Rueda, Lope de. Sevilla, p. m. s. XVI – Córdoba, c. 1565. Actor, director y autor de comedias.
Nació en una fecha no confirmada documentalmente y situada en una de las dos primeras décadas del siglo XVI. Siguiendo la afirmación aparecida en las Ocho comedias de Cervantes, Lope de Rueda tuvo el oficio de batihoja, es decir, confeccionador de hojas o panes de oro. Se sabe que vivía en Sevilla hacia 1542 y 1543. Ya entonces era dueño de una compañía de teatro con la que daba representaciones en las fiestas del Corpus Christi.
La biografía de Rueda está llena de huecos y suposiciones más o menos fundadas, pero todo ello llega a conformar la imagen del primer director, autor y actor teatral de la historia escénica de España. No se sabe dónde adquirió su formación artística ni cuáles fueron sus actividades no estrictamente teatrales, excepción hecha de la alusión cervantina ya mencionada.
Ha sido identificado con un pregonero homónimo que vivía en Toledo en 1538. También se le han buscado paralelismos y coincidencias con un Lope de Rueda, escritor de libros y vecino de la villa de Palenzuela.
Todo ello parece improbable y fruto de conjeturas mal fundadas.
Sí se conocen, sin embargo, ciertos detalles de su vida personal y de su actividad teatral, detalles que han ido surgiendo a medida que se amplía el conocimiento de lo que fue el teatro de los Siglos de Oro y las contingencias vitales de sus principales protagonistas.
En 1551 o 1552 se casó Rueda, en Valladolid, con la bailarina y cómica Mariana. En 1560 volvió a contraer matrimonio, esta vez con Ángela Rafaela o Rafaela Ángela Trilles. El 12 de mayo de 1563 bautizó en Toledo a su hija Catalina, que debió de morir pronto, puesto que no figura en el testamento del escritor.
El año siguiente recibió el bautismo en Sevilla su hija Juana Luisa, fallecida también de modo prematuro, ya que el escritor ordenó en su testamento que se le enterrase en la sepultura de dicha hija.
Pero más allá de los datos sobre su vida privada, interesan los relativos a su actividad como hombre de teatro. Dichos datos están confundidos y mezclados con las noticias que ciertos autores del Siglo de Oro se complacieron en transmitir, noticias que han permitido construir un Lope de Rueda imaginado, un personaje creado, pero necesario a la hora de elaborar la historia del teatro español. Juan Rufo fue el primero que lanzó la imagen de un Rueda equipado con medios muy reducidos y caracterizado como una figura salida de la nada literaria. Según Rufo, Rueda representó en lugares míseros ante un público inculto y exclusivamente popular. El entorno profesional de Rueda, para el mismo Rufo, es la pobreza de las farsas, el estilo rudo, la falta de seda en el vestir, seis pellicos y cayados, dos flautas, un tamborino, tres vestidos, una o dos comedias, la entrada muy barata, el teatro casi vacío, un patio cruel ardiente en verano y helado en invierno.
Agustín de Rojas, en su Viaje entretenido, describe a Rueda como innovador de la farsa, pero los datos que da no coinciden con lo poco que se sabe de la vida artística del autor, que fue alabado por escritores como Francisco Ledesma, Joan Timoneda, Juan de la Cueva, Lope de Vega, Baltasar Gracián. El secretario de Felipe II, Antonio Pérez, también dedica palabras elogiosas al batihoja sevillano. Pero es un texto de Miguel de Cervantes, inscrito en el Prólogo al lector de sus Ocho comedias y entremeses nuevos, el que más ha contribuido a crear la imagen del autor de comedias no necesariamente coincidente con la realidad. Dice así: “Me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y en el entendimiento. Fue natural de Sevilla, y de oficio batihoja, que quiere decir de los que hacen panes de oro; fue admirable en la poesía pastoril, y en este modo, ni entonces ni después acá ninguno le ha llevado ventaja; y aunque, por ser muchacho yo entonces, no podía hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos agora en la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que he dicho; y si no fuera por no salir del propósito de prólogo, pusiera aquí algunos que acreditaran esta verdad. En el tiempo deste célebre español, todos los aparatos de un autor de comedias se encerraban en un costal, y se cifraban en cuatro pellicos blancos guarnecidos de guadamecí dorado, y en cuatro barbas y cabelleras, y cuatro cayados, poco más o menos.
Las comedias eran unos coloquios como églogas entre dos o tres pastores y alguna pastora; aderezábanlas y dilatábanlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de bobo, ya de vizcaíno, que todas estas cuatro figuras y otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse”.
El testimonio cervantino, junto con otros de El viaje del Parnaso y de Los baños de Argel, entra en contradicción con los datos conocidos sobre Lope de Rueda. Si Cervantes alaba, por un lado, el arte ruedesco, sitúa al mismo tiempo su dramaturgia y su actividad profesional dentro de unos márgenes tan precarios, tan estrechos, que difícilmente pueden hacerse coincidir con algunos detalles que los documentos han dejado a la posteridad.
