Teobaldo I. Conde de Champaña y de Brie (IV) (1222-1253). Champaña (Francia), 1201 – Pamplona (Navarra), 8.VII.1253. Rey de Navarra (1234-1253).
Cuarto conde de Champaña de este nombre, era hijo póstumo de Teobaldo III de Champaña y de Blanca de Navarra, hija de Sancho VI el Sabio. Su mayoría de edad coincidió con el debate de la sucesión de su tío Sancho VII el Fuerte, que no tenía hijos legítimos.
En 1225 el conde vino a Navarra y quiso que le reconocieran como heredero, pero los nobles rechazaron sus pretensiones, seguramente porque preferían a Guillermo, bastardo del rey. La muerte de éste y de su hermano Ramiro, obispo de Pamplona, que era su principal valedor, volvió a plantear la cuestión sucesoria.
Sancho desconfiaba de su sobrino, al que acusaba de querer destronarlo, y en 1231 firmó un tratado de prohijamiento mutuo con Jaime I de Aragón. Este monarca fue jurado como heredero de Navarra y lo mismo hicieron los aragoneses con Sancho. El objeto inmediato de tal acuerdo era la ayuda militar que Navarra necesitaba contra Castilla. Jaime cobró por ella una elevada suma, pero no cumplió su compromiso.
Cuando Sancho VII murió el 7 de abril de 1234, los estamentos del reino, que no querían unirse a Aragón, comisionaron al obispo de Pamplona, Pedro Ramírez de Piédrola, para ofrecer la Corona al conde de Champaña. Teobaldo volvió a Navarra, juró los Fueros y el 8 de mayo de 1234 fue alzado rey. El carácter pactista de la Monarquía, que reconocía como soberano a quien se comprometiera a guardar las leyes consuetudinarias del reino, juega un papel decisivo en el cambio de rumbo político de Navarra. Desde 1234 sus destinos quedan ligados a dinastías francesas hasta el final de la Edad Media.
Las primeras gestiones del nuevo monarca fueron encaminadas a consolidar su posición dentro y fuera de Navarra. El juramento que había prestado en su alzamiento, elaborado quizá por jurisconsultos tudelanos, incluía el compromiso de deshacer los contrafueros de sus antecesores. Por ello se formó un tribunal para fallar las quejas de los nobles y eclesiásticos y otro para los pleitos de las buenas villas. La resistencia del rey a aceptar las reclamaciones presentadas explica la larga querella con el concejo de Tudela, que no se resolvió hasta 1237, y el hecho de que muchas otras fuerzas quedaran sin atender. En cambio, las negociaciones para el alzamiento y las previsiones para que un gobernante de “extraña nación” no pudiera introducir un número excesivo de funcionarios extranjeros dieron lugar, al parecer, al Fuero Antiguo, núcleo del Fuero General. En cuanto a la nobleza, su papel político se veía restringido por el gobierno personal del soberano y de su senescal champañés y el descontento se manifestó especialmente entre los infanzones de la Junta de Obanos, corporación nacida en el reinado anterior que usurpaba funciones propias del monarca, como la ejecución de la justicia. Teobaldo atacó esta liga con censuras papales y más tarde mediante el soborno de los junteros y la intervención del obispo de Pamplona. A pesar de estas medidas, la Junta siguió funcionando en la clandestinidad.
