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Antonio José Ramón de Alba y Ayuste

Biografía

Alba y Ayuste, Antonio José Ramón de. Albano. Madrid, 17.I.1735 – Salamanca, 22.I.1813. Agustino descalzo, doctor en teología, catedrático y rector de la Universidad de Salamanca durante la Guerra de la Independencia.

Desde 1772 Meléndez Valdés estuvo ligado al convento-colegio de San Agustín de Salamanca, de los agustinos calzados, donde contó con amigos aficionados a la poesía, como los frailes Diego González (prior), Juan Fernández de Rojas, Andrés del Corral, Pedro Madariaga y José Antonio de Alba. Durante el quinquenio de 1775-1780 tuvieron una tertulia en la celda del prior Diego González. Allí establecieron una amistad permanente, basada en los mismos gustos poéticos e ideológicos cercanos al jansenismo.

Antonio José Ramón de Alba y Ayuste nació el 17 de enero de 1735 en la calle de la Compañía (actual calle Estudios), donde sus padres vivían de alquiler en una de las casas del marqués de Rivas. Fue bautizado al día siguiente en la Parroquia de Santa Cruz, siendo sus padres Pedro de Alba, natural del lugar de Resellonas, parroquia de Soto de Luiña, concejo de Cudillero, obispado de Oviedo, y de Juana de Ayuste, natural de la ciudad de Guadalajara, arzobispado de Toledo. Fue su madrina, doña María Ontañón. Todo indica que su familia era de origen humilde, emigrantes que vivían de arriendo, que pronto abandonó la parroquia de Santa Cruz, donde no se encuentra ningún otro rastro de la misma a lo largo del siglo XVIII.

Gregorio de Santiago Vela, historiador de referencia de la orden de los agustinos calzados, aporta muy pocos datos biográficos, ninguno posterior al 23 de septiembre de 1791: “en consulta celebrada en San Felipe el Real el 11 de julio de 1749 fue admitido como postulante al santo hábito, y cumplido después el año de noviciado, emitió los votos religiosos el 18 de enero de 1751. Por comisión del Rmo. padre General de la Orden presidió el Capítulo de la Provincia de Castilla, celebrado el 23 de abril de 1779. Con fecha 23 de septiembre de 1791 aparece en un escrito como Asistente General de las Provincias de España e Indias”.

Una primera fuente biográfica, segura, pero elemental, son los libros de procesos de cátedras, a muchas de las cuales opositó y donde expuso los méritos acreditativos. A manera de resume y tomando como base estas fuentes y otras, sobre todo en los distintos libros de la Universidad de Salamanca (de matrículas y claustros, fundamentalmente), se puede estructurar y resumir la trayectoria vital del maestro Alba.

A lo largo de 1786, Alba participó en la oposición a la cátedra de vísperas de teología, haciendo constar que era catedrático de regencia de teología de la Universidad de Salamanca desde 24 de octubre de 1778. Que tenía probados 36 años de estudios mayores en las facultades de artes y teología (por lo tanto, empezó a estudiar los tres años de Filosofía en el Colegio agustino Doña María de Aragón en 1751). Que había sustentado 11 actos, ocho en teología y tres en artes: ocho de ellos fueron mayores y los tres menores. Leyó dos veces de oposición con puntos de 24 horas, probablemente en Valladolid en 1759, cuando empezó la docencia dentro de la orden de los agustinos calzados. Había sido profesor de artes y teología en el convento de Valladolid (1759-1762) y de teología en el convento de Salamanca (1763-?). Había presidido 20 actos mayores, y cinco menores; 13, en la facultad de teología y tres en la de artes; y de los de teología, 10 mayores y 10 menores presididos pro Universitate en la Universidad, donde recibió los grados de bachiller en artes y teología el 15 de septiembre de 1763, el grado de licenciado el día 12 de diciembre del mismo año, previo el riguroso examen en la capilla de Santa Bárbara, en el que fue aprobado némine discrepante. Recibió asimismo el grado de doctor en Teología el 14 de febrero de 1764.

Había opositado 11 veces, tres a las cátedras de regencia de artes, tres a la de vísperas de teología (una en 1781 y otra en 1786), una a la de filosofía natural (1770-72), dos a la de curso teológico y cuatro a la de lugares teológicos (1784, 86 y 1797, que se conozca). Había sido siete años (1772-78), sustituto de la cátedra de prima de humanidad por nombramiento del claustro pleno de esta Universidad y aprobación del Consejo de Castilla. Precisamente había concursado a la cátedra de prima de humanidad (1770-72, no llegó a consultarse), en cuya facultad había presidido tres actos menores y las sabatinas que le tocaban por turno en cumplimiento del nuevo plan de Estudios de 1771. Cierra el currículo aludiendo a un importante cargo académico dentro de la orden de los agustinos calzados, que desempeñó entre 1780 y 1790: “Es prefecto de los estudios de su provincia [agustinos calzados] por nombramiento especial de su general”.

