Foncillas, Camilo. Pertusa (Huesca), 14.VII.1752 – Zaragoza, 8.VIII.1832. Escolapio (SChP), humanista, orador y provincial.
Después de estudiar Filosofía y licenciarse en Jurisprudencia en la Universidad de Huesca, ingresó en las Escuelas Pías el 3 de noviembre de 1771 y profesó en Peralta de la Sal el 2 de febrero de 1773. Estrenó su vocación como maestro de novicios durante un trienio (1782-1784). Después de unos años en las escuelas de primera enseñanza, pasó a las de Retórica y Poética en el colegio de Zaragoza. A este período se deben sus dos academias impresas y en ellas los discursos latinos sobre Prudencio y la elocuencia sagrada, que Latassa califica de “elegantes” y construidos en “puro y hermoso estilo”. Fue en el mismo colegio de Zaragoza profesor de Filosofía y Teología de los juniores escolapios “y desempeñó la Oratoria Sagrada —añade Latassa— con notable aceptación”. Predicó varias octavas en el Pilar (1784-1789) y la Cuaresma de la Seo en 1803, que le acreditaron como uno de los mejores oradores de la ciudad por la profundidad de sus conocimientos teológicos, la claridad de sus ideas, el dominio de la Biblia y los santos padres, y un estilo limpio y cercano al auditorio.
Nombrado rector del colegio, lo dirigió durante diez años con total acierto (1804-1814). Supo mantener la disciplina religiosa en la comunidad, y aunque el rey francés intruso suprimió por decreto del 15 de junio de 1809 todas las comunidades religiosas de Zaragoza, el padre Foncillas consiguió de la Junta mantener abiertas las escuelas en su colegio. Ayudó con sabiduría y sentido práctico a la defensa de la ciudad durante los sangrientos dos Sitios (1808-1809) y él mismo narró esa defensa con datos objetivos en las páginas del libro de crónicas o Lucero comunitario.
Por él se sabe que el colegio socorrió con canastos de pan y botas de vino, “llevados algunos por los mismos religiosos”, a los defensores de la puerta del Portillo el 2 de julio de 1808, que los cañones franceses causaron “muchísimos estragos en los edificios del colegio, especialmente en el internado y los tejados y bóvedas del altar mayor”, y que en el colegio “murieron seiscientos murcianos del batallón de las Peñas de San Pedro, de los novecientos que se alojaron en las escuelas y claustros bajos, y en los de arriba catorce religiosos nuestros [...]”. Uno de esos religiosos se llamaba Basilio Boggiero, maestro y consejero de Palafox, martirizado a bayonetazos por orden del mariscal Lannes sobre el puente de Piedra y arrojado su cuerpo al Ebro la mañana del 22 de febrero de 1809. Catorce murieron en Zaragoza y “cuarenta en esta Provincia de Aragón, unos arrebatados por el furor de la guerra, otros asesinados por el criminal enemigo, y otros muertos de muerte natural”. Por tratarse de un testigo de los hechos y por el equilibrio de la narración, las páginas manuscritas del padre Foncillas han sido reproducidas y siguen siéndolo por los historiadores modernos.
Rendido el castillo de la Aljafería y alejados de Zaragoza los franceses, pronunció en el Pilar un valiente discurso patriótico, en el que animó a los valientes, pero decaídos defensores, a restañar las heridas que dejaba la guerra, empezando por la cripta de Santa Engracia, que guardaba las reliquias de sus innumerables mártires. El discurso se imprimió, costeado por el Ayuntamiento, y se repartió copiosamente. Fue todo un acierto, porque autoridades y pueblo unidos se lanzaron a la reconstrucción de la cripta. El Ayuntamiento, como en ocasiones anteriores, pidió al colegio que compusiese la inscripción latina que debía colocarse en la primera piedra. Contaba la comunidad en 1814 con media docena de valiosos humanistas, pero redactó la inscripción el padre Foncillas.
Impresa en hoja en folio, fue introducida con algunas monedas conmemorativas en la piedra el 14 de agosto de 1814. Hay que añadir que las breves inscripciones en ambas caras de las monedas pertenecen también al padre Foncillas.
La restauración de la cripta estaba terminada y la bendijo el obispo de Huesca Eduardo Sáenz de la Guardia el 7 de julio de 1819. El día 8, “fiesta y rezo trasladado de Santa Engracia”, se celebró la ceremonia solemne y ya pudo utilizarse la cripta como parroquia.
Autoridades y fieles pudieron admirar esos días tres inscripciones sobre mármol en la entrada principal del templo: al frente diez estrofas del Peristephanon de Aurelio Prudencio, a ambos lados la inscripción del padre Foncillas y otra de su discípulo, el padre Fernando Moliner.
