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Pedro de Salazar y Arciniega

Biografía

Salazar y Arciniega, Pedro de. Málaga, ¿8.IV.1630? – Córdoba, 14.VIII.1706. General de la Orden de la Merced (OdeM), teólogo, predicador real, tratadista, obispo de Salamanca y de Córdoba, cardenal.

No se debe aceptar el día 11 como fecha del nacimiento de Pedro de Salazar, ya que es la del bautismo. Dada la costumbre de celebrar dicho sacramento inicial pocos días después de haber nacido, se supone que hacia el día 8 habría venido al mundo. Suelen caer en este error varios cronistas (M. Rodríguez, 1975: 2.145). Consta la partida de su bautismo en Málaga. Es la siguiente, modernizada la escritura: “En Málaga, a once de abril de mil seiscientos y treinta años, el licenciado Fernando de Escalante y Collado bautizó a Pedro, hijo de don Nicolás de Salazar y de doña Manuela Gutiérrez de Salazar. Fue padrino Gonzalo de Salazar Arciniega, su abuelo. Advirtiéndosele el parentesco espiritual y que le enseñe la doctrina cristiana”. El Episcopologio de Córdoba coincide con los nombres y apellidos paterno y materno de su partida bautismal, lo que contradice a quienes afirman que sus padres se llamaban Nicolás Gutiérrez de Salazar y Manuela de Salazar (D. Esquinas de Ávila, 1972: 4). El padre era de Málaga, y regidor de la ciudad, la madre de Antequera, de la misma familia ambos.

Se encuentra toda suerte de detalles sobre su nobleza, hasta los cuartos ascendientes, en las pruebas hechas para el hábito de Calatrava por Juan y Antonio de Salazar, hermanos de este personaje mercedario. Estas pruebas se pueden ver en el Archivo Histórico Nacional.

Otros familiares cercanos, ciertamente mayores, residían en Málaga. Se trata de Francisco de Salazar Asisniega [sic], que figura en escrituras notariales del 29 de noviembre de 1599, 25 de agosto de 1612 y 28 de marzo de 1623 según consta en el Archivo Histórico de Protocolos de Málaga (AHPM), leg. 923, fols. 628-629, leg. 1193, fol. 68 y leg. 1198, fols. 98-101. También fueron mercedarios un par de familiares suyos: fray Baltasar de Salazar y Arciniega, que figura de conventual en la Merced de Málaga el 28 de marzo de 1623 (AHPM, leg. 1198, fols. 98- 101); y fray Gregorio de Salazar, asimismo conventual mercedario en Málaga (AHPM, leg. 1199, fol. 157; L. Guede, 2003).

Pedro de Salazar cursó sus estudios primarios y de Artes en la Merced de Málaga. A continuación fue enviado a la Universidad de Salamanca. Ingresó en la casa de Salamanca, donde profesó el 21 de julio de 1647. Se le ha podido localizar el 8 de enero de 1648, como teólogo de segundo en la Universidad salmantina, y el 5 de diciembre de fin de año (Archivo de la Universidad de Salamanca, Matrículas, 1648, signatura AUS-353, fol. 6, y 354, fol. 8). Aparecen junto a él bastantes mercedarios del Colegio de la Vera Cruz, por ejemplo otras personalidades como fray Juan Gatica, fray Pedro Merino, fray Gaspar de los Reyes, fray Jerónimo de Angulo, fray Lorenzo de Granada, fray Francisco de Mendoza, por citar nombres conocidos.

Existe un homónimo suyo, pero no contemporáneo, anterior: el padre maestro fray Pedro de Salazar, comendador de Salamanca, donde había sido profesor de hebreo en 1542. Opositó a Trilingüe —hebreo, árabe y caldeo— y no le facilitaron la Cátedra. Pasó a ser comendador de Burceña (Bilbao) en 1548, dio el hábito a las cinco primeras beatas fundadoras del Convento Mercedario de Marquina, y escribió varias obras de hebreo y comentarios bíblicos. Fue provincial de Castilla, electo en Toledo en 1553 y reelecto hasta 1556.

El padre Salazar y Arciniega siguió sus matrículas en la Universidad salmantina hasta finalizar la Teología. Ordenado de presbítero, volvió a su tierra andaluza, prohijándose en aquella provincia mercedaria desde 1588, en que se desgajó de Castilla con toda fraternidad y de mutuo acuerdo. Fue lector de Artes en Jaén y de Teología en Málaga y Sevilla, regente de estudios y comendador del Convento de dicha ciudad desde 1665. Alcanzó el grado de maestro en Teología.

