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Marian Pidelaserra i Brias

Biografía

Pidelaserra i Brias, Marian. Barcelona, 5.XII.1877 – 7.X.1946. Pintor.

Hijo de un fabricante de tintes que era vecino y amigo del pintor Simó Gómez. Tuvo una vocación temprana y los cuadros más antiguos suyos conocidos los hizo a los catorce años. Parece que estudió en la Escuela Oficial de la Llotja, pero más peso en su formación tendrían sus etapas de alumno de Gabriel Martínez Altés y, sobre todo, de Pere Borrell del Caso, en cuya academia empezó a asistir hacia 1894.

Allí trabó amistad con una serie de aprendices de artista —Pere Ysern, Emili Fontbona, Josep V. Solà y, más tarde, Xavier Nogués—, con los que toda su vida estaría vinculado. En 1895 presentó ya un paisaje a una exposición colectiva en el Cercle Artístic de Barcelona, y al año siguiente participó con tres obras en la III Exposición General de Bellas Artes e Industrias Artísticas de la ciudad. Allí mostró un Crepúsculo (Barcelona, colección Creixell), paisaje de monte, todavía no demasiado personal pero ambicioso y bien resuelto. También en 1896, con Ysern, fue a pintar a Sant Joan de l’Erm, en el Pirineo, lo que inició en él una tendencia hacia los temas de alta montaña, reafirmada en años sucesivos: Puigcerdà y Vall de Querol —en la Cataluña francesa— en 1897, que expondrá en la IV Exposición de Bells Artes barcelonesa, de 1898, y en otras partes del Pirineo en 1899.

Paralelamente, con sus compañeros de la Academia Borrell, formó un grupo informal, que sería conocido como de “El Rovell de l’Ou”, por el nombre de la taberna barcelonesa en la que se reunían. Misión primordial del grupo fue mantener el contacto con Pere Ysern durante los años formativos de éste en Roma, lo que lograron mediante una insólita revista manuscrita, lógicamente de ejemplar único, llamada “Il Tiberio” (Barcelona, Arxiu Borràs), que apareció quincenalmente (noviembre de 1896-mayo de 1898), con rara constancia, gracias al empeño del dibujante y litógrafo Ramon Riera Moliner, otro de los miembros del grupo. Pidelaserra, a parte de dibujar en ella, era el encargado de realizar la crítica de arte, lo que arroja una información muy completa de la vida artística barcelonesa de aquellos años. Miembros del grupo lo fueron los antes citados, y también Ramon y Juli Borrell —hijos del maestro—, el futuro gran caricaturista Gaietà Cornet y el dibujante luego establecido en Madrid Filibert Montagut, y su ideario, fiel a las enseñanzas del viejo Borrell, era de un militante realismo, hostil entonces a las primeras manifestaciones del Modernisme. Con todo, obras de Pidelaserra de este momento, como el Paisatge del Pirineu (1899, Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya), muestran ya una paleta clara y una pincelada suelta que anuncia futuras tendencias impresionistas en el pintor.

En abril de 1899 decidió marchar a París, con Ysern y Fontbona, lo que cambiaría su concepto estético.

Allí asistió a la Académie Colarossi, donde trabó amistad con Anglada-Camarasa, y tras unos meses de estupor ante el espectáculo de modernidad radical ofrecido por el París artístico, meses en los que se dedicó a retratar a sus compañeros, se lanzó al paisajismo urbano, dentro de un impresionismo ortodoxo: tejados de la ciudad, la rue de Saint André des Arts, las orillas y puentes del Sena, Notre-Dame o el Jardin de Luxembourg fueron temas frecuentes de su estancia allí, y a veces los pintaba bajo condiciones atmosféricas distintas, siguiendo la pauta trazada por Monet.

Regresó a Barcelona en junio de 1901, y continuó pintando en la misma línea las calles de Sants, el antiguo municipio agregado a Barcelona donde estaba radicada la fábrica familiar. Su exposición individual en la Sala Parés de Barcelona, de febrero de 1902, fue uno de los grandes impactos de la vida artística catalana de principios de siglo. Por primera vez un impresionismo sin maquillaje se exhibía al sur de los Pirineos, aunque el pintor expuso también un ambicioso tríptico simbolista, La Vida, que no gustó y fue luego destruido por el propio autor. Realizó luego el retrato colectivo de gran tamaño de la familia de un pariente suyo (La familia Déu, 1902, Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya), que al exponerse volvió a sorprender al público, por su complejidad conceptual, su aspereza y su carácter cuasi expresionista.

