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Juan Queipo de Llano y Flores Valdés

Biografía

Queipo de Llano y Flores Valdés, Juan. San Pedro de Arbas (Asturias), 22.V.1584 – Jaén, 1.XI.1647. Jurista y dignidad eclesiástica.

Hijo legítimo y de legítimo matrimonio de Suero Queipo de Llano y María Flórez de Sierra, familia hidalga, ya que sus parientes más próximos pertenecían a las cuatro familias más importantes del concejo de Cangas de Tineo: Llano, sita en Cangas del Narcea; Pambley, que era la de los Queipos; Llamas de Mouro, que pertenecía a los Flórez y Sierra, y finalmente, la de Tineo, de modo que gozaba de una nobleza superabundante. Entre sus múltiples deudos se encuentran entonces algunos cargos relevantes en el Estudio salmantino y varios titulares de becas en los colegios mayores de la ciudad del Tormes así como en Santa Cruz de Valladolid. De su personalidad y carácter se sabe que durante sus años de juventud, mientras adquiría en Cangas del Narcea los rudimentos de las letras, destacó a la vista de los testigos, que depusieron para su ingreso como colegial de San Pelayo de Salamanca, quienes no dudan en presentar grandes elogios de su persona: “por ser una persona quieta, pacífica, recogido y sin ánimo de peleas, temeroso de Dios y religioso, honesto, no superfluo en los trajes, no rondador ni amigo de ruidos, ni pendencias, ni andar en novedades, no porfiado, cabezudo ni terco en sus porfías, ni amigo en todo de su parecer, es hombre estudioso, hombre sin vicios, no jurador ni blasfemo, ni demasiado en comer ni beber, hombre virtuoso y de buena conciencia, tiene entendimiento para aprovechar en sus estudios”.

Después de adquirir los conocimientos de Gramática en la villa de Cangas con el clérigo, cura de Villaláez y anejos, bachiller Miguel Maestro, quien le enseñó a leer y latinidad, pasó a estudiar Artes en la Universidad de Oviedo, al menos durante un curso académico, entre 1602 y 1604, aunque no residió en el Colegio de San Gregorio. Con veinte años pasó a cursar en la Universidad de Salamanca, residiendo en el Colegio fundado por el asturiano que había sido inquisidor general, Fernando de Valdés. Convalidó durante la primavera de 1605 el curso ovetense, y se incorporó en la Facultad de Cánones, asistiendo a las clases de Decreto y Decretales. El curso 1606-1607 se matriculó en segundo año de esa misma Facultad, y de forma ininterrumpida prosiguió esta especialización hasta el año académico 1611-1612, en cuyo último año fue recibido como colegial en el Colegio Viejo de San Bartolomé, para ocupar una de las cuatro becas de juristas. El 30 de marzo de 1612 de graduó como bachiller en Leyes por la Universidad de Valladolid, y el 22 de septiembre del mismo año obtuvo la licenciatura como legista por el Alma Mater salmantina, con la máxima calificación de letras Aes “unanimiter et nemine prorsus discrepante”. Se graduó como doctor en Leyes por Salamanca, el 31 de octubre de 1622.

Su currículo, siempre como docente en Leyes, comenzó con la oposición a la Cátedra de Instituta del Estudio salmantino, publicada en el claustro celebrado el martes 3 de abril de 1612, aunque en ese momento Queipo de Llano era tan sólo bachiller en Leyes por Valladolid, lo que le obligó a presentarse a la oposición como licenciado en Cánones, si bien se ignora todavía en qué Universidad pudo obtener este grado, así como tampoco su fecha. La obtención del grado de licenciado en Leyes por Salamanca favoreció decisivamente las aspiraciones de Juan Queipo de Llano, de modo que en 1613 concurrió, en mejor posición aunque sin éxito, al concurso para la Cátedra de Instituta. Trascurrieron dos años antes de convertirse en catedrático salmantino, ingresando por la Cátedra de Institutiones, el 12 de agosto de 1615, desde la cual ascendió a la de Digesto Viejo, el 7 de junio de 1617, y cuya retribución fue incrementada en 200 ducados, a petición de dos compañeros del Colegio Mayor de San Bartolomé, presentada en el claustro celebrado el 5 de junio de 1620, donde obtuvo respaldo casi unánime de los presentes, ya que consiguió cincuenta votos a favor y tan sólo uno en contra; esta medida fue aprobada por el Consejo de Castilla en la real provisión de 8 de julio de 1621, y la asumió el Estudio en el claustro de diputados celebrado el 22 de agosto del mismo año, pasando su salario de 100 a 300 ducados.