Fue extraordinario orador sagrado, pues el padre Marcos de Ostos, que le conoció bien, le valora en este aspecto: “Fue y es el príncipe de los predicadores de este tiempo, pues todos sus sermones son tan llenos de lugares, tan graves en la erudición, tan hermosos en sus comparaciones, tan eficaces en lo que persuaden, tan suaves y atractivos en lo que conmueven, tan unidos con la dulzura y terror en reprender los vicios, que dice el doctor Barcia (tan conocido por sus eminentes escritos, quanto lexos de adular por su notoria modestia) que no sabe determinarse cuál de estas cosas era la mayor, pues al oírle predicar, ellas solas se excedían a sí mismas; siendo las voces suyas tan horrendos truenos para los malos, intimando con tanta eficacia la ira de Dios para con los pecadores, que en mitad del sermón se conmovía todo el auditorio y se hincaban de rodillas [...]” (Biblioteca Nacional, ms. 3.600). Fue predicador real, nombrado por Felipe IV para Palacio, y luego Carlos II. Hizo mucho fruto en la Real Capilla, compitiendo su celo con la discreción y la santa y sabia libertad con el respeto, en frases del mismo Barcia (obispo después de Cádiz). Se le nombró asimismo consultor de la Suprema Inquisición, responsabilidad que desempeñaba todavía al hacerse la información de sus hermanos el año 1680.

En la Orden —además de los cargos ya indicados— fue secretario de visita general con fray Juan Asensio, en Sevilla, a 6 de junio de 1662 (Archivo de la Catedral de Málaga, Actas Capitulares, l. 37, fols. 225-226; y AHP, Málaga, leg. 1865, fol. 1073). Antes de finalizar el trienio, le llamó como secretario el padre José Sanchís, a quien sucedió en el cargo, en el capítulo general de El Puig, en 1670, rigiendo con suma prudencia y energía, a la vez, el sexenio entero.

Envió a Francia de visitador a su personal secretario, el padre Andrés Navas —dado que hacía mucho que no se llevaba a cabo allí visita canónica, tan necesaria en ese momento histórico—; y el padre Navas —futuro obispo de Nicaragua y Guatemala— sale de la Villa y Corte en diciembre de 1671, estando hasta junio de 1672 en Paría y Saint Germain, donde negoció multitud de concesiones de interés para la Merced. Sin duda que le valió mucho la intervención de su tía, María de Molina, dama de la reina María Teresa de Austria. Subraya G. Vázquez que “son curiosas las relaciones de esta visita (una oficial y otra personal), contenidas en los manuscritos 7.327 y 8.293 de BN”.

Uno de los efectos de esta importante visita del mercedario fue la determinación de crear la Congregación de París, por la que se creaba lo equivalente a una nueva provincia en Francia, con los Conventos del “Colegio de París”, cerca de la Sorbona, el Convento de “Chenoise”, junto a otro en Bretagne. Hacía tiempo que los frailes parisinos lo deseaban, dado que sus relaciones con los demás del “Midí” y del “Sur” —el provincial residía en Toulouse o Bordeaux— no eran buenas. Dicha Congregación fue aprobada por el Papa en 1672, a instancias del propio Rey de Francia Luis XIV. En los Archivos Nacionales de París hay material al respecto.

Otro mérito del padre Salazar fue también el culto de los santos —bastante olvidados—, especialmente el de san Pedro Pascual, recién canonizado (hay que reconocer que el mismo G. Vázquez afirma que la Orden que lo llevó a los altares está en su derecho de promover su culto, pero no consta ni su apellido “Pascual”, ni que haya sido siquiera “Religioso”. En puro rigor, hay que decir que —habiéndole ganado la partida a la Orden de la Trinidad, que lo discutía y consideraba como suyo— Roma lo prohijó como mercedario, sin que conste su profesión en la Merced. Con toda probabilidad pertenecía al clero secular cuando fue elegido como obispo de Jaén).

Asimismo, el padre Salazar “libró al convento de san Ramón de la dependencia en que estaba con respecto al de Barcelona, al que perteneció en principio”. Y escribió una pastoral valiosa para toda la Orden, en la que exhortaba a los mercedarios al fervor y a la observancia. Personalmente costeó las ediciones de muchas obras de la Merced, entre otras las Obras de S. Pedro Pascual, Vida de San Ramón Nonato y la del P. Falconi.

