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Calixto García Íñiguez

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Biografía

García Íñiguez, Calixto. Holguín (Cuba), 4.VIII.1839 – Washington (Estados Unidos), 11.XII.1898. Militar, independentista.

Hijo de Ramón García y González y de Lucía Íñiguez y Landín. Nacido en el seno de una familia de ascendencia soriana por línea paterna, dedicada al comercio, el traslado de la residencia de sus padres a Jiguaní hizo que viviera en este lugar la mayor parte de su infancia, de su adolescencia y de su juventud.

Trabajó en el negocio familiar y a la edad de veintidós años intentó contraer matrimonio con Isabel Vélez, pero la oposición paterna le obligó a retrasar el enlace hasta que, al año siguiente, alcanzó la mayoría de edad. Se casó el 11 de agosto de 1862 y se dedicó a la agricultura y a la explotación de un tejar, en la pedanía de Santa Rita. Pronto figuró entre los más decididos partidarios de la independencia de Cuba, conspirando a favor de esta causa junto con Francisco Vicente Aguilera y otros. Cuando Carlos Manuel de Céspedes se alzó contra España, el 10 de octubre de 1868, Calixto García se sumó al levantamiento tres días más tarde, a las órdenes de Donato Mármol, pasando a mandar el Regimiento de Jiguaní. Tenía entonces veintinueve años, tres hijos, una mediana propiedad de siete caballerías de tierra, otras tantas yuntas de bueyes, media docena de caballos, dos carretas, el ya citado tejar y dos esclavos, a los cuales otorgó rápidamente la libertad. A partir de aquí su vida, su familia (que se iría incrementando con nuevos hijos) y cuanto tuvo quedó al servicio de la causa por la independencia cubana.

Hizo sus primeras armas en Jiguaní y prosiguió la guerra, en incesante actividad, en Bayamo, Holguín, Auras, Manzanillo, Las Tunas, etc. Como segundo de Máximo Gómez y jefe de su Estado Mayor jugó, desde el principio, un papel destacado en la lucha contra los españoles. En julio de 1869 ostentaba ya el grado de general de Brigada. Unos meses después, en enero de 1870, resultó herido en un brazo, en combate desarrollado en el lugar conocido como la Cruz de Piedra. Aunque las secuelas fueron relativamente graves, esta circunstancia no le impediría continuar en campaña y en abril de ese año fue nombrado segundo jefe del distrito de Holguín, aunque la muerte de Donato Mármol, ocurrida poco después, le llevó a encargarse de la División que comprendía las jurisdicciones de Jiguaní, el Cobre, Cuba y Guantánamo.

Mientras, en agosto del mismo 1870, su mujer y el resto de su familia fueron detenidos por las autoridades españolas y enviados a La Habana, desde donde acabarían por abandonar la isla con destino a Estados Unidos, primero a Florida y después a Nueva York. La guerra seguía un curso no demasiado favorable para los insurrectos. En diciembre, el conde de Balmaseda daba por pacificada la Gran Antilla, aunque, ciertamente no era así y la lucha continuaría durante otros ocho años.

El arribo de armas y pertrechos llegados de Estados Unidos permitiría a los revolucionarios relanzar nuevas operaciones a lo largo de 1871 y Calixto García combatió en diversos escenarios: Baire Arriba y otra vez Jiguaní. A comienzos de 1872, en unión de Máximo Gómez, intervino en el ataque a La Guisa y en marzo destruyó el poblado de Sao de Arriba. Dos meses más tarde era ascendido a mayor general.

Sin embargo, las tensiones entre Máximo Gómez y el presidente Céspedes ponían en peligro la causa de la revolución. La destitución de aquél convirtió a Calixto García en máximo responsable de la contienda en el Departamento Oriental. Su acometividad y movilidad le permitieron obtener no pocas victorias sobre las tropas españolas: Rejondón de Báguanos, Sama, Cupayae, de nuevo La Guisa... No obstante, García, consciente de la necesidad de evitar la disidencia en el campo revolucionario, no pararía hasta obtener la reposición de Gómez en el mando. Nuevos combates aumentaron su prestigio durante el resto de 1872 y 1873. Pero la crisis derivada de la rivalidad entre los dirigentes revolucionarios continuaba larvada y la pugna política culminaría con la destitución de Céspedes.