Juan Queipo de Llano no participó desde 1617 en concursos a las Cátedras vacantes, y el título de propietario de la Cátedra de Prima de Leyes le fue otorgado el jueves 11 de marzo de 1621, superando a otros colegas que le precedieron en concursos celebrados con anterioridad, como eran Ronquillo, Arce, Vega o Larrea. El jurista sufrió la pérdida temporal y fugaz de la Cátedra de Prima, que se otorgó transitoriamente al licenciado Arce Reinoso, colegial del Mayor de Cuenca, a causa de la ejecución del acuerdo adoptado por el claustro salmantino en la sesión plenaria de 3 de junio de 1621, con ocasión del incidente surgido en las solemnes exequias del rey Felipe III y la actuación en las mismas de los colegiales de San Bartolomé.

El Consejo Real acuerda una provisión, fechada en Madrid el 17 de junio de 1621, restituyendo a los colegiales sus Cátedras. El 10 de julio de 1623 se publicó el nombramiento de Juan Queipo como oidor de la Real Chancillería de Valladolid, dejando así vacante su Cátedra de Prima de Leyes. Durante este período docente, el doctor Queipo obtuvo el reconocimiento de sus discípulos y de la autoridad universitaria, respetó el método exigido en la enseñanza, destinando parte del tiempo a dictar y parte de exponer oralmente, desarrollando íntegramente el programa de la materia asignada, además de mantener un ritmo secuencial adecuado en sana pedagogía, como acreditan los libros de visitas de Cátedras de este período.

El prestigio alcanzado como jurista explica los encargos que recibió de la Universidad para supervisar los pleitos existentes en el tribunal vallisoletano, eximiéndole de la carga docente y retribuyéndole durante la ausencia. En la propuesta de nombramiento para integrarse en el máximo órgano jurisdiccional castellano, se recuerda que fue propuesto porque “ha mas de catorce años que lee con aprobación de sus letras y virtud, tiene gran talento y cordura y otras buenas partes, y en 21 de abril de 1621, 24 de enero y 16 de julio de 1622 se propuso para oydor de la chancillería de Valladolid, y en 11 de febrero del mismo para oydor de la de Granada, y en 17 de diciembre para el Consejo de las Órdenes, y en 17 de febrero de 1623 para oydor de la Contaduría Mayor de Hazienda, y para oydor de Valladolid, y en 24 de febrero, 25 de marzo y 22 de mayo para oydor de Granada”.

La propuesta que llegó a feliz término se fechó en Madrid, el 21 de junio de 1622. El Consejo la elevó a la Cámara de Castilla un año más tarde, obteniendo un resultado favorable, porque su nombramiento se data en la Villa y Corte a 11 de julio de 1623. Juan Queipo abandonó Salamanca el 12 de agosto del mismo año y presentó su título en la Real Chancillería cinco días más tarde, siendo recibido en la misma fecha por el Real Acuerdo, como oidor en plaza de supernumerario, además de ordenarle que hiciera el juramento obligatorio.