Las dos inscripciones escolapias pueden admirarse todavía, y leerse en el latín original y en su traducción castellana, antes de entrar a la cripta. La del padre Fernando Moliner es más extensa. Pero el contenido de ambas es similar: historia y gloria del templo, sentido patriótico frente a las atrocidades francesas, veneración a los santos y sus reliquias, merecida alabanza al pueblo zaragozano y a su Ayuntamiento, etc.
Y parecidos, o iguales, muchos de los términos y frases utilizados. Se diferencia el tono, más impulsivo y recio el del padre Moliner, más suave y armónico el del padre Foncillas. Los dos han conseguido triunfar con un estilo elegantemente lapidario sobre una doble vena religiosa y patriótica.
Los méritos del padre Foncillas se vieron premiados con el nombramiento de provincial de las Escuelas Pías de Aragón. De hecho, si no de derecho, ya lo había sido durante todo el período de la ocupación francesa. Ahora lo fue, de hecho y por elección canónica, durante un trienio (1814-1817). Empleó esos tres años en recoger a los religiosos dispersos y en restaurar los colegios que había destruido la guerra, en tomar informaciones de los nuevos pretendientes y formalizar el noviciado. Por esas mismas fechas fue nombrado examinador sinodal del arzobispado de Zaragoza, consultor e inquisidor del Santo Oficio y miembro de la Sociedad de Amigos del País. Los cargos revelan la categoría del hombre, que supo ejercerlos con sencillez y eficacia. Fue especialmente notable su intervención ante el papa Pío VII sobre el obispo auxiliar de Zaragoza fray Miguel de Santander, al ver cómo administraba contra el derecho la diócesis de Zaragoza y había invadido por la fuerza la de Huesca.
El 15 de mayo de 1804 Pío VII publicó la bula Inter graviores que estableció un nuevo régimen de gobierno para todas las órdenes religiosas de España, un vicario general para España y un superior general para el extranjero. Durante la vida del padre Foncillas fueron vicarios generales los padres Gabriel Hernández, aragonés (1805-1825), Pío Peña, castellano (1825), Pascual Suárez, castellano (1826), Joaquín Esteve, aragonés (1826-1830), y Lorenzo Ramo, valenciano (1830-1833). En el Capítulo General de 1830, celebrado en Valencia, fue elegido asistente general el padre Foncillas. Era el último servicio que le pedían sus hermanos. Ayudó con sus consejos al padre vicario, de acuerdo a lo establecido en las Constituciones de la Orden. Pero permaneció siempre en Zaragoza, dedicando la mejor parte de su tiempo al confesionario y a la instrucción religiosa de los niños más pequeños.
Un ataque de hemiplejia terminó con sus consejos y con su trabajo apostólico.
Obras de ~: Ensayo de educación literaria y cristiana, con un discurso latino titulado Aurelio Prudentio Clementi Viro clarissimo, Zaragoza, 1792; Oración fúnebre en las solemnes exequias del Excmo. Sr. D. Pedro Jordán Vicente de Urriés y Pignatelli, Marqués de Ayerbe y de Rubí, Grande de España, Zaragoza, 1799; Christianae theologiae selectiores proposiciones ad mentem Angelici Praeceptoris, Zaragoza, 1800; Ensayos de piedad y literatura con el discurso latino De Sacrarum Litterarum sublimi eloquentia, Zaragoza, 1800; Panegírico del Niño y Mártir Zaragozano Santo Dominguito de Val, Zaragoza, 1806; Oración eucarística en la Basílica del Pilar, en acción de gracias por la concesión del nuevo rezo hecha por Su Santidad, Zaragoza, 1807; Discurso por la rendición del castillo de la Aljafería, Zaragoza, 1813; Carta su S. S. Pío VII, Madrid, 1815; Discursos ms., a juzgar por las Actas de la Sociedad de Amigos del País de Zaragoza.
Fuentes y bibl.: Archivo del Colegio de Zaragoza, Libro de difuntos, Necrología del P. C. Foncillas, 48, n.º 2.
F. Latassa, Biblioteca de escritores aragoneses, Zaragoza, Imprenta de Calixto Ariño, 1884-1886, pág. 521; C. Lasalde, Historia literaria y Bibliografía de las Escuelas Pías de España, t. II, Salamanca, AVGEP, 1893, págs. 414-416; A. Clavero, Historia de las Escuelas Pías de Aragón, t. IV, Zaragoza, 1947, págs. 272-288 (ms.); L’Eco dei nostri Centenari, 7 (1947), págs. 9-10 y 29-30; (1948), págs. 27-31; L. Picanyol, Rerum Latinarum Scriptores ex Ordine Sccholarum Piarum, Roma, 1956, págs. 86, 154 y 164; D. Cueva, “Las Escuelas Pías de Zaragoza y el Templo de Santa Engracia”, en Aragonia Sacra, 7-8 (1992-1993), págs. 339-348; Las Escuelas Pías de Aragón, t. II, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1999, págs. 242-243.
Dionisio Cueva González, SChP