Osma, en concreto, el 9 de enero de 1454. En su nombramiento hubo de influir también el favor del monarca al que servía desde hacía un lustro, como apunta Villarroel González. Comenzaba entonces el azaroso pontificado oxomense de Pedro García de Huete, quien, durante las dos décadas siguientes, hubo de hacer frente a los graves problemas por los que atravesaba su sede, en concreto, los generados por las pretensiones de diversos y poderosos magnates de la región soriana sobre los bienes y derechos de la misma.

Los mencionados problemas se plantearon desde el primer momento: poco después de tomar posesión de la sede, se enfrentaba ya con el caballero Juan de Luna y con su madre, Juana Pimentel, condesa de San Esteban de Gormaz y viuda del condestable Álvaro de Luna, con el fin de que estos abandonaran sus pretensiones sobre la ciudad de Osma, cuyo señorío acababan de asumir. Ambas partes competían por el control de esa ciudad, sobre la cual los obispos oxomenses tenían aspiraciones más o menos fundadas, como explicó Loperráez. La convocatoria del obispo por parte de Enrique IV de Castilla (1454-1474) para que sirviera en su Consejo y Audiencia Real al comienzo de su mandato, fue aprovechada por los Luna para erigir una casa fuerte en Osma que contrarrestara la influencia del alcaide del prelado en el castillo. Aunque el monarca ordenó detener su construcción, la contienda continuaría en los años siguientes. El pleito se agravó tras la muerte de Juan de Luna (1459) y la asunción del condado de San Esteban de Gormaz por parte de su hija Juana de Luna, menor de edad que quedó bajo la tutela de su abuela mencionada, lo que el prelado trató de aprovechar para plantear nuevas reclamaciones contra el linaje. No fueron los Luna los únicos notables a los que se hubo de enfrentar el obispo: ya en 1456 Enrique IV hubo de emitir órdenes contra los magnates sorianos que impedían al obispo y cabildo oxomenses recaudar sus rentas. Aunque el rey se mostró firme en la defensa de los intereses del mitrado, este no debía estar muy seguro de la eficacia de su respaldo, razón por la cual en torno a 1458 ordenó la construcción de una muralla que cercara la villa episcopal de El Burgo de Osma.

Al comienzo de la década de 1460 el obispo continuaba litigando en defensa de los bienes y derechos de su mitra y sirviendo en la corte de Enrique IV como oidor y consejero real. Asimismo, en esos años comenzó a destacar en el ámbito político y militar a través de su participación en las campañas del rey castellano contra Juan II de Aragón en el contexto de la Guerra Civil Catalana, para lo cual proporcionó sus propias huestes. La nueva década trajo importantes novedades en sus conflictos con los Luna, provocadas por el compromiso de Juana de Luna con Diego López Pacheco, hijo de Juan Pacheco, marqués de Villena y gran privado de Enrique IV, y por la asunción por parte del marqués de la tutoría y de la administración de los señoríos de aquella, con lo cual pasó a ser en el interlocutor del obispo en sus pleitos con el linaje de los Luna. En un evidente cambio de rumbo, Pacheco, aliado y pariente próximo del protector del prelado oxomense, el arzobispo Alfonso Carrillo, además de compañero del propio obispo en el consejo regio, procuraría conducir de forma pacífica aquellos pleitos, en lo cual tuvo un éxito rotundo. Así, durante los años siguientes la cordialidad se impuso en las anteriormente difíciles relaciones entre el prelado y los señores de Osma, de lo cual dan testimonio la composición firmada entre Pacheco y el obispo a finales de 1464 en torno al señorío sobre Osma y la sentencia arbitraria que en 1467 dictó un provisor del arzobispo de Toledo en relación a diversos conflictos de naturaleza jurisdiccional y económica entre el señorío episcopal y el de los Luna. Aparte de por la influencia de Carrillo, esta positiva relación se vio favorecida por otros factores, entre los que adquiere un lugar destacado la militancia del marqués y del obispo en el mismo bando durante el conflicto político que estalló en Castilla en 1464.

En efecto, ya desde comienzos de 1464 el obispo de Osma se encontraba entre los integrantes del partido nobiliario, formado contra Enrique IV y su nuevo favorito, Beltrán de la Cueva, y encabezado por Pacheco y Carrillo con el fin de obligar al rey a nombrar a su hermanastro, el infante Alfonso, como príncipe heredero del trono, y a aceptar diversas reformas en el gobierno de Castilla. Según explica Portillo Capilla, el obispo no participaba en este movimiento como uno de los principales protagonistas, sino como seguidor y colaborador, moviéndose dentro de la órbita del arzobispo de Toledo, a quien secundaba en sus acciones y aspiraciones políticas como antiguo criado y protegido suyo. Siguiendo a Carrillo, en ese año respaldaría las exigencias nobiliarias planteadas al rey en la Junta de Alcalá de Henares, en el Manifiesto de Burgos y en el Memorial de agravios redactado en diciembre de 1464. También intervino en las negociaciones que entre los rebeldes y el monarca se sucedieron en los meses finales de 1464, siéndole otorgado por ello un lugar destacado en el reformado Consejo Real establecido por la Sentencia Arbitral de Medina del Campo (enero de 1465).

