Salvatierra Serrano, Mariano. Toledo, 6.X.1752 – 10.IV.1808. Escultor.
Fue bautizado, a los pocos días de su nacimiento, en la iglesia de la Magdalena de Toledo, su parroquia. Fueron sus padres Andrés Salvatierra, maestro tornero, y Ana Serrano, ambos también naturales de Toledo. El segundo dato biográfico que de él se conoce le muestra relacionado desde muy pronto con el arte de la escultura. Al parecer, el 29 de enero de 1769 era nombrado escultor de la Cofradía del Cristo de las Aguas y de la Vera Cruz. Si la noticia es correcta, Salvatierra contaba en ese momento con sólo dieciséis años de edad y mostraría la precocidad del escultor. En el mes de enero de 1734 se matriculó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con lo que se convirtió en el primer artista toledano en matricularse en esta institución.
En 1781 contrajo matrimonio, en su parroquia de la Magdalena, con Faustina Barriales Vázquez, natural de Toledo, y al parecer de familia acomodada, a juzgar por el inventario que la novia aportaba al matrimonio. Con regularidad fueron naciendo sus hijos, hasta llegar al número de ocho. Valeriano, el continuador de la tradición paterna, nació en abril de 1789.
En junio de 1789, “atendiendo a la buena inteligencia que tiene en materia de escultura”, fue nombrado escultor de la Catedral de Toledo, cargo que ocupó hasta su fallecimiento. Su obra, hasta la fecha, es conocida de forma parcial y se reduce a la extensa producción que realizó para la Catedral Primada. Sin embargo, se sabe que, al margen de esta labor, casi toda realizada en piedra, el escultor trabajó la castiza imaginería española en madera policromada, aunque de este género ninguna obra segura se ha podido identificar. Consta documentalmente su participación en los pasos procesionales de distintas cofradías de la Semana Santa, para los que realizó alguna figura de Cristo o alguna Virgen de los Dolores.
La primera noticia de obras de Salvatierra para la Catedral es del año 1776, en que se le pagó cierta cantidad, no muy significativa, por determinadas estatuas de la Portada del Perdón, que restauró Eugenio López Durango entre 1775 y 1780. Mucho más personal fue su intervención en la Portada de los Leones, cuya restauración llevó a cabo también Eugenio López Durango entre 1783 y 1785. Aquí toda la labor escultórica se debe a Salvatierra y consta de cinco estatuas de santos arzobispos toledanos: San Eugenio I, Dan Ildefonso, San Eugenio III, San Heladio y San Julián, más once medallones en altorrelieve que representan a la Virgen, Adán, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, Isaías, Jeremías, Daniel y Ezequiel. La intervención del escultor en esta portada se completaría en 1790 con la escultura de la Asunción de la Virgen, colocada en el tímpano.
En 1785 recibió el encargo del grupo de ángeles, sosteniendo las insignias pontificias, del remate del nuevo retablo de la capilla de San Pedro de la Catedral, realizado según diseño de Eugenio López Durango, y trabajado el grupo en mármol de las canteras de Macael. La realización de la obra se fue dilatando por diversos motivos y no se terminó hasta 1788. Muy pocos días después del nombramiento como escultor de la Catedral, en 1789, se le pagaba la hechura de los dos medallones de estuco con dos parejas de santos cada uno, Santos Justo y Pastor y San Julián y santo Tomás de Villanueva, que se colocaron a derecha e izquierda de la entrada de la capilla de Santa Lucía.
En el año 1791 emprendió el trabajo de uno de sus conjuntos más personales y bellos, las ocho esculturas que adornan los muros de la capilla de Santiago en la girola, esculturas menores que el natural y que representan a San Francisco de Asís, San Pedro Nolasco, San Lorenzo, San Felipe Neri, San Antonio Abad, San Nicolás obispo, San Fernando y Santa Bárbara. El conjunto se realizó, por orden expresa del cardenal Lorenzana, para reemplazar un considerable número de retablos y altares que estaban adosados a las columnas del ámbito de la Catedral.
La actividad de Salvatierra es, por estos años, incesante, y al año siguiente comenzó un nuevo conjunto de estatuas, las cuatro de blanco mármol de Macael, que representan a San Miguel, Santa Isabel Reina de Hungría, María Magdalena y San Esteban, para decorar los cuatro retablitos, de mármoles y bronces, que decoran el trascoro de la Catedral, los cuales se hicieron siguiendo también una traza suya.
Entre 1792 y 1793 debió de realizar una de sus escasas obras profanas, el escudo del cardenal Lorenzana, sostenido por una pareja de angelillos, que remata la fachada del nuevo edificio del Hospital del Nuncio que realizó el arquitecto Ignacio Haan.
A partir de 1794 se encargó de esculpir los cuatro ángeles mancebos que coronan los frontones de la caja del órgano neoclásico de la Catedral, que había tallado el escultor toledano Juan Hernández, inspirándose en un dibujo de Ventura Rodríguez.