En 1238 el rey nombró una comisión de ricoshombres, caballeros y eclesiásticos para poner por escrito su estatuto jurídico, recogido más tarde en el Fuero General. Desde 1243 las relaciones con sus súbditos muestran que Teobaldo se ha adaptado a las tradiciones del reino. Así nombra senescal o gobernador a un navarro y refuerza las concesiones a la nobleza en forma de caverías o rentas de la Corona, a cambio de un homenaje feudovasallático, como en los casos de Pedro Jordán, Pedro Sánchez de Barillas, Ramiro Pérez de Arróniz y Martín Jiménez de Aibar. Por las mismas fechas, las disposiciones a favor de las villas de francos denotan el acercamiento a la burguesía, el estamento que mejor secundó sus reformas. La venta de los derechos del mercado a los estelleses (1236 y 1237) o la confirmación de los fueros de San Cernin de Pamplona (1237 y 1238) eran quizá medidas coyunturales, destinadas a neutralizar el mal efecto de la controversia con Tudela. En las dos décadas siguientes el rey muestra una mayor sensibilidad por los fenómenos económicos que generaban las villas de francos. En 1249 concedió a Estella ventajas en el pago de aduanas. En 1251 tomaba bajo su protección a los burgueses de San Nicolás de Pamplona frente a la prepotencia de los vecinos de San Cernin y concedió ferias a Estella y Tudela. En las villas de realengo, continuó el proceso de racionalización administrativa y legislativa de los reinados anteriores: las pechas o tributos se unifican en cantidades fijas anuales, que pagan los concejos. Estas sumas incluyen a menudo otros conceptos, como el disfrute de las propiedades reales que pasan a ser explotadas comunalmente. El rey renuncia con facilidad a prestaciones personales, como la cena y las labores, a cambio de un pago, incluido en la pecha. También se conceden a las villas garantías de que la Corona no las enajenaría y las defendería de los abusos de tenentes o administradores que las ocuparan en su nombre. El conflicto que desde la época de Sancho el Fuerte enfrentaba al rey con el obispo de Pamplona, no pudo resolverse por la intransigencia del prelado don Pedro Jiménez de Gazólaz que, entre otros derechos, reclamaba la jurisdicción de la ciudad. Teobaldo, condenado por el Papa en este pleito (1247), se negó a ejecutar la sentencia y fue excomulgado y el reino puesto en entredicho.
Esta sentencia estaba a punto de ser renovada cuando murió el rey. Roncesvalles fue el establecimiento preferido por el monarca, que le otorgó diversos privilegios y donaciones. Otros hitos en la vida religiosa de Navarra fueron el traspaso del monasterio de Leire de la Orden de San Benito a la del Císter y la fundación de los primeros conventos de mendicantes del reino, los dominicos de Pamplona y los franciscanos de Pamplona, Sangüesa y Olite.
Una vez alzado rey, Teobaldo tuvo que disipar toda amenaza de intervención en Navarra por parte de Aragón y Castilla. Jaime I, considerando quebrantado el pacto de prohijamiento de 1231, ocupó los castillos que Sancho el Fuerte le había cedido en 1232, Gallur, Escó, Zalatamor y Trasmoz. En septiembre de 1234 el papa intervino para evitar una posible guerra y se acordó una tregua hasta enero, prorrogable por cuatro años. Por las mismas fechas el rey buscó la alianza con Fernando III de Castilla y negoció la boda de su entonces única hija y heredera, Blanca, con el príncipe Alfonso. Ambos serían reyes de Navarra, aún cuando Teobaldo tuviera después otros hijos varones.
Sólo si la princesa moría sin sucesión el reino pasaría a sus hermanos. El monarca castellano se comprometía a devolver Guipúzcoa, San Sebastián, Fuenterrabía y el castillo de Monteagudo y daría al navarro una renta anual de 2.000 maravedís. El enlace no prosperó porque, desaparecida la amenaza aragonesa, Blanca se casó en 1235 con el hijo del conde de Bretaña, aliado de Teobaldo frente al rey de Francia. La paz con los reinos hispanos fue una constante a lo largo de todo el reinado. El soberano intervino en dos episodios bélicos.
Como conde de Champaña, participó, con otros nobles franceses, en una cruzada a Palestina entre 1239 y 1240, cuya jefatura ostentó al ser el único rey.
