Cabezón, Hernando de. Madrid, 7.IX.1541 ant. – Valladolid, 1.X.1602. Compositor y organista.
Hijo del célebre organista Antonio de Cabezón, fue bautizado el 7 de septiembre de 1541 en la parroquia de San Ginés de Madrid. En esa época su padre servía en la corte repartiendo su trabajo entre la capilla del príncipe Felipe y la de las infantas.
No se sabe nada de su infancia y juventud hasta que en 1559 aparece sirviendo como tañedor de tecla en la capilla real durante todo el año. El 15 de noviembre de 1563 es nombrado organista de la catedral de Sigüenza, aunque al parecer no toma posesión de su puesto hasta 1564, del que se ausenta en varias ocasiones a causa de negocios personales o de asuntos de la corte. Al fallecer su padre, Antonio, en 1566, Hernando ocupa su puesto en la corte al servicio de Felipe II, siendo nombrado oficialmente el 10 de junio del mismo año con idéntico sueldo, lo que significa que se le tenía la misma consideración.
El 21 de septiembre de 1575 le es concedida la licencia pertinente para editar las obras de su padre, Antonio, firmando el 29 de mayo de 1576 el contrato para la publicación, que tiene lugar en Madrid en 1578.
Hernando de Cabezón prestó sus servicios de organista en Lisboa desde el 1 de julio de 1581 hasta fin de ese año. Felipe II había entrado en Portugal desde Badajoz el 5 de diciembre de 1580, como pretendiente al trono de dicho país, donde permaneció hasta 1583. Se sabe por una carta a sus hijas que el propio Rey había requerido la presencia del organista, quejándose de que no había en la capilla lisboeta “quien tañese bien los órganos”. Al parecer, el Rey le tuvo en tanta estima como a su padre. Atendió satisfactoriamente sus demandas de aumento de salario, y el 14 de agosto de 1583 le concedió, además, rentas en Cuenca y Requena.
Hernando de Cabezón se casó en julio de 1586 con Carolina Hurtado de Guevara, de cuyo matrimonio tuvo siete hijos. En 1593 aparece examinando y aprobando el tratado de Francisco de Montanos Arte de Canto Llano, publicado en Salamanca en 1610.
En 1595 es ascendido de categoría “a contino” con el sueldo correspondiente a ese grado.
Felipe II muere en El Escorial el 13 de septiembre de 1598. Hernando sigue al servicio de la Corte, siendo uno de sus primeros cometidos acompañar al nuevo rey Felipe III a Barcelona, antes de lo cual hace testamento en Madrid el 30 de octubre de 1598. Murió en 1602 en Valladolid. Su puesto en la capilla real fue ocupado por Bernardo Clavijo del Castillo.
Eclipsado hoy en día por la figura de su padre, Hernando de Cabezón fue también un importante organista, tenido en gran estima, como se ha dicho, por el rey Felipe II y reconocido por sus contemporáneos.
Francisco Correa de Arauxo le cita en su Facultad orgánica (Alcalá de Henares, 1626), alineándolo nada menos que con Josquin, Gombert y Montanos —“testigos tan calificados”— para justificar el empleo de determinadas disonancias. La obra fundamental de Hernando de Cabezón fue la edición y publicación de los trabajos de su padre, Antonio. Hernando recuperó dichas obras, alegando haberlas recogido de papeles sueltos, y haber tenido no poca dificultad para transcribirlas.
Hernando tenía mucho interés en recalcar que por dichas circunstancias estas obras no representaban justamente el gran arte de su padre: “conozco auer hecho grandíssimo agrauio a mi Padre, Dios le de gloria, en auer querido juntar en este libro algunas cosas que el dio de lició a sus discipulos, por no auer sido cosa que el vuiese hecho de propósito para este fin”. Es decir, se trataba —siempre según su testimonio— de composiciones que no se habían pensado en un principio para ser publicadas, sino que eran principalmente de carácter pedagógico. Antonio era ciego, y además sus obligaciones no le dejaron mucho tiempo para componer, de manera que advierte que estas obras eran las “migajas que caían de la mesa de mi padre”. También declara con humildad que él no puede igualarse a su padre.
La casi totalidad del libro son, pues, obras de Antonio.
Además de Pues a mí desconsolado tantos males me rodean, que atribuye a su tío Juan de Cabezón, incluye cinco piezas como propias: un Ave Maris Stella y cuatro canciones glosadas de otros compositores: Je prens en gré (Clemens non Papa), Doulce Memoire (Pierre de Sandrin), Susanne un jour (Orlando de Lassus) y Pis ne me peult venir (Tomás Crecquillon). Entre estas piezas destaca Doulce Memoire por el carácter marcadamente manierista de la glosa, que revela que Hernando tenía una personalidad musical propia y no era un mero seguidor del arte de su padre. Se ha especulado sobre si algunas más de las composiciones del libro son realmente de Hernando. De hecho, el propio Francisco Correa de Arauxo, en su Facultad orgánica, le atribuye Ay me qui voldra (glosa de una canción de Nicolás Gombert), mientras Hernando lo adjudica a su padre. Hernando podría haber atribuido a Antonio algunas de sus propias obras para que éstas tuvieran más aceptación, debido al prestigio de su progenitor, procedimiento empleado en algunas ocasiones en la historia de la música. En cualquier caso, según él mismo declara, tuvo que poner bastante de su parte en la reconstrucción de las mismas, de manera que no se debe considerar una mera recopilación.
No hay que olvidar tampoco el proemio y la introducción teórica del libro. El “Proemio al lector en loor de la música” revela el profundo conocimiento humanístico de su autor e incluye citas de la música de varios autores de la antigüedad clásica, especialmente de Platón pero también de Aristógenes, Homero, Nicephoro, Theodorico Cirennense, Píndaro y Esopo.
También hay referencias a citas musicales en la Biblia y en san Agustín. En cuanto a la introducción teórica —“Declaración de la cifra que en este libro se usa”—, a pesar de su brevedad, se encuentra una importante fuente para la praxis interpretativa de la época. Hernando explica minuciosamente la notación empleada, a saber la cifra española para tecla, y aporta breves instrucciones para la digitación y la ornamentación.
Al parecer Hernando, tenía más música suya y de su padre preparada para la imprenta, pues en su testamento se citan dos libros en cifra de música suya y de su padre, y suplica al Rey que se publiquen, pues estaban preparados para la imprenta. En el inventario de sus bienes en 1609, cuando finalmente se ejecuta su testamento, aparece un libro “compendio de música de Hernando de Cabezón”, así como otros de música. Pero este título es el que figura en la página en la que comienza la música de su padre (numerada como folio 1.º) de las “obras” de 1578, de manera que el volumen citado se trataría seguramente de un ejemplar dicha edición, y las obras nuevas no llegaron jamás a imprimirse.
Obras de ~: Obras de Música para tecla arpa y vihuela, de Antonio de Cabeçon, Madrid, 1578.
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Miguel Bernal Ripoll