Cueva y Lugo, Juan de la. Lima (Perú), c. 1634 – Santiago de Chile (Chile), 26.X.1711. Letrado y oidor en Indias.
Como la mayoría de los jóvenes limeños de su tiempo, estudió en la Universidad de San Marcos de la capital del virreinato y, una vez licenciado en ella, pasó en 1666 a los reinos de España a pretender plazas togadas.
No le fue fácil lograr un destino judicial en las Indias y solamente por Real Provisión, fechada el 31 de agosto de 1680, se le libró título de una plaza de oidor en la Real Audiencia de Santiago de Chile. Se embarcó casi de inmediato, de modo que llegó a la capital del reino prontamente y tomó posesión de su plaza el 16 de mayo de 1682.
Una de sus primeras ocupaciones en el reino de Chile fue tomar la residencia al oidor Diego Portales y Salas, y una vez acabada ella, por el mes de mayo de 1684, atendió a sus negocios personales, pues en ese mismo año contrajo matrimonio con su sobrina Ana Josefa de la Cueva y Torres, natural de Lima, hija del capitán Agustín de la Cueva y Lugo y de María de Torres y la Roca.
El tiempo que sirvió en Chile lo empleó, más que en administrar justicia, en enemistarse con cuanta persona e institución le fue posible. El 1 de febrero de 1683 el cabildo eclesiástico escribía al Monarca que Juan de la Cueva “es desatento y desacatado con los ministros eclesiásticos”. Se ganó también el odio de los franciscanos, pues, actuando solo en el acuerdo, desterró en febrero de 1683 al provincial de dicha Orden, fray Alonso de Briceño, a quien se acusaba, entre otras cosas, de haber mandado poner en las puertas de las iglesias unas coplas injuriosas contra el gobernador Juan Henríquez. Se enemistó también con el obispo fray Bernardo Carrasco, porque, según el mismo oidor, en su visita al presidio de Valdivia había rebajado el precio de la harina correspondiente al trigo de los diezmos. Por esto el prelado, de propia iniciativa, abrió el 2 de junio de 1683 un sumario contra el oidor en el que decía que “habiéndose hecho absoluto este ministro en la audiencia y con esto dueño de ella, lo ha sido también de hacer cuantas injusticias y vejaciones le dicta el poco temor de Dios con que vive y menos respeto a ser ministro de tan católico monarca [...] pues aunque tiene por compañero a Sancho de Salazar, lo arrastra ordinariamente, unas veces de industria y otras de temor [...] siendo ambos por la falta de letras y juicio, tan indignos de la garnacha como sabe toda esa corte”. No permaneció indiferente Juan de la Cueva ante la inquina del prelado y, en la primera oportunidad que tuvo, se tomó desquite del obispo.
Tal ocasión se le presentó un día de fiesta de tabla en la catedral, cuando fray Bernardo Carrasco, “pasando del coro al altar mayor, volviéndose a hacer cortesía a la audiencia y, reparando que habiéndose levantado Sancho de Salazar se estaba sentado Juan de la Cueva, le dijo el obispo que aunque no fuese por su persona debía hacer más estimación de su dignidad, y la respuesta de Juan de la Cueva, estándose sentado fue: ‘Padre, el rey no se levanta a sus vasallos’”.
En 1684, el fiscal del Consejo de Indias dictaminó que fray Bernardo Carrasco se había excedido al instruir sumario contra el oidor, pero en el año siguiente se acordó enviar comisión al presidente Garro para que averiguara las acusaciones contra el oidor haciéndole salir de la ciudad y alejándole a la de Concepción. Por Real Cédula del 21 de mayo de 1685 se comunicó al gobernador Garro esta decisión, que él cumplió, y así puso en prisiones al oidor y le condujo luego a Valparaíso para que de allí pasara al presidio de Valdivia, desde donde fue trasladado a Quillota por orden del presidente, aprobada por el virrey conde de la Monclova, el 18 de diciembre de 1689.
Sobre consulta de Cámara fechada el 29 de noviembre de 1686 se decidió que se proveyera su plaza de oidor en la Audiencia de Santiago de Chile y fue nombrado en su lugar Lucas Bilbao La Vieja. Pero, finalmente, después de múltiples alegaciones ante el Consejo de Indias, en 1710 De la Cueva fue rehabilitado y así pudo volver al ejercicio de su plaza en marzo de 1711, en calidad de oidor decano, manteniéndose en ella hasta su muerte, la que le sorprendió en la miseria, y ella era tanta que hubo de ser enterrado de limosna.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Chile, 2, 67, 84, 131, 223; Archivo Nacional Histórico de Chile, Real Audiencia, 497, 1088, 1230, 1343, 2127, 3136; Copias de Documentos de Indias, 303.
M. de Mendiburu, Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, vol. II, Lima, Imprenta de J. Francisco Solís, 1876, pág. 190; A. de Silva y Molina, “Oidores de la Real Audiencia de Santiago de Chile durante el siglo xvii”, en Anales de la Universidad de Chile, CXIII (1903), págs. 58-61; J. L. Espejo, Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1967, pág. 142.
Javier Barrientos Grandon