Juan Queipo de Llano regresó a la ciudad del Pisuerga seis años más tarde, a causa del nombramiento que, el 13 de marzo de 1634, le otorgó en Madrid el rey Felipe IV para que ejerciera el oficio de presidente de la Real Chancillería, en la vacante que dejó el obispo de de Valladolid, Juan de Torres Osorio. Este nuevo encargo jurisdiccional le ocupó ininterrumpidamente hasta 1639, porque con anterioridad el Rey le nombró auditor de la Rota romana. Gobernó el prelado asturiano con gran rectitud y cristiandad, procurando eliminar el lujo en las manifestaciones externas de los miembros del tribunal y urgiendo a sus colegas de oficio un mayor contacto con la población ciudadana, además de velar por la ejecución estricta de la legalidad vigente, respetando las competencias atribuidas a carga órgano de la administración de justicia castellana, y procurando la pacificación de las controversias.

Durante este período de ejercicio de la presidencia de la Real Chancillería vallisoletana, Juan Queipo de Llano percibió el salario del cargo, pero también las rentas de varios beneficios, como fueron una prebenda en la Catedral toledana, un arcedianato en la Catedral compostelana, un arcedianato en Madrid, aparte de otros beneficios en diversas diócesis españolas, como eran Salamanca, Cádiz, Sevilla o Albacete, todo lo cual, junto con lo ingresado durante su etapa como obispo de Pamplona, le permitieron fundar en 1636 un mayorazgo, a favor del hijo mayor de su hermano don Diego, casado con Juana de Murias e Ibias.

El rey Felipe IV le propuso el 11 de marzo de 1628 como auditor de la Rota romana, en la vacante de Alonso Manzanedo de Quiñones, que ocupaba ese cargo en la Ciudad Eterna por los Reinos de Castilla, y fue aceptado por el Pontífice en los idus de junio del mismo año. En aquel tribunal participó activamente, y fue distinguido por el papa Urbano VIII a causa de “su gran ciencia y resoluciones en las arduas cuestiones que se le propusieron”. El primer día que ejerció la tarea rotal fue el 15 de diciembre inmediato posterior, después de verificarse el cumplimiento de los requisitos legales precisos para su actividad y superar la doble disertación jurídica, pública y secreta, que era preceptiva. En dicha sesión se le “cerró la boca”, hasta la sesión del viernes 12 de enero de 1629, en la que se le “abrió la boca”, pudiendo ya expresarse libremente sobre las causas debatidas y propuestas de los ponentes. Queipo de Llano cumplió su oficio de juez ininterrumpidamente hasta el mes de marzo de 1633, momento en el cual se le anunció desde Madrid la propuesta regia para desempeñar la presidencia de la Real Chancillería de Valladolid, aunque hasta el mes de diciembre del mismo año no presentó su título el sucesor, Pedro Carrillo de Acuña, colegial de Santa Cruz de Valladolid. Durante su etapa como auditor de la Rota romana, tuvo participación activa en las instituciones hispanas que desempeñaban tarea asistencial a favor de peregrinos e indigentes de la capital italiana, como fueron la Archicofradía de la Resurrección, y especialmente la casa, hospital e iglesia de San Ildefonso y San Giacomo degli Spagnoli, en la que fue designado gobernador durante algunos años.

