Ayuda

Lucio del Valle y Arana

Biografía

Valle y Arana, Lucio del. Madrid, 2.III.1815 – 17.VII.1874. Ingeniero de Caminos, director de la Escuela de Caminos, arquitecto, académico de las Reales Academias de Ciencias y de Bellas Artes.

Su padre fue un comerciante del valle de Mena establecido en Madrid. Consta que de niño estudió dos años en Ocaña y que en octubre de 1831 obtuvo un nombramiento de profesor de Matemáticas. Al año siguiente inició los estudios de Arquitectura que, en 1834, al abrirse la Escuela de Caminos, interrumpió para estudiar en dicho centro. En 1836 se encargó de explicar el segundo año de Geometría Descriptiva y al final de 1837 fue nombrado aspirante segundo del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

En 1838 se le nombró ayudante de Agustín de Marcoartú en el proyecto de la carretera de Zaragoza a Francia. En diciembre de 1839 terminó los estudios con el n.º 2 de su promoción y se le nombró profesor de Topografía y Geodesia. En noviembre de 1840 fue recibido como arquitecto en la Academia de Nobles Artes de San Fernando y pocos días después fue destinado como ingeniero subalterno al distrito de Valencia.

En Valencia permaneció durante una década, en la que su tarea principal fue la construcción del tramo llamado de las Cabrillas, en la carretera de Madrid a Valencia. En esos años, además, representó al distrito de Valencia en su litigio sobre el Canal de Alicante, redactó el proyecto del puerto de Cullera y trabajó en la acequia de Murviedro, labor por la que se le otorgó la Cruz de Isabel la Católica. Redactó también el proyecto de la carretera de Valencia a Cullera, aprobado en mayo de 1847.

La carretera de las Cabrillas fue avanzando paulatinamente; en otoño de 1842 se abrió al tráfico el tramo comprendido entre el Pontón de la Legua y la Venta de la Mina. En agosto de 1845 se iniciaron las obras del puente sobre el Júcar y en 1851 se terminó el punto más difícil de todo el trazado y el que más fama habría de darle, el paso del río Cabriel, con las cuestas de Contreras y el puente de los cien pies. Después de su marcha se colocó una lápida en su honor sobre la clave del puente. Mientras tanto había progresado en su carrera administrativa, en 1847 ascendió a ingeniero jefe de 2.ª Clase y fue nombrado jefe interino del distrito de Valencia. También, de forma honorífica, fue progresando en su carrera de arquitecto.

En mayo de 1843 fue nombrado académico de honor de la Academia de San Carlos, en febrero de 1845, académico de mérito en la sección de arquitectura de la Academia de San Fernando, previa presentación de una memoria sobre puentes y, en marzo de 1850, académico de la de Bellas Artes de Valencia. En 1849 se le concedió el título honorífico de secretario de Su Majestad.

Realizó durante este tiempo varios trabajos de tipo teórico. En marzo de 1843 redactó el “Reglamento especial para los presidios de obras públicas”. En 1845 fue nombrado miembro de la comisión formada para estudiar los formularios y los pliegos de condiciones para los proyectos de obras públicas y, en mayo de 1849, publicó “Reflexiones acerca del impuesto de portazgos”. Cuando, en 1853, se fundó la Revista de Obras Públicas, el primer número se abrió con un artículo suyo sobre el trabajo de los presidiarios.

La segunda etapa de su vida profesional corresponde al período 1851-1858, en que trabajó en las obras del Canal de Isabel II, para traída de aguas a Madrid. En julio de 1851 fue designado subdirector; inmediatamente se trasladó a Madrid y presentó, junto con Ribera, Barrón y Ardanaz, parte del proyecto, con los planos de la presa del Pontón de la Oliva. Trabajó al principio a las órdenes de José García Otero y, aunque en febrero de 1855 cesó por diferencias con éste, a finales de ese año fue nombrado director. Dentro de estas obras, los trabajos que le dieron más renombre fueron los acueductos de La Sima, La Retuerta y Colmenarejo.