Alba volvió a presentarse en 1791 a la cátedra de prima de teología, donde aporta pocas novedades respecto a los currículums anteriores. Ahora hace constar que tiene probados 41 años de estudios mayores en las facultades de artes y teología. También aumentan a 26 los actos mayores, permaneciendo invariables los cinco menores. Si hasta 1786 había opositado 11 veces, ahora son 15, correspondiendo el aumento a la cátedra de vísperas de teología (ahora 4 veces) y a la de lugares teológicos (otras 4). En resumen, el teólogo Alba no acababa de alcanzar una cátedra de prestigio en su facultad, moviéndose en una de regencia (temporal) o en una de entrada de propiedad (Lugares Teológicos, explicados según Melchor Cano).

Existió una continua vinculación de Alba con el convento y la Universidad de Salamanca entre 1763 y 1813, documentada en los libros correspondientes de matrículas y de claustros, sólo interrumpida por estancias vacacionales en Madrid y por el año en que Alba fue ayudante del general agustino en Roma (agosto de 1790-septiembre de 1791). En un convento de medio centenar aproximado de frailes, Alba, como uno de los tres o cuatro doctores del mismo, era uno de los superiores y líderes, hasta que a partir de 1797 se quedó como máxima autoridad moral del mismo, por fallecimiento de los maestros José Antonio Díaz (moderante de la Academia de Teología y amigo de Jovellanos) en 1796 y del prestigioso catedrático de Filosofía Moral, maestro Pedro Madariaga en 1797.

En relación a su actuación como profesor de teología en el convento y en la Universidad salmantinos, por una carta orden de Carlos III del 3 de noviembre de 1768 se nombraban sustitutos a los tres doctores agustinos: para la cátedra de Vísperas de Teología al maestro fray Juan Manzano con un sueldo de 27.200 maravedís; para la de Escoto a Fray Pedro Madariaga con 18.750 y para una de Regencia de Artes a fray Antonio de Alba. Es la primera cátedra que se le conoce.

Durante los cuatro cursos que van de 1776 a 1780, Alba se centró en la cátedras de teología, olvidándose de las de Artes y de la de Humanidades, pues participó en tres nuevas oposiciones (nueve en total), dos a las de curso teológico y otra a la de Lugares Teológicos. Aunque las relaciones de Alba y Meléndez se establecieron y fueron más profundas cuando el agustino fue catedrático sustituto de prima de Humanidades (1772-1778), sin embargo, la amistad de Alba con Meléndez, menos conocida y publicitada que la de éste con Jovellanos, fue igual de sincera y más duradera, hasta 1808. El maestro Alba proporcionaba libros a Meléndez, lector empedernido, como La Celestina. En la égloga Batilo, premiada por la Academia en marzo de 1780, el poeta extremeño incluyó entre los personajes cubiertos por seudónimos poéticos al padre Alba bajo el nombre de Albano. Estando el poeta desterrado en Medina del Campo, fue visitado, al menos una vez, por el maestro agustino en 1801. Por su parte, Meléndez se desplazó a Madrigal, donde los agustinos calzados tenían un convento, para ver al maestro Alba y asistir a la ceremonia del capítulo provincial de los agustinos.

El año 1778 es clave en las relaciones profesionales de Alba y Meléndez. El agustino voluntariamente abandonaba la sustitución de la cátedra de Prima de Humanidades, que cedió a su discípulo Meléndez. Empiezan así 35 años de docencia en la facultad de Teología para Alba (1778-1813), de los que apenas se sabe que en 1778 Alba tomó posesión de una regencia de Teología, que ocupó hasta 1807 en que, por las reformas introducidas en el Plan de estudios del ministro José Antonio Caballero, pasó a la de Lugares Teológicos (1807-1812), y, después, a la de Religión o Teología Moral (1812-13).

En 1779 presidió por comisión del General de la Orden, el Capítulo Provincial de Castilla celebrado en el mes de abril. En 1780 publicó, aunque debió redactarse algún tiempo antes, la oración fúnebre El Filósofo, en honor del franciscano observante maestro Manuel Fernández, moderante de la Academia de Teología, fallecido en diciembre de 1772 o enero de 1773. En los años 1780-82, Alba protegió decididamente a dos grabadores tipográficos con la intención de establecer una imprenta universitaria para abaratar la difusión de manuales y novedades editoriales; proyecto que fracasó ante la oposición del profesorado más tradicionalista (los catedráticos de regencia, en especial los teólogos), que prefería destinar el dinero a mejorar sus salarios, lo que obligó al agustino a pedir informes a los mejores grabadores, fundidores e impresores de Madrid (incluido Joaquín Ibarra) en octubre de 1782. Meléndez apoyó decidida, pero infructuosamente, este proyecto entre 1784 y 1786 en los claustros plenos.

