Saavedra y Vinent, Rodrigo de. Marqués de Villalobar (II). Madrid, 4.I.1864 – Bruselas (Bélgica), 9.VII.1926. Diplomático, embajador de España.
Hijo mayor de Ramiro de Saavedra y Cueto, I marqués de Villalobar, y nieto de Ángel de Saavedra, III duque de Rivas, militar, político, diplomático y hombre de letras. Habiendo obtenido su título de agregado diplomático en 1887, estuvo destinado en la legación de España en Washington (1890-1895). Fue segundo secretario de embajada en París (1896-1901) y delegado de España para la Exposición Universal de 1900, primer secretario de embajada en Londres (1901-1907), y ministro residente y consejero de Embajada (1907-1909), también en Londres. En ese puesto recibió del rey Alfonso XIII el encargo de confianza de organizar su boda con la princesa inglesa Victoria Eugenia.
Fue nombrado ministro plenipotenciario de España en Washington (1909) —su primer destino como jefe de misión— y en Lisboa (1910). Cuando estalló la revolución que derrocó la Monarquía de Portugal, acompañó al rey Manuel II en sus últimas horas antes del exilio.
En 1913 presentó cartas credenciales ante el rey belga Alberto I como ministro plenipotenciario de España en Bruselas. En el escaso año y medio que restaba hasta la quiebra total de la paz en Europa, el marqués de Villalobar supo relacionarse no sólo con la alta sociedad bruselense, sino también con empresarios, artistas y catedráticos. A dos de estos últimos —los profesores Henri Pirenne y Paul Frédéricq, de la Universidad de Gante— iba a salvarles la vida pocos meses después.
Pasó la Primera Guerra Mundial en Bruselas y, en 1921, fue ascendido a embajador y elevada la legación de España al rango de Embajada. Su actuación durante la ocupación alemana de Bélgica (1914-1918) le valió numerosas distinciones y grandes muestras de afecto por parte del pueblo belga. Cuando las tropas alemanas invadieron Bélgica en 1914, los ministros plenipotenciarios de España y Estados Unidos permanecieron en Bruselas en vez de seguir al gobierno belga en el exilio en La Panne (un rectángulo de 700 km2 en la costa del Canal de la Mancha). Villalobar se hizo cargo de los intereses diplomáticos de un elevado número de potencias beligerantes. Desde el primer momento, entabló relaciones con el gobierno alemán de ocupación, al que acudiría tanto para asistir a los residentes españoles como para ayudar a belgas y franceses en zonas ocupadas, intentando evitar deportaciones de civiles, intercediendo por determinadas personalidades y procurando suavizar comportamientos alemanes inaceptablemente duros para la población civil.
Así, por su mediación —reforzada por las acciones telegráficas de Alfonso XIII ante los poderes imperiales europeos—, los cinco máximos representantes de la resistencia belga, el defensor de Lieja, general Gérard Leman; el alcalde de Bruselas, Adolphe Max; el arzobispo de Malinas y primado belga, cardenal Mercier; la condesa Jeanne de Belleville y la archivista Marguarite Blankaert, vieron aliviadas las condiciones de su cautividad (en los dos primeros casos); recibieron vigilancia más respetuosa —el cardenal primado— o fueron salvadas de la ejecución horas antes de ser cumplida su sentencia (los casos de la condesa de Belleville, de Blankaert y de otros seis condenados a muerte).
Las intervenciones asistenciales del marqués de Villalobar alcanzaron desde los prisioneros franceses y rusos —obligados a agotadores trabajos de fortificación en primera y segunda líneas del Frente Occidental—, al elemento civil, caso de las veinticinco mil personas evacuadas de sus hogares en Roubaix y Tourcoing —también de la cercana ciudad francesa de Lille— bajo la amenaza de las tropas alemanas. Colaboró asimismo con las autoridades municipales para evitar que Bruselas y Amberes fueran bombardeadas.
Una de las actuaciones más dramáticas de Villalobar se refiere a sus esfuerzos desesperados —y vanos—, en el transcurso de una sola noche de 1915, para detener la ejecución de Edith Cavell, enfermera británica condenada a muerte por haber cobijado en su hospital en Bruselas a prisioneros evadidos y pilotos abatidos belgas, franceses e ingleses, y haberles ayudado a huir de Bélgica para reintegrarse a sus puestos de combate.
