Cañes, Francisco. Valencia, 1.III.1730 – ¿Valencia?, 4.V.1795. Franciscano descalzo (OFM), misionero en el Próximo Oriente y arabista.
Francisco Cañes, todavía joven, ingresó en la Orden de los Frailes Menores, en la Provincia de los descalzos de San Juan Bautista de Valencia. En el prólogo de su Diccionario Español-Latino-Arábigo, él mismo presentaba las fechas más importantes de su vida, desde su ida a Tierra Santa hasta el momento de la publicación de esta obra: en septiembre de 1755 embarcó en Alicante y, en diciembre, ya se hallaba en Jerusalén; dos años más tarde fue enviado a Damasco; y, sin hacer la más mínima mención del aprendizaje del árabe que tuvo que realizar en la escuela que los franciscanos españoles poseían en esta ciudad, expone a continuación: “En Damasco residí por tres veces enseñando por tres años la lengua árabe a los Religiosos, regentando el resto del tiempo el oficio de Guardián [superior] y de Párroco, habiendo hecho lo mismo en el convento y ciudad de S. Juan de Judea y en Rama”. Contabiliza luego los años pasados en Oriente, que fueron dieciséis, pues en enero de 1771 desembarcaba en Valencia y era posteriormente destinado a enseñar en el Colegio de Misiones que su Provincia franciscana tenía en la localidad valenciana de Benigánim. De la cámara del Rey se reclamó su traslado a Madrid en 1775, para confiarle la estructuración de una gramática árabe, que salió a la luz al año siguiente. Poco después, el conde de Campomanes debió de comprometerle en la composición de un diccionario español-árabe, en el que, según expresión del mismo Cañes en el prólogo, puso “gran trabajo y aplicación [en] una obra que abraza tres lenguas [español, latín y árabe], que habría de salir a la censura de los sabios y en cuya exactitud interesan la religión y el estado”.
En realidad, aunque él lo pase por alto, Cañes estudió el árabe en la citada Escuela de Damasco, donde, en 1760, firmaba la copia textual del diccionario español-árabe, árabe-español que, entre 1697 y 1703, fray Bernardino González había confeccionado para que, junto con un epítome de gramática también obra suya, sirviera de texto en la enseñanza del árabe en dicha Escuela; aunque Cañes no consigne el nombre del verdadero autor en su copia, otros alumnos, cuyas copias también se conservan, sí lo hicieron. De todas formas, Francisco Cañes debió de llegar a dominar bien el árabe, ya que en la publicación de sus dos obras tuvo que entenderse en esta lengua con Miguel Casiri, el célebre maronita sirio-libanés al servicio de la Corte española. Hoy, al confrontar dichas obras con las manuscritas de Bernardino González, es fácil detectar que su gramática es un verdadero calco de la de éste, y también, en menor medida, el diccionario, el cual ni siquiera está completo, pues sólo ofrece la parte español-árabe, y sus correspondencias en latín. A fin de que esta felonía no fuera entonces descubierta, Cañes tuvo que echar mano de la tergiversación y del ocultismo, pues Campomanes, que disponía de noticias poco concretas acerca del diccionario manuscrito de Bernardino González, trató de informarse ante él acerca de su existencia e importancia. El hecho es que su diccionario fue dado a la luz con todo lujo, precedido de un muy elogioso “Discurso preliminar” del propio Campomanes.
Obras de ~: Gramática arábigo-española, vulgar y literal, Madrid, Imprenta A. Pérez de Soto, 1776; Diccionario Español-Latino-Arábigo, Madrid, Imprenta Antonio Sancha, 1787, 3 vols.
Bibl.: E. Terés, “El diccionario español-latino-arábigo del P. Cañes”, en Al-Andalus, XXI (1956), págs. 255-276; D. Cabanelas, “Traducción italiana de la ‘Gramática arábigo-española’ del P. Cañes”, en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, XXIX-XXX (1980), págs. 195-198; R. Lourido Díaz, “Francisco Cañes”, en E. Galindo Aguilar (coord.), Enciclopedia del Islam, pról. de P. Martínez Montávez, Madrid, Darek-Nyumba, 2004, págs. 129 y ss.; B. González, Intérprete arábigo. Epítome de la gramática arábica, ed. y est. prelim. de R. Lourido Díaz, vol. I, Madrid, Real Academia de la Historia y Agencia Española de Cooperación Internacional, 2005, págs. 104-131 y 142-147.
Ramón Lourido Díaz