En mayo de 1788 Alba formó parte de la comisión para organizar un colegio de filósofos y matemáticos, impulsado por el catedrático de matemáticas Juan Justo García, a fin de elevar el nivel de las Artes, siendo uno de los que proponían la sustitución de la Física de Aristóteles por la moderna. Alba estuvo gran parte del curso 1789-90 alejado de las aulas preparando su viaje a Roma como asistente del general de los agustinos, cuya llegada a Bolonia el 3 de agosto de 1790 registraba el padre Manuel Luengo el 23 del mismo mes. Retornado a Salamanca en septiembre de 1791, Alba convivió tres cursos (1791-94) con el nuevo prior y poeta, Juan Fernández de Rojas (Liseno). Madariaga consiguió la jubilación en el curso 1789-90, aunque continuó siendo figura destacada en los claustros (incluso como vicerrector).

Aunque Santiago Vela le perdió la pista vital al maestro Alba en 1791, sin embargo, vivió 22 años más (1791-1813), de los cuales los cuatro últimos fueron de una intensa actividad universitaria, como vicerrector, en funciones de rector, capeando bastante eficientemente el vendaval destructor de la Guerra de la Independencia. En los años anteriores a dicha Guerra, fray Antonio José Alba siempre aparece entre los maestros y doctores, ocupando los puestos cinco o seis en antigüedad. Durante los cursos 1806-1808 fue rector el canonista doctor Francisco Crespo Rascón, siendo vicerrector el maestro Alba, quien impulsó el modernizador plan de estudios del ministro Caballero (1807), proponiendo como texto recomendable de lógica el Arte de pensar o Lógica de Port-Royal de los jansenistas Pierre Nicole-Antoine Arnauld. Alba continuó hasta el fin de su carrera docente afincado ideológicamente en el bando reformista y filojansenista de la Universidad, como casi treinta años antes (1778), cuando había mirado con simpatía la Lógica contenida en los Elementa del filósofo mexicano Benito Díaz de Gamarra. Continuó con el cargo con el rector Andrés Ramos Martín (noviembre 1808-noviembre 1809). El conflicto bélico dispersó a la comunidad educativa y en noviembre de 1809, habiendo desertado el rector, el vicerrector Alba se responsabilizó de la dirección de la Universidad durante el resto de la guerra hasta su muerte en enero de 1813.

En el curso de 1812 figura como catedrático de Religión (Teología Moral) y permaneció en esta cátedra hasta su muerte, ocurrida el 22 de enero de 1813. Tuvo un papel muy importante, pues, como vicerrector más antiguo, el “doctor” (que no maestro) Antonio Alba dirigió la Universidad de Salamanca, y tuvo el honor de convocar el miércoles 15 de julio de 1812 y presidir el claustro pleno y de catedráticos del 16, en el que se leyó y juró la Constitución de Cádiz.

Se pueden destacar dos rasgos significativos, aunque polémicos, de la personalidad del maestro Alba: su filojansenismo y afrancesamiento. Era tradicional el enfrentamiento entre jesuitas y agustinos calzados, acusados por los ignacianos de jansenistas, a propósito de la doctrina del cardenal agustino Enrique Noris (incluido en el Índice de libros prohibidos de 1747 a instancias de los jesuitas) y Juan Lorenzo Berti. En 1765, el nuevo doctor Alba participó en el último combate teológico, habido en Salamanca antes de la expulsión de 1767, de la guerra entre jesuitas y agustinos, ayudados en esta ocasión por los benedictinos. Una imagen, igualmente filojansenista, que casi treinta años después (1790) daban el convento salmantino y su maestro Alba, recién nombrado asistente del general agustino Stephano Bellisini (1786-1797) en Roma (1790-1791), el cargo más importante que tuvo dentro de su orden religiosa. Pidió permiso para ausentarse de su cátedra salmantina por seis años, pero sólo lo desempeñó durante un año (agosto 1790-septiembre de 1791), porque los libros de claustros salmantinos atestiguan su presencia a mediados de octubre.

