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Eustaquio Ilundáin Esteban

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Biografía

Ilundáin Esteban, Eustaquio. Pamplona (Navarra), 20.IX.1862 – Sevilla, 10.VIII.1937. Canonista, catedrático y cardenal.

En 1873 acudió a una preceptoría de latín llevada por un profesor seglar, ya que el seminario de Pamplona se encontraba cerrado a causa de la Guerra Civil Carlista. Al año siguiente ingresó en el noviciado de los carmelitas de Begoña (Bilbao), pero salió a los pocos meses. Volvió a Pamplona, donde terminó sus estudios eclesiásticos en el seminario de la diócesis.

En 1884, siendo estudiante de cuarto de Teología, fue nombrado profesor pasante de Teodicea, Ética y Derecho Natural y catedrático de Metafísica Especial, y continuó de profesor en dicho centro hasta 1890. Ordenado sacerdote en 1886, pasó a Toledo al año siguiente para graduarse en Teología. En 1891 ganó la canonjía magistral de Ciudad Real. En su seminario explicó por espacio de doce años la Teología, siendo varias veces rector.

En 1903 pasó a Segovia como arcipreste de la catedral y rector del seminario. Después de renunciar al Obispado de Canarias, se vio obligado a aceptar el de Orense, para el que fue preconizado el 14 de noviembre de 1904; fue consagrado en la capilla de la Virgen del Camino de la iglesia parroquial de San Saturnino, de Pamplona, el 13 de marzo de 1905 por el obispo de Vitoria, José Cadena Eleta. Hizo su entrada el 2 de abril y permaneció en la capital gallega por espacio de quince años, en los que dedicó una atención especial al seminario y al clero y donde realizó varias visitas pastorales a toda la diócesis. Celebró sínodo diocesano en junio de 1908. Preconizado arzobispo de Sevilla el 16 de diciembre de 1920, tomó posesión por poderes el 5 de julio de 1921. En esos momentos se hallaba en Madrid, dispuesto a integrarse a su nueva diócesis, pero unas fiebres paratísicas le hicieron desistir: convaleció en Pamplona y por fin llegó a Sevilla el 15 de septiembre. Hizo obras en el palacio de San Telmo para adaptarlo a las exigencias de un seminario diocesano y una parte la empleó en bonos del Estado. Con esta solución consiguió tranquilizar a la ciudadanía por la adquisición de un buen terreno del parque para la Exposición Iberoamericana y también a la clerecía por la conservación del palacio de San Telmo y su transformación, a fondo y sin las precipitaciones de las reformas que hubo que hacer en la época de su donación en tiempos del cardenal Spínola, en un seminario moderno.

En 1924 convocó Concilio Provincial, que se celebró del 26 de octubre al 2 de noviembre, al que asistieron los obispos de Córdoba, Cádiz, Badajoz y Canarias, excusándose el vicario capitular de Tenerife, por hallarse enfermo. Compuesto por un total de doscientos ochenta y tres cánones, fue aprobado por la Santa Sede el 4 de agosto de 1926. En el consistorio del 30 de marzo de 1925 fue creado cardenal del título de San Lorenzo in Panisperna. Cuando, en diciembre de ese año, acudió a Roma para recibir el capelo cardenalicio, pidió autorización para efectuar la venta del parque del palacio de San Telmo a la ciudad, como queda dicho.

Celebró el Congreso Mariano Hispano-Americano, del 15 al 21 de mayo de 1929, dentro del contexto de la Exposición Iberoamericana. Fue el propulsor y presidente de este congreso y en él intervino como legado pontificio de Pío XI. En ese mismo año tuvo lugar también la coronación canónica de la Virgen de la Antigua (24 de noviembre de 1929), y al año siguiente la Asamblea Eucarística Regional (15-18 de mayo de 1930).

Tras la proclamación de la Segunda República en 1931 y la inmediata expulsión del cardenal primado, Pedro Segura, su imagen eclesial se extendió más allá de los límites de su extensa archidiócesis hispalense, pues junto con el cardenal Francisco Vidal, arzobispo de Tarragona, se convirtió en la cabeza moral del episcopado al ser ambos los metropolitanos de mayor dignidad.

Los dos se entendieron bien e instauraron una conducta de moderación y respeto hacia las nuevas autoridades, aunque se vieron obligados a elevar duras protestas contra las violaciones de los derechos de la Iglesia y de los católicos, y a protestar contra la política antieclesiástica y antirreligiosa de los republicanos, que llegaron a violar abiertamente el principio de libertad religiosa y a crear un clima de tensión sin precedentes en las relaciones Iglesia-Estado. A nivel diocesano, habiendo sabido que la catedral de Sevilla no había sido consagrada, recibió autorización de la Sagrada Congregación de Ritos para celebrar esta ceremonia, que tuvo lugar de forma solemne el 20 de octubre de 1932. Para ello hizo desmontar el altar mayor, formado por tres piezas de mármol pizarroso, y sustituido por una sola pieza de mármol de Carrara.

