Ayucar Nuin, Andrés. Estella (Navarra), 17.VI.1867 – Mondragón (Guipúzcoa), 11.VIII.1938. Provincial y procurador general de los hospitalarios (OH).
Nacido en Estella el 17 de junio de 1867, estaba dotado de un talento despejado, carácter franco y bondadoso. Hizo progresos en la primera enseñanza y aunque no tuvo otros estudios superiores, su buena disposición y talento le abrieron las puertas de un empleo aceptable. Lo deja todo e ingresa en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios —de la mano de san Benito Menni, instaurador de la misma en España—, en el postulantado de Ciempozuelos, el 17 de junio de 1886, el mismo día que cumplía los diecinueve años. La estrechez y la pobreza eran la tónica de aquellos momentos en la vida de las comunidades hospitalarias, junto con el trabajo duro y sacrificado con los enfermos mentales del sanatorio psiquiátrico. A ellos se abrazó desde el ingreso, en los que encontró la paz y satisfacción espiritual de la vida religiosa. El 28 de noviembre de 1886 recibió el hábito religioso e hizo el noviciado en el mismo centro bajo la dirección del padre Juan de la Cruz Sansegundo. Hizo la profesión simple el 1 de diciembre de 1887.
Las buenas prendas que lo adornaban hicieron que fuera destinado a la contabilidad del asilo de Les Corts, Barcelona. En 1896 fue nombrado secretario provincial y ecónomo. En 1899 fue nombrado superior de Ciempozuelos, asilo de Les Corts de Barcelona y consejero provincial. Fue por ocho años seguidos provincial, heredero de la labor fecunda de las fundaciones y vida religiosa hospitalaria, con tantas vocaciones y centros fundados por san Benito Menni en España, Portugal y América.
Supo adecuar la hospitalidad con medios modernos en los centros y fue acusado de modernista por ello, depuesto injustamente del cargo por el general de la Orden, fray Benito Menni. Lo desterró a Gibraltar pero fue llamado a Roma, donde lo escuchó el cardenal Vives Tutó, que con el mayor afecto, lo consoló, asegurándole que todo estaba terminado. Le dijo que volviera tranquilo a su convento, pues su conducta había sido irreprochable y se habían dado las oportunas órdenes para que se le diera conveniente reparación y se le respetara en sus honores y empleos. Nunca perdió por ello el aprecio y estima de los religiosos de la provincia y esto sirvió para venerarlo más.
Retornó a España y renunció al priorato de Les Corts. En el Capítulo de 1914 fue elegido primer definidor y prior de Madrid. En 1915, en el fragor de la guerra europea, fue nombrado por la Santa Sede procurador general, hasta el fin de la guerra, en 1918. En 1919 fue elegido consejero general hasta 1922 que, libre de cargos, regresó a España para ser nombrado superior de Carabanchel. En 1931 fue elegido primer consejero provincial. En la división de las provincias españolas quedó adscrito a Castilla. Durante la contienda española sufrió mucho y padeció horas amargas al ver detener a la comunidad. Sin embargo, nunca perdió su serenidad y amabilidad características, al ver que contribuía en tan duras circunstancias a mantener la calma en el hospital.
Resentida su salud por los dolorosos sufrimientos de la guerra, en 1937 fue evacuado de Madrid y llevado a Marsella (Francia), donde fue colmado de atenciones por los religiosos hospitalarios franceses. Pasa a Santa Aguada de Mondragón, donde lo recibe el superior padre Damián Luengo. El sufrimiento moral y físico fue un continuo calvario que le debilitó su salud, hasta hacerlo caer en una postración que lo llevó al sepulcro. En esos momentos recibe una bendición papal, en la fecha de su “boda de oro” de profesión religiosa, que cumplía el 1 de diciembre de 1937. Fue tal la emoción que lo inundó al tomarla en sus manos, que puesto de rodillas la besó y lloró como un niño.
Murió el día 11 de agosto de 1938 en Santa Águeda de Mondragón y allí descansan sus restos. Grandes amarguras le proporcionó su cargo de provincial, soportadas con humildad y silencio heroico; a su debido tiempo Dios justificó su conducta. Como superior, su lema era el bienestar de los pobres enfermos, procurándoles toda clase de mejoras, destacando por su bondad, caridad y respeto hacia sus derechos y dignidad. Ferviente religioso, devoto de la Pasión del Señor, del Vía Crucis y de la santísima Virgen María, que con dulzura llamaba “mi Madre”. Verdadero modelo de virtud en todas las fases de la vida religiosa, como súbdito, superior y en su vida retirada. Escribió la vida de san Juan de Dios con el título de El hombre maravilloso (1927).
Obras de ~: Camino de perfección para los Novicios de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Madrid, 1903; El hombre maravilloso, Madrid, 1927.
Bibl.: O. Marcos Bueno, La Provincia de San Juan de Dios. Castilla 1934-1968, Madrid, 1969; O. Marcos Bueno, “Ayucar, Andrés”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 165.
José Luis Martínez Gil, OH