Alba llegó a Bolonia el 3 de agosto de 1790 y uno de sus contrincantes ideológicos, el jesuita desterrado padre Manuel Luengo, el 23 de agosto plasmó sus impresiones en su voluminoso Diario, sobre su viejo conocido, que no amigo, agustino. Antes de la expulsión de los jesuitas en abril de 1767, el maestro Alba ya era conocido entre los jesuitas salmantinos, por su posición contraria a la Compañía de Jesús (polémica sobre el jansenismo de Noris en 1765), de manera que tuvo un papel importante en la expulsión, ya que se encargó de registrar y catalogar la documentación incautada a los ignacianos desterrados, siendo gratificado con cien doblones. En el exilio italiano los jesuitas continuaban guardando un recuerdo negativo del “jansenista” maestro Antonio Alba, enemistad que el agustino, debido a su carácter abierto y “remilgado”, lejos de ocultar, exhibía irónicamente. Solía ocurrir que los enemigos de los jesuitas, con el transcurso de los años, aflojaban su furor antignaciano, e incluso mostraban arrepentimiento de haberlos perseguido. Este era el caso del maestro Alba, quien “se ha mostrado compadecido con nuestros trabajos y desprecios, y ha hablado con bastante franqueza y familiaridad, como si quisiera empezar a ser nuestro amigo y apasionado”. Pero, en pensamiento teológico, el maestro Alba en 1790 continuaba siendo aperturista, reformista y filojansenista (partidario de “la teología francesa de Lyon”), según Luengo. El diarista jesuita alaba el criterio unionista del maestro Alba, quien se oponía a la posible división o cisma de los agustinos calzados, favorecida por Madariaga, disgustado por haber perdido el capítulo general en 1786.

De estas reflexiones de Luengo, surgió la figura de un Alba ideológicamente más moderado y menos anti jesuítica y jansenista que su cofrade Pedro de Madariaga, hecho confirmado con su pronto regreso a España, sin duda por no estar cómodo entre las intrigas romanas, aunque no se conocen las razones por las que la asistencia de Alba a su general duró sólo un año, cuando lo normal era un plazo de tres años prorrogables por otros tantos.

Se vuelve a registrar la presencia de Alba en los claustros salmantinos en octubre de 1791, bastante conocidos por las referencias que hace a ellos Jovellanos en sus Diarios y por el retorno momentáneo del poeta Meléndez Valdés, después de una ausencia de dos años (desde septiembre de 1789) en que había ascendido a magistrado. Por las intervenciones de los agustinos calzados (maestros Madariaga, Alba y José Díaz) y de Meléndez en los claustros y por las anotaciones de Jovellanos en su Diario del mes de octubre de 1791, es posible hacerse una idea del jansenismo-reformismo del convento agustino en 1791, en general, y de Alba, en particular. Nada más llegar a Salamanca Jovellanos, el 3 de octubre fue visitado por los agustinos, en especial por José Díaz, su amigo.

Se encuentra por primera vez la presencia de Alba, después de su regreso de Roma, no en el claustro pleno de inicio de curso del 18 de octubre de 1791, sino en el del 20 del mismo mes, al que también asistieron los agustinos, Pedro de Madariaga y José Díaz, y el doctor en leyes Juan Meléndez Valdés, antiguo catedrático de prima de humanidad entre 1778 y 1789. Los asuntos tratados fueron, entre otros, el nombramiento de los oficios de la Universidad para el curso recién comenzado, entre los que le correspondió al maestro Alba el de obrero mayor, “por antigüedad de grado”. Hasta entonces no se encuentra el nombre de Alba en los claustros de 1791, faltando a los de los meses siguientes, hasta el del 12 de marzo de 1792. Más relevancia cobraron los claustros del 23 y 24 de octubre, porque fueron citados por Jovellanos en su Diario, y porque trataron sobre la jubilación del poderoso doctor Vicente Fernández de Ocampo, catedrático de Prima de Leyes, censor regio y represor de no pocas iniciativas de los reformistas. Los agustinos Meléndez y Jovellanos compartieron el regocijo ante la humillación que sufría Ocampo, negándole la jubilación anticipada.

Reintegrado a su cátedra de regencia de Teología en 1791, Alba progresivamente se convirtió en la persona de más peso intelectual en el convento, pues pronto desparecieron el maestro José Díaz y Pedro Madariaga, fallecidos el 2 de febrero de 1796 y el 14 de mayo de 1797 respectivamente. El convento de San Agustín tuvo un trienio de cierto vigor intelectual y poético, cuando en 1791 fue nombrado prior el padre Juan Fernández de Rojas (el Liseno de la Escuela poética salmantina), pero, pronto retornó a Madrid, ya que sólo estuvo en el convento el tiempo reglamentado de su priorato (1791-94). Después de la muerte de Madariaga y José Díaz, quedó Alba como principal baluarte intelectual del convento, lo que indudablemente facilitó con su amistad la tranquilidad del semidesterrado Meléndez en su retorno a Salamanca los años previos a 1808.

