Ramírez de Prado, Marcos. Madrid, 24.IV.1592 – Morelia, Michoacán (México), 14.VIII.1668. Arzobispo.
Nació en el seno de una ilustre familia oriunda de Zafra (Badajoz) y cuyos miembros ocuparon puestos preeminentes en la política y las letras durante los reinados de los tres reyes Felipe. Su padre fue el jurisconsulto Alonso Ramírez de Prado, miembro del Consejo Real y del de Hacienda y su madre, María Velázquez. El matrimonio tuvo cinco hijos varones, Antonio, Lorenzo, Alonso, Marcos y Juan, y una hija cuyo nombre se desconoce. Lorenzo Ramírez de Prado, uno de los hermanos de fray Marcos, fue, como su padre, miembro del Consejo Real además de un insigne humanista y escritor.
Fray Marcos fue bautizado en la parroquia de San Ginés de Madrid el 3 de mayo de 1592, festividad de la Invención de la Santa Cruz. En 1605 tomó el hábito franciscano en la ciudad de Salamanca, en cuya universidad se licenció en Artes y Teología.
Terminados sus estudios fue elegido guardián del Convento de Nuestra Señora de Lucena (Córdoba) y, posteriormente, del convento franciscano de Granada, ejerciendo además durante esa etapa como vicecomisario de las Indias.
Renunció a las mitras de Yucatán y de Caracas pero Felipe IV lo alentó en 1632 a ocupar la sede episcopal de Chiapas (México). Fue consagrado en la iglesia del Convento de las Descalzas Reales de Madrid, mientras tomaba posesión de su obispado en su nombre fray José de Barahona. Llegó a su obispado en 1635, realizó varias visitas al mismo y trabajó de forma señalada en la evangelización de los naturales.
En 1639 fue designado para ocupar la sede vacante de Michoacán y tomó posesión de su obispado el 17 de marzo de 1640. Antes de ocupar su sede episcopal, encargó al doctor Andrés de Ortega Valdivia, chantre de su Iglesia y comisario de la Inquisición, que hiciese una descripción de las partes de todo el Obispado, con sus distancias y las noticias más memorables del mismo.
Es uno de los obispos michoacanos más renombrados: en 1642, mandó publicar una serie de ordenanzas para el buen gobierno de su diócesis que serían ampliadas por uno de sus sucesores, el obispo Juan de Ortega Montáñez. En ellas otorga disposiciones relativas a la administración de los sacramentos, la enseñanza de la doctrina, el cuidado de las iglesias, el comportamiento de los beneficiados y, especialmente, a cómo habían de ser tratados los naturales. En ese mismo año celebró un Sínodo Diocesano del que salieron importantes disposiciones para el obispado.
La gran peste sufrida por Michoacán en 1643 que diezmó considerablemente la población indígena hizo que el obispo alentara la institución hospitalaria en su obispado, bien fortaleciendo los establecimientos ya existentes, bien auspiciando la fundación de otros nuevos. Durante esa época, fray Marcos empeñó parte de sus rentas en la compra de trigo y maíz para remediar el hambre en su diócesis.
En 1644 celebró un Segundo Sínodo y ese mismo año inició los trabajos de restauración y ampliación de la Catedral de Valladolid (Michoacán), donde construyó además dos capillas dedicadas respectivamente a Nuestra Señora de la Alegría y a la Presentación de la Virgen. Bajo su episcopado se restauró y amplió también el convento de dominicas de Santa Catalina de Siena de Valladolid (Michoacán), donde fundó además dos capellanías.
Trabajó de forma activa en el fortalecimiento de las relaciones —no siempre positivas— entre el obispado y el clero regular michoacano, y durante su mandato se declaró fiesta de guardar el 8 de mayo, festividad de la Aparición del Arcángel san Miguel, por la cual se organizó una gran fiesta en la sede episcopal. Se inauguraba así una tradición festiva muy arraigada en Michoacán que ha pervivido hasta la actualidad.
Al margen de los asuntos estrictamente religiosos, fray Marcos intervino también durante su mandato en el proceso seguido contra Melchor Gutiérrez de Torreblanca, oidor de México, acusado —entre otros cargos— de cohecho y, finalmente, condenado, apartado de su puesto y expulsado de la Nueva España.
El gran prestigio de este obispo le hizo destinatario de la obra teatral El esposo por enigma en la que, alegóricamente, se representaba la labor realizada por fray Marcos durante su gobierno de la iglesia michoacana.
Durante sus mandatos episcopales Ramírez de Prado realizó importantes fundaciones e hizo numerosos donativos a templos y comunidades religiosas, no sólo a los conventos de sus obispados sino también de la Península.
En 1648 el obispo fue nombrado visitador del Tribunal de Cruzada y, finalmente, en 1666 fue promovido a la sede episcopal de la Iglesia Metropolitana de México, y murió el 14 de agosto de 1668 sin haber llegado a recibir el Palio episcopal. Fue sepultado en el convento franciscano de Chiapas, tal y como él lo había dispuesto.
La fama de su caridad y su labor episcopal hicieron que tras su muerte los obispos y cabildos eclesiásticos de las diócesis de Michoacán y México solicitasen a la Santa Sede su beatificación.
Bibl.: G. González Dávila, Teatro Eclesiástico de la Primitiva Iglesia de la Nueva España en las Indias Occidentales, t. I, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1649; Colección de las ordenanzas que para el gobierno de el obispado de Michoacan hicieron y promulgaron con real aprobación sus illmos. señores prelados, de buena memoria, D. Fr. Marcos Ramirez de Prado, y D. Juan de Ortega Montañez, México, Felipe de Zuñiga y Ontiveros, 1776; M. Cuevas, Historia de la Iglesia en México, vol. III, Tlalpan (México), Asilo Patricio Sanz, 1924; J. de Entrambasaguas, Una familia de ingenios. Los Ramírez de Prado, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1943.
Sara Sánchez del Olmo