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Joaquín Bouso Valera

Biografía

Bouso Valera, Joaquín. Huaral (Perú), s. XVIII – Perú, p. s. XIX. Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima.

Fue regente de la catedral de Lima y catedrático de Sentencias en la Universidad de San Marcos de Lima, de la cual fue rector ocho años, el período más largo en la historia de esta Universidad. Jurisconsulto, teólogo y letrado, según Manuel de Mendiburu, fue uno de los académicos más influyentes de su época: “Su opinión era solicitada en los asuntos más arduos y delicados, del gobierno eclesiástico y el civil”. Su carrera despega en junio de 1771 cuando el virrey Manuel de Amat y Junyent (1704-1782), transgrediendo las constituciones lo nombró por tiempo de tres años rector de la Universidad sanmarquina. Su rectorado tuvo el encargo de hacer realidad un proyecto de reforma universitaria que el mismo virrey Amat había elaborado obedeciendo órdenes reales. La reforma buscaba desplazar a los grupos de poder local que tradicionalmente controlaban la Universidad, dándole poderes especiales al Gobierno para decidir la ocupación de cátedras vacantes y la entrega de grados. La esencia de esta reforma está impresa en las constituciones que el virrey Amat elaboró y promulgó el 2 de mayo de 1771. Allí se dispone la nivelación a mil pesos por cada grado para beneficio de la universidad y no para propinas de catedráticos, como se acostumbraba. Además, por primera vez se estipula que el rector recibirá una remuneración de 1.800 pesos “para que pueda dedicarse mejor al desempeño de su empleo”. Las constituciones de Amat fueron redactadas sin el conocimiento de la universidad, por la vía de la Junta de Temporalidades. Estipulaban que el Gobierno tenía la exclusividad para proveer las cátedras declaradas vacantes.

Éstas no fueron ocupadas, obligándose la universidad a suspender las clases y, por extensión, a interrumpir la colación de sus grados. Con la suspensión de las clases y la entrega de grados también se interrumpieron las matrículas, derechos de examen y propinas para los profesores, lo que provocó un nuevo período de crisis para la institución. Por eso Joaquín Bouso Valera y el Claustro se resistieron a la reforma, contribuyendo a su fracaso. El Claustro, a través de su rector, insistió el 14 de diciembre de 1771 y el 31 de marzo de 1772 en que “continuase la enseñanza por el pie antiguo”; asimismo lo dispuso el auto de la Junta de Aplicaciones de 3 de abril de 1772. Es decir, que las antiguas cátedras y sus respectivos catedráticos conservasen sus cursos, así como sus tradicionales retribuciones y privilegios. Pero la crisis continuó hasta 1778 en que, bajo el gobierno del virrey Manuel de Guirior (1776-1780), se puso en práctica un nuevo plan de estudios y se revocaron todas las modificaciones introducidas por Amat. El poder eclesiástico no aceptó nunca el rectorado de Joaquín Bouso Valera y no permitiría una reelección auspiciada por el virrey entrante, así que pidió al virrey Guirior la alternativa para el Rectorado de la Universidad. El nuevo virrey la ordenó el 25 de junio, y el Cabildo eclesiástico presentó la candidatura del canónigo Ignacio de Alvarado y Perales. Intentando inclinar la balanza a favor de su reelección, Joaquín Bouso Valera preparó la recepción y recibimiento del virrey Guirior en la Universidad.

El rector, los catedráticos y doctores previnieron que si la petición se hacía después del “recibimiento”, el poder eclesiástico no podría evitar la reelección de Bouso. Si el Claustro no lograba ganarse al virrey, perdería su única oportunidad de reelegir a Joaquín Bouso Valera, exponiéndose a una próxima reforma. La oración panegírica con la que la universidad recibió a Manuel Guirior estuvo a cargo de Bouso Valera, y es un antecedente importante de criticismo del texto leído por el ilustre economista y jurisconsulto José Baquijano y Carrillo, conde de Vista Florida (1751-1818) al virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa (1780-1784). Bouso intenta llamar la atención del virrey sobre la necesidad de respetar el espacio político y económico que criollos y peninsulares tenían en las instituciones de gobierno. No es un reclamo frontal a la marginación de los criollos de los cargos de gobierno, sino una llamada al reconocimiento de los derechos y la idoneidad de los criollos para participar del gobierno central. Dice Bouso Valera: “No es servir al rey servir a sus vasallos, oprimir a sus vasallos, ni la corona debe hacer medras con el gravamen de ellos [...] La serenidad de la frente no está reñida con el vigor del alma. ¿Es debilidad ser accesible? ¿La complacencia ha sido nunca cobardía? Gobernaba tiránicamente y enviaba no pescadores que pescasen con suavidad sino cazadores que con videncia destruyan y que se llevaban la plata a Europa.

