Puente Asensio, Teodoro de la. Hermano Justo Félix. Villalpando (Zamora), 22.IV.1873 – Nuestra Señora del Rosario (Cuba), 22.II.1958. Religioso del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas o de La Salle, historiador y superior.
Muy temprano fue el inicio de su vocación docente con los estudios de maestro en Valladolid, encontrando por vez primera a los Hermanos de La Salle en la Escuela Agrícola del antiguo monasterio de la Santa Espina. Pasó después a Madrid donde pensó en iniciar la carrera militar, continuó por los estudios de Agricultura en la mencionada escuela de los Montes Torozos vallisoletanos, hasta que decidió su entrada en el Instituto de las Escuelas Cristianas, en mayo de 1891, recibiendo el nombre de hermano Justo Félix. Comenzó su vida docente en la quinta clase de la escuela gratuita, asociada al colegio madrileño de Maravillas.
Los superiores dispusieron sucesivos traslados al asilo de Santa Susana, escolasticado de Bujedo, colegios de Castro Urdiales, Bilbao, internado de Neguri, hasta que le fue encomendada la dirección de Junquera de Ambia (escuela establecida por el obispo de Orense, el que luego fue cardenal Eustaquio Ilundain). Allí permaneció, y con el oficio de rector, por espacio de tres años y medio. En esa localidad orensana demostró sus dotes de polemista literario cuando tuvo que defender al mencionado prelado, en una campaña desatada contra el mismo. Había intentado Ilundain restaurar el baldaquino de la parroquia de Oseira, interpretando los vecinos que deseaba venderlo. El hermano Justo Félix fue la pluma inesperada que le defendió en la Integridad de Vigo, bajo los pseudónimos del moro de Villalpando y Juan Verdades, en una polémica que se extendió hasta el Parlamento, por el azuzamiento de la prensa anticlerical.
Tras aquella experiencia, el visitador le encomendaba la dirección del colegio de Santiago de Bilbao.
Hubo de marchar de aquel nuevo destino cuatro años después, cuando fue elegido diputado para el Capítulo General de 1913. Era el primer hermano de La Salle español que acudía a esta asamblea, cuando el gobierno del Instituto se encontraba abrumadoramente en manos de franceses. Precisamente, las sugerencias y propuestas que hizo, enmarcadas en su “actitud independiente” —según la definió el hermano Guillermo Félix—, le convirtieron en signo de contradicción.
Con un perfecto francés, solicitó que se autorizase el uso de la lengua materna con traductores en las sesiones de los capítulos generales. La moción fue aplazada. Con esta propuesta, el hermano Justo Félix afirmaba que, al ser el instituto internacional, la lengua también debía de serlo. Basándose en la bula pontificia de aprobación de la Orden religiosa, exigía el cumplimiento en lo que se refería a la convocatoria de los capítulos provinciales. En realidad, se trataba de una petición de mayor democracia para los distritos, en detrimento del centralismo. Los superiores se sintieron incómodos por esto último y acudieron a Roma, donde se pidió que no se hiciese novedad, medida que se mantuvo hasta 1966. Una vez más se demostraba que este religioso —escribe Saturnino Gallego— era un “espíritu independiente con pensamiento propio”. Por eso, no extrañó que, siendo la figura de mayor relieve en el antiguo distrito de Madrid, no fuese designado para el Capítulo General de 1923. Antes, había sido requerido para las comunidades de Colunga y Santoña; concluyó la carrera de Comercio en León; prosiguió con sus participaciones periodísticas en las que, por ejemplo, solicitaba que se celebrase el milenario del reino de León. Además intervino en la traducción de obras fundamentales entre los hermanos como las Reglas Comunes y de Gobierno o el Manual de Piedad.
Sus propuestas le condujeron al “alejamiento”. Fue enviado como misionero a Cuba, donde recorrió las casas de Guantánamo, La Habana-Vedado, Santiago o Ciudad Trujillo, y destacó por su sabiduría, por sus inquietudes investigadoras sobre las explotaciones agrícolas o sobre la historia de Cuba, desde Colón hasta los primeros días de la república ya independiente.
Así, el hermano Justo Félix se convirtió en una figura esencial en la vida eclesiástica y cultural de la isla, aunque extendió sus trabajos históricos sobre los primeros momentos de la evangelización en la isla de La Española. En 1956 decidió su retiro a Nuestra Señora del Rosario, donde murió dos años después. Cuba fue la tierra en la que permaneció, a pesar de que los superiores reconocieron su error y le invitaron a regresar a España. El episcopado cubano le encargó la elaboración de una historia de la Iglesia en Cuba. El instituto aprendió la lección y el peso de España dentro de sus órganos de gobierno fue cada vez mayor, en aras a una internacionalización. Fue el hermano Justo Félix un religioso, en ocasiones incomprendido, que destacó en todas las iniciativas que realizó en los treinta y cinco años que permaneció en la isla de Cuba.
Bibl.: “El Hno. Justo Félix”, en Revista Después, n.º 30 (1958), págs. 17-19; Notices Nécrologiques Trimestrielles. Institut des Fréres des Écoles Chretiennes, Janvier, Février, Mars, n.º 262, Roma, 1958, págs. 142-155; S. Gallego, Sembraron con amor, San Sebastián, 1978; M. A. González García, “El antes y el después del baldaquino de Oseira”, en Abrente (La Coruña), 12 (1980), págs. 183-209; Guillermo Félix, Gozoso con María, mirando a la eternidad. Hermano Andrés-Hibernón Garmendia Mendizábal de las Escuelas Cristianas, Madrid, 1986; VV. AA., Bujedo 1892-1992. Cien años al servicio de la Escuela Cristiana, Bujedo, 1992; M. Á. Diego Núñez, Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX, 2017.
Javier Burrieza Sánchez