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Felipe Antonio Fernández Vallejo

Biografía

Fernández Vallejo, Felipe Antonio. Ocaña (Toledo), 31.III.1739 – Santiago de Compostela (La Coruña), 8.XII.1800. Obispo, gobernador del Consejo Real de Castilla.

De familia noble, estudió en las universidades de Valladolid y Alcalá de Henares y se doctoró por la última, en la que llegó a ser catedrático y rector del Colegio Mayor de San Ildefonso. Muy pronto, apenas rebasada la veintena, inició la típica andadura curricular de los eclesiásticos con altas ambiciones, que le conduciría, en un largo periplo, desde la fracasada oposición de 1763 a la Magistralía de la Catedral de Sigüenza a canónigo (1769) del cabildo de la diócesis cesaraugustana. De ésta pasó finalmente, en 1775, a la primada para hacerse cargo de la dignidad de maestrescuela. Probablemente antes de opositar a tales prebendas realizó diversos viajes por el extranjero, entrando en contacto en Francia, los Países Bajos y varios estados germánicos con algunas de las figuras intelectuales más sobresalientes en cada país.

Durante sus años como canónigo en Toledo, descubrió el conocido como Auto de los Reyes Magos, pieza dramática toledana del siglo XII, de 147 versos y autor anónimo, que es considerada como la primera obra de teatro escrita en castellano. Lo encontró en las dos últimas hojas de un antiguo códice manuscrito en la biblioteca del Cabildo catedralicio de Toledo identificado con la signatura 6-8, que contenía la Glossa ordinaria de Walhafrid Strabo (870-849) y Anselmo de Laon al Cantar de los Cantares, un comentario del Apocalipsis (5, l), y la glosa de Gilbert de la Porrée o el Universal (-1154) a las Lamentaciones de Jeremías. Fernández Vallejo le dio el título de Romance a los Santos Reyes, una representación de la Fiesta de la Epiphanía y fue Ramón Menéndez Pidal quien le asignó su actual denominación a principios del siglo XX. El códice lo custodia la Biblioteca Nacional desde su desamortización en 1869.

Buen organizador y con prestigio académico, la diócesis salmantina, para la que fue designado en 1794, le ofrecía el escenario adecuado para desplegar una actividad pastoral de acuerdo con sus capacidades, bien que sus ideas un punto ultramontanas le pusieran en guardia cara a un ambiente penetrado de tendencias jansenizantes. La potenciación de su alma máter, convertida en campo de experimento de algunas de las reformas educativas más notables de la Ilustración, figuraba en el primer plano de su primitivo plan de actuación. Proyecto, sin embargo, que apenas si pasó del terreno de las simples intenciones, pues no había transcurrido un mes del avecindamiento salmantino del prelado cuando fue requerido por Carlos IV para pilotar el Consejo de Castilla, hechos que evidencian el desgobierno que con relación al reinado precedente comenzaba a adueñarse de la maquinaria estatal, hasta entonces tan concertada y eficaz. Más político quizá que eclesiástico, el obispo salmantino se desplazó no mucho después al Consejo de Estado, en el desempeño de cuya responsabilidad recibió la noticia —noviembre de 1797— de haber sido presentado para la sede metropolitana de Santiago.

El poco tiempo en que la rigió de modo directo no le dio vado a implementar un programa pastoral conforme a sus cualidades y las exigencias de una coyuntura que comenzaba a ser crítica. En consonancia con su currículo y sus responsabilidades, estaba en posesión de toda suerte de distinciones y honores estatales.

Falleció en Santiago de Compostela a finales de 1800.

 

Bibl.: A. López Ferreiro, Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, Imprenta y Encuadernación del Seminario Conciliar Central, 1898-1911 (ed. facs., Santiago de Compostela, Salvora, 1983); J. A. Vicente Bajo, Episcopologio salmantino desde la antigüedad hasta nuestros días, Salamanca, L. Rodríguez, 1901; M. R. Pazos, Episcopado gallego. Tomo I. Arzobispos de Santiago (1550-1850), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1946; J. M. Cuenca Toribio, Sociología del episcopado español e hispanoamericano (1789-1985), Madrid, Pegaso, 1986.

 

José Manuel Cuenca Toribio

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