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Rafael de Múzquiz y Aldunate

Biografía

Múzquiz y Aldunate, Rafael de. Viana (Navarra), 20.X.1747 – Santiago de Compostela (La Coruña), 12.V.1821. Capellán de honor, predicador real, confesor de la reina María Luisa, abad de San Ildefonso, obispo de Ávila y arzobispo de Santiago.

Nació en el seno de una familia noble. Sus padres, Fermín de Múzquiz y Latorre y Martina de Aldunate y García, ambos naturales de la misma ciudad de Viana, se habían casado en 1743. Su tío, Felipe de Aldunate, le llevó a la corte siendo muy joven. Era hermano de Luis de Múzquiz y Aldunate, conde de Torre Múzquiz en 1795, quien había nacido en Viana el 25 de agosto de 1760 y que había obtenido los grados de doctor en Cánones y Leyes por la Universidad de Alcalá. Asimismo, Luis ocupó los cargos de asesor del gobernador de Yucatán en 1790, oidor de la Audiencia de Guadalajara en 1791, caballero de la Orden de Carlos III, y alcalde supernumerario de Casa y Corte en 1793. Consejero del Consejo de Indias en el mes de mayo de 1798, intervino como vocal en el Congreso de Bayona de 1808. Cesó en el cargo de consejero de Indias al suprimirse este organismo y volvió a ocupar su plaza en julio de 1814 tras el restablecimiento de Fernando VII, pero fue destituido por el Gobierno liberal en 1820, y se exilió a Málaga en 1822. A la caída del Bienio Liberal recuperó su cargo y llegó a ser el decano del Consejo de Indias.

La familia tuvo pleitos a causa de su hidalguía y así su abuelo materno, José de Aldunate, tuvo que obtener carta ejecutoria sobre la casa solariega de la villa de Peralta, en el reino de Navarra, de donde eran originarios los Aldunate, si bien se le permitió colocar finalmente su escudo de armas. Por su parte, el origen de los Múzquiz estaba en el valle de Yerri, también en el reino de Navarra, donde tenía casa-palacio solariega, aunque litigada ante los tribunales y resuelta con ejecutoria, gozando, no obstante, privilegios de nobleza como el lugar preeminente que ocupaba el señor que ostentara ese apellido en la iglesia de la villa, junto al altar, y a quien se daba para adorar el servicio de la paz, antes incluso que a los regidores del Ayuntamiento, durante los oficios religiosos. Asimismo, la familia había ostentado los cargos de regidores y justicia de las localidades del citado valle en muchas ocasiones. Los Aldunate, por su parte, habían sido tesoreros de los reyes de Navarra. Uno de ellos, Bartolomé Aldunate, fue gobernador de La Florida, así como un nieto de éste, Domingo, fue ministro de la Audiencia de Chile.

Rafael de Múzquiz era bachiller en Artes por la Universidad de Valencia. Estudió Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, donde se doctoró en esa materia, consiguiendo posteriormente una Cátedra de Súmula y Lógica. Nombrado en 1767 capellán de honor de la Capilla Real de Palacio, unos años después, en 1773, figura en una memoria de pretendientes de la Cámara de Castilla para una canonjía de la Catedral de Astorga, y el 25 de septiembre de 1778 fue nombrado segundo maestro de ceremonias de la Real Capilla, aunque dimitió del cargo.

El año 1783 obtuvo una licencia inquisitorial para adquirir, tener y leer libros prohibidos, y en mayo de 1784 fue nombrado predicador del Rey con gajes. La Junta de los Reales Hospitales General y de la Pasión, en informe elevado al Rey, proponían a Rafael de Múzquiz para su dirección en primer lugar, pero se comunicó al Rey que era el único predicador de la Real Capilla que estaba en ese momento en disposición de predicar dignamente ante la Real Familia. Carlos III decidió dejarle en su puesto y tenerlo en cuenta más adelante para concederle honores y rentas con las que resarcirle de no haber sido nombrado. La muerte del Rey en 1788 no impidió que Carlos IV le siguiera teniendo presente y, así, le nombrara confesor de la reina María Luisa de Parma en 1791; aunque según todas las opiniones de la época, ello se debió principalmente a que era amigo y protegido de Manuel Godoy.

Consejero en el Consejo de la Inquisición, el año 1794 el rey Carlos IV le concedió prebendas eclesiásticas en la Catedral de Valencia, a consecuencia de lo cual renunció a la plaza de capellán penitenciario que gozaba en la Real Capilla. Capacitado para las relaciones sociales, desarrolló una red de influencias y clientelas de las que se valió en momentos de necesidad. Así, desde su puesto como confesor real influyó para que se concediera a su pariente, José Santiago y Aldunate, una plaza supernumeraria, con opción a la primera vacante, en la Audiencia de Chile. El 1 de junio de 1795 fue nombrado arzobispo de Seleucia in partibus, y fue consagrado en La Granja de San Ildefonso el 16 de julio de 1795 por el cardenal Antonio Sentmanat y Cartella, Patriarca de las Indias, que estuvo asistido por Antonio Despuig Dameto, arzobispo de Valencia, y por Juan Moya, arzobispo de Pharsalus, para desempeñar la abadía de San Ildefonso. Se le encargó que hiciera el informe de censura en el expediente de impresión del manuscrito de Díaz Cruz Doctrina Monárquica.

