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Carlos Espinosa de los Monteros y Sagaseta de Ilúrdoz

Biografía

Espinosa de los Monteros y Sagaseta de Ilúrdoz, Carlos. Marqués de Valtierra (I). Pamplona (Navarra), 12.IV.1847 – Madrid, 27.V.1928. Militar, político y diplomático.

Nació en Pamplona en abril de 1847. Distinguido en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), había cobrado fama de hombre resuelto, dotado de recursos tanto para el combate como para las negociaciones difíciles. Entre 1881 y 1884 fue diputado por el distrito de Albocácer (Castellón), cargo del que renunció al ser nombrado gobernador civil de Guipúzcoa.

Casó con Dolores Bermejillo y García Menocal. El 15 de septiembre de 1907 le fue concedida la merced del marquesado de Valtierra.

En 1911, con ocasión de la visita a España del presidente francés, Émile Loubet, pudo probar sus dotes diplomáticas. Teniente general desde 1912, era uno de los jefes del Ejército que gozaban de la amistad de Alfonso XIII, del que fue ayudante personal. El Monarca no vaciló en confiarle la embajada en París cuando su representante allí, Ramírez de Villaurrutia, decidió abandonar la capital en el mismo tren presidencial donde el propio Raymond Poincaré, junto al Gobierno Viviani al completo, había resuelto trasladarse (huir) hasta Burdeos, para así escapar del arrollador avance de los ejércitos alemanes.

El famoso telegrama (“Te ordeno te quedes en París, pase lo que pase”) con el que Alfonso XIII conminó (el 2 de septiembre de 1914) a Villaurrutia para que cumpliera sus deberes para con la sociedad francesa —ante la cual España ejercía decisiva labor de tutela— exigía relevo en persona como Espinosa, experimentada en situaciones difíciles. Presentó sus credenciales a Poincaré en Burdeos y marchó a París. Se mantuvo al frente de su embajada durante dieciséis complicados meses para Francia (septiembre de 1914-diciembre de 1915). Tachado de germanófilo (en la correspondencia secreta del Quai D’Orsay), sus buenas relaciones con Polo de Bernabé, embajador en Berlín, facilitaron las ayudas a los prisioneros franceses sin apartarle de las instrucciones de Alfonso XIII: buscar un acuerdo con los embajadores estadounidenses en París (William Sharp), Londres (Walter Hines) y Madrid (Joseph Willard), que facilitase el recurso internacional a la concertación de una tregua, tutelada por España, acción previa al establecimiento de la paz. Sus conversaciones con el delegado del presidente Wilson, el coronel Edward House, tuvieron ese prioritario sentido.

Pese a su contrastada paciencia, aunque Espinosa convenciese a House, éste recibió tajantes indicaciones del presidente Wilson para que rompiese todos los tratos con la diplomacia alfonsina. Se perdió así —por injustificado recelo del Gobierno estadounidense— una oportunidad única para establecer una alianza hispano-americana que hubiese cerrado no sólo las heridas de 1898, sino también humanizado la guerra y, quizá, evitado una mayor extensión de los frentes centroeuropeos (entrada de Italia en el conflicto, mayo de 1915). Sin haber fracasado en su misión, pero por haber perturbado el cinismo de la diplomacia angloamericana, Espinosa se vio obligado a dejar su puesto en Francia; le relevó Fernando de León y Castillo, marqués del Muni. Valtierra volvió a ocupar la jefatura de la VI Región Militar (Burgos), capitanía general a la que renunció para encargarse de la embajada en París. Tras pasar los trámites para su retiro —pases a la Primera y Segunda Reserva—, quedó en Madrid, ciudad donde falleció. En lugar de sus hijos, designó sucesor de la merced de marqués de Valtierra a Carlos Espinosa de los Monteros y Herreros de Tejada, también diplomático.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, Serie Documental Electoral, 89, n.º 13.

“Noticias Necrológicas: Fallecimiento del Marqués de Valtierra”, en ABC (Madrid), 29 de mayo de 1928, pág. 42; J. Pando Despierto, Un Rey para la esperanza. La España humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra, Madrid, Temas de Hoy, 2002, págs. 105, 229, 366 y 408.

 

Juan Pando Despierto