Y daba las encomiendas a los aduladores [...] quitándola a los hijos de los conquistadores”. También elogia la consulta que había hecho el virrey Guirior al Real Consejo de Castilla, sobre la necesidad de preparar otra Recopilación de Leyes de Indias donde se aclarasen los vacíos legales, se adhieran otras para sucesos y casos particulares, y se desechasen las que la costumbre o el desuso de la administración real de justicia había derogado desde hacía años. “Es un llamado desde la tribuna Sanmarquina para la reforma de la Recopilación después de un siglo de haber cooperado en ella el maestro sanmarquino Antonio de León Pinelo”, dice Luis Antonio Eguiguren, el gran historiador de la Universidad de Lima. Esta iniciativa es anterior a la que se propuso en tiempo de Carlos IV, con Manuel de Lardizábal, para impulsarse en 1799 con el nombramiento de redactor de la Novísima Recopilación de Juan de la Reguera Valdelomar, relator de la Chancillería de Granada, que terminó esta labor en febrero de 1802. Bouso Valera también elogio a la iniciativa del virrey de establecer la primera biblioteca pública en Santa Fe y saluda de modo especial el empeño “con que solicitó [Guirior] que allí se erigiese la Universidad con los mismos privilegios y subvenciones que gozaba la Universidad San Marcos de Lima y la de México”. La Orden de Santo Domingo, encargada de los estudios universitarios y de otorgar los grados, se opuso a esta iniciativa, porque secularizaría los estudios. Finalmente desistió el virrey Manuel de Guirior mostrando su oposición a la implementación de estudios generales en Panamá, Cartagena y Popayán, debido a la falta de recursos económicos y de personal idóneo para las cátedras. Durante el rectorado de Joaquín Bouso Valera se gestionó implementar la Biblioteca Universitaria con la que anteriormente había pertenecido al colegio de San Pablo, de los Jesuitas.

El Claustro otorgó poder a Domingo de Orrantia, oidor de la Audiencia de Lima, residente en Madrid, para que en nombre de la Universidad pidiera que se “aprobase las aplicaciones que a beneficio de la Real Biblioteca de esta Real Universidad. Y asimismo le da más poder para lo que así recaudase y liquido quedase de ambos ramos lo convierte en aquellas especies que tiene de esta Real Universidad y su Biblioteca pueda creer más útiles y convenientes al beneficio de ella al decoro de la real escuela y principalmente al adelantamiento y aprovechamiento de las ciencias que en ella se cursan, como son, por ejemplo, libros máquinas para el examen de la naturaleza física, prensa de buenos moldes”. El 25 de octubre de 1768, por intermedio del conde de Aranda, se aprobó la iniciativa y se procedió a incorporar el fondo de 50.000 volúmenes a la biblioteca de San Marcos. Buscando ubicarla e instalarla adecuadamente, por Decreto del 14 de septiembre de 1769 el virrey Amat ordenó hacer un reconocimiento técnico al catedrático de Matemáticas, que debería analizar las posibilidad de utilizar el gabinete destinado para las votaciones y lecciones secretas, más la pieza contigua, que era usada como depósito, y colocar en sus paredes algunos anaqueles. Trasladándose los actos académicos a la capilla. Los ítems que van del 29 al 33 de las constituciones preparadas por el virrey Amat y Junyet, tratan del régimen de la biblioteca, donde se crea el cargo de bibliotecario, por Decreto del 14 de noviembre de 1770. El primer bibliotecario nombrado por la Universidad fue Cristóbal de Montaño, con una dotación de 800 pesos más un cursillo de Historia Literaria, con media hora de clase semanal. Según Guillermo Lohmann Villena, “tan encomiable proyecto tuvo una ejecución desastrosa, pues muy aparte del gasto de ocho mil pesos para la remodelación del destruido Salón General Mayor, en cuyo ámbito se acomodaron los libros. La idea de instalar la biblioteca en la sala que servía para los exámenes y juntas secretas fue de Llano Zapata, en una carta a su tío Cayetano Marcellano de Agrament, obispo de Charcas. Según Eguiguren fue imposible que Bouso Valera desconociera el proyecto de Antonio Llano Zapata de fundar una biblioteca en la Universidad de Lima. En la misma carta ofrecía quinientos libros raros como donación personal. Montaño, administró siempre de forma improvisada la biblioteca.

Muestra de ello es que nunca elaboró un catálogo o inventario de los libros, tan sólo una lista incompleta.

Llegó incluso a usar como vivienda la antigua sala de los exámenes secretos. El balance de Guillermo Lohmann indica que “la única realidad de este plan”, la oficialización del cargo de bibliotecario, su sueldo se deduciría de las cantidades pagadas a los catedráticos. El virrey Guirior ordenó que la biblioteca saliera del salón general y secreto y por medio de escribano mayor de gobierno se recogiese la llave del salón general y se entregara al rector, para que restaurara su uso tradicional. Bouso Valera declaró haber recibido las tres llaves de la biblioteca, pero sin inventario de los libros. Trasladando los textos “jornaleramente” a su nuevo local a cargo del bedel mayor José de Cárdenas. El nuevo rector, Alvarado y Perales, lamentó profundamente que por “una biblioteca que no vale seis mil pesos se deshiciese la suntuosa sillería, tribunas y adornos del general mayor, y se gastase en ello cantidad bien crecida, y que para reponer a su antiguo estado se haya hecho otro crecido consumo, por cuyo motivo en muchos años no se ha cumplido con el auto de septiembre de 1743 repartiendo a los maestros y doctores por Pascua de Navidad un equivalente de las propinas. Ya en su nuevo lugar se levantó un inventario en el que participó el marqués de Soto Florido, llamado “la eminencia de la colonia”.

 

Obras de ~: Oración Panegírica con que la Real Universidad de San Marcos de Lima, Capital del Perú, celebró en su recibimiento al exmo. Señor Don Manuel Guirior [...], 1778.

 

Bibl.: Revista del Archivo Central I (Lima), n.º 1 y 2 (1966), págs. 83-84; M. de Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico del Perú, vol. I, Lima, Arica, 1971, págs. 94-108; G. Lohmann Villena (estud. prelim., reed. y notas), Un tríptico del Perú virreinal. El virrey Amat, el Marques de Soto Florido y la Perricholi. El Drama de dos palanganas y su circunstancia, Chape Hill, North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures, 1976.

 

Yovani Soto Villanueva

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