Jubí, Juan. Palma de Mallorca (Islas Baleares), f. s. xv – Barcelona, 1571. Obispo franciscano (OFM), teólogo y humanista.
Franciscano conventual, Jubí llegó a ser provincial de Aragón hacia 1540. En 1542, fue consagrado por Pablo III obispo de Constantina y, al año siguiente, comenzó a actuar como sufragáneo o coadjutor del obispo de Barcelona Juan de Cardona. Su celo y dinamismo resplandecían en las visitas pastorales que realizó, así como en sus predicaciones y en la rapidez con que, en pocos años, recorrió toda la diócesis administrando la confirmación y las órdenes sagradas.
Al morir Juan de Cardona en 1546, Jubí fue elegido de nuevo obispo auxiliar por el prelado Jaime Caçador e intensificó su acción pastoral. Aun cuando llevó una vida de verdadera pobreza franciscana (que los obispos de Orense y de Lérida, Francisco Manrique de Lara y Fernando de Loaces, reconocieron, admirados, en Trento), elogió la vida cortesana en su poesía —en perfecta consonancia con el ambiente renacentista de El Cortesano de Castiglione y total antítesis de su contemporáneo fray Antonio de Guevara—. No en vano, estuvo en comunicación y familiaridad permanente con los virreyes de Cataluña. Primero, con Fadrique de Portugal —obispo de Sigüenza y, a partir de 1532, arzobispo de Zaragoza—, del que fue predicador mientras éste ocupó la lugartenencia del Principado (1525-1539); luego, con el príncipe de Melito, Diego Hurtado de Mendoza, que aglutinó una pequeña Corte virreinal durante su mandato como lugarteniente del Principado (1564-1571). Bibliófilo curioso y refinado (tenía licencia de la Inquisición para poseer libros prohibidos), se entregó al cultivo de la poesía latina y se relacionó con el lulista Luis Juan Vileta y con otros destacados intelectuales catalanes.
Fue humanista y teólogo, pero no un teólogohumanista, pues no se sintió atraído por el afán interpretativo de los textos de la Sagrada Escritura.
Asistió al segundo período del Concilio de Trento presidido por los papas Pablo III y Julio III en 1551 y 1552, años que son los que dan más valor e interés histórico —universales— a su figura y doctrina. El obispo de Gerona, Juan de Margarit, le nombró procurador suyo. La frecuencia, extensión y sutileza de sus intervenciones revelan más que una predilección doctrinal, una actitud tan ecléctica ante las diferentes corrientes teológicas (tomista, escotista) como táctica frente a la posición extremista de los protestantes, fórmula florentina que a la postre se impuso entre la mayoría de los asistentes. Participó intensamente en los debates en torno a los sacramentos de la eucaristía (impugnó que la comunión bajo las dos especies fuera de origen divino y rebatió las tesis de Lutero, Calvino y Zwinglio, haciendo gala de sus dotes de teólogo y hábil dialéctico), la penitencia y la extremaunción.
Habló también sobre la reforma eclesiástica, manifestando más interés por las cuestiones teológicas que por las disciplinarias, pese a haberse dedicado a recorrer desde 1543 el extenso Obispado de Barcelona como “obispo de gracia” para confirmar a los fieles y visitar las parroquias. Su formación humanística y teológica —preferentemente escolástica— brilló en un tiempo en que los obispos no contaban con un cuadro abundante de buenos teólogos. La afición a la poesía hizo que el cardenal Madruzzo encargara a Jubí la lectura de unos dísticos de salutación al príncipe Felipe durante la fiesta de recepción que se le preparó en Trento (junio de 1551). La ciencia teológica de Jubí le granjeó admiración y respeto. Los prelados de Orense, Francisco Manrique de Lara, y Lérida, Fernando de Loaces, intercedieron ante el omnipotente primer ministro del Emperador, Antonio Perrenot de Granvela, a favor de Jubí, que también escribió personalmente a Granvela solicitando que le recomendara para un nuevo obispado, pero sin éxito.
Cuando retornó a Barcelona, continuó con las múltiples ocupaciones de obispo sufragáneo e intervino constantemente en las celebraciones públicas (predicó en los pomposos funerales que se celebraron en la catedral de Barcelona, en 1555, en sufragio por el alma de la reina Juana, y celebró la misa de réquiem por la muerte del obispo Jaime Caçador en 1561), actividad que se intensificó mientras el obispo Guillermo Caçador permaneció en Trento. Su avanzada edad y numerosos trabajos le impidieron acudir a la última convocatoria del Concilio (1562-1563), pero no abandonó su afición por los estudios que le habían hecho sobresalir como humanista y teólogo, ni el cultivo de la poesía latina. Compuso numerosos hexámetros y dísticos —de factura clásica y finalidad gratulatoria y encomiástica— dedicados a Carlos V, Luis de Ávila, Luis de Zúñiga, el príncipe de Melito..., que reunió en su única obra publicada, De sacratissimo eucharistiae sacramento opusculum (1570). Si la presencia del obispo Jubí en Trento inscribe su nombre en la historia de la Iglesia, su afición al lulismo lo vincula estrechamente a la historia cultural de Mallorca y Cataluña.
Obras de ~: De sacratissimo eucharistiae sacramento opusculum nuperrime recognitum et auctum, Barcelona, Claudi Bornat, 1570; Annotationes in doctrinam de sacrificio missae et ordine nobis traditae, s. l., s. f. (inéd.).
Bibl.: G. Odoardi, “Serie completa dei padri e teologi francescani minori conventuali al concilio di Trento”, en Miscellanea francescana, 47 (1947), págs. 321-411; C. Gutiérrez, Españoles en Trento, pról. de J. Pérez Villanueva, Valladolid, Instituto Jerónimo Zurita, 1951; “Nueva documentación tridentina”, en Archivum Historiae Pontificiae (Pontificia Universitas Gregoriana, Roma), 1 y 2 (1963 y 1964), págs. 179- 240 y págs. 211-250, respect.; H. Jedin, Historia del Concilio de Trento, Pamplona, Universidad de Navarra, 1972-1981, 4 vols.; M. Batllori, “Lo bisbe Jubí”, en E. Durán (dir.) y J. Solervicens (coord.), Les reformes religioses al segle xvi, vol. VI, Valencia-Barcelona, Eliseu Climent, 1996 (Biblioteca d’estudis i investigacions Tres i quatre, n.º 23), págs. 235- 283.
Antonio Fernández Luzón