También en 1932 culminó la restauración de las vidrieras del templo metropolitano, que comenzaron a repararse en 1928. Del 22 al 28 de abril de 1936 organizó una semana “Pro Ecclesia et Patria”, conmemorando el XIII centenario de la muerte de san Isidoro.

Sufrió las consecuencias de la persecución religiosa, como él mismo dijo en carta dirigida al cardenal Pacelli el 18 de agosto de 1836: “Con profundo dolor he de manifestar la condición aflictiva a que ha sido reducida esta diócesis de Sevilla por la persecución que los marxistas han declarado en España contra la religión, la Iglesia católica y sus sagrados ministros e instituciones”. Y narró los sufrimientos de su diócesis desde el día 18 de julio en que se inició la Guerra Civil en España, porque los desastres causados y los desmanes perpetrados durante apenas un mes fueron innumerables y gravísimos. Unos treinta templos, en su mayor parte parroquiales, fueron incendiados y quedaron sólo con sus muros, sin techumbre y destrozados todos los objetos de culto que en ellos había.

También fueron desmantelados y saqueados un centenar de templos parroquiales así como capillas de distintas instituciones eclesiásticas. Muchos párrocos fueron encarcelados y algunos de ellos salvaron la vida providencialmente, pues estuvieron a punto de ser fusilados. En los templos parroquiales, se hicieron investigaciones policíacas minuciosas para investigar si, como falsamente se les imputaba, había depositadas armas o pertrechos militares en los templos o en sus dependencias. Algunos párrocos se ausentaron por peligro de muerte, ya que veinticuatro sacerdotes seculares y un clérigo de órdenes menores fueron asesinados por los milicianos republicanos. La normalidad religiosa quedó restablecida cuando el ejército nacional entró en la ciudad y el cardenal pudo gobernar la archidiócesis hispalense durante un año más.

El 25 de julio de 1937, presidiendo el desfile en honor del apóstol Santiago, tuvo un enfriamiento con síntomas de asfixia y murió a consecuencia de un colapso de la bronconeumonía doble hipertóxica que padecía. Fue enterrado en la catedral hispalense, en la capilla de la Virgen de la Antigua. Se dio en él una singular coincidencia: fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo, de Pamplona, su título cardenalicio era de San Lorenzo y murió el día de San Lorenzo.

 

Obras de ~: Curso espiritual del seminarista, Madrid, Imprenta de San Francisco de Sales, 1899.

 

Bibl.: L. Tovar González, Ensayo biográfico del Emmo. Sr. Cardenal Ilundáin y Esteban, obispo que fue de Orense y arzobispo de Sevilla, Pamplona, Aramburu, 1942; M. Batllori y V. M. Arbeloa (eds.), Arxiu Vidal i Barraquer. Església i Estat durant la Segona República Espanyola. 1931-1936, Montserrat, Publicacions de l’Abadía, 1971-1992, 9 vols.; C. Ros, Los arzobispos de Sevilla, Granada, Anel, 1986, págs. 278-280; V. Cárcel Ortí, “Benedicto XV y los obispos españoles. Los nombramientos episcopales en España desde 1914 hasta 1922”, en Archivum Historiae Pontificiae, 29 (1991), págs. 197-254; 30 (1992), págs. 291-338; Actas de las Conferencias de Metropolitanos Españoles (1921-1965), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1994; “Nombramientos de obispos en España durante el pontificado de san Pío X (1903-1914)”, en Analecta Sacra Tarraconensia, 68 (1995), págs. 235-423; La gran persecución. España 1931-1939, Barcelona, Planeta, 2000, págs. 33 y 127; M. A. González García, “La diócesis de Orense desde 1850”, en J. Aranda Doncel et al., Historia de las Diócesis Españolas, 15. Iglesias de Lugo, Mondoñedo-Ferrol y Orense, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, págs. 567-573; J. M.ª Javierre, “La diócesis de Sevilla en el siglo XX”, en J. Aranda Doncel et al., Historia de las Diócesis Españolas, vol. 10. Iglesias de Sevilla, Huelva. Jerez y Cádiz y Ceuta, op. cit., págs. 380-420; Z. Pieta, Hierarchia Catholica, vol. IX, Padua, 2002, pág. 74.

 

Vicente Cárcel Ortí

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