Encontró su cruz, en cambio, en la presa del Pontón de la Oliva, cuyas filtraciones, a pesar de los esfuerzos realizados, no se pudieron atajar. La traída de aguas se inauguró solemnemente en junio de 1858 y a Valle se le concedió la Gran Cruz de Carlos III; pero, poco después, solicitó el relevo. En este período realizó otros trabajos, como la reforma de la Puerta del Sol de Madrid, cuyo proyecto había redactado con los ingenieros del Canal Ribera y Morer. En 1856 había contraído matrimonio con Luisa de la Vega Inclán y Palma.

En la siguiente etapa de su vida profesional, entre 1858 y 1865, realizó gran cantidad de trabajos diversos.

Junto a Ángel Mayo y Víctor Martí, se encargó de tipificar los modelos de portazgos, casillas de peones camineros y pontones de carreteras, que fueron aprobados en 1859. Fue miembro del jurado para el nuevo edificio del Ministerio de Fomento y, como inspector de distrito, se encargó de los de Burgos, Santander y el País Vasco. En septiembre de ese año fue comisionado a Francia e Inglaterra para gestionar la contratación del puente sobre el Eo. Estando en Inglaterra, recibió el encargo de redactar los proyectos de los faros del delta del Ebro: La Baña, El Fangal y Buda. Este último, metálico, con una altura de 51,5 metros, se terminó en 1864 y fue uno de los grandes logros de la ingeniería española del siglo XIX. En 1860 fue nombrado vocal de la Comisión Permanente de Pesos y Medidas y presidente de la Comisión encargada de formular los proyectos de puentes de hierro.

En el plano académico, en febrero de 1859 fue elegido académico de número de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la sección de Exactas. Tomó posesión en abril de 1861 con el discurso: “Influencia de las Ciencias Exactas y Naturales en las Artes de la Construcción y más particularmente en aquellas en que figura el hierro como principal elemento de trabajo”, que fue contestado por Cipriano Segundo Montesino. En septiembre de 1868 fue nombrado académico de número de la de Nobles Artes de San Fernando. Una faceta notable de Lucio del Valle fue su interés por la fotografía. Con los mejores fotógrafos de la época, se encargó de formar colecciones fotográficas de las obras públicas españolas, que se exhibieron en las Exposiciones Universales.

En octubre de 1865 fue nombrado director de la Escuela de Caminos, de cuya Junta Superior ya formaba parte desde noviembre de 1863. Dirigió la Escuela durante casi nueve años con gran autoridad, en una época difícil coincidente con el Sexenio Revolucionario.

En enero de 1869, fue nombrado presidente de la junta de Obras de la Biblioteca Nacional y en febrero de ese año director, en comisión, de la Escuela de Arquitectura.

Presentó al poco la dimisión de este cargo, que le fue aceptada el 22 de mayo. Ese mismo año se le nombró miembro de la comisión para examen de los proyectos de escuelas de primera enseñanza y presidente de la Comisión de Faros. En agosto de 1871, dimitió como director de la Escuela de Caminos; pero el 1 de enero de 1872 retornó al servicio activo y el 23 de febrero fue nombrado nuevamente director. Se le nombró caballero de la Gran Cruz de la Orden Civil de María Victoria. El 18 de enero de 1873 fue nombrado presidente de la junta de Obras del Palacio de Justicia y en mayo de 1874 miembro de la comisión encargada de estudiar la caducidad de la franquicia de los ferrocarriles. Falleció en julio de ese mismo año.

 

Obras de ~: con R. de Echevarría y A. Mendizábal, Apuntes sobre los objetos correspondientes al ramo de Obras Públicas presentados en la Exposición Universal de París, Madrid, Imprenta Nacional, 1855; con V. Martí y Á. Mayo Modelos de tageas, alcantarillas y pontones, Madrid, 1859; Memoria sobre la situación, disposición y construcción de los puentes. 1844, Madrid, Esteyco, 1994.

 

Bibl.: F. Sáenz Ridruejo, Ingenieros de Caminos del siglo XIX, Madrid, AC/Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1990, págs. 121-189; C. Díaz-Aguado y Martínez, “Lucio del Valle, Laurent y los álbumes de Obras Públicas de la Exposición Universal de 1867”, en Un fotógrafo francés en la España del siglo XIX. J. Laurent, Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, 1997, págs. 49-59; R. Martínez Vázquez de Parga, Historia del Canal de Isabel II, Madrid, Ediciones del Aniversario, 2001.

 

Fernando Sáenz Ridruejo