A pesar de esta oposición inicial, a comienzos de 1465, y siguiendo de nuevo al arzobispo Carrillo, el obispo de Osma regresó al lado de Enrique IV. Su buen recibimiento por parte del rey se hace patente ante el hecho de que le comisionó para que fuera uno de sus asistentes en las Cortes de Salamanca, celebradas en mayo de 1465. Poco después, el 5 de junio de 1465, tendría lugar la farsa de Ávila, en la cual Enrique IV fue depuesto del trono en favor de su hermanastro, el infante-rey Alfonso, por un grupo de nobles y prelados encabezado por Pacheco y Carrillo, quien se había alejado de nuevo del rey y dado pie al inicio de una contienda civil entre partidarios y detractores del monarca. En este contexto hubo de tener lugar la prisión de cuatro meses a la que fue sometido el prelado oxomense por el monarca de la que nos habla una merced que le fue concedida en 1467 por el infante-rey Alfonso. Seguramente Enrique IV, observando los actos del arzobispo de Toledo, sospechó de la lealtad de su antiguo criado, y capturó al obispo con el fin de evitar que engrosara las filas de sus opositores. Si fue así, el monarca no erraba demasiado en su decisión, pues, una vez liberado, Pedro García de Huete se unió a las filas del bando alfonsino como oidor y consejero del nuevo rey. Durante lo que restaba de contienda, el obispo respaldó la causa del infante-rey Alfonso, y al concluir la guerra por el fallecimiento prematuro de este último, continuó apoyando al arzobispo de Toledo en su intención de nombrar a la infanta Isabel como nueva princesa heredera de Castilla.

No obstante, y a pesar de sus largas décadas al servicio de Carrillo, en un momento indeterminado entre septiembre de 1468 y el verano de 1469, el obispo de Osma se convertiría en uno de los mayores opositores al matrimonio amparado por aquel entre Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Este brusco giro en el posicionamiento del prelado vino propiciado por sus ahora buenas relaciones con los señores de Osma, en especial, con Juan Pacheco, que era el principal de los opositores a ese enlace, y por los estrechos vínculos que para entonces había establecido con la influyente familia de los Mendoza de Almazán a través del matrimonio de su hija Catalina con uno de los hijos del titular de ese linaje. Esta rama de los Mendoza era una tradicional aliada del poderoso clan de los Mendoza de Guadalajara, fiel a Enrique IV y férreo rival del arzobispo Carrillo. Precisamente, las crónicas inciden en la unión del obispo con los Mendoza frente a los que respaldaban aquel matrimonio. De esta forma, cuando en el verano de 1469 el cronista Alfonso de Palencia, designado por Carrillo para acudir a Aragón a fin de escoltar a Fernando a Castilla, acudió a El Burgo de Osma para solicitar ayuda al prelado en su misión, este ya había decidido no secundar los planes del arzobispo y apoyar al rey, a los Mendoza y a Juan Pacheco en esta cuestión, lo que produjo su definitiva ruptura con Carrillo.

Los últimos años de la vida y pontificado oxomense de Pedro García de Huete se encontraron profundamente marcados por la inestabilidad político-social existente en Castilla. Esta y la falta de autoridad del poder regio ocasionaron no pocas dificultades a los prelados y clérigos del reino por el afán de numerosos nobles y caballeros de apropiarse de sus rentas, bienes y derechos, viéndose también afectado por este caos el obispo de Osma. Entre los problemas a los que hubo de hacer frente, destaca la reactivación de sus pleitos con los condes de San Esteban de Gormaz tras la asunción de la titularidad del condado por Diego López Pacheco, quien ya no requería de la alianza política que había llevado a su progenitor a aceptar unos acuerdos con el obispo que tanto él como sus vasallos consideraban perjudiciales. También en estos años el obispo mantuvo pleitos por la percepción de diezmos con otros nobles de menor entidad, como Diego López de Medrano, señor de Cavanillas. Estas dificultades hubieron de motivarle a enviar un procurador al Concilio de Aranda convocado en 1473 por el arzobispo Carrillo, convencido de la necesidad de apoyar sus resoluciones en defensa de la Iglesia de Castilla en tan crítica coyuntura.

Hacia el final del reinado de Enrique IV, y coincidiendo ahora con las acciones del linaje Mendoza, Pedro García de Huete trató de acercar posturas con los príncipes Isabel y Fernando. El cronista Palencia recoge una entrevista en El Burgo de Osma entre el obispo, ya gravemente enfermo, y el entonces rey de Sicilia y príncipe de Castilla, Fernando de Aragón, en la que el primero procuró reconciliarse con el segundo y ganar su favor para su yerno, Diego de Mendoza, esposo de su hija Catalina. Poco más tarde, en los últimos días de diciembre de 1474, el obispo falleció. Su sepulcro se encuentra en el presbiterio de la capilla mayor de la catedral de El Burgo de Osma.

