Ayuda

Juan García de León

Biografía

García de León, Juan. Juan de la Cruz. Moral de Calatrava (Ciudad Real), 1605 – Fogan, Fukien (China), 8.XII.1665. Misionero dominico (OP).

Este insigne religioso fue llamado también, a petición suya, Juan de la Cruz, en vez de García, por su devoción profunda a la cruz de Cristo. Vistió el hábito dominicano en el colegio de Nuestra Señora de Almagro, de donde fue enviado, para proseguir sus estudios, al convento de San Pablo de Sevilla. No siendo aún más que diácono se incorporó a la provincia del Rosario.

En 1631 salió de la Península con otros treinta compañeros dominicos en dirección a Nueva España. En Ciudad de México fue ordenado de sacerdote. Desde allí recorrió a pie con sus compañeros de viaje las ochenta leguas que la separan de Acapulco.

A consecuencia de tan largo y asperísimo camino y de los sufrimientos y molestias que soportaron, casi todos cayeron enfermos, y seis de ellos perdieron la vida, quedando así mermado el grupo de dominicos que componían la misión decimosexta para el Extremo Oriente.

El padre Juan García, religioso de vida intachable y recogida, fue seleccionado para misionero de Formosa, adonde fue enviado poco tiempo después de su llegada a Filipinas. En la isla de Formosa trabajó cuatro años con gran celo, y por su dulzura y bondad se ganó la voluntad de los isleños, aunque tampoco le faltaron molestias y peligros.

Hubo por entonces una peste de viruela, cuyo contagio se extendió por todas partes. Los misioneros aprovecharon esta ocasión para atraer a muchos infieles al reino de Cristo. Al padre Juan le tocó administrar el distrito de Cabalan, donde no había llegado aún ningún ministro del Señor, y se hallaba lejos de la fortaleza de los españoles. Pero aquella gente le recibió muy bien en todas partes. Sin embargo, poco después todos los habitantes huyeron del pueblo, seducidos por algún agorero, quedando solo. El misionero no se dio por vencido, y se fue en su busca para persuadirlos de volver, mas viendo que era inútil su insistencia y que corría grave riesgo su vida, se volvió al pueblo.

Al regresar, recibió una orden del padre provincial que le destinaba a la provincia china de Fukien, adonde se trasladó en compañía del padre Francisco Díez y del dominico portugués el padre Pedro Chaves.

Juntamente con estos dos dominicos se embarcaron también tres franciscanos, llegando todos a la misión de Fogan el 7 de septiembre de 1636.

Pronto aprendió el dialecto local y la lengua mandarina, pero poco tiempo después salió un edicto desterrando a los misioneros de China, aunque él pudo permanecer oculto con grandes penalidades.

Se veía obligado a cambiar continuamente de lugar, ocultándose en los escondites más inverosímiles con toda suerte de incomodidades. Porque no sólo tenía que andar a sombra de tejado, sino que corría a su cargo el cuidado de atender a la misión de Fogan, Mayong, Ting-te y otros pueblos de aquella extensa región, quedando él solo en dicho distrito por dos años largos. Esta soledad le produjo tal depresión y desconsuelo que cayó gravemente enfermo, tanto por las privaciones y molestias físicas como por los sufrimientos morales que le producía la falta de misioneros con quien consultar sus problemas religiosos y de conciencia, en unas condiciones tan delicadas como aquéllas en las que se encontraba el pueblo cristiano de la zona. Ante la imposibilidad de continuar en esta situación, logró que un cristiano lo trasladase a Formosa, para ver si allí podía obtener alguna recuperación de su quebrantada salud. Por fortuna, a los nueve meses, sintiéndose bastante restablecido, retornó a su misión de China, acompañado del padre Chaves, quien por causa de la persecución que azotaba el país, por septiembre de 1638 había salido del Celeste Imperio, incorporándose de nuevo a la misión a primeros de mayo de 1641. Poco después seguiría sus pasos el padre Francisco Díez, y también llegaría el padre Francisco de Capillas en 1642, que alcanzó el martirio, siendo considerado como protomártir de China. Fue canonizado por Juan Pablo II en el año 2000.

No es posible describir aquí detalladamente lo mucho que trabajó con caridad ardiente y celo inextinguible por la propagación del cristianismo. No sólo se dedicaba con gran empeño al ministerio de la predicación y reconciliación, sino que, como bien impuesto en la lengua mandarina y en los caracteres chinos, publicaba también escritos con los que obtenía fructuosos resultados entre infieles y cristianos.

Entre los escritos que más éxitos le proporcionaron hay que subrayar la obra titulada: Ky mung (“Rudimentos de la Doctrina Cristiana”), redactado en estilo sencillo y acomodado a la gente ordinaria. Cuando el jesuita padre Govea vio ese catecismo, le pareció tan bien que, cambiando el título y algunos caracteres, lo imprimió a su nombre, proceder que imitaron otros padres de la Compañía, haciendo otras cuatro impresiones.

Los dominicos sacaron varias ediciones posteriores, bajo un título diferente. Nicolás Antonio describe magníficamente esta obra en Biblioteca Hispana Nova (1783: 419).

Habiéndose publicado un edicto que requería la presentación de todos los misioneros en Pekín, aunque, por su parte, estaba dispuesto a obedecer la orden, no obstante, a ruegos de sus neófitos, que se ofrecieron, no sin riesgo propio, a mantenerlo oculto, accedió a sus súplicas, si bien tuvo que padecer en su reclusión más grandes penalidades que en el destierro y en la misma prisión. Con todo, al presentarse en Fogan para celebrar la exaltación de la cruz, cayó en manos de los soldados que lo ataron, lo golpearon y lo escarnecieron.

Víctima de una grave fiebre, a los dos meses y medio de su enfermedad, llevada con paciencia y resignación cristiana, su alma fue a recibir el premio que le tenía preparado Jesucristo, a quien había servido con tanta fidelidad y sacrificio en este mundo.

Fue un misionero ejemplar, de gran mansedumbre y humildad, afable, de paciencia heroica, de celo ardiente.

En casos de persecución eran tales los favores y consuelos que recibía del Señor que, como san Francisco Javier, solía exclamar: “Basta, Señor, basta ya de vuestros favores, que no lo puedo sufrir”.

 

Obras de ~: Carta al P. Julio Aleni, S. I., 1639; Relación al P. Provincial, 1648; Relación de la vida y progresos del venerable y devoto P. Fr. Francisco Díez, 1650 (ms.); Relación del martirio del V. P. Fr. Francisco de Capillas en el Reyno de la China, s. f.; Ky mung o Catecismo (impreso en caracteres xilográficos), s. f.; Tratado de la oración mental (en chino), s. f.

 

Bibl.: V. Ricio, Hechos de la Orden de Predicadores en el Imperio de China, s. f. (inéd.); N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, vol. I, Madrid, Joaquín Ibarra, 1783, pág. 419 (trad. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999); Ferrando (op) y J. Fonseca (op), Historia de los PP. Dominicos en las Isla Filipinas y en sus Misiones de Japón, China, Tung-kin y Formosa, vol. V, Madrid, 1871; J. M.ª González (op), Historia de las Misiones dominicanas de China, 1700-1800, vol. II, Madrid, Juan Bravo, 1955; J. M. González, “García de León, Juan”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 975.

 

Donato González Reviriego, OP

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes similares