Por estas fechas volvió a tallar una pareja de esculturas de índole profana, las figuras alegóricas de la Fama y de la Ciencia que adornan la fachada del nuevo edificio de la Universidad.
El 9 de julio de 1800 comenzó a cobrar por la realización de dos obras en las que Salvatierra iba a invertir mucho tiempo e inspiración, los grupos de ángeles que adornarían los tres retablos de la sacristía de la Catedral y el gigantesco candelabro del cirio pascual. Este candelabro ha sido pieza que, hasta la fecha, sólo ha merecido alguna pobre alusión a sus desmedidas proporciones. Es, sin embargo, obra muy bella en la que se puede apreciar el compromiso entre un mundo neoclásico, que estaba en el ambiente, y un espíritu barroco que el artista aún sentía.
El bello grupo de la Exaltación de la Cruz, que remata el retablo del Expolio de El Greco, presidiendo el gran salón de la sacristía mayor de la Catedral, y la pareja de serafines de los dos retablos laterales, se le terminaron de pagar en 1805. Para las esculturas se trajeron mármoles de Macael. La Exaltación de la Cruz resulta uno de los grupos más logrados del escultor por el dinamismo y la belleza de los ángeles mancebos y la maestría en la talla de las nubes.
La última obra escultórica suya de que se tiene constancia es la realización de parte de la escultura que adornaba el Monumento Grande de la Catedral que había diseñado Ignacio Haan y que sustituiría al que, en el siglo xvii, había realizado Francisco Rizi. Para este nuevo monumento Mariano Salvatierra realizó ocho ángeles, portando los atributos de la pasión, que graciosamente se movían en el entablamento del templete en que remataba y, según testimonio visual de varios autores, era lo más gracioso y armónico de la decoración del conjunto.
Al margen de su obra escultórica, hay que hacer mención también a una importante obra de arquitectura efímera, la gran fachada, concebida como gigantesco retablo, que se antepuso a la Puerta del Perdón de la Catedral con motivo de la entrada en la Sede Primada del cardenal Luis María de Borbón, en febrero de 1801, y de la que felizmente ha llegado el proyecto original y algún resto de decoración. El enorme telón se inspira en el proyecto de remodelación de esta fachada que había ideado Ventura Rodríguez, y, como claramente se expresa en el dibujo, la obra fue invención de Mariano Salvatierra.
En cuanto a su estilo, Salvatierra, como ocurre con muchos de los denominados artistas neoclásicos españoles, no es fácil de catalogar. La huella académica es grande, si bien son claramente perceptibles en su obra otras tendencias. Sigue siendo artista de indiscutibles arranques barrocos y conserva también claros signos rococós.
En cuanto a sus fuentes de inspiración, está claro el estudio de modelos clásicos aprendido en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pero en su obra se pueden percibir otras influencias, como las del Barroco italiano en general y la de Bernini en particular. La influencia de Bernini flotaba en el ambiente, se apreciaba en la Academia y a Toledo llegaron ecos directos a través de obras de arte, sobre todo piezas pequeñas que formaban parte de conjuntos de orfebrería.
Por último, no se puede dejar pasar por alto una influencia más, la personal del cardenal Lorenzana, como puede apreciarse claramente en la correspondencia conservada de este momento.
Mariano Salvatierra falleció el 10 de abril de 1808, siendo sepultado en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza en la parroquia de los Santos Justo y Pastor, de la que entonces era parroquiano.
Obras de ~: Obras en la fachada del Perdón, Catedral de Toledo, 1776; Esculturas en la fachada de los Leones, Catedral de Toledo, 1783-1785; Conjunto del remate del retablo de san Pedro, Catedral de Toledo, 1785-1788; Medallones de estuco con los santos Justo y Pastor y santo Tomás de Villanueva y san Julián en la capilla de Santa Lucía, Catedral de Toledo, 1789; Asunción de la Portada de los Leones, Catedral de Toledo, 1790; Conjunto de ocho esculturas de la capilla de Santiago, Catedral de Toledo, 1791; Inicio de las cuatro esculturas, y sus retablos, del trascoro de la Catedral, Toledo, 1792; Escudo del cardenal Lorenzana del Hospital del Nuncio, Toledo, 1792-1793; Candelabro pascual y grupo de la Exaltación de la Cruz, Toledo, 1800-1805.
Bibl.: S. R. Parro, Toledo en la Mano, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1978: J. Nicolau Castro, “Mariano Salvatierra Serrano, escultor de la Catedral de Toledo”, en Goya, 204 (1988), págs. 337-342; “Inventario del escultor Mariano Salvatierra (1752-1808)”, en Academia (Madrid), 1990; La escultura toledana del siglo xviii, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1991.
Juan Nicolau Castro