En 1638 fue propuesto como obispo de Pamplona, y las bulas se expidieron en Roma el 10 de enero de 1639. En este nombramiento tuvo un papel relevante su primo, que era presidente del Consejo de Castilla y arzobispo de Granada, Fernando de Valdés. El 13 de marzo de 1639 otorgó poder a favor de Tomás de Tineo para que tomase posesión del obispado, lo que ejecutó diez días más tarde el procurador designado, aunque el prelado no entró en la diócesis hasta el 31 de octubre del mismo año. Fue consagrado obispo en la capital vallisoletana, el 10 de abril inmediato anterior, actuando como consagrante fray Gregorio de Pedrosa, con la asistencia de los obispos de León y Palencia, Bartolomé Santos y Cristóbal Guzmán. El 3 de septiembre de 1639 hizo inventario de todas sus pertenencias, a fin de cumplir con el impuesto de “puertos y aduanas”, además de eliminar bienes del futuro espolio. Durante los años de episcopado en Navarra se ocupó especialmente del culto divino, reformó el calendario de fiestas, designando a San Francisco Javier como patrono del Reino. Ejerció interinamente algunas veces el cargo de virrey, pero estando en propiedad del mismo convocó Cortes generales del Reino, el 11 de marzo de 1646, una vez que recibió, el 27 de enero del citado año, la cédula regia de su nombramiento como virrey y capitán general, así como después de jurar los fueros y leyes de aquél. Ejerció poco tiempo este encargo, porque en el mes de junio se recibió al nuevo titular, aunque en tal concepto de virrey recibió personalmente en su visita a Navarra, durante el mes de abril precedente, al rey Felipe IV. Como pastor de la diócesis, y durante los ocho años que la rigió como obispo, visitó el territorio en su integridad, con especial atención a la formación del clero. Fue un varón ejemplar, muy recto y austero en costumbres, aunque excesivamente suave en las medidas de corrección aplicables a los clérigos descarriados.

En virtud de las bulas pontificias, fechadas en Roma el 18 de febrero de 1647, fue trasladado a la diócesis de Jaén, y falleció en la capital jiennense el 1 de noviembre del mismo año. Había tomado posesión de la sede a través del deán de la Catedral, Juan Francisco Pacheco, hermano del marqués de Villena, a quien nombró su procurador, e hizo su ingreso en la diócesis el 11 de junio del mismo año. A causa de su quebrantada salud, tan sólo gobernó la nueva sede durante algo más de ocho meses, y fue enterrado provisionalmente en la Catedral, con un epitafio en el que se dejó constancia de que “había dado muestras de su acertado gobierno”, para ser trasladado en 1658 al Monasterio de la Encarnación de Madres Dominicas de clausura de Cangas de Narcea, cuya comunidad había fundado el prelado, y en el que hoy reposan sus restos.

 

Fuentes y bibl.: C. González Posada, Catálogo de asturianos, año 1782 (Universidad de Oviedo, ms. n.º 165).

J. de Rojas Contreras, Historia del Colegio Viejo de San Bartolomé, mayor de la célebre Universidad de Salamanca, 2.ª parte, t. I, Madrid, 1768; E. Esperabé de Arteaga, Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca, Tomo II. La Universidad de Salamanca. Maestros y alumnos más distinguidos, Salamanca, Francisco Núñez Izquierdo, 1917; M. de la S. Martín Postigo, Los presidentes de la Real Chancillería de Valladolid, Valladolid, Institución Cultural Simancas, 1982; B. Delgado, El Colegio de San Bartolomé de Salamanca. Privilegios, bienes, pleitos, deudas y catálogo biográfico de colegiales, según un manuscrito de principios del siglo xvii, Salamanca, Universidad, 1986; J. Montijano Chica, Historia de la diócesis de Jaén y sus obispos, Jaén, Consejo Superior de Investigaciones Históricas, 1986; J. Goñi Gaztambide, Historia de los Obispos de Pamplona. VI. Siglo xvii, Pamplona, Eunsa, Institución Príncipe de Viana, 1987, págs. 13-114; A. M. Caravias Torre, “El catálogo del colegio de San Bartolomé. Siglo xvii”, en Studia Historica. Historia Moderna, VIII (1990), págs. 183-265; M. de Ximena Jurado, Catálogo de los obispos de las Iglesias catedrales de Jaén y anales eclesiásticos de este obispado, ed. facs., Granada, Universidad, 1991; J. García Sánchez, Juristas asturianos auditores de la Rota Romana. I. Juan Queipo de Llano y Flores Valdés (Fundador del convento de las MM. Dominicas de Cangas), Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1998, 2 vols.

 

Justo García Sánchez

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