El 27 de octubre de 1873 en el campamento de García, en Bijagual, se reunió la Asamblea que, presidida por Cisneros Betancourt, depuso al hombre que había iniciado en la Demajagua la lucha por la independencia de Cuba.

Convertido en árbitro de la revolución, Calixto García alternó éxitos y fracasos en el campo de batalla durante los meses posteriores. El 5 de septiembre de 1874 fue sorprendido por tropas españolas, al mando del teniente Ariza, en San Antonio de Bagá.

Aunque intentó suicidarse, para no caer en manos de sus enemigos, resultó tan sólo herido, siendo trasladado por sus captores, primero a Veguitas, más tarde a Manzanillo y, por último, a Santiago, donde quedó internado en el hospital Príncipe Alfonso. Las autoridades españolas, en Cuba y el Gobierno de Madrid, le otorgaron un trato bastante benévolo. Tras un corto período, apenas repuesto de sus heridas, se le trasladó a La Habana, quedando preso en el castillo del Morro, y desde aquí fue llevado a la Península. El barco que le transportaba llegó a Santander y Calixto García fue ingresado en el penal de Santoña, el 5 de mayo de 1875. Poco después se le envió a Madrid, para ser internado en el cuartel de San Francisco, en régimen de prisión sensiblemente atenuado, puesto que podía recibir visitas de familiares y amigos. Entre los primeros estaba su madre, que le había seguido hasta la capital de España, y, entre los segundos, varios jóvenes cubanos como Eusebio Hernández y Raimundo Menocal.

Contó también con la asidua compañía de la española Paula Ruiz, con la cual tendría un hijo, llamado Raimundo Domínguez Eguaraz.

Sin embargo, la privación de libertad se le antojaba excesivamente dura y a las pocas semanas pidió instalarse en una vivienda particular, alegando problemas de salud. No consiguió tal propósito, pero el 24 de septiembre de 1875 se le evacuó al hospital militar. Una vez allí sus maquinaciones para fugarse acabaron siendo descubiertas y, en consecuencia, fue recluido en la ciudadela de Pamplona hasta el 8 de junio de 1878, fecha en la que, tras el Pacto del Zanjón, por el cual acababa la Guerra de los Diez Años, quedó en libertad. Inmediatamente salió para Madrid estableciéndose en casa de Eusebio Hernández.

No tardó en abandonar España viajando a París. En la capital francesa se entrevistó con Betances, quien le hizo llegar el dinero que, donado por Aldama, había de servirle para regresar a América. Embarcó en el Havre, camino de Londres y, desde aquí, a bordo del Alicia, arribó a Nueva York en septiembre de 1878.

Reunido nuevamente con su familia fue nombrado presidente del Comité Revolucionario Cubano en esta ciudad. Calixto García estaba entre los partidarios de continuar la contienda armada contra España, a toda costa, rechazando lo acordado en el Zanjón. Así pudo apoyar la insurrección de B. Grave de Peralta, en San Lorenzo de La Rioja (Holguín), que, el 24 de agosto de 1879, reanudaba las hostilidades dando principio a la que se acabaría conociendo como la Guerra Chiquita.

El cansancio y el desencanto de no pocos de los combatientes cubanos en el largo conflicto precedente hicieron que el nuevo movimiento independentista no alcanzara grandes dimensiones. A pesar de ello, García se unió a los insurrectos desembarcando en Cuba, cerca de Aserradero, junto con un reducido grupo, el 7 de mayo de 1880.

La empresa revolucionaria estaba condenada al fracaso en aquellas circunstancias. Calixto García y sus hombres no tuvieron otra alternativa que entregarse a las autoridades españolas el 3 de agosto de 1880 y cinco días más tarde se hallaba en La Habana, bajo arresto, en el buque San Francisco de Borja. Otra vez fue objeto de una tolerancia relativamente especial. Si antes había contado con la protección del brigadier Marín, ahora le ampararía el general Blanco, siempre con la esperanza de hacerle abandonar sus ideales independentistas o de utilizar su nombre para abrir brecha entre los líderes revolucionarios.