Fue fundador —con la marquesa de Ávila-Fuente— del Convento de las monjas de San Fernando, de Madrid, el año 1676. Para iniciar la vida de clausura de éstas partió de cinco monjas “muy observantes” del previo Convento de Juan de Alarcón, también de Madrid. Y redactó él mismo sus Constituciones. Queda transcrita a continuación, fragmentariamente, su Patente exhortatoria, para que se vea, además de su estilo, el interés que puso en dicha fundación. Dice así: “Fray Pedro de Salazar, Maestro en Santa Teología, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, humilde Maestro General de todo el Real Orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos [nótese cómo no considera a la Orden ‘Militar’, como algunos añadieron, creo que sin fundamento: fue laical, no militar], señor de las varonías de Algar y Escales, en el reino de Valencia, predicador de S.M. Católica y calificador del Consejo Supremo de la Santa y general Inquisición y de su Junta, etc. A la venerable madre comendadora y demás religiosas de nuestro convento de Recoletas de San Fernando, del Real Orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos, que ahora nuevamente se ha fundado en esta corte, salud en Nuestro Señor Jesucristo. Por cuanto ha sido la Divina Majestad de Dios, por su gran misericordia, servido que llegase a tener efecto esta nueva Fundación de Religiosas de Recolección en esta corte, con título de San Fernando, para honra y gloria de S. M., de cuya piadosa influencia esperamos con viva fe fertilísimos frutos de virtudes en que se conozca el fervoroso afecto con que se han abrazado con la espiritual y estrecha vida de la Religión, para hacerse dignas esposas del Esposo que las ha llamado y congregado, a que le correspondan amantes, humildes y obedientes con todo celo, cuidado y observancia: y deseando, como debemos desear, que para su logro y puntual ejecución, tengan Reglas y Constituciones conformes al estado de religiosas, las cuales profesen y debajo de su dirección obren, guardándolas, observándolas y obedeciéndolas, según y cómo en ellas fuere dispuesto. Y tocándonos, como nos toca, como a Padre, Pastor y Suprema Cabeza de toda nuestra Sagrada Religión, el señalarlas y determinarlas dicha Regla y Constituciones para que, con su pronta y humilde ejecución y cumplimiento, crezca dicho nuestro convento de recolección cada día en virtudes, y sea para Nuestro Señor vergel ameno de todas perfecciones. Habiendo visto y examinado las reglas y Constituciones, que ofrecemos a Vuestras Reverencias, y hallando ser conformes en lo más de su contenido a las nuestras. Por tanto, y por el tenor de las presentes, y en virtud de la suprema autoridad de nuestro oficio, las aprobamos, confirmamos y se las señalamos a Vuestras Reverencias, para que las guarden, cumplan y ejecuten, observándolas en todo como en ellas se contiene [...] Bendiga, pues, a Vuestras Reverencias, hijas carísimas, el Señor desde Sión, y vean todos los bienes de Jerusalén todos los días de su vida, a las que sustentaren la vida perfecta que profesaron, y resistieren a los mayores y menores menoscabos de la perfección religiosa y estrecha observancia. [...] En este convento de Madrid, a veintiseis días del mes de marzo de mil seiscientos setenta y seis años. Y de la Descensión de María Santísima y fundación de nuestra Religión 485. Fr. Pedro de Salazar, Maestro general.- Por mandado de N.R.P. Maestro general, Fr. Marcos Ostos, Secretario y Elector general. ‘Patente para mandar despachar V. Reverendísima, aprobando, confirmando y señalando Constituciones para el convento de religiosas Recolectas de San Fernando de esta corte, mandando las guarden y exhortándolas a su cumplimiento (Registrada, fol. 139)’”.

Inocencio XI lo nombró obispo de Salamanca el 2 de junio de 1681, aunque la bula lleva fecha del día 5. Fue consagrado en Madrid, en septiembre de dicho año, por el obispo de Ávila, fray Juan Asensio, mercedario. Tomó posesión de su diócesis el 29 de julio siguiente por su procurador fray Gregorio de Solórzano, del claustro de la Universidad salmantina. Sucedió a Francisco de Seijas y Losada, promovido a Santiago de Compostela. Una vez en Salamanca, organizó “misiones populares” en la diócesis. Lo cita mucho el jesuita Tirso González —que llegaría a ser general de la Compañía—, por haber él mismo misionado. Uno de los recuerdos históricos que dejó en la diócesis es el relicario que guarda el corazón de santa Teresa en Alba de Tormes. Fue creado cardenal por el papa Inocencio XI el 2 de septiembre de 1686, y con breve de 10 de dicho mes el mismo Papa le envía el birrete. Lo sucedió en Salamanca José de Cosío y Barreda. El Papa lo trasladó a Córdoba el 16 de septiembre de dicho año y tomó posesión de la diócesis el 4 de diciembre del mismo año, por procurador, que fue Juan Antonio Victoria, canónigo de Córdoba; y personalmente, a principios de enero de 1687. Sucedía así al difunto franciscano fray Alonso de Medina y Salizanes. El 14 de noviembre de 1689 se le dio el título cardenalicio de la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma. Era costumbre tener allí un cardenal de España, para defender los asuntos de la nación, y fue designado para este oficio el padre Salazar. Residió en Roma desde octubre de 1689 hasta 1692. Entró en Córdoba el 11 de abril de dicho año.