Tras la derrota de los cristianos cerca de Gaza, sus hábiles gestiones con los musulmanes sirios y egipcios, rivales entre sí, paliaron el fracaso con la obtención para los franceses de tres plazas fuertes: Beaufort, Safed y Ascalón. Parece que en esta campaña, apenas tratada por los estudiosos navarros, sólo participaron champañeses. Mayor importancia revistió el enfrentamiento con Enrique III de Inglaterra en Gascuña, por el apoyo que Teobaldo dio a los nobles gascones rebeldes al monarca inglés, el vizconde de Soule y los señores de Saut y Agramont que le habían prestado vasallaje en 1234, 1237 y 1238 respectivamente. Tras una guerra incierta (1243-1244), en la que los partidarios del navarro tomaron el castillo de Garro y el señor de Urt se colocó bajo la protección del rey, se firmó la paz en 1249 y ambas partes presentaron sus reclamaciones. Sin embargo, no se llegó a un acuerdo definitivo y Navarra siguió afirmando ventajosamente su presencia en las tierras de Ultrapuertos.
En Champaña la minoría de edad de Teobaldo había estado marcada por las reivindicaciones del condado por parte de su prima Felipa. Blanca de Navarra, con el apoyo del Papa y de Luis VIII, rey de Francia, defendió sus derechos con energía. El joven conde se educó en la Corte francesa, fue armado caballero al mismo tiempo que el hijo del rey, y tomó parte en las campañas de su soberano contra los ingleses (1224) y los albigenses (1226). Su defección del Ejército francés y la alianza con los enemigos de san Luis dieron lugar a rumores que le acusaban de haberse enamorado de la reina Blanca de Castilla y envenenar a Luis VIII. En 1227 prestó homenaje por Champaña y recibió de nuevo el apoyo regio cuando en 1232 su prima Alicia de Chipre reclamó la herencia del condado.
Para indemnizarla Luis IX le ofreció una renta, pero Teobaldo no quiso aprobar la transacción. En 1235 y 1236 se unió al monarca inglés y al conde de Bretaña, los enemigos del rey de Francia. Después de su regreso de la cruzada, se comportó como leal vasallo de san Luis y prestó ayuda a éste en las batallas de Taillebourg y Saintes, contra los ingleses y el conde de La Marche (1242). Su última gestión como conde de Champaña fue el compromiso de su hija Margarita con Federico, heredero del ducado de Lorena.
Al entronizarse una dinastía extranjera tuvieron que desarrollarse en Navarra instituciones que limitaran el poder autocrático del soberano. Así nació la cort general, documentada por primera vez en 1245, a la que asisten magnates, caballeros, infanzones, portavoces de las buenas villas y el obispo de Pamplona representando al clero. Al parecer el rey la convocó para pedir un impuesto extraordinario. Además de esta asamblea y del Consejo real, compuesto por ricoshombres, se crean por iniciativa regia otros mecanismos gubernativos y fiscales de claro influjo champañés. En primer lugar, el senescal o gobernador que rige el reino en ausencia del monarca. Ocuparon este puesto un champañés, Ponz de Duyme (1235-1236), y un ricohombre navarro, Sancho Fernández de Monteagudo (1243-1253). También se introduce el cargo de chambelán o tesorero, en la persona del champañés León de Sezanne, para centralizar y comprobar las cuentas que presentan a la Hacienda los funcionarios de la administración territorial. Dentro del palacio se organiza por primera vez la Cancillería, con un canciller, maestre Guido, un guardasellos, Roberto Delfín, y varios notarios. Hasta Teobaldo I los ricoshombres administraban en nombre del rey los distritos, llamados tenencias u honores, donde desempeñaban funciones fiscales, judiciales, ejecutivas y militares por las que percibían parte de las rentas de la Corona. A lo largo de este reinado estas circunscripciones, un tanto irregulares y muy numerosas, evolucionan hacia un sistema más moderno y eficaz al estilo francés y champañés. Así surgen las merindades, con un funcionario de nombre castellano, el merino, que asume las tareas del antiguo tenente, salvo la administración de justicia, y es remunerado directamente por el Tesoro.