Con todo, el 15 de agosto de 1880, al igual que unos años antes, sería trasladado como prisionero, rumbo a Santander, en esta ocasión en el Méndez Núñez. No pasaría aquí mucho tiempo; el 7 de septiembre de aquel año, una semana después de su llegada a la ciudad cántabra, inició un largo periplo que le llevaría a su nuevo centro de reclusión.

La goleta Concordia le condujo primero a Cádiz, y más tarde a Alicante, donde quedó encerrado en el castillo de Santa Bárbara el 23 del citado mes. Sin embargo, en pocos días, el 11 de octubre de 1880, fue puesto en libertad vigilada, pasando a establecerse en Madrid.

En la capital de España y con la ayuda de Pedro Sotolongo, director del Banco Hispano-Colonial, Calixto García encontró trabajo en el Banco de Castilla.

Para mejorar sus ingresos dio además algunas clases particulares y colaboró en la Institución Libre de Enseñanza, de Francisco Giner. Su nueva situación le permitió rehacer su vida familiar llamando a su lado a su mujer e hijos que se hallaban en Nueva York. En la primavera de 1882 llegaron a Madrid instalándose todos en la calle Fuencarral, n.º 90, 2.º izquierda, uno de la media docena de domicilios que ocuparían sucesivamente hasta 1895. Aquí crecieron y estudiaron sus hijos, de entre los cuales, Carlos, llegó a ser odontólogo.

Calixto García se integró entonces en la vida española durante más de tres lustros y desde 1889 gozaba de total libertad, pudiendo incluso viajar al extranjero, circunstancia que aprovechó para visitar, una vez más, París. Aún así, a pesar de la distancia y de la acogida que había encontrado en España, no había perdido de vista, en ningún momento, cuanto se relacionaba con Cuba. En contacto con Martí, a través de Gonzalo Quesada, estaba al corriente de la insurrección que iba a estallar en el Baire. Cuando se produjo el alzamiento, en febrero de 1895, Calixto García se hallaba enfermo en Madrid, pero deseando volver a tierras cubanas para sumarse, por tercera vez, a la guerra.

El ya citado Betances, delegado de los revolucionarios en París, y a quien escribiría solicitando fondos para marchar, llevando a su familia a Jamaica, sería el encargado de organizar el regreso del viejo general.

El 13 de octubre consiguió salir para la capital francesa, donde fue recibido y atendido por la colonia cubana. Tras unas semanas embarcó en el Havre, el 9 de noviembre de 1895, con destino a Nueva York, donde llegó el 18. Todavía faltaba la última etapa para completar su viaje, y a preparar la expedición que la hiciese posible dedicó todos los esfuerzos.

En la noche del 25 de enero de 1896 partió de la costa americana a bordo del Hawkins, viejo barco, que se hundiría el 27. Rescatado por un buque americano, el Leander Beabe, volvería a intentarlo sin tardar mucho. En un primer momento, el 24 de febrero, su nuevo barco, el Bermudas, fue descubierto y apresado por el Gobierno estadounidense, aunque liberado, más tarde, consiguió hacerse a la mar el 18 de marzo, arribando a Cuba, en la playa de Marabi, cerca de Baracoa.

Al mando de las fuerzas independentistas del Departamento Oriental, al igual que en campañas anteriores, por nombramiento de 7 de mayo de 1896, propuso el plan que debía trasladar el mayor número de fuerzas posibles a la zona occidental de la isla, aunque la muerte de José Maceo detendría sus proyectos.

En octubre de ese año pudo marchar hacia Camagüey y ocupó Guáimaro. Ya en los primeros meses de 1897 intentó apoderarse de Jiguaní y, en agosto, obtuvo un importante triunfo en Las Tunas. Relevado el general Weyler de la Capitanía General de Cuba, por el Gobierno Sagasta, y sustituido por el general Blanco, la guerra entraba en una nueva etapa.