Las fiestas del Corpus sevillano de 1542 y 1543 son ocasiones bien conocidas en que el director Rueda manifiesta su profesionalidad y actúa al frente de su propia compañía. En un contrato de 1543 se compromete a presentar en dicha festividad “el auto de la Asunción de Nuestra Señora, según y como se hizo el año pasado del Señor de 1542, o mejor si pudiere, todo a mi costa, poniendo la gente, ropas, ángeles, cantores, la cera que llevarán los apóstoles encendida y una cama con su cortina, por precio de 26 ducados de oro”. El documento apunta la presencia plural de ángeles y cantores, lo que hace pensar que el texto cervantino alusivo a Rueda no concuerda con la realidad y que éste disponía de un grupo de cómicos y cómicas relativamente numeroso y, en todo caso, más nutrido que el que deja ver el autor del Quijote.
A partir de estas dos fechas, Rueda interviene en una serie de actividades y fiestas públicas y privadas, si se tienen en cuenta ciertos datos y contratos que se han conservado. Así, en 1543 firmó, con el gremio de sederos de Sevilla, un documento en el que se comprometía, por el precio de ocho ducados, a representar un Auto del seno de Abraham, en el que figurarán ocho personajes. Es muy probable que el año 1550 actuara en el palacio del duque de Medinaceli, en Cogolludo, y que fuera entonces cuando conoció a Mariana, quien más tarde sería su mujer.
Entre los años 1551 y 1559 fijó su domicilio en Valladolid.
Según un documento fechado el 18 de septiembre de 1551, el municipio vallisoletano hace un libramiento a Lope de Rueda por “carro y danças” que puso en pie con motivo del recibimiento que la ciudad del Pisuerga organizó para celebrar el paso del príncipe Felipe a su regreso de Flandes. Otro acuerdo del concejo, fechado el 27 de mayo de 1552, decide encargar a Rueda la puesta en escena de un auto para las fiestas del Corpus. El cómico y director Lope de Rueda debió de ampliar el círculo de sus amistades en Valladolid, ya que el Ayuntamiento de la ciudad, el 8 de julio de 1552, le concede un salario anual para que establezca su residencia en la ciudad castellana y se encargue de las representaciones teatrales programadas en ella. Parece que la decisión concejil surtió efecto, pues el 26 de octubre de 1558 se autoriza a Lope de Rueda para que proceda a la construcción de unas casas que, verosímilmente, serían destinadas a ser corral de comedias.
Según cuenta Andrés Muñoz, el cronista del viaje de Felipe II a Inglaterra, el conde de Benavente eligió a Rueda para que actuara en la villa titular del condado al paso del Monarca en 1554. Además de otros festejos, hubo uno, celebrado el 8 de junio en el patio condal, donde “Lope de Rueda salió con sus representantes y representó un auto de la Sagrada Escritura, muy sentido, con muy regocijados y graciosos entremeses”.
Si la intervención de Rueda en Benavente forma parte de las representaciones que más tarde se llamarían “particulares”, no por eso abandona la actividad teatral dirigida a públicos más abiertos. Así, durante las fiestas celebradas en Segovia a partir del 15 de agosto de 1558, con motivo de la consagración de la nueva Catedral, “la compañía de Lope de Rueda, famoso representante de aquella edad, representó una gustosa comedia”, según afirma Shergold, aunque no hay confirmación documental de dicha actividad. En Sevilla, el año 1559, actuó repetidas veces. Según figura en los libramientos y recibos que implican al actor, representó el Auto de Navalcarmelo —probablemente el conocido como Naval y Abigail— y el de El hijo pródigo. El premio concedido por el municipio le fue otorgado a Rueda por la puesta en escena del primero de los dos autos citados.
El año 1560 pasó algún tiempo en Valencia, donde se casó con Ángela Rafaela Trilles, tal como se indicaba más arriba. Dicha estancia tiene gran importancia porque fue entonces cuando, probablemente, conoció a su futuro editor, Joan Timoneda, que es la pieza clave para comprender el teatro de Rueda. Timoneda, librero, escritor y hombre de teatro, fue quien recogió las obras representadas por Rueda en la ciudad del Turia y quien las publicó. Gracias a él se conocen los textos, indudablemente retocados por el editor, de las obras ruedescas. Aparte de dichas ediciones, no han quedado rastros documentales de la actividad de Rueda en Valencia, pero la huella de su presencia en las costas mediterráneas queda marcada en El cortesano de Luis Milán, músico y escritor de la Corte de Germana de Foix. El 1 de noviembre de 1561 salió Rueda de Madrid, donde residía, hacia Valencia, lugar en el que fijó su residencia, según se deduce de las palabras de su amigo y editor, Joan Timoneda.