En los núcleos urbanos se mantiene la figura del baile, administrador de las propiedades reales, y la del preboste o ejecutor judicial. En la administración financiera estaba en marcha un programa de racionalización iniciado por Sancho VI y Sancho VII, que pretendía aumentar los ingresos y lograr mayor liquidez monetaria, reorganizando las rentas y aumentando los peajes. Teobaldo I prosigue esta política, pero al mismo tiempo revoluciona la fiscalidad estatal con la introducción de la contabilidad escrita, también de cuño francés. Una vez al año los merinos, bailes, prebostes y claveros ponen por escrito sus ingresos y gastos y los presentan al Tesoro, donde el chambelán-tesorero con sus ayudantes los revisa, comprueba los saldos y añade sus propias cuentas, con los gastos e ingresos que ha realizado directamente en la Corte.
No se ha conservado ningún registro de este reinado, pero hay referencias a cuentas de 1252. Esta importante innovación, progresivamente perfeccionada, seguirá vigente toda la Edad Media.
Entre 1234 y 1253, Teobaldo hizo compatibles sus funciones de rey de Navarra y conde de Champaña. La regularidad de sus visitas le permitió seguir la marcha del reino. En conjunto las seis estancias del rey en Navarra suponen una tercera parte de su mandato, seis años y medio. Las residencias preferidas son Estella, Tudela, Olite y Pamplona. Contrariamente a lo que afirma la tradición, Tiebas no aparece documentada como sede regia en este momento. Los viajes del monarca a Navarra crearon también en Champaña la figura del gobernador o guarda del condado. El cargo recae en personas de su confianza, el padre (1234-1237) y un tío (1237-1241) de su esposa.
Teobaldo I se casó tres veces. La primera en 1220 con Gertrudis de Dagsbourg, de la que se separó por anulación eclesiástica para contraer matrimonio con Inés de Beaujeu, que murió en 1231. De este segundo enlace nació Blanca que en 1235 se casó con Juan, heredero del condado de Bretaña. Su tercera esposa fue Margarita de Borbón (1233), que le dio siete hijos: Teobaldo II (1239), que le sucedió como rey de Navarra, Pedro (1241), casado con Amicia de Courtenay, muerto en 1261; Leonor (1242), que murió niña; Margarita (1244), esposa de Federico III de Lorena; Beatriz (1246), casada con Hugo IV de Borgoña en 1258; Enrique (1239), rey de Navarra entre 1271 y 1274, y Guillermo (1240), tesorero de la catedral de Sens y canónigo de Tudela. Tuvo además cuatro hijas bastardas: Alicia, prometida a Alvar Pérez, señor de Albarracín en 1238, Inés, casada con este noble en 1243, Marquesa, esposa de Pedro de Híjar, bastardo de Jaime I, y Berenguela, monja en las agustinas de San Pedro de Ribas de Pamplona. En 1238 dispuso que, si moría su hija Blanca, le sucediera en Navarra su hijo Nicolás, bastardo del que no hay más noticias.
Teobaldo I fue enterrado en la catedral de Pamplona y su sepulcro, que realizó en 1267 Juan de Châtelus, esmaltador de Limoges, fue destruido durante el saqueo de la Navarrería en 1276. Los historiadores lo presentan como hombre justo, amable, diligente en el gobierno, valeroso y gran poeta. Para los franceses es más conocido como trovador (le Chansonnier) que como rey de Navarra. En efecto, de él se conservan 62 canciones en 541 textos y 410 melodías, de formas variadas: canciones de amor, de cruzada, piadosas, pastorelas, jeux partis y sirventés. Esta variada producción le dio fama de ser uno de los mejores trouvères d´oil, elogiado como tal por el propio Dante.
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María Raquel García Arancón