Carlos I de Navarra y IV de Francia. El Calvo; El Hermoso. Clermont (Francia), 1294 – Vincennes, Val-de-Marne, París (Francia), 1.II.1328. Rey de Francia (IV, el “Hermoso”) y de Navarra (I, apodado “El Calvo”).
Tercer hijo de Felipe IV de Francia, el Hermoso, y de Juana I de Navarra, durante la larga enfermedad de su hermano (Felipe, el Largo), Carlos, conde de la Marche, había allanado el terreno para sucederle. Un mes más tarde de la muerte del penúltimo Monarca de la dinastía capeta, el tercer hijo de Felipe el Hermoso y Juana de Navarra recibía su consagración real en la catedral de Reims. Casado en primeras nupcias con Blanca de Borgoña, hija del conde borgoñón Otón IV y de la condesa de Artois Mafalda; hermana, por tanto, de la mujer de Felipe el Largo. Acusada de adulterio, su matrimonio fue disuelto por el Papa en 1322 y ese mismo año casaría con María de Luxemburgo, hija del emperador Enrique VII; una vez viudo, contrajo nuevo matrimonio, en 1325, con Juana de Evreux.
Al igual que su antecesor continúa la labor de reorganizar las instituciones centrales del poder monárquico, como fueron las finanzas y el sistema judicial. Tanto en Francia como en Navarra su sucesión al trono no tuvo la más mínima oposición. Sólo quedaba por dilucidar el cumplimiento del acuerdo de 1318 entre Felipe el Largo y el duque de Borgoña —tutor de Juana de Navarra—, mediante el cual ésta recuperaría el condado de Champaña, ya que el rey de Francia había muerto sin sucesión masculina. Esta reclamación ocupará todo el reinado del último capeto. Conforme a la tradición de su dinastía, puso especial empeño en ampliar los dominios directos de la Corona y en reforzar el ascenso del poder monárquico. Confiscó la Guyena ante la negativa de Eduardo II de Inglaterra, su cuñado, a prestarle homenaje. El incendio de la bastida de “Saint Sardos” fue considerado como un preludio de lo que más tarde sería la llamada Guerra de los Cien Años.
Como en anteriores ocasiones, los notables del reino de Navarra pretendían que el Monarca prestara el juramento debido y que para ello era exigible su presencia en tierras navarras. La respuesta de París también fue similar: nombramiento de un nuevo gobernador y envío de reformadores para pulsar la opinión y el sentir de las gentes ante la propuesta de sustituir, al menos de momento, el viaje del Soberano por el traslado de una delegación de los Tres Estados a las estancias palaciegas del Louvre. Hubo un acercamiento de posiciones y se avinieron a acudir a Toulouse. Carlos el Calvo estuvo en esta ciudad en el mes de febrero de 1324, pero, ante la ausencia de los navarros, no parece que el juramento real tuviese lugar. Por ello su condición de Soberano siempre estuvo en entredicho. Su gobierno carecía del más mínimo soporte legal y así fue recogido por los cronistas de la época. La Crónica del Príncipe de Viana pasa por ser el testimonio historiográfico más rotundo sobre la ilegitimidad de Carlos I el Calvo.
Pese a lo irregular de la situación, el gobernador y los dos reformadores se hicieron cargo de las tareas de gobierno, siendo las más urgentes la atención de las fronteras con Guipúzcoa y el saneamiento de la hacienda. En este tiempo se completó la reconstrucción de la Navarrería y se dictaron las normas para su repoblación, cuya ejecución estaba pendiente desde 1319.
Sus ansias por tener un heredero nunca se vieron cumplidas a pesar de sus tres matrimonios. Con el último, el de Juana de Evreux, se volvía a repetir la situación creada en tiempos de Luis I el Hutín: la Reina viuda estaba embarazada de seis meses y quedaba la esperanza de un descendiente varón, pero el 9 de abril la reina Juana daría a luz una niña. Extinguidos los Capetos directos, su sucesor en el trono de Francia será su primo Felipe de Valois, pero esta solución encontraría amplia contestación, hasta el extremo de ser la mecha que prendería el largo conflicto anglo-francés. Mientras, el de Navarra, gracias a la movilización de los grupos más notables del reino, recayó en doña Juana, la hija de Luis I el Hutín, casada, en 1317, con el conde Felipe de Evreux. Su muerte, ocurrida en el castillo de Vincennes el primero de febrero de 1328, dejó sin efecto los acuerdos alcanzados con los condes de Evreux y que suponía la renuncia de éstos al condado de Champaña, recibiendo a cambio los condados de Angulema y Mortain. Tales extremos serían confirmados bajo el reinado del primero de los Valois.
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Juan Carrasco Pérez