Durante toda la guerra, realizó una labor ingente para evitar el hambre de los siete millones de habitantes belgas, más los dos millones de franceses en el norte de Francia ocupado por los alemanes. Para este ambicioso proyecto humanitario contó con los esfuerzos titánicos de personajes extraordinarios como Herbert Hoover, futuro presidente de Estados Unidos y organizador fuera de serie, importantes hombres de negocio belgas como Émile Francqui y los barones Solvay, Janssen y Lambert, y los “ministros protectores” de España y de Estados Unidos, que negociaban duramente con los alemanes día a día para poder distribuir los alimentos conseguidos.
En las últimas semanas de la guerra, ante el vacío de poder, Villalobar asumió la representación de todos los estados beligerantes, inclusive Alemania, ante las únicas autoridades in situ, las municipales de Bruselas, y coordinó personalmente la retirada alemana y el avance de las tropas belgas con el rey Alberto a su frente. Intentó, en varios momentos de la guerra, a través de sus contactos de alto nivel en Berlín y en Londres, poner en marcha negociaciones de paz, pero no recibió en este empeño el suficiente apoyo del gobierno español. Ocupó un lugar destacado, en representación de España, en todos los actos de celebración de la victoria.
Al término de la guerra, los reconocimientos se sucedieron: Citoyen Honoraire de Amberes, Brujas, Bruselas, Gante y Lieja; doctor honoris causa por las Universidades de Brujas y Lieja; miembro correspondiente de la Académie Royale de l’Histoire, en Bruselas (era también académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, en Madrid).
Falleció en 1926 —a causa de una peritonitis, tras la operación de apendicitis a la que fue sometido el 7 de julio—, siendo embajador en Bélgica. El Gobierno belga le honró con un funeral de Estado en Bruselas, en el que se recibieron más de cien coronas de flores y desfilaron tres mil soldados. El cadáver, depositado en un féretro (sellado) de plomo, fue trasladado, por vía férrea, hasta Madrid. El 15 de julio, los restos de Rodrigo Ramírez de Saavedra fueron inhumados en la Sacramental de San Isidro. Villalobar tiene un busto en el Senado belga y otro en la Escuela Diplomática en Madrid, obsequio del Parlamento belga. Figura, además, en un tapiz en el Senado belga que representa la entrada victoriosa del rey Alberto en Bruselas en 1918. Una lápida conmemorativa de su labor preside el zaguán de entrada de la embajada de España en Bruselas, y una avenida de Bruselas lleva su nombre.
Villalobar tuvo graves deficiencias físicas desde su nacimiento, que dificultaban sus movimientos, y a cuya constante superación se debían en parte su fuerte personalidad y la gran autoridad que emanaba de su carácter. Se conmovía profundamente ante el sufrimiento ajeno y demostraba una gran generosidad, no escatimando nunca esfuerzos para venir en ayuda de los más necesitados, aún a costa de grandes sacrificios personales.
Era gentilhombre de Cámara de Su Majestad, maestrante de Zaragoza, y poseedor de treinta y dos condecoraciones, destacando la Gran Cruz de Isabel la Católica y la de Carlos III, caballero de la Orden de Leopoldo (Bélgica), Cruz de San Gregorio el Grande (Vaticano), Commandeur de la Legión de Honor (Francia), la Royal Victorian Order y la Gran Cruz de San Mauricio y San Lázaro (Italia).
Fuentes y bibl.: Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Expediente de Rodrigo de Saavedra y Vinent.
V. Espinós Moltó, Espejo de Neutrales. Alfonso XIII y la guerra, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1917; Brand Whitlock, Belgium: A Personal Narrative, New York, D. Appleton and Company, 1919, 2 vols.; Barón O. Von der Lancken, Meine dreissig Dienstjahre 1888-1918, Postdam-Paris-Brüssel, Berlin, Verlag für Kulturpolitik, 1931; Allan Nevins (ed.), The Journal, New York, D. Appleton-Century Company, 1936; N. Aguirre de Cárcer, La Neutralidad de España durante la Primera Guerra Mundial, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1995; J. Pando Despierto, Un Rey para la esperanza. La España humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra, Madrid, Temas de Hoy, 2002, págs. 39, 66-67, 143, 215-219, 229, 270-273, 365-367, 457 y 462-463; Á. Lozano, El marqués de Villalobar. Labor diplomática (1910-1918), Madrid, Ediciones El Viso, 2009.
Juan Pando Despierto y José Saavedra Ligne, marqués de Villalobar