La querencia de Pidelaserra por la montaña lo llevó el verano de 1903 a retirarse una larga temporada al Montseny. Allí descubrió nuevos caminos, que aunaban un cierto divisionismo y el inicio de una tendencia al primitivismo que luego marcaría su obra de madurez. Expuso los paisajes de aquella campaña en el Ateneu Barcelonés antes de acabar el año, y uno de los máximos intelectuales de la Cataluña de la época, Joan Maragall, sería algo así como el padrino de aquella exposición, nuevamente desconcertante para el público.

Se cerraba entonces el ciclo de la pintura modernista catalana. Los Casas, Rusiñol o Riquer habían rebasado ya su momento central, y empezaba a notarse una crisis artística, incluso de ventas de pintura.

El cenáculo de “Els Quatre Gats” cerró en 1903. Tal vez por todo ello, los jóvenes artistas plásticos que representaban una superación innovadora de aquel movimiento intentaron juntar sus esfuerzos y planearon acciones conjuntas, como una ambiciosa colectiva en la Sala Parés (abril de 1905) de Pidelaserra, Ysern, Fontbona, Torres-García, Xavier Nogués y Juñer Vidal.

El eco de esta muestra fue considerable —tanto positivo como negativo—, pero Pidelaserra percibió que su arte no tenía la aceptación que él quería, y tras participar en otra colectiva reivindicadora de un arte nuevo, la de la Agrupació Artística (octubre de 1906), de nuevo en el Ateneu Barcelonés —con Ysern, Carles Mani, Manuel Ainaud y otros—, entró en un cierto letargo. Es cierto que expuso, en 1908, dos óleos ya abiertamente ingenuistas, pintados y no exhibidos cinco años antes, Adam i Eva y Les tres gràcies (colecciones particulares) y también lo es que la nueva revista satírica Papitu contó con dibujos suyos inquietantes (1910-1912), pero estas actividades ya las llevaba a cabo el pintor fuera de su actividad principal, como de forma testimonial.

En 1908 Pidelaserra se había casado y había pasado a dedicarse a la fábrica familiar. No abandonó del todo la pintura, pero se dedicó a ella espaciadamente. Realizó una serie de paisajes de Mallorca, creados de memoria, y otros del alto y el bajo Llobregat (1914), que interesaron al principal coleccionista de pintura catalana de la época, Lluís Plandiura, que adquirió diversas obras suyas de entonces y de etapas anteriores.

En 1915 participó en una exposición del grupo “Les Arts i els Artistas”, representantes canónicos del nuevo arte noucentista, y el mismo año participaba en la Exposició d’Art Nou Català, de Sabadell, paradigma del Noucentisme; a pesar de lo cual artísticamente se mantuvo en una posición muy suya, sin seguir a pies juntillas las normas novecentistas entonces en su apogeo. La buena marcha de su empresa frenaba, sin embargo, cualquier veleidad de volver a dedicarse de lleno a la pintura. Eugeni d’Ors, en Mis salones (1924), afirmaría que Nonell y Pidelaserra eran piezas imprescindibles en una exposición de síntesis del arte nuevo en España.

Por fin en 1928, una nueva individual suya en la Sala Parés representó el regreso del pintor a la plena actividad artística, y en general aquel paso fue recibido como el del retorno de un clásico. Poco después abandonó el negocio familiar. Hasta la Guerra Civil realizaría diversas nuevas individuales en Barcelona (dos en 1932, 1934 y 1935), y participó en diversas colectivas, entre las cuales cabe destacar las de Nueva York (1932) —luego itinerante por los Estados Unidos— y Ámsterdam (1933).

