Halcón, Pedro de. ?, f. s. xv – Tierrafirme (América), m. s. xvi. Soldado de Francisco Pizarro en la conquista del Perú, uno de los Trece de la Fama.
Pedro de Halcón, como muchos otros hombres de armas llegados desde España, se afincó en Panamá desde donde salían continuamente expediciones descubridoras y conquistadoras con diferentes rumbos.
Mientras llegaba su oportunidad tenía que cumplir sus obligaciones de “cuadrillero”, grupos de defensa contra los sorpresivos ataques de los indios. Cuando Pizarro emprendió su segundo viaje, tan lleno de penalidades, Pedro de Halcón le acompañó y fue uno de los valientes que en la isla del Gallo decidieron continuar con la empresa mereciendo por ello ser reconocido como uno de los Trece de la Fama.
En esta singladura, que tanta importancia tuvo, pues confirmó la existencia de grupos humanos de mayor nivel cultural que los conocidos en Tierrafirme, jugó un papel decisivo el hábil piloto Bartolomé Ruiz, quien gobernó su pequeña carabela hasta Tumbes y luego prosiguió hasta una comarca que bautizaron con el nombre de Santa Cruz, donde dejaron a un soldado llamado Alonso de Molina y los demás prosiguieron hacia Levante con el compromiso de recogerlo cuando iniciaran el viaje de retorno. Gobernaba la tierra donde quedó Molina una cacica de atractivo aspecto que vestía una ropa larga y holgada que también le cubría la cabeza con una caperuza.
Por eso los castellanos la llamaron Capullana. Al momento de regresar para recoger a Molina, bajaron a tierra, como una suerte de embajadores de Pizarro, Nicolás de Ribera el Viejo, Francisco de Cuéllar y Pedro de Halcón. No se sabe si antes de ese episodio Halcón había dado muestras de tener problemas de carácter mental o excentricidades llamativas, lo cierto fue que para saltar a tierra llevaba puesto un escofión (cofia masculina) de oro con gorra y medalla. El cuerpo lo cubría con un jubón de terciopelo y calzas negras. Completaba el lujoso atuendo una espada y un puñal, de manera que según Pedro Cieza de León más parecía un soldado de Italia que un descubridor de manglares. Tal atuendo en esa calurosa región era absolutamente inapropiado y es obvio que produjo comentarios y chanzas entre sus compañeros.
La Capullana invitó a un banquete a los cuatro militares y pidió que rogaran al capitán Francisco Pizarro para que desembarcara al día siguiente pues deseaba conocerlo. Mientras consumían diversos manjares típicos, Pedro de Halcón no apartaba la vista de la Capullana dando muestras inequívocas de que se había enamorado de ella. A las miradas lánguidas y otros gestos obsequiosos siguieron suspiros, cada vez más sonoros, y también gemidos de amante desesperado.
Lógico es suponer la sorpresa de los compañeros de Halcón ante tal comportamiento. Finalmente regresaron los cuatro a la carabela y transmitieron el pedido de la Capullana a Pizarro. Pedro de Halcón, a su vez, le dijo a su capitán que él se quedaría en tierra pues estaba muy enamorado. Finalmente decidieron que dicho asunto se vería posteriormente.
Tal como estaba previsto, Pizarro y gran número de sus hombres, entre los que estaba Pedro de Halcón, desembarcaron a media mañana del día siguiente.
Halcón permaneció todo el tiempo al lado de la cacica y cuando llegó la hora de volver a la nave, se resistió furioso. Dice Cieza de León que el personaje “perdió el çeso y se tornó loco, diziendo a grandes boces: ‘xora, xora, vellacos, questa tierra es mía y de mi hermano el rey y me la tenéys usurpada’”. Al mismo tiempo desenvainó la espada, que por suerte tenía la parte final rota, y arremetió contra sus compañeros.
El piloto Bartolomé Ruiz, hombre de grandes recursos, no dudó en tomar un remo golpeándole la cabeza y dejándolo desmayado. En ese estado lo llevaron a la carabela, le pusieron cadenas en las manos y lo colocaron debajo de la cubierta.
Pizarro siguió su navegación descubridora mientras los gritos y denuestos de Halcón se dejaban sentir continuamente. Ya de regreso, Pizarro fue recogiendo muestras de su viaje: mantas, “chaquiras”, ovillos de algodón y lana y algunas pequeñas piezas de oro. En uno de los puntos donde se detuvieron, el desdichado Pedro de Halcón pudo eludir a su guardián y subió a cubierta desde donde a gritos les dijo a los pacíficos indios que “los cristianos le tenían usurpado el reyno y que heran unos traydores tales por quales”.
Pizarro les hizo entender que ese hombre estaba loco y luego siguió su marcha cuyo destino final fue Panamá.
A partir de aquí no se sabe qué ocurrió con Pedro de Halcón. En agosto de 1528 en la ciudad antes mencionada los que después serían conocidos como los Trece de la Fama hicieron ante notario una información de servicios donde no aparece Pedro de Halcón.
Más adelante, cuando Francisco Pizarro recibió la Capitulación de Toledo, tuvo el cuidado, a la vez generoso y justo, de que en ella estuviera el nombre de Pedro de Halcón como uno de los hombres que permaneció junto a él en la isla del Gallo. Se supone que Halcón debió de morir en Tierrafirme.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Secc. Patronato, 90, n.º 1, ramo 3.
A. Tauro del Pino, Enciclopedia Ilustrada del Perú, Lima, Editorial Peisa, 1987; J. A. del Busto, La Conquista del Perú, Lima, Librería Studium, 1988; P. Cieza de León, Crónica del Perú, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú y Academia Nacional de la Historia, 1989.
Héctor López Martínez