Controvertido y difícil de precisar es el alcance del afrancesamiento del vicerrector maestro Alba en el periodo noviembre 1809-enero de 1813 en que fue la máxima autoridad de la Universidad de Salamanca, como vicerrector en funciones de rector. Durante los últimos meses de 1808 Alba no apareció por los claustros de la Universidad de Salamanca, pero, a partir del 11 de febrero de 1809, asistió con frecuencia.

Por su talante abierto y reformista, y por su anterior vinculación con la Universidad desde 1763 era uno de los catedráticos mejor preparados para afrontar los difíciles tiempos de la Guerra de la Independencia. Así lo entendió el claustro cuando al desertar el rector, licenciado Andrés Ramos Martín, en diciembre de 1809, lo puso al frente de la Universidad, como vicerrector en funciones de rector. Tenía casi 75 años y durante más de tres años (1809-1812) dirigió la docta institución con prudencia, transigiendo en detalles menores y protocolarios con el invasor, como el nombrar doctor honoris causa al gobernador militar francés, Paul Thiébault, para evitar males mayores y aplacar su furor destructor. Fue una sabia postura pragmática de inteligente posibilismo político que no fue comprendido por los patriotas antifranceses del claustro, que desconfiaban de que Alba tuviese simpatía hacia los franceses invasores. La duda es razonable sobre su afrancesamiento, por el hecho significativo de haber aceptado Alba un beneficio eclesiástico otorgado por el rey José I, por decreto de 31 de marzo de 1812, en la iglesia del lugar de Barbadillo (a unos 20 kilómetros de Salamanca). Aparentemente Alba obtuvo un benéfico del francés, como Meléndez adquirió ciertas fincas rústicas desamortizadas por el mismo rey. Para intentar aclarar la sinceridad de este afrancesamiento es necesario fijarse en las actas de los claustros universitarios del periodo 1809-1812.

Resumiendo, el trato asiduo del vicerrector Alba con el gobernador militar francés barón Paul Charles Thiébault (Berlín 1769-París 1846), tenido en función de su oficio y frecuentemente en compañía de un doctor abiertamente afrancesado, José Claudio Salgado, canonista y canónigo de la catedral de Salamanca, empezó a ser sospechoso para el sector patriota del claustro, de manera que la Junta universitaria que negociaba la concesión a Thiébault de los títulos de doctor (honoris causa, se diría hoy) y de conservador de la Universidad, se dividió en dos bloques, el afrancesado o mejor relacionado con el francés (Alba y Salgado) y el más patriota (el resto de la junta), que llegó a celebrar una serie de reuniones secretas, que salieron a relucir en 1815, con motivo de la inspección a la Universidad y purificaciones que siguieron con la vuelta al absolutismo en 1814.

El catedrático José Ayuso Navarro concluyó su informe sobre la conducta de la Universidad con el gobernador francés, fechado el 29 de julio de 1815, diciendo que “salió Thiébault de esta ciudad para Francia y con su salida tuvo fin este negocio, reducido a haberle entregado la Universidad, contra su voluntad, por la intriga y la fuerza, una certificación de tenerlo por su doctor honorario, sin designación de facultad, sin haberle dado insignias algunas ni asentado en sus libros”. Corradi deja ciertas dudas sobre el afrancesamiento de Alba y en algunas actas claustrales se habla de “el débil vicerrector Alba”.

Se puede deducir que si la Universidad supo resistir las presiones del general gobernador Thiébault durante tres meses (noviembre de 1811-enero de 1812), es difícil que lo pudiera hacer sin el apoyo discreto de su rector en funciones el viejo maestro Alba, quien nunca aparece en la documentación universitaria en el mismo bando claustral decididamente colaboracionista con el invasor, capitaneado por el doctor Josef Claudio Salgado. Entretanto, en julio de 1812, Alba, como rector en funciones, encabezó el juramento de la Constitución de Cádiz, leída en el claustro de 16 de dicho mes.

Alba asistió por última vez a una junta universitaria el 2 de enero de 1813. La cédula de convocatoria, firmada por el vicerrector el viernes 1 de enero, decía: “Para oír una proposición mía [de Alba] a fin de que la Universidad nombre rector o vicerrector según sus leyes y atendiendo a mis achaques e imposibilidad”. Era la dimisión formal del agustino como vicerrector en funciones de rector, quien falleció el 22 del mismo mes.