Fue enviado por España a Roma con el cardenal Lorenzana para visitar a Pío VI que estaba preso del directorio francés, aunque no se le concedió ningún cargo ni nombramiento especial para tal fin. El 28 de febrero de 1799 fue presentado para la sede de Ávila, siendo nombrado el 15 de abril de 1799, aunque hasta el 10 de mayo de ese año no llegaron las bulas ratificando el nombramiento. El Rey le presentó en Roma para la mitra de Santiago de Compostela el 28 de mayo de 1801, siendo nombrado el 20 de julio de ese año. Tomó posesión el 24 de octubre de 1801, por poder dado al canónigo José Novales y Agostino, y entró solemnemente en la ciudad el 27 de octubre de 1803.

Durante los primeros años de su pontificado intentó evitar que se suprimiera el señorío del Arzobispado de Santiago, y aunque el asunto quedó en suspenso, en realidad fue el último señor de Santiago. Partidario de la legitimidad dinástica de Fernando VII, se convirtió en la cabeza de la rebelión en Galicia contra los franceses, al decir de Napoleón a su hermano el conde de Torre Múzquiz, quien había acompañado al monarca español hasta Bayona. Siendo, por circunstancia inherente a su cargo, miembro de la Junta Suprema de La Coruña, se enfrentó a la camarilla del conde de Toreno cuando ésta solicitó que se proveyeran los curatos vacantes de Galicia, a lo que el arzobispo se negó por considerar que era una suplantación del Real Patronato Universal. Ante la llegada del ejército francés abandonó Galicia en 1809 y se refugió en Portugal, desde donde se desplazó a Ayamonte, regresando a su diócesis a finales de ese mismo año. Aunque prestó juramento de la Constitución de 1812 ante el general Castaños, enviado especial para dicho efecto, recurriendo a la siguiente fórmula: “[...] suponiendo que en ella no habrá cosa contraria a la inmunidad eclesiástica”, lo que invalidaba de hecho su juramento. Mantuvo siempre una posición de total lealtad al régimen absolutista y de comunión con las ideas del Antiguo Régimen, negándose a leer públicamente el decreto de disolución del Tribunal del Santo Oficio e incluso exiliándose a Portugal hasta el regreso de Fernando VII.

Promocionó la creación de una cofradía del clero de los arciprestazgos de Bauna, Ferreiros, Piloño, Bembejo y Rivadulla, que radicaba en la iglesia parroquial de San Fiz de Quión; distribuyó entre las parroquias más pobres de la diócesis ornamentos religiosos; acometió el acristalamiento de la capilla mayor de la Catedral de Santiago; y se reedificó el Convento de la Enseñanza. A su muerte fue enterrado entre el altar mayor y el coro de la catedral.

 

Obras de ~: Representación sobre el restablecimiento del Santo Tribunal de la Inquisición, que el Excelentísimo Señor Arzobispo de Santiago en unión con los señores obispos [...] dirigieron por duplicado á las Cortes generales y extraordinarias, Santiago, 1812; Representación del Arzobispo de Santiago, pidiendo a la regencia la conservación del Santo Tribunal de la Fe, s. l., 1813; Carta pastoral del excelentísimo señor D. Rafael de Muzquiz y Aldunate, arzobispo de Santiago, dirigida a todos sus súbditos, así eclesiásticos como seculares [...], Santiago de Compostela, 1814; Carta pastoral en que el [...] Sr. Arzobispo de Santiago, encarga á sus súbditos que se conserven en la pureza de la fe, que respeten y obedezcan al gobierno, y se abstengan de leer los libros prohibidos, y demás papeles perjudiciales á la religión, y al estado [...], Santiago de Compostela, 1820.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Palacio, Expedientes Personales, caja 7840/9; Archivo Histórico Nacional, Inquisición, leg. 1353, exp. 10; Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 374; lib. 317.

M. A. Burkholder, Biographical Dictionary of Councilors of the Indies, 1717-1808, New York, Greenwood Press, 1986, págs. 85-86; M. Teruel, Obispos Liberales. La utopía de un proyecto (1820-1823), Lérida, Editorial Milenio, 1996; J. J. Cebrián Franco, Obispos de Iria Flavia y arzobispos de Santiago de Compostela: Una historia bimilenaria, Santiago de Compostela, Agencia Gráfica, 1997.

 

Juan Carlos Saavedra Zapater