La Guerra Civil lo impresionó profundamente y realizó numerosos dibujos de tema bélico y miserabilista, y tras la contienda se centró en la realización de dos insólitas series de veinticuatro óleos cada una: la Vida de Jesús (1939-1942) y Els vençuts (Los Vencidos) (1943-1945, hoy dispersos entre distintas colecciones), conjuntos difíciles, chirriantes, expresionistas, primitivistas, que no expuso en vida, pero que eran comentados en los círculos del arte catalán. Una última tanda de paisajes del valle de Arán, pintados entre 1941 y 1944, o del Pirineo aragonés (1942), lo devolvieron a su antigua temática preferida de la alta montaña. Tras su muerte los museos de Barcelona organizaron una amplia antológica sobre su obra (1948).

Prototipo del independiente, Pidelaserra hubiera podido explotar su faceta de importador definitivo del impresionismo francés más típico, y en definitiva los cuadros suyos más buscados por el coleccionismo son los magníficos ejemplos de esta etapa; pero su inquietud lo llevó a superar pronto este momento y adentrarse por caminos experimentales, basados en la valoración de las virtudes del ingenuismo. Pidelaserra es el creador, contra corriente, de una modernidad sin correlato claro con las vanguardias internacionales, por lo que ha sido reivindicado sólo por algunos degustadores solitarios del arte más auténtico. Sus dibujos de Papitu muestran una veta sarcástica única enormemente inquietante, que se repetirá especialmente en las dos grandes series del final de su vida.

La primera de estas series constituye uno de los escasísimos intentos serios de sacar el arte religioso del sentimentalismo convencional, y Els vençuts, basados en los dibujos que hiciera durante la guerra, son un retrato agrio, durísimo e incómodo —a la vez que orgullosamente disonante respecto al “buen gusto”— del entorno deprimido en el que el viejo pintor pasó los últimos años de su vida.

 

Obras de ~: Retrat d’Emili Fontbona, 1900-1901; Teulades i xemeneies (Sol de tarda), 1900-1901; Teulades i xemeneies (Impressió de color. Plovent), 1900-1901; Uns banys verds (Sol de matí), c. 1900; Uns banys grocs (Sol de matí), 1901; La familia Déu, 1902; Les Guilleries des del Montseny. Després d’una tempesta, 1903; Adam i Eva, 1903; Les tres gràcies, 1903; Vida de Jesús (serie), 1939-1942; Els vençuts (Los Vencidos) (serie), 1943-1945.

 

Bibl.: F. Pujols, El pintor Pidelaserra, Barcelona, Syra, 1934; F. P. Verrié, El pintor Pidelaserra. Ensayo de biografía crítica, Barcelona, 1947 [inéd. hasta su publicación en Barcelona-Madrid, MNAC-Mapfre Vida, 2002]; J. Cortés, “El pintor Pidelaserra”, en Anales y Boletín de los Museos de Arte de Barcelona, vol. V, n.os 1 y 2 (1947), págs. 171-182; M. Trens, “Vida y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según Pidelaserra”, en ABMAB, vol. VI, n.os 3 y 4 (1948); Maestros de la pintura española contemporánea. Beruete. Regoyos. Gimeno. Nonell. Echevarría Pidelaserra. Iturrino. Solana, Madrid, Afrodisio Aguado, 1952; Tres dibujantes. Pidelaserra/Mompou/Junoy, pról. de E. Jardí, notas de J. M. Cadena, Barcelona, Taber, 1970; F. Fontbona, Marià Pidelaserra. Impressionisme i Puntillisme, catálogo de exposición, Barcelona, Galería Arturo Ramón, 1975; La crisi del Modernisme artístic, Barcelona, Curial, 1975; “Marian Pidelaserra à Paris (1899-1901)”, en Gazette des Beaux-Arts (Paris), n.º 1317 (octubre de 1978), págs. 141-146; El paisatgisme a Catalunya, fotos de R. Manent, Barcelona, Destino, 1979; F. Fontbona y F. Miralles, “Del Modernisme al Noucentisme 1888-1917”, en Història de l’Art Català, vol. VII, Barcelona, Edicions 62, 1985; F. Fontbona, Pidelaserra, Gent nostra, Barcelona, Labor, 1991; V. Bozal, Arte del siglo xx en España, Madrid, Espasa Calpe, 1991-1995; J. Casamartina i Parassols (dir.), Marian Pidelaserra, 1877-1946, Barcelona- Madrid, MNAC-Mapfre Vida, 2002.

 

Francesc Fontbona de Vallescar