Santiago Vela se limita a citar una única obra publicada conocida de Alba, El Filósofo. Oración fúnebre, que predicó, en nombre de la Universidad, a la buena memoria del franciscano observante y moderante de la Academia de Teología, Fr. Manuel Fernández (1720-1772), teólogo-filósofo sin especial relevancia, a pesar del generoso apelativo que le atribuye Alba (“El filósofo”) y los empleos que desempeñó dentro de su orden religiosa (custodio de su Apostólica Provincia de Santiago y guardián del Convento grande de Salamanca). También subraya su colaboración con el agustino Francisco Méndez (Villaviciosa de la Alcarria, 1725-Madrid, 1803), biógrafo del padre Enrique Flórez, al que le remitió desde Salamanca apuntes para la vida de Fr. Luís de León y copias de sus escritos.

Solo se puede calibrar el pensamiento y personalidad del teólogo Alba a través de tres escritos breves: dos censuras (1766 y 1778) y la citada oración fúnebre (1780), los tres en prosa y referidos a la vida y/o la obra de tres clérigos teólogos, destacando su vertiente filosófica. El único documento que existe para atisbar las inquietudes literarias de Alba antes de hacerse cargo de la cátedra de prima de Humanidades (1772) es la censura, fechada el 20 de julio de 1766 y publicada al frente de un poema del helenista y futuro inquisidor de Barcelona y Valencia, Nicolás Rodríguez Laso (1747-1820), rotulado como Poema pathético. Es un poema compuesto de cuarenta octavas. Alba se muestra crítico con las oraciones fúnebres, y les exige ser “naturales, conceptuosas, brillantes, dulces, ingeniosas” y alaba al joven helenista Nicolás Laso, por “su gusto, su delicadeza y su numen”.

Doce años después Alba emitió un documentado dictamen en 1778 a petición del Consejo de Catilla, sobre la parte de la lógica de los Elementa Recentioris Philosophiae (De los Elementos de Filosofía Moderna) del oratoniano mexicano Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos (Zamora, Morelia, Michoacán, 1745 - San Miguel de Allende, 1783), sin duda el filósofo novohispano más representativo de la Ilustración.

Dado que Alba no fue un hombre del pluma y que la oración fúnebre, El Filósofo, es la publicación más extensa que se le conoce, su análisis se torna imprescindible para comprender sus inclinaciones literarias y la valoración que los tres censores hacen de la misma y del agustino, cuyos méritos destacan en las disciplinas de la teología (buena elección de los temas), de las humanidades (aplicación) y de la “verdadera” filosofía, ya “bastantemente recomendado y conocido” en 1780.

Resumiendo, desde 1764, habiendo adquirido el grado de doctor en teología, Alba tuvo un lugar preeminente en el convento-colegio de San Guillermo de Salamanca, donde permaneció de manera ininterrumpida hasta su muerte, excepto frecuentes estancias vacacionales en Madrid y el año largo de su asistencia al general agustino en Roma (1790-91). El curso 1772-73 fue importante para Alba, pues adquirió estabilidad laboral en la Universidad con el empleo de catedrático sustituto de prima de Humanidades en la Universidad y ocupó el tercer lugar en el rango jerárquico del convento, llegando a ser referencia y autoridad moral indiscutible después de 1797 tras el fallecimiento de los maestros José Díaz (1796) y Pedro de Madariaga (1797), aunque desde principios de la década de 1780 Alba, como prefecto de los estudios de su provincia “por nombramiento especial de su general”, era uno de los pilares básicos del mismo. Paralelamente fue adquiriendo protagonismo en el claustro universitario de Salamanca, hasta llegar a vicerrector con funciones de rector durante casi toda la Guerra de la Independencia (1809-1813).

Cuando Meléndez Valdés llegó a Salamanca en el curso 1772-73 estaban concentrados en el convento de los Agustinos los frailes que alcanzaron más renombre durante la ilustración, como los componentes de la escuela poética fray Diego González (lector), Andrés del Corral y Juan Fernández de Rojas (estudiantes de teología). Además, se encuentra a fray José Antonio Díaz (amigo y confidente de Jovellanos) y fray Pedro Centeno, ambos estudiantes de teología.

A falta de una pintura que muestre el retrato del agustino padre Alba (a diferencia de su amigo Juan Fernández de Rojas, que fue pintado por Goya), se puede recurrir a la imagen que conservaron de él los jesuitas desterrados que lo conocieron en Salamanca entre 1763-1767; en concreto la descripción, un tanto exagerada de anti jesuita y filojansenista, que hace el padre Manuel Luengo (1735-1816) en 1790. La figura que queda del maestro Alba es la de un reformista convencido, pero prudente y moderado, con un talante liberal enmascarado en la polémica teológica sobre el jansenismo, que no pocas veces tuvo que enfrentarse en los claustros con la intolerancia de los inmovilistas, como el premostratense Leonardo Herrero, y al final de su vida, siendo rector en funciones, con los afrancesados radicales como el doctor José Claudio Salgado. El carácter discreto y prudente de Alba, lo llevó a impulsar los proyectos reformistas en la sombra, como el Colegio de Filosofía. Sólo cuando le fue imprescindible asumir responsabilidades en primera persona lo hace durante la ocupación francesa.