A pesar de las ofertas de autonomía para la isla, la lucha siguió adelante. Calixto García consiguió victorias notables como la de Guisa, ya al final de 1897. Pero el acontecimiento decisivo sería la intervención de Estados Unidos en la contienda contra los españoles, desarrollada, precisamente, en la zona oriental de Cuba. García ocupó Bayamo en abril de 1898, y colaboró con los norteamericanos de manera eficaz, atacando a las tropas españolas del coronel Escario, que acudían en auxilio de Santiago, y apoyando a los hombres del general Shafter en las Guásimas.

Sin embargo, la decisiva intervención de los estadounidenses sumió a Calixto García en una situación contradictoria. Por un lado sabía que aquélla supondría la derrota de los españoles y se apresuró a colaborar pero, por otro, desconfiaba de que el Gobierno de Washington retrasara, como así fue, la independencia de Cuba. Lo cierto es que la participación norteamericana le acarreó no pocos problemas y disgustos.

Tras la toma de Santiago el general Shafter le impidió entrar en la ciudad con sus tropas y sólo más adelante, ya cesado en el mando, el general Lawton le ofreció hacerlo en un tardío gesto de desagravio.

Desde luego no dejó de manifestar su protesta, a título personal, ante el giro que tomaban los acontecimientos y afirmaría, sin rodeos: “No luchamos por la independencia para convertirnos en una factoría yanqui”.

No obstante, sus enemigos políticos le acusaron de haber tomado iniciativas para auxiliar a las tropas de Estados Unidos, al margen del Gobierno revolucionario, y fue depuesto de su cargo de lugarteniente general, el 13 de agosto de 1898. Retirado en Jiguaní, fue elegido para la Asamblea de Representantes que se reuniría en Santa Cruz del Sur, el 24 de octubre de 1898. Este órgano político acordó, el 10 de noviembre, enviar a Washington una comisión que se encargara de recabar los fondos necesarios para licenciar al Ejército revolucionario. A la cabeza de esta embajada llegó Calixto García a la capital estadounidense, y allí encontraría la muerte el hombre que tantas veces arriesgó su vida en tierras cubanas.

En general, la figura de Calixto García ha recibido más halagos que críticas negativas. Para Miró, había sido un militar famoso en la contienda de los Diez Años y, además de gran soldado, era hombre de sólida cultura, de inteligencia clara y perspicaz y cumplido caballero. En este sentido y aún más encomiásticos recoge Roig de Leuchsenring no pocos juicios. Era, según éstos, maestro de la técnica y la estrategia militar y un notable estadista. Desde luego, visto desde el prisma de los revolucionarios, no cabe duda de que la mayoría le consideraba un gran cubano, que consagró su vida a la causa de la independencia y a la libertad de Cuba. Según Casasús, uno de sus biógrafos, fue “uno de los personajes más complejos que ofrece la historia emancipadora cubana [...] defensor del orden [...] de la libertad y del poder civil”.

 

Bibl.: Pérez Cabrera, Calixto García, La Habana, Academia de la Historia de Cuba, Imprenta El Siglo XX, 1942; O. Cuni y R. Soto, Calixto García: el conspirador, La Habana, 1943; C. de la Torriente, Calixto García. Estadista, La Habana, Academia de la Historia de Cuba, Imprenta El Siglo XX, 1944; L. R. Miranda y de la Rúa, Calixto García Íñiguez. Estratega, La Habana, Academia de la Historia de Cuba, Imprenta El Siglo xx, 1951; C. de la Torriente, Calixto García cooperó con las fuerzas armadas de los Estados Unidos, en 1898, cumpliendo órdenes del gobierno cubano, La Habana, Academia de Historia de Cuba, Imprenta El Siglo XX, 1952; E. Roig de Leuchsenring, La guerra hispano-cubanoamericana fue ganada por el lugarteniente del Ejército Libertador Calixto García Íñiguez, La Habana, Colección Historia Cubana y Americana, 1955; J. J. E. Casasús, Calixto García “El Estratega”, La Habana, Colección Historia Cubana y Americana, 1962 (1.ª ed., 1942); T. Valdés, Soy ante todo cubano, La Habana, Editorial Pablo de la Torriente, 1995.

 

Emilio de Diego García