Participó en el cónclave que eligió a Inocencio XII, en 1691; pero “no alcanzó a llegar al cónclave en que fue elegido Alejandro VIII en 1689”, según afirma C. Oviedo Cavada, en contra de lo que afirma G. Vázquez. Se conserva un retrato de esta época, hecho por el famoso pintor Carlos Maratta.

Alejandro VIII le dio por obispo auxiliar a fray Manuel de Torquemada, mercedario, el 10 de julio de 1690.

Falleció en Córdoba el 14 de agosto de 1706, a las 2 de la mañana. Fue sepultado en la capilla de la Concepción, y el 24 de julio de 1710 fue trasladado a la capilla de la sacristía de la Catedral cordobesa, a un “suntuoso palacio que le edificaron sus albaceas”. Córdoba le recuerda por su magnificencia, y un hospital, que lleva el nombre de “El Hospital del Cardenal”, por haberlo fundado el mercedario. También la calle se llama del Cardenal. Le sucedió fray Juan de Bonilla y Vargas, trinitario calzado, que fue trasladado de la diócesis de Almería.

 

Obras de ~: “Aprobación del libro del P.M. Fr. Juan de Rojas”: Reloj con Despertador, Madrid, 1668 [aprobación de 10 págs., bella y erudita reflexión sobre la muerte]; Pastoral sobre la observancia en la vida religiosa, Madrid, 1670; Decreta Capítuli Generalis, Ordinis Beatissimae Virginis Mariae de Mercede, Redemptionis Captivorum, domo, seu Conventu Sanctissimae Virginia Mariae del Puche, Provintiae Valentinae celebrati [...], Matriti, Apud Bernardum a Villa-Diego, Typographum, Anno 1671; Sancti Petri Paschasii Martyris, Giennensis Episcopi, Ordinis Beatae Mariae de Mercede, redemptionis captivorum, Opera [...], Matriti, Ex Typographia Bernardi a Villa-Diego, Anno 1676; Constituciones para las Religiosas Mercedarias de San Fernando de Madrid, Madrid, 1676; Misión al pueblo de Salamanca, Salamanca, 1682; Edicto Espiritual, Salamanca, 1682; Apología pro congruente Electione S.S. Innocentii XII in Summum Ecclesiae Pastorem contra quosdam Aulicos de ea non bene sentientes, Romae, 1891; Protestatio Fidei, Córdoba, 1706; Testamento del Eminentísimo y Reverendíssimo Señor Cardenal Salazar del Título de Santa Cruz in Jerusalén, Obispo de Córdoba [...], ¿Córdoba?, 1706; Selecta Patrum,[ ms. de 8 ts. con 100 sermones]; Sermones varios [ms. en 2 ts. Se decía de él: “El que se quiera salvar / oiga al P. Salazar”]; Adnotaciones ad mores monachorum componendas, ms., s. f.

 

Fuentes y bibl.: Libro de matrículas de la Universidad de Salamanca, 1647-1648, ms. 352, fol. 12; 1648-1649, ms. 353, fol. 6; A. A. de Hardá Muxica y A. de Arques Jover, Bibliotheca Scriptorum Regalis, ac Militaris Ordinis Inmaculatae Virginis Mariae de Mercede Redemptionis Captivorum [...], s. xviii (ms. en la Real Academia de la Historia).

G. Vázquez, “El Emmo. Cardenal fr. Pedro de Salazar, † en 1706”, en La Merced, marzo de 1928, págs. 98-102; G. Placer, Bibliografía Mercedaria, II, Madrid, Publicaciones del Monasterio de Poio, 1968; D. Esquinas de Ávila, “Malagueños que alcanzaron la dignidad episcopal”, en Boletín de Información Municipal (Málaga), 15 (1972), pág. 4; M. Rodríguez, “Salazar, Pedro de, OdeM”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 2145; C. Oviedo Cavada, Los Obispos Mercedarios, Santiago de Chile, Ed. Salesianos, 1981; L. Guede y Fernández, Historia de Málaga, V, Mercedarios ilustres de y en Málaga, Málaga, 2003.

 

Luis Vázquez Fernández, OdeM

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