Pedro García de Huete dejó a su muerte tres hijos, Alfonso, Catalina y Pedro de Montoya, a los que procuró labrar en vida un futuro conveniente. En concreto, Catalina de Montoya contrajo matrimonio con Diego de Mendoza, señor de Villasayas e hijo de Pedro de Mendoza, señor de Almazán, y Pedro de Montoya acabaría por convertirse en señor de la soriana villa de Rejas a través de su enlace con Elvira de Avellaneda. En cuanto al bachiller Alfonso de Montoya, sabemos que fue clérigo y vecino de Alcalá de Henares, donde en 1520 fundó un pequeño mayorazgo en favor de Francisco de Montoya, hijo de su hermano Pedro, sobre la heredad de La Moraleja.

Pedro García de Huete realizó grandes obras defensivas, caritativas, benéficas y de reforma espiritual en su obispado. Entre ellas, sobresalen la conclusión de las obras de la catedral gótica; la fundación del Hospital de San Agustín; la promulgación, en 1461, de unos Estatutos del cabildo oxomense en prosecución de su reforma; la construcción de los antemurales de los castillos de Ucero y Osma; y la mencionada edificación de una muralla en torno a la villa de El Burgo. También debe ser destacada su rica biblioteca, que donó a su muerte a la catedral de El Burgo de Osma, donde se conservan varios de los códices y manuscritos miniados del prelado.

 

Obras de ~: Quaestiones morales et dogmaticae, 1443 (Biblioteca Catedral de Osma, ms. n.º 47, 266 fols.); Splendor Fidei, 1455 (Biblioteca Catedral de Osma, ms. n.º 33, 61 fols.).

           

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas (AGS), Escribanía Mayor de Rentas, Mercedes y Privilegios, leg. 10, fol. 5; Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares, Santiago, exp. 743, fol. 78r-v.

N. Antonio, Bibliotheca Hispana Vetus, vol. II, Madrid, 1788, pág. 322 (trad. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999); J. Loperráez Corvalán, Descripción Histórica del Obispado de Osma, vol. I, Madrid, 1788, págs. 354-369; A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, vol. II, A. Paz y Meliá (ed. y trad.), Madrid, Tipografía de la “Revista de Archivos”, 1905, págs. 257-262; Crónica de Enrique IV, vol. III, A. Paz y Meliá (ed. y trad.), Madrid, Tipografía de la “Revista de Archivos”, 1905, págs. 325-326; T. Minguella y Arnedo, Historia de la Diócesis de Sigüenza y de sus Obispos, vol. II, Madrid, 1912, págs. 148-150; T. Rojo Orcajo, Catálogo descriptivo de los códices que se conservan en la Santa Iglesia Catedral de Burgo de Osma, Madrid, Tipografía de Archivos, 1929; T. Portillo Capilla, “Don Pedro de Montoya, obispo de Osma (1454-1474). Aspectos de su vida y de su obra”, en Celtiberia, 50 (1975), págs. 231-243; J. V. Frías Balsa, “Don Pedro García Huete, Arcediano de Sigüenza y Obispo de Osma”, en Wad-Al-Hayara, 5 (1978), págs. 315-325; T. Portillo Capilla, Instituciones del obispado de Osma, Almazán, Obra Cultural de la Caja de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria, 1985, págs. 345-346; M. I. del Val Valdivieso, “Introducción al estudio del obispado de Osma en la Baja Edad Media”, en Celtiberia, 70 (1985), págs. 211-252; C. Olivera Serrano, Las Cortes de Castilla y León y la crisis del reino (1445-1474). El registro de Cortes, Burgos, Cortes de Castilla y León, 1986, pág. 109; M. Diago Hernando, “Expansión señorial en la Tierra de Soria en época Trastámara”, en Celtiberia, 74 (1987), págs. 218-219; M. D. C. Morales Muñiz, Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 1988; M. del M. García Guzmán, Colección diplomática del Adelantamiento de Cazorla (1231-1495), Cádiz, Universidad de Cádiz, 1991, doc. 195, págs. 265-266 y doc. 193, págs. 262-263; M. Diago Hernando, Estructuras de poder en Soria a fines de la Edad Media, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, 1993, págs. 149-150; J. M. Nieto Soria, Iglesia y Génesis del Estado Moderno en Castilla (1369-1480), Madrid, Editorial Complutense, 1994, pág. 438; M. Diago Hernando, “El factor religioso en la actividad política y social de los linajes de la alta nobleza en la región soriana a fines de la Edad Media”, en Hispania Sacra, 63, 127 (2001), págs. 15-16; Ó. Villarroel González, El rey y la Iglesia castellana. Relaciones de poder con Juan II (1406-1454), Madrid, Fundación Ramón Areces, 2011, pág. 482 y pág. 620; R. Valdenebro Manrique, “El pueblo de Valdenebro en la Baja Edad Media. La lucha por las rentas señoriales entre el obispo del Burgo de Osma y Juana de Luna, señora de la villa de Osma. La sentencia arbitral de 1467”, en Celtiberia, 109 (2015), págs. 229-249; P. Ortego Rico, “Propaganda, fiscalidad e ideal cruzadista durante el reinado de Enrique IV de Castilla”, en Hispania Sacra, 70, 141 (2018), págs. 262-263.

 

Diego González Nieto

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