Esquivel del Rosario, Jacinto. Vitoria (Álava), 30.XII.1595 – Mar del Japón, 9.VIII.1633. Mártir, misionero dominico (OP).
Hijo de padres nobles, ingresó en la Orden dominicana en el convento de su misma ciudad en 1612. Fue escogido por su singular talento para colegial de San Gregorio de Valladolid, desde donde pasó a Filipinas en 1626. Durante cuatro años enseñó Teología en la Universidad de Santo Tomás de Manila y al mismo tiempo se dedicó al estudio de la lengua japonesa. Compuso un diccionario japonés-español, en cuya obra le ayudó mucho el padre Jacobo de Santa María, que después fue mártir en Japón.
Se embarcó camino de Japón, pero las vicisitudes del mar le hicieron desembarcar en Formosa (Taiwán). Lo que pensaba serían únicamente unos días o meses se convirtió en años. Sin embargo, el padre Esquivel no perdió el tiempo. Se dedicó con todas sus fuerzas a la evangelización de los formosanos. Taparri era un pueblo de gente pirata y brava que rehusaba someterse a los españoles y tenía un odio implacable a sus vecinos de Kimauri. El padre Esquivel, con su celo y amor a las almas, inagotable en sus trabajos, logró agrupar varias rancherías en Taparri, donde se hicieron todos cristianos, depusieron sus antiguos odios y trabaron una sincera amistad. Acompañado y ayudado por el benemérito hermano fray Antonio de Viana, levantó dos iglesias, una la dedicó a san Juan Bautista en Taparri y la otra, a san Luis Beltrán en Kimauri. En 1632 los superiores lo enviaron a Tamsui, donde levantó una capilla modesta que dedicó a Nuestra Señora del Rosario. Dios bendecía sus obras. Las Actas del Capítulo Provincial de 1633 dicen lo siguiente: “Entre las casas nuevamente aceptadas en la Isla Hermosa están la casa de San Luis Beltrán de Kimauri, Nuestra Señora del Rosario de Tamsui, Todos los Santos de San Salvador en Lilung y la de San Juan Bautista en Taparri, tres de ellas debidas al celo del P. Jacinto Esquivel”.
Con el fin de promocionar la obra misional y el cultivo de las vocaciones sacerdotales, fundó la Hermandad de la Misericordia para la cual redactó los estatutos. El padre Jacinto Esquivel, que había trabajado infatigablemente en Tamsui y Kilung, había pasado a Formosa no para permanecer en ella, sino hasta poder encontrar una buena ocasión para trasladarse a Japón. En aquellos momentos, la persecución religiosa estaba en su culmen y las entradas en el Imperio eran muy difíciles. La espera se prolongaba por años, pero el padre Esquivel no estuvo ocioso y se dedicó con interés al estudio de la lengua de los nativos, llegando a dominarla y a escribir un Catecismo de la Doctrina Cristiana para uso de los indígenas. Cuando hablaba de la resurrección no aceptaban la creencia y decían que “nuestros muertos permanecen para siempre donde una vez fueron colocados”.
Los tormentos inauditos que sufrían los misioneros en Japón, lejos de intimidar su ánimo, avivaban aún más su deseo del martirio; así que, después de tres años en Formosa, aprovechó la ocasión que se presentaba y decidió irse a Japón. Se embarcó en un champán —barca hecha de juncos— juntamente con un padre franciscano. Salieron del puerto de Kilung, y cuando estaban en alta mar los infieles barqueros tramaron darles muerte, y así lo hicieron vilmente arrojando sus cuerpos al fondo del mar. Las prendas excepcionales del padre Esquivel hicieron muy sentida su trágica muerte. Delante de Dios obtuvo la palma del martirio que tanto había anhelado. Era el 9 de septiembre de 1633, a los treinta y ocho años de edad.
Las Actas del Capítulo Provincial de 1635 dicen del padre Esquivel lo siguiente: “El P. Jacinto del Rosario o Esquivel fue degollado cruelmente por los infieles, estando todavía en alta mar, en su viaje para los reinos de Japón, yendo a predicar el evangelio a aquella iglesia afligida. Era varón muy religioso, ejemplar de penitencia, amante de la humildad, muy celoso por la salud de las almas y muy deseoso de derramar su sangre por el amor de Jesucristo. Cortadas sus orejas y nariz, para servir de testimonio de la maldad delante de otros infieles (Japón), su cuerpo fue arrojado al mar”.
Obras de ~: Vocabulario de Japón, declarado primero en portugués por los Padres de la Compañía de Jesús de aquel reyno, y agora en castellano en el Colegio de Santo Tomás de Manila, Manila, 1630; Arte de la lengua Formosana, Manila, 1630; Vocabulario muy copioso de la lengua de los indios de Tamchui, en la isla Hermosa, Manila, 1630; Catecismo de la doctrina cristiana en la lengua de los indios Tamchui, Manila, 1630; Memoria de las cosas pertenecientes a la Isla Hermosa, enviada por el P. Jacinto del Rosario Esquivel, 1632 [en Archivo de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario (APNSR), ms. t. 20, págs. 152 y 153; J. M. Álvarez, Formosa, geográfica e históricamente considerada, vol. II, Barcelona, Luis Gili, 1930, págs. 424-428]; Estatutos y ordenaciones de la Hermandad de la Misericordia, s. f. (en APNSR, ms. t. 29, págs. 139- 144).
Fuentes y bibl.: Acta Capituli Provincialis Sanctisimi Rosario, 1635.
E. D. Aduarte, Historia de la Provincia del Rosario, vol. II, Manila, Tipografía del Colegio de Santo Tomás, 1640, págs. 308-312 y 413-425; J. Peguero, Compendio Historial, 1690 (ms.), pág. 80; J. M. Álvarez, Formosa, geográfica e históricamente considerada, vol. II, Barcelona, Luis Gili, 1930, págs. 424-428; J. M. González, “Esquivel del Rosario, Jacinto”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Instituto Enrique Flórez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1972, pág. 877; C. Montero, “Mártires de China”, en C. Puebla (ed.), Testigos de la Fe en Oriente. Mártires dominicos de Japón, China y Vietnam, Hong- Kong, Secretariado Provincial de Misiones Dominicanas, 1987, págs. 190-192; H. Ocio y E. Neira, Misioneros Dominicos en el Estremo Oriente, 1587-1835, vol. I, Manila, Life Today Editions, 2000, pág. 138.
Maximiliano Rebollo, OP