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Juana I de Navarra y Francia

Biografía

Juana I de Navarra y de Francia. Condesa de Champaña y de Brie. Bar-sur-Seine (Francia), 14.I.1273 – Vincennes (Francia), 2.IV.1305. Reina de Navarra y reina consorte de Francia (desde 1285).

Hija de Enrique I de Navarra y de Blanca de Artois, a la muerte de su padre en julio de 1274, con algo más de un año, se convirtió en la única heredera al trono navarro y a los condados champañeses. Pocos meses después de su nacimiento se negoció su matrimonio con un hijo de Eduardo I de Inglaterra. Dicha unión, de llevarse a cabo, supondría la creación de un estado transpirenaico navarro-gascón, contraria a todas luces a los intereses de la Corona de Francia. Una vez convertida en heredera, esta opción fue olvidada y fueron los reyes de los reinos vecinos (Aragón, Castilla y Francia) los que pugnarían por conseguir su mano. Jaime I de Aragón propuso a su nieto primogénito —el futuro Alfonso III— y Alfonso X de Castilla ofreció la mano de uno de sus numerosos nietos.

La tutela de la joven Reina correspondía a su madre, la reina Blanca. Ésta se sintió presionada y tras convocar a las Cortes, en las que se trataría del nombramiento del gobernador, marchó a Francia buscando la protección y amparo de sus parientes. Las exigencias de los monarcas hispanos, empleando incluso la violencia, hicieron que doña Blanca, tras prestar homenaje por el condado de Champaña, entregara, en 1275, el gobierno efectivo de Navarra a su primo el rey de Francia, Felipe III el Atrevido. El interés de este Monarca era incorporar a la Corona de Francia el condado de Champaña y el propio reino de Navarra.

Para ello se acordó en Orleans (mayo de 1275) el matrimonio de Juana con el primogénito y heredero de la Corona. El parentesco que unía a los contrayentes exigía la dispensa papal. Gregorio X, tratando de evitar el incremento del poderío francés, señaló como futuro esposo a Felipe, segundo hijo del Rey. Semejantes cautelas fueron estériles, pues la muerte del príncipe heredero llevaría a los futuros cónyuges a ceñir ambas coronas, la de Francia y la de Navarra. El acuerdo matrimonial, sin perjuicio de los derechos de Blanca de Artois, otorgaba la custodia de la heredera de Navarra a Felipe III y, en consecuencia, a él competía la protección del reino (1275-1284).

El 16 de agosto de 1284 se celebró la boda y desde entonces el nuevo matrimonio pasó a gobernar Navarra; y al año siguiente fueron reconocidos como reyes de Francia. Al parecer, la administración de los dos reinos fue ejercida por su marido, mientras que la Reina dispuso del Condado de Champaña. Pese a estas cesiones, la influencia de la Reina en la Corte parisina estuvo siempre presente. Gozó de una excelente reputación como mujer inteligente, enérgica y piadosa. Mostró una gran predilección por los franciscanos, de cuya Orden era su confesor. La rivalidad entre éste y el confesor dominico del Rey pudo interpretarse como una muestra de la disparidad de criterios entre los Reyes; pero doña Juana siempre estuvo unida a su marido y consideró de un interés común la política ejecutada por el Capeto. Su círculo parisino estaba formado a la vez por champañeses y normandos.

Entre los primeros se encontraba Guichard, miembro del Consejo Real y más tarde obispo de Troyes, que pronto perdió su favor, debido a las calumnias vertidas sobre él, atribuyéndosele un comportamiento nada edificante en un hombre de Iglesia; en cuanto a los segundos, cabe mencionar a Enguerran de Marigny, llamado a jugar un destacado papel político y que a la muerte de la Reina pasó a formar parte de los más eficaces consejeros del Monarca.

En el tránsito del siglo xiii al xiv la vitalidad del mundo universitario encontró su expresión en la proliferación de fundaciones. Fundar un colegio era una nueva forma de llevar a cabo una buena acción. Los grandes de este mundo incluyeron en sus disposiciones testamentarias la creación de colegios, que no eran centros de enseñanza sino dotaciones para estudiantes pobres. En 1304, poco antes de su muerte, la reina Juana fundó el colegio de Navarra, que acogería a “becarios” de Champaña y de otras regiones de Francia. Pronto sería un destacado foco de renovación intelectual de la Universidad de París.

En veinte años de matrimonio no parece que hubiese grandes disensiones entre los esposos. Fue madre de seis hijos, cuatro varones y dos hembras. Tres de ellos fueron reyes, Luis X, Felipe V y Carlos IV; e Isabel, casada con Eduardo II, reina de Inglaterra.

A la muerte de doña Juana, acaecida el 2 de abril de 1305, Felipe expresó el enorme dolor que la desaparición de su esposa le producía y renunció a casarse de nuevo. El óbito tuvo lugar en el castillo-palacio de Vincennes y, según deseo de la Reina, su cuerpo recibiría sepultura en la iglesia parisina de los franciscanos, en el convento de los cordeleros (rue de l’École-de-Médicine), hoy desaparecida. El Rey quiso trasladarlo a Saint-Denis y dotarle de un monumento funerario digno de una esposa dos veces Reina, pero las grandes preocupaciones de su ajetreada política le impidieron cumplir sus deseos.

 

Bibl.: J. Favier, Philippe le Bel, Paris, 1978 (ed. rev., 1998); J. R. Streyer, The Reign of Philip the Fair, Princeton, University, 1980; Gran Enciclopedia Navarra, tomo V, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990; J. Favier, “Jeanne de Navarre”, en Dictionnaire de la France médiévale, Paris, Fayard, 1993; J. Gallego Gallego, Enrique I, Juana I y Felipe el Hermoso, Luis I el Hutín, Felipe el Largo, Carlos I el Calvo (1270- 1328), Pamplona, Mintzoa, 1994; L’Art au temps des rois maudits. Philippe le Bel et ses fils, 1285-1328, Paris, Galeries Nationales du Grand Palais, 1998; F. Menant, H. Martín, B. Merdrignan y M. Chauvin, Les Capetiens, historie et dictionnaire, 987-1328, Paris, Robert Laffont, 1999.

 

Juan Carrasco Pérez