La actividad teatral, festiva, de la Corte madrileña atrae a Lope de Rueda, el hombre de teatro. Se conoce su paso por Madrid porque hay testimonio de que en la capital, en septiembre de 1561, reconoce una deuda al vallisoletano Bernardino de Milán.
Cuando quiso marcharse a Valencia, al no estar liquidada la deuda citada, se vio obligado a dejar en prenda unas ropas que, muy probablemente, eran las que utilizaba en las representaciones. En ese mismo año, actúa en Toledo, tal como queda mencionado en un documento del concejo de Valladolid, donde se determina el envío de delegados a la ciudad imperial para entrar en contacto con nuestro autor. En las fiestas toledanas del Corpus representó dos autos. En 1563 volvió a hacer los autos del Corpus de Toledo, trabajo por lo que recibió el pago correspondiente, según consta en el Archivo de Simancas.
En la Corte trabajó para la Familia Real. El 4 de octubre y el 28 de noviembre de 1563 se le hicieron dos pagos de 100 reales cada uno por orden de la Reina y en consideración de las comedias representadas.
Finalmente, hay constancia de que Juan de Figueroa, sobrino y editor de las obras de Diego Sánchez de Badajoz, clérigo extremeño y famoso hombre de teatro, debía ciertos dineros a Rueda por unas representaciones de una farsa que éste hizo en la casa del primero.
El dramaturgo murió en Córdoba entre el 21 de marzo de 1565, día en que otorgó testamento cuando ya estaba gravemente enfermo, y octubre de 1566, fecha en que se aprueba, a título póstumo, la edición de sus obras aparecida en 1567. En el testamento se inscribe, entre otros deseos del autor, que se le entierre en la Iglesia Mayor cordobesa, deseos que fueron respetados.
La serie de datos reseñados pone de manifiesto una actividad teatral intensa, aunque buena parte de ellos aparezcan entre otros datos desperdigados. Queda, como constatación certera, que la imagen pauperista que de Rueda dejaron, entre otros, Juan Rufo y Miguel de Cervantes, no corresponde ni mucho menos con una actividad teatral intensa. Lope de Rueda actúa en ciudades y lugares alejados unos de otros: Sevilla, Córdoba, Valencia, Toledo, Madrid, Valladolid, Benavente, Cogolludo. Se mueve por diversas parte de la geografía nacional y actúa en diversas épocas del año, aunque los datos más numerosos se refieren a sus actuaciones en las fiestas del Corpus. Los documentos hablan de un trabajo remunerado, es decir, profesional, trabajo que con todos los riesgos y altibajos que la vida teatral ha tenido y sigue teniendo, debió de permitir a Rueda llevar una vida relativamente acomodada.
Los criados mencionados en el testamento, las casas que construyó o quiso edificar en Valladolid y, principalmente, el haber podido ordenar su propio enterramiento en la Catedral cordobesa, indican un cierto bienestar económico y una indudable fuerza social, lejanos ambos de la situación del otro Rueda peregrino, casi mísero, mal equipado, que arrastraba su arte por los pueblos de España, en las plazas y rincones de aldeas más o menos acogedoras. Queda por ver hasta qué punto Rufo y Cervantes construyeron la imagen de un Rueda excesivamente marginado y empequeñecido, o cómo se puede leer el alcance social y económico de la labor ruedesca inscrita en los datos conservados.
Obras de ~: Las cuatro comedias y dos coloquios pastoriles, Valencia, 1567; El deleitoso, compendio llamado el Deleitoso, en el cual se contienen muchos pasos graciosos del excelente poeta y gracioso representante Lope de Rueda, para poner en principios y entremedias de coloquios y comedias, Valencia, 1567; Registro de representantes, a do van registrados por Ioan Timoneda muchos y graciosos pasos de Lope de Rueda y otros diversos autores, así de lacayos como de simples y otras diversas figuras, Valencia, 1570; Comedia llamada discordia y cuestión de amor, compuesta por Lope de Rueda. representante, Barcelona, 1617; Obras de Lope de Rueda, ed. de E. Cotarelo, Madrid, Real Academia Española, 1908; Teatro (Eufemia, Armelina, El deleitoso), ed. de J. Moreno Villa, Madrid, Espasa Calpe, 1934; Eufemia, Armelina, ed. de F. González Ollé, Salamanca, Anaya, 1967; Los engañados, Medora, ed. de F. González Ollé, Madrid, Espasa Calpe, 1973; Pasos, ed. de F. González Ollé y V. Tusón, Madrid, Cátedra, 1981; Pasos, ed. de J. L. Canet Vallés, Madrid, Castalia, 1992; Las cuatro comedias (Eufemia, Armelina, Los engañados, Medora), ed. de A. Hermenegildo, Madrid, Cátedra, 2001.
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Alfredo Hermenegildo Fernández