La personalidad del maestro Alba ha llegado hasta nosotros envuelta en un halo de misterio, caracterizado por ser un magnífico pedagogo y luchador por implantar la filosofía moderna en la Universidad de Salamanca. Además de hombre de pensamiento, Alba fue un buen y pragmático gestor, como demostró al dirigir la Universidad de Salamanca, en calidad de vicerrector con funciones de rector, durante los difíciles años de la ocupación napoleónica (1809-1812).

El convento San Agustín de Salamanca fue saqueado y destruido por los franceses el 17 de mayo de 1812. De esta manera tan trágica se desvaneció el que perviviesen los manuscritos que el maestro Alba leía en clase y los alumnos copiaban con gran fidelidad. A pesar de todo, por su trayectoria vital y por lo que se puede deducir de El Filósofo y las censuras que emitió, como a la “Lógica” de Díaz de Gamarra, Alba fue uno de los frailes más abiertos al pensamiento europeo ilustrado, en consonancia con la corriente ideológica agustiniana en la escuela salmantina, que durante el siglo XVIII era de tendencias filojansenistas. Desde joven dentro de la orden de los agustinos era calificado de “mozo muy hábil”. Por su parte, Esperabé de Arteaga resume el carisma del maestro Alba: “Fue hombre de mucha ciencia y gran prestigio tanto en la Universidad como dentro de la Orden”.

 

Obras de ~: “Censura del maestro Alba”, en N. Rodríguez Laso, Poema pathético que a la muerte del reverendísimo padre maestro fray Manuel Bernardo de Rivera, trinitario calzado…, Salamanca, Nicolás Villargordo y Alcaraz, 1766, s/n; “Dictámen sobre la Lógica de los “Elementa recentioris Philosophiae” de Díaz de Gamarra”, en AUSA, Libro de Claustros 239, ff. 265-267 (14 de julio de 1778); El Filósofo Oración fúnebre, que en las exequias, que celebró la Universidad de Salamanca a la buena memoria de su ilustre hijo el Rmo. Padre Maestro Fr. Manuel Fernández del Orden del Seráfico P. S. Francisco, Custodio de su Apostólica Provincia de Santiago, Guardián del Convento grande de dicha Ciudad, Doctor Theólogo, y Moderante de la Academia de Theólogos de esta Universidad dixo el RR. P. Mro. Fr. Antonio Josef de Alva, del orden de San Agustín, Difinidor, y Prefecto General de los Estudios de su Provincia de Castilla, Doctor Theólogo, y Cathedrático de Regencia de Theología de dicha Universidad, Salamanca, Oficina de la Santa Cruz por Domingo Casero [en línea: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000085728&page=1].

           

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Diocesano de Madrid, Parroquia de Santa Cruz, Libro de bautismos 25 (1729-1736), f. 325r.; Archivo Histórico de Loyola, Escritos de jesuitas del XVIII.

