Maza Sánchez, Gonzalo de la. Ogarrio (Cantabria), 1563 – Lima (Perú), 10.X.1628. Primer contador de Cruzada en Perú.
En España, fue contador de la fábrica de San Lorenzo el Real de El Escorial y contador mayor de Castilla, por doce años.
Por Real Cédula de 12 de octubre de 1598 se le autorizó a que pasase a Indias con sus dos hijos y su mujer, María de Usátegui, natural de Madrid, bautizada en la parroquia de San Miguel el 30 de diciembre de 1566, en el momento de los preparativos para formalizar su pasaje, tendría treinta años y era “blanca, de buen cuerpo”; su hijo Diego tendría doce años y el menor, Jerónimo, diez años.
Junto a su mujer e hijos, se le permitió pasar a cuatro oficiales que le ayudasen en su oficio y dos criados, en los galeones de la flota del general Marcos de Aramburu. Por hallarse en “mucha necesidad”, no pudo pagar los fletes al contado, solicitando poder abonarlos desde Cartagena de Indias, que era el destino de la flota, y, en caso de que no se pudiera hacer efectivo, dejó como fiador a Luis de Paz, vecino de Sevilla. Por los Libros de Pasajeros del Archivo General de Indias (AGI) se sabe que con Gonzalo de la Maza pasaron Catalina de Rada y Alonso Enríquez, como criados; y Juan Ochoa de Valda y Zárate, Diego de Alviz, Juan Sebastián Martínez, oficiales. Además, le autorizaron a llevar consigo un esclavo negro, cuatro espadas y cuatro dagas, más 400 pesos de joyas en oro.
La razón de su partida e ida al Perú era el ordenar las cuentas de la Contaduría de Cruzada de Lima, en completo desorden tras el asiento de los tesoreros Miguel Sánchez de la Parra y Beltrán Aparicio. En Madrid, el 12 de enero de 1600, se le otorgó título y comisión como contador de Cruzada en Perú; con un salario anual de 2000 pesos estipulados desde que se hubiese hecho a la vela en el puerto de Sanlúcar o Cádiz y cuyo pago deberían realizar los oficiales reales de Lima. A través de otras disposiciones se concretó su misión; así, el 25 de enero del mismo año, se le designó como contador para que, con dependencia del doctor Juan Velázquez, comisario de Cruzada en Perú, viera cómo se habían tomado las cuentas de las predicaciones por parte de los oficiales reales. Se le comunicó a la Audiencia de La Plata, constatando desde Madrid que el aumento de la Hacienda de Nueva España era un hecho “después de que la subdelegación se rige por persona particular”.
El 6 de abril de 1602 se le solicitó que fuera a Quito para ver el estado de las cuentas de la primera concesión y que revisase las cuentas y deudas del tesorero Rodrigo de Carbajal. Se le autorizó para administrar por menor la tesorería de Cruzada desde la 31 predicación.
Denunció que los comisarios y ministros habían admitido cesiones y poderes de particulares para cobrar sus deudas a título de Cruzada sin serlo. Tomó asientos con Cano de Nebrija (Lima), J. A. Baeza (Cuzco), Gutiérrez Velázquez en Charcas, A. Castillo (Quito) y L. Pérez de la Laguna.
En carta de 2 de mayo de 1602 el contador relató los “Caminos largos y trabajosos” recorridos en su ardua tarea de revisar las cuentas, junto al comisario Juan Velázquez. Dio cuenta también de la postura hecha por Jerónimo del Valle acerca de la tesorería de Cruzada con la posibilidad de comerciar con China, sin pagar la necesaria licencia de 100.000 ducados.
Afirmó que sería muy buen ofrecimiento, pero que con tal condición no era conveniente.
Un mes más tarde, el 15 de octubre de 1602, conjuntamente con el subdelegado, se dirigió al Rey dando cuenta del estado de la Cruzada. Informó de la revisión de cuentas efectuada obteniendo del primer tesorero Miguel Sánchez de la Parra 53.937 pesos, y del segundo J. Beltrán 78.538 pesos. Tanto uno como otro se apoyaron en la mala gestión de Alonso Ramos Caravantes, notario de Cruzada, al que acusaron de connivencia con los oficiales reales, incluso con el virrey, de encubrir a los tesoreros.
Esta operación de “limpieza” le acarreó al subdelegado J. Velázquez de ser “el hombre más bienquisto y querido de la ciudad” a ser criticado, sólo por causa de “su entereza y rectitud”; por supuesto de la insidiosa campaña de desprestigio “no queda libre el contador como especulador de estas cosas y de ver que con su venida se hayan desenvuelto y sacado a luz”.
En apoyo de su gestión solicitaron del Rey que escribiera a todas las autoridades motivando el apoyo y favor de la bula de Cruzada. Justificaban su rigor por la falta de apoyo de las mismas. Así, el propio virrey no atendió a la petición de dar un asesor para pleitos.
Nuevas gestiones consiguieron que el 19 de noviembre se nombrase a D. L. de Larrinaga.
Este mismo año dio cuenta de enviar en la Armada de 1602 55.591 pesos, más 67.092 reales por lo ingresado en las Cajas de Lima y Potosí. De esta fecha (22 de noviembre de 1602) data el informe emitido por el Ayuntamiento de Lima acerca de la recepción de la bula de la segunda predicación y su interés por secundar la voluntad regia de apoyar en todo la compleja tarea de motivar espiritualmente y recaudar la limosna de la bula.
En octubre de este año de 1602 nació su primera hija en Perú, Micaela, bautizada el día 20 en la parroquia de la catedral, y que más adelante contrajo matrimonio con el segundo contador de Cruzada, Andrés de Zavala.
El 1 de marzo de 1603, inició la revisión de cuentas en Charcas y Tucumán en las tesorerías de Juan de Espinosa y Juan Sanz de Galarza. La espinosa gestión no terminó hasta 1610. Esta tarea la prolongó en Cuzco.
El 14 de noviembre de 1603 recibió una Real Cédula desde El Escorial para que el subdelegado se juntase tres días a la semana con el asesor y fiscal nombrados.
Éstos son los primeros pasos de la fundación de los tribunales de Cruzada en Perú. En el mes de diciembre de este año de 1603 nació su segunda hija, Andrea, que fue bautizada el 30 de diciembre en la parroquia de la Catedral de Lima.
El 12 de noviembre de 1604 en el Cabildo de la Municipalidad de Lima se leyó la Real Provisión por la que se le nombraba regidor de Lima durante “todo el tiempo que usare oficio de contador de las Bulas de la Santa Cruzada”.
El 15 de mayo de 1605, Gonzalo de la Maza, junto al comisario Velázquez y el asesor Villela, recuperó 90.287 ducados del tesorero Juan Sanz de Galarza.
Casi un año después, el 20 de mayo de 1606, enviaron 72.592 en la Armada. A los cinco días, se comunicó la suspensión de su visita a Quito por no haber recibido aviso de llegada de bulas de la cuarta predicación.
Una Real Cédula de 18 de agosto de 1607 comunicó el aumento de 1000 pesos en su salario, sumándolos a los 2000 que percibía. El 26 de mayo de 1608 se le nombró un ayudante con el título de fiscal en la persona de Juan Pérez de Laguna. El 27 de abril de 1619 G. de la Maza dio cuenta de una relación de la plata enviada de sus cinco distritos. En Cuzco, Guamanga y Arequipa se debían 3.500 pesos.
Allí vivió santa Rosa de Lima año y medio, supuesto que los últimos tres años y medio de su vida los pasó sobre todo en la celdita y huerto de la casa paterna. La familia De la Maza se convirtió en su auténtica familia. El confesor Lorenzana le dio licencia para recogerse en casa de Gonzalo “donde la curaban y servían con el mismo amor que si fuera su hija” (I, fol. 214).
La casa se convirtió en centro de espirituales tertulias en las que participaban selectos cristianos limeños, fundamentalmente seglares, como Luisa de Melgarejo, esposa del rector de la Universidad de San Marcos en 1615, el doctor Juan de Soto; el médico Juan del Castillo, hombre de ciencia y de gran caudal de cultura mística quien examinó a fondo y ha legado su espiritualidad a través de sus escritos; además figuraban varias “beatas”, como Ana María Pérez, cocinera mulata en el hogar del contador, Inés de Velasco, sevillana, casada con el comerciante Fernando Cuadrado; Isabel de Ormaza, india limeña.
Gonzalo de la Maza falleció el 10 de octubre de 1628. Se le amortajó con el hábito franciscano ante los testigos Juan de Tamayo, notario de Cruzada, y Juan de Uros.
Bibl.: J. A. Benito, “La modélica gestión de Gonzalo de la Maza, primer contador de Cruzada en Perú”, en Missionalia Hispánica-Hispania Sacra (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas), vol. 47, n.º 97 (1996), págs. 199-230; La Bula de Cruzada en Indias, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2002 (Col. Tesis Cum Laude. Serie H (Historia) –2).
José Antonio Benito Rodríguez