M. Luengo, Diario de la expulsión de los jesuitas de los dominios del rey de España…, 49 vols. (agosto de 1790); Archivo Histórico Nacional (Madrid), Códices y Cartularios, Libro VI de profesiones del convento de agustinos ermitaños de San Felipe el Real de Madrid, Códice L. 206, fol. 260r.; Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca, Libros de procesos de cátedras 1016 y 1017; Libros de Claustros del 231 (curso 1763-64) al 261 (curso 1813-115); Diario de Madrid del martes 21 de abril de 1812, nº 112, pág.449 (concesión de un beneficio eclesiástico al maestro Alba, por José I); J. B. Díaz de Gamarra y Dávalos, Elementa recentioris phitosophiae volumen primum Historiam philosophiae, Logicen, Metaphysicen, Ethicen atque Geometriam complectens ... Volumen Alterum Physicen cum generalem tum particularem una complectens. Ex melioris notae recentioribus excerptum, congestum, adornatum. Ad usum scholaris…, México, Joseph de Jauregui, 1774, 2 vols.; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín por el P. Gregorio de Santiago Vela, de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas. Obra basada en el catalogo bio-bibliográfico agustiniano del P. Bonifacio Moral, ex provincial de la Matritense. Publícase a expensas de la expresada Provincia de Filipinas, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1915, 8 vols.; F. Amador y Corradi, Investigaciones históricas: La Universidad de Salamanca en la guerra de la independencia, Salamanca: Universidad, 1916; E. Esperabé de Arteaga, Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca, Salamanca, Imprenta y Librería de Francisco Núñez, 1917, 2 vol.; A. D. Caso, “Juan Benito Díaz de Gamarra, un filósofo mexicano discípulo de Descartes”, Revista de Literatura mexicana, 2 (1940), págs. 197-213; A. Ramírez, “La lógica del Padre Díaz de Gamarra en sus Elementa”, en Duc in Altum, México, 1941, págs. 79-86; M. G. de Jovellanos, Diarios, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1953, t. I, págs. 227-232; E. Domínguez Carretero, “La escuela teológica agustiniana de Salamanca”, La Ciudad de Dios, Revista agustiniana, 168 (1956), págs. 638-685; M.ª V. Tapia García, Juan Benito Díaz de Gamarra y el modernismo en México, tesis doctoral, México, 1966; G. Demerson, Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo 1754-1817, Madrid, Taurus, 1971, 2 vols.; V. Junco de Meyer, Gamarra o el eclecticismo en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1973; S. Rodríguez Domínguez, Renacimiento universitario salmantino a fines del siglo XVIII. Ideología liberal del Dr. Ramón de Salas y Cortés, Salamanca, Uni­versidad, 1979; D. Simón Rey, Las facultades de Artes y Teología de la Universidad de Salamanca en el siglo XVIII, Salamanca, Universidad, 1981; V. Muñoz Delgado, “La Universidad de Salamanca (1778) y los “Elementa recentioris Philosophiae” (México 1774) de Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 8 (1981), págs. 149-174; J. Zaonero, Libro de noticias de Salamanca que empieza a regir el año de 1796 hasta 1812, ed. crít. de R. Robledo, Salamanca, Librería Cervantes, 1998; A. Astorgano Abajo, “La venta de los libros prohibidos de la Biblioteca Mayansiana (1801)”, en A. Mestre (coord.), Actas del Congreso Internacional sobre Gregorio Mayans, Valencia-Oliva, 6 al 8 de mayo de 1999, Valencia, Diputación Provincial, 1999, págs. 625-659; “La personalidad del ilustrado Don Nicolás Rodríguez Laso (1747-1820), inquisidor de Barcelona y Valencia”, en Revista de la Inquisición de la Universidad Complutense, 8 (1999), págs. 121-187; “El Fiscal Inquisidor don Nicolás Rodríguez Laso en Barcelona (1783-1794)”, en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 47 (1999-2000). Págs. 197-276; “El paso de Jovellanos y Meléndez Valdés por el Ministerio de Gracia y Justicia (1798)”, en Revista de Estudios Extremeños, 55-3 (1999), págs. 995-1052; “Godoy y Meléndez Valdés en la Salamanca de 1805-1808”, en Manuel Godoy y su tiempo. Congreso internacional Manuel Godoy (1767-1851), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2003, Tomo II, págs. 161-211; “Estudio preliminar”, en N. Rodríguez Laso, Diario del viage a Francia e Italia (1788), Zaragoza, Institución Fernando el Católico - Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, 2006, págs. 11-200; Don Juan Meléndez Valdés. El Ilustrado, Badajoz, Diputación Provincial, 2007; R. Robledo, “Juan Justo García”, en J. Mª Lama (ed.), Los primeros liberales españoles. La aportación de Extremadura, 1810-1854, Badajoz, Diputación Provincial, 2012, págs. 27-48; Mª. P. Alonso Romero, “Ocampo y su tiempo. Biografía académica del catedrático Vicente Fernández de Ocampo (Salamanca 1743-Madrid 1815)”, en Salamanca, escuela de juristas. Estudios sobre la enseñanza del derecho en el Antiguo Régimen, Madrid, Universidad Carlos III, 2012, págs. 539-638; “La Universidad de Salamanca ante la Constitución de Cádiz: actitudes políticas y académicas”, en Salamanca, escuela de juristas…, op. cit. págs. 695-714; A. Astorgano Abajo, “Poesía y jansenismo en el convento de los agustinos calzados de Salamanca en tiempos de Meléndez Valdés”, en Revista de Estudios Extremeños, 77-1 (2016), págs. 147-208; “Biografía de Salvador María de Mena, el abogado de la Escuela poética salmantina (1754-1788)”, en Boletín de la Real Academia de Extremadura, XXIV (2016), págs. 101-172; “Aproximación al agustino fray Antonio José de Alba (1735-1813), maestro de Meléndez Valdés”, en Cuadernos Dieciochistas, 18 (2017), págs. 61-